El dilema de la ley y la Gracia – los 10 mandamientos
Es crucial entender el tema del pacto de Dios, pues nuestra vida eterna depende de si aceptamos o rechazamos Su pacto de salvación.
Sin embargo, dentro del cristianismo existe una falta de consenso respecto a los términos de dicho pacto. Permíteme explicarlo de manera sencilla para que puedas ver dónde radica la dificultad y lo fácil que resulta comprenderlo.
El Plan de Salvación
El pacto que Dios nos propone es uno de salvación. Por lo tanto, lo primero que debemos comprender es cómo nos salva Dios, es decir, el contenido mismo, la esencia del pacto, para luego entender los demás aspectos.
Existen varios textos que afirman que somos salvos por gracia. En Tito 2:11 leemos:
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tito 2:11
En Efesios 2:8 dice:
porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8
Por gracia significa que la salvación es un don inmerecido, un regalo de Dios. Por ello, en Romanos 3:24 se afirma:
y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Romanos 3:24
Existen otros versículos que enseñan esta verdad, la cual constituye las buenas nuevas del evangelio. A continuación, algunos ejemplos.
Además, la Biblia enseña que esa salvación por gracia la obtenemos por los méritos de la sangre de Cristo. Apocalipsis 1 describe a Jesucristo como aquel que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su propia sangre.
y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre. Apocalipsis 1:5
Asimismo, en Romanos se dice que somos justificados en su sangre.
Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Romanos 5:9
Esto significa que, aunque la salvación es por gracia, gratuita para nosotros como un regalo de Dios, no significa que no haya tenido un costo. Al contrario, el precio fue muy alto: la sangre de Jesucristo.
En 1 Pedro leemos que fuimos rescatados con la preciosa sangre de Cristo.
18 pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18-19
Efesios 1:7 dice:
En él tenemos redención por su sangre,el perdón de pecadossegún las riquezas de su gracia. Efesios 1:7
La redención implica liberación mediante el pago de un precio.
Aquí abajo también hay otros ejemplos que muestran cómo hemos sido redimidos, ganados, limpiados y reconciliados con Dios gracias a la sangre de nuestro Señor Jesucristo.
La Biblia también afirma que nuestra salvación es por medio de la fe.
Efesios 2 declara:
porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8
y en Gálatas 3 se menciona que somos hijos de Dios «por la fe en Cristo Jesús».
porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Gálatas 3:26
La explicación es sencilla: la gracia es la fuente de la salvación, la sangre de Cristo es el precio, y la fe es el canal indispensable por el cual Dios nos otorga su gracia.
Por ello, en Hebreos 11:6 leemos:
sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6
La fe es esencial; es el medio a través del cual Dios nos concede su gracia. Hay muchos textos que confirman esta realidad.
Pedro dice:
sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. 1 Pedro 1:5
y Pablo asegura que recibimos la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, o que somos «justificados por la fe».
a justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia. Romanos 3:22
A su vez, la Biblia aclara que esta justificación es no por nuestras obras.
Efesios 2 lo especifica al decir:
8 porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. 9 No por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9
En Romanos 3, Pablo afirma que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley. Romanos 3:28
Aquí abajo dejo otros versículos que enfatizan esta verdad, para despejar cualquier duda.
Hasta este punto, el tema parece claro, hasta que encontramos algunos versículos que aparentemente dicen lo contrario. Existen pasajes en la Biblia como Santiago 2:24, donde se menciona que «el hombre es justificado por las obras…». ¿Cómo es posible?
Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe. Santiago 2:24
O versículos como Mateo 16 o Apocalipsis 22, que dicen que cada uno será recompensado conforme a sus obras.
porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:27
»¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22:12
Incluso, en Mateo 19, un joven rico pregunta a Jesús qué debe hacer para tener vida eterna, y Jesús responde: «Guardar los mandamientos.»
…Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Mateo 19:17
Aquí abajo se muestran otros pasajes que parecen indicar que nuestra salvación depende de nuestras obras.
Esta aparente paradoja es un tema que los predicadores cristianos explican a menudo cuando hablan de justificación y santificación.
La explicación es la siguiente: Al leer la Biblia más profundamente, encontramos textos que aclaran el tema. Por ejemplo, Santiago 2:14 cuestiona:
Si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle? Santiago 2:14
La respuesta es no, porque es una fe falsa, no verdadera. En el versículo 17, Santiago dice que «la fe, si no tiene obras, está muerta.»
Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta. Santiago 2:17
Luego Santiago pone como ejemplo a Abraham, refiriéndose a Génesis 15, donde dice que creyó a Jehová y le fue contado por justicia.
Abram creyó a Jehová y le fue contado por justicia. Génesis 15:6
En Santiago 2:21-22 se explica que cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac, su «fe fue completada por las obras.»
21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras? Santiago 2:21-22
En conclusión, la Biblia enseña que la fe no es solo creer, sino que es una relación con Dios que crece día a día. Esta comunión produce en nosotros una convicción muy fuerte en su palabra y, en consecuencia, una plena confianza en Dios. Esa convicción y confianza nos llevan a una inevitable obediencia a su voluntad.
Así, las obras no son un medio de salvación. Nuestras obras no pueden salvarnos, sino que demuestran que nuestra fe es una fe activa. Demuestran que nuestra fe no está muerta, como dice Santiago, sino viva, y que es sincera (no fingida), como se menciona en 1 Timoteo 1:5.
El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. 1 Timoteo 1:5
Las obras que provienen de una fe activa no son nuestras propias obras, sino frutos del Espíritu Santo en nuestra vida. Son el resultado natural de nuestro agradecimiento por comprender la costosa redención que se nos ofrece gratuitamente.
Es por esto que las únicas obras que agradan a Dios son aquellas que provienen de la fe. Hebreos 11:6 dice:
sin fe es imposible agradar a Dios… Hebreos 11:6
Permíteme ofrecerte un ejemplo bíblico para ilustrarlo.
Cuando Dios ordenó al pueblo de Israel conquistar Jericó, dio instrucciones específicas: debían marchar alrededor de la ciudad durante seis días, siete sacerdotes llevarían siete trompetas, y el séptimo día debían dar siete vueltas a la ciudad.
Israel obedeció, y en la última vuelta, la ciudad de Jericó fue destruida. Es tan absurdo decir que los israelitas destruyeron la ciudad por sí mismos, como decir que nosotros podemos hacer algo para salvarnos.
La destrucción de Jericó fue obra de Dios. Nuestra salvación es obtenida únicamente por gracia, gracias a la sangre de Jesucristo.
No importaba cuántas vueltas diera el pueblo alrededor de la ciudad; ellos no podían conquistarla. Igualmente, no importa cuántas obras realicemos nosotros, ya que como dice Isaías 64:6:
pues todos nosotros somos como cosa impura,todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.Todos nosotros caímos como las hojasy nuestras maldades nos llevaron como el viento. Isaías 64:6
El pueblo obedeció a Dios por fe. La confianza en Dios, especialmente al enfrentarse a una ciudad amurallada con trompetas, era crucial. Cuanto más grande sea nuestra confianza en Dios, más naturalmente obedeceremos su voluntad.
Si el pueblo de Israel no hubiera obedecido, Dios no habría destruido Jericó. De la misma manera, si no mostramos nuestra fe a través de nuestros actos, nuestra fe sería ficticia y Dios no nos brindaría su gracia.
Gracias a la fe de Israel, Dios conquistó Jericó para ellos. Gracias a nuestra fe, Dios puede aplicarnos su gracia salvadora.
Este paralelismo puede repetirse con muchas historias bíblicas. La mayoría de los cristianos enseñan que debemos dar obras de santificación, y casi todos comparten esta verdad.
Sin embargo, han existido distorsiones sobre el concepto de salvación, y para analizarlas, crearemos una tabla donde describiremos la enseñanza bíblica que hemos explicado.
Distorsiones sobre el concepto de Salvación
Tal como dijimos, la salvación es por gracia. Es un don gratuito, otorgado por los méritos de la sangre de Jesucristo, y se obtiene por medio de la fe, no por obras.
Las obras no son un medio para ganar la salvación, sino que la verdadera fe produce frutos del Espíritu Santo que se reflejan en nuestras acciones.
Estas acciones son una respuesta de gratitud y obediencia por la gracia recibida. Además, son evidencia de una fe sincera, pues una fe sin obras es una fe muerta. Son manifestación del Espíritu Santo en nosotros, obrando una transformación para la santificación.
Como en todo equilibrio, existen dos extremos que debemos evitar. Un extremo es creer que la salvación es por nuestras propias obras, conocido como «legalismo o fariseísmo», colocando la ley en el lugar de la gracia.
El otro extremo es creer que la salvación es por gracia mediante la fe, pero «sin la necesidad de evidenciar esa fe a través de buenas obras,» un concepto conocido como «antinomianismo.»
Es importante señalar que cada religión y cada creyente dentro de la misma le da mayor o menor énfasis a «las obras de la fe» o «la gracia,» acercándose de este modo a uno u otro extremo.
La búsqueda del equilibrio entre gracia y obras de fe es un tema fascinante, ampliamente abordado por líderes religiosos, y va más allá del tema de este post.
Sin embargo, el problema no solo radica en los extremos. Dentro del grupo que acepta la salvación por gracia mediante la fe, hay dos posturas claramente diferenciadas en un tema crucial.
Posturas diferentes en la Salvación por Gracia
El fruto lógico de la fe es la confianza en la palabra de Dios. Expresamos nuestra confianza obedeciendo su palabra a través de nuestras acciones, como una respuesta natural de gratitud por la gracia recibida.
Es fundamental discernir cuál es la palabra de Dios que debemos obedecer, en lugar de seguir mandamientos de hombres, lo cual es, en efecto, lo contrario a obedecer la palabra de Dios y convertiría nuestra fe en algo fingido, tal como lo señala 1 Timoteo 1:5.
El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. 1 Timoteo 1:5
Desde este interrogante surgen dos posturas, que difieren en aspectos esenciales, tales como:
- Qué obras de fe nos pide Dios que realicemos
- A través de qué mandamientos nos llama a obedecer
La Primera Postura sostiene que Dios nos pide, como evidencia de nuestra fe, la obediencia a los Diez Mandamientos, tal como fueron escritos en dos tablas de piedra, con su propio dedo.
Esta postura enseña que la ley es eterna, tal como afirma el Salmo 111:7-8, en el que se declara que “todos sus mandamientos son afirmados eternamente y para siempre.”
7 Las obras de sus manos son verdad y juicio;fieles son todos sus mandamientos,8 afirmados eternamente y para siempre,hechos en verdad y rectitud. Salmos 111:7-8
Además, se considera inmutable, conforme a lo dicho por Jesús en Mateo 5:18:
ni una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo se haya cumplido. Mateo 5:8
Esto incluye el sábado y considera que toda la ley sigue vigente. Así, la función de la ley en relación con la salvación y la gracia es la misma que en el Antiguo Testamento.
El propósito de la ley se mantiene intacto, siendo el mismo antes y después de Cristo respecto al plan de salvación, pues siempre existió una sola forma de salvarse.
La Segunda Postura considera que la ley no es eterna ni inmutable, al menos tal como fue entregada a Moisés, ya que excluye el cuarto mandamiento, que manda reposar el sábado, y en su lugar la iglesia cristiana ahora se congrega en domingo.
Explicar esta omisión no es sencillo, ya que si Dios entregó los Diez Mandamientos como una unidad indivisible en dos tablas de piedra, resulta cuestionable que uno de ellos carezca de vigencia.
Para dar cuenta de esto, diferentes denominaciones cristianas han seguido dos caminos. Algunas enseñan que los mandamientos ya no están vigentes y han sido reemplazados por la ley de Cristo, basada en el amor a Dios y al prójimo, excluyendo el sábado.
Esta ley se considera diferente a la ley de Moisés y, por lo tanto, tiene una función distinta con respecto a la salvación y la gracia en comparación con el Antiguo Testamento.
Otras denominaciones afirman que los Diez Mandamientos siguen siendo relevantes como guía moral, pero reinterpretan el cuarto mandamiento, aplicándolo al domingo, día de la resurrección de Cristo.
Debido a que los Diez Mandamientos fueron dados como un conjunto indivisible, cualquier cambio en uno de ellos afecta la interpretación de toda la ley tras la muerte de Cristo.
Esto implica que los mandamientos también tengan una función distinta en cuanto a la salvación y la gracia en comparación con su aplicación en el Antiguo Testamento, ya sea en la aplicación general de la ley o en la observancia del sábado, ahora trasladada al domingo.
Para sostener esta nueva función de la ley respecto a la salvación y la gracia, ambos lados argumentan con frases tales como:
- “No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”
- “Cristo ya cumplió la ley por nosotros”
- “La ley es un ayo que nos lleva a Cristo; pero ahora que Cristo ha venido, la ley ya no tiene razón de ser para nuestra salvación”
- Sobre el sábado específicamente, dicen “ahora Cristo es nuestro reposo”
Este debate lleva siglos, y en ambos lados hay cristianos sinceros que aman a Cristo pero que difieren en su entendimiento de lo que significa obedecer a Dios. En su celo por la sana doctrina, ambos lados llegan incluso a acusarse mutuamente.
El primer grupo acusa al segundo de no seguir la voluntad de Dios y de adherirse a mandamientos humanos, mientras que el segundo grupo acusa al primero de legalista por insistir en la vigencia de la ley mosaica con respecto a la salvación y la gracia, e incluso de “judaizante” por mantener la observancia del sábado, argumentando que este mandamiento fue dado solo para los judíos.
Quisiera hacer una breve pausa para recordar que el pueblo de Dios tiene celo por hacer Su voluntad, como señala Tito 2:14, pero es importante distinguir que el celo de un hijo de Dios se basa en el amor, mientras que el celo del fanatismo se apoya en la hostilidad.
Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Tito 2:14
Retomando el tema, y considerando que es evidente que una de estas posturas está en error, permíteme señalar un punto clave que puede ayudarte a discernir dónde radica la equivocación.
¿Recuerdas lo que mencionamos al inicio del post sobre la salvación? La Biblia enseña con claridad que somos salvos por gracia, por los méritos de la sangre de Jesús, no por obras, sino por medio de la fe. Pero no cualquier fe, sino una fe activa.
Si ambas posturas concuerdan en que actualmente la salvación se da de esta manera, entonces exploremos cómo cada una interpreta la relación de la ley con la salvación, comparando el Antiguo y el Nuevo Testamento.
La postura 1 enseña que la salvación siempre ha sido por gracia y por la sangre de Jesús, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, nunca ha sido por obras, sino por fe.
Los Diez Mandamientos, tal como fueron entregados por Dios a Moisés, incluyendo el sábado, estuvieron vigentes desde la creación del mundo, transmitidos verbalmente y siguen vigentes, intactos e inmutables.
La obediencia a estos mandamientos ha sido y será siempre una forma de demostrar una fe verdadera.
Por otro lado, la postura 2 sostiene dos puntos importantes: que la ley, tal como fue dada a Moisés, incluyendo el sábado, era para los judíos en el Antiguo Pacto, y que en el Nuevo Pacto, después de Cristo, ya no está vigente porque ahora no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Según esta postura, la salvación es por gracia a través de la fe en Jesucristo.
Esta postura, sin embargo, presenta un dilema sin solución. Si decimos que después de Cristo ya no estamos bajo la ley, entonces esto implica que antes de Cristo sí se estaba bajo la ley.
Pero, ¿qué significa realmente «estar bajo la ley»? Aquí surge una pregunta difícil: ¿los judíos tenían que cumplir la ley para salvarse? Si la respuesta es afirmativa, esto implicaría salvación por obras, lo cual es inaceptable.
Los líderes religiosos enseñan que todos han sido salvos por gracia desde Adán, lo cual sugiere que los judíos no estaban bajo la ley para su salvación, sino bajo la gracia, al igual que nosotros hoy. Como explica Pablo en Romanos 11:6:
Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia. Y si es por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no sería obra. Romanos 11:6
En Gálatas 2:21, se dice lo mismo con otras palabras:
Si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo. Gálatas 2:21
Es decir, si alguien se pudiera salvar guardando la ley, entonces en vano vino Cristo. Si ellos también eran salvos por gracia, por medio de la fe, entonces tenían que guardar la ley como una consecuencia natural de su fe genuina en Dios, y por consiguiente, era exactamente igual que ahora, después de Cristo, tal como afirma la postura 1.
Fíjate que, en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías ya decía:
pues todos nosotros somos como cosa impura,todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.Todos nosotros caímos como las hojasy nuestras maldades nos llevaron como el viento. Isaías 64:6
Es decir, en la época de Isaías también estaban bajo la gracia y no bajo la ley. Esto no es exclusivo de hoy solamente. Así es para nosotros, y así fue para Moisés y Abraham antes de Moisés.
Observa cómo Pablo, en Romanos 4, al decir que Abraham fue justificado por las obras, aplica esas obras a la fe de Abraham, ya que luego explica que fue porque Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, citando a Génesis 15:6.
2 Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios, 3 pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Romanos 4:2-3
Exactamente lo mismo dice Santiago en el capítulo 2.
21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: «Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia», y fue llamado amigo de Dios. Santiago 2:21-23
Están describiendo en el Antiguo Testamento la misma relación con las obras que nosotros: es el fruto de la fe.
Entonces, ¿por qué se afirma que ahora no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, para anular la ley de Moisés? Si antes también estaban bajo la gracia. ¿Entiendes el dilema?
Repasemos una vez más con otra frase para asegurarnos de que se entiende.
Los que enseñan la postura 2 dicen: “Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos.” Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.
¿Dónde está la trampa en esta frase? Tiene dos afirmaciones, y una es correcta y la otra no, porque hablan de temas diferentes.
Estamos de acuerdo en que “Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos.” En eso estamos de acuerdo.
Sin embargo, no estamos de acuerdo con la segunda parte de la frase: “Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.”
Analicemos esto, y verás cómo esta segunda afirmación es teológicamente inviable.
Como Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos. Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.
¿Pero qué significa eso? ¿Que los judíos, antes de Cristo, sí tenían que cumplir la ley para salvarse? Y nuevamente entramos en el dilema sin respuesta.
Si la respuesta es “sí,” entonces la salvación es por obras; los judíos se salvaban por sus propios méritos. Así que es evidente que la respuesta es “no” porque Cristo no solo cumplió la ley por nosotros, sino que cumplió la ley por todos los seres humanos desde Adán.
En consecuencia, el hecho de que cumplió la ley no tiene nada que ver con la vigencia de la ley de Moisés.
Precisamente para explicar este dilema surge el dispensacionalismo. De esta manera, intenta salir de este embrollo con una teología compleja de siete dispensaciones, que se presentan aquí.
Permíteme ampliar y resaltar la era de la ley Mosaica y la actual de la gracia, para poder continuar con el ejemplo actual.
Scofield, reconociendo que Dios siempre ha salvado a las personas por gracia, ya que no podría ser de otra manera, en su mejor intento de resolver este dilema, explica que Dios ha dispensado esta gracia de distintas formas a lo largo de la historia (de ahí el nombre de dispensacionalismo), estableciendo en cada etapa una prueba diferente.
Pero verás cómo esto tampoco resuelve el dilema; únicamente lo disimula un poco más.
El dispensacionalismo enseña que la prueba para los israelitas que vivieron entre Moisés y la muerte de Cristo, o el Pentecostés, era la obediencia a la ley, mientras que, en la dispensación actual, la prueba es creer en Jesucristo.
Sin embargo, el dilema sigue con la misma pregunta: ¿qué significa que la prueba era la obediencia a la ley? ¿Tenían que cumplir con la prueba de obedecer la ley para salvarse? Nuevamente, nos encontramos con una pregunta sin una respuesta satisfactoria, por más vueltas que se le dé.
Si la respuesta es “sí”, entonces la salvación es por obra (es decir, uno se salva al superar una prueba), lo que implica que ya no es por gracia. Una opción inaceptable.
Y, si es por gracia, entonces la respuesta es que no tenían que cumplir la prueba para salvarse, sino para demostrar su fe, exactamente igual que ahora, ya que la fe sin obras es muerta.
Como podrás ver, en esta explicación siguen existiendo grandes incoherencias y los mismos problemas que la teología de pactos. Es un verdadero callejón sin salida.
Un experto dispensacionalista defendería esta postura diciendo que las obras que evidenciaban la fe en la dispensación de la ley antes de Cristo eran la ley de Moisés, y las obras que evidencian la fe ahora en la dispensación de la gracia es creer en Jesucristo.
De hecho, esa es la enseñanza dispensacionalista. Pero el punto es que la Biblia no enseña eso. Este dilema expone los argumentos que intentan sostener esa afirmación.
Al estar ambos bajo la gracia, no existen argumentos válidos para afirmar que la ley de Moisés ha dejado de estar vigente, y esto no es un tema menor.
En lugar de evidenciar la fe en la palabra de Dios, se sigue una teología creada para justificar la abrogación o modificación de una ley eterna e inmutable, que nunca fue anulada por Dios ni cambiada por Jesús.
¿No has pensado alguna vez en lo injusto que sería de parte de Dios que nuestra prueba sea simplemente creer en Jesucristo, mientras que la prueba de los judíos sea algo tan difícil como obedecer la ley? Y obviamente lo mismo se aplica para las dispensaciones anteriores.
Una de las estrategias utilizadas para salir de este embrollo es desviar la atención a otros temas como el acceso al lugar santísimo, las leyes ceremoniales, la circuncisión, etc.
Temas que no tienen relación con los diez mandamientos, los únicos que Dios escribió con su propio dedo en dos tablas de piedra.
En un post anterior prometí que explicaría en qué sentido el pacto es eterno y en qué sentido hay un viejo y un nuevo pacto. Bueno, ahora ya lo sabes.
El Viejo, Nuevo y Eterno Pacto
Es eterno, ya que solo hubo, hay y habrá una forma de salvarnos: por gracia, por la sangre de Jesucristo. Y, al mismo tiempo, es un pacto viejo y nuevo en el sentido de que antes, en el pacto viejo, la fe en Cristo se manifestaba a través de sacrificios animales simbólicos, mientras que ahora ya no necesitamos estos símbolos porque tenemos el honor de conocer el sacrificio de Cristo.
Tan pronto como entró el primer pecado en la tierra con Adán y Eva, Dios ofreció su gracia con la sangre de Jesucristo, simbolizada en la muerte del cordero que Dios mismo sacrificó para vestir a Adán y Eva. En el nuevo pacto, tenemos un mejor sacrificio: ya no es un símbolo, sino la sangre real de Jesucristo.
Antes, teníamos sumos sacerdotes humanos; ahora, tenemos un mejor mediador, tal como dicen los versículos que se muestran a continuación. Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, ha traspasado los cielos.
No entró en el santuario hecho por manos humanas, sino en el que está en el cielo mismo, una vez y para siempre.
Ahora tenemos un mejor pacto establecido sobre mejores promesas. Ya no son promesas de redención por cumplirse en el futuro, sino promesas cumplidas en la vida y obra de Jesucristo.
El pacto es eterno, ya que la salvación nunca fue por obras (es decir, por guardar los mandamientos de Dios, ya que eso sería legalismo), ni tampoco por una fe vacía, sin seguir los mandamientos de Dios (ya que eso sería una fe muerta y fingida). Sino por medio de una fe activa que confía en la palabra de Dios y guarda sus mandamientos.
Presta atención, porque esto es importante. Así como el pacto es eterno, porque siempre fue por gracia y siempre fue por la sangre de Jesucristo, de la misma forma siempre fue por una fe basada siempre en la misma palabra de Dios y sus mismos mandamientos. Es la forma en la que Dios revela su carácter y su voluntad, los cuales son eternos e inmutables.
¿Y en qué sentido es viejo y nuevo? En el sentido de que, en el pacto viejo, su palabra y sus mandamientos fueron revelados a la humanidad primero oralmente y luego por escrito en el Sinaí.
Aquí te dejo un enlace a un post donde desarrollo las evidencias bíblicas sobre la existencia de la ley de Dios transmitida oralmente desde la misma creación.
En el nuevo pacto, todo lo que había sido revelado por escrito —su carácter y amor, su palabra y su ley— fue revelado de forma completa por Jesús.
Con su vida, nos da un ejemplo perfecto de cómo vivir esa fe verdadera y transformadora en total obediencia al Padre.
Desde el principio, Dios transmitió a sus hijos sus mandamientos por al menos cinco motivos:
- Como una respuesta de gratitud y obediencia a la gracia recibida.
- Como una evidencia de una fe sincera, ya que una fe sin obras es una fe muerta.
- Como una manifestación de los frutos del Espíritu Santo, obrando en nosotros una transformación hacia la santificación.
- Como una guía moral que nos enseña, de manera práctica, cómo amar a Dios y a los hombres.
- Como un ayo que nos lleva a Cristo, ya que es un espejo que nos muestra nuestro pecado y nuestra necesidad de un Salvador.
La ley alcanzaba hasta donde podía, expresando en palabras el amor de Dios y su carácter. Pero Cristo nos mostró con su vida el carácter de Dios y su amor infinito, algo que no se puede expresar con palabras. Por eso el Verbo se hizo carne.
La Ley de Dios es un reflejo de su Carácter
La Biblia nos enseña que la ley de Dios es un reflejo de su carácter. En 1 Juan dice que Dios es amor, y Pablo en Romanos dice que el cumplimiento de la ley es el amor.
Isaías dice que Dios es santo, y Pablo dice que la ley es santa. De esta manera, la Biblia confirma que Dios es perfecto y la ley es perfecta; ambos son puros y justos.
La lista de coincidencias no termina ahí. Continúa diciendo que ambos son verdaderos, espirituales y buenos, e inmutables y eternos.
Negar la continuidad de una ley tan perfecta que refleja el carácter de Dios y que él escribió en dos tablas de piedra con su propio dedo es negar su propio pacto de salvación.
Pero aún queda una respuesta por responder. ¿Qué significa exactamente estar bajo la ley?
La respuesta es muy simple. El cambio que produjo Jesús respecto a la ley no se refiere a su vigencia, pues esta es eterna e inmutable. Tampoco realizó ningún cambio en la función de la ley, ya que el plan de salvación siempre ha sido el mismo, y, en consecuencia, la ley siempre ha cumplido la misma función.
Lo que hizo Cristo fue darnos una mayor comprensión de la ley, lo que equivale a una mayor comprensión de su carácter y amor. Así como el único plan de salvación posible se hizo indispensable también en el viejo pacto, la ley de Moisés se hace necesaria e imprescindible para que nuestra fe sea activa también en el nuevo pacto.
En cuanto al versículo de Romanos 6:14, por ejemplo, estar «bajo la ley» nunca significó que la ley de Moisés estuviera vigente solo en el Antiguo Testamento y no en el Nuevo.
El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. Romanos 6:14
Del mismo modo, estar «bajo la gracia» nunca implicó que la ley de Moisés no fuera una base para evidenciar nuestra fe.
La segunda postura teológica falla desde cualquier ángulo en que se la mire. La primera postura, en cambio, no solo brinda la única solución posible al dilema, sino que se ajusta perfectamente a toda la enseñanza bíblica y es mucho más coherente desde todos los puntos de vista.
Siempre ha habido un plan de salvación, y siempre han estado vigentes los mandamientos de Dios como obras de fe y del Espíritu Santo. Eso significa estar «bajo la gracia».
Por el contrario, cuando ponemos los mandamientos en el lugar equivocado, es decir, cuando los observamos para ser salvos y los ponemos en lugar de la gracia, entonces estamos «bajo la ley». Buscamos las obras para salvarnos, y somos legalistas, una práctica muy común en el Antiguo Testamento y también en nuestros días.
Déjame darte un ejemplo para que sea fácil de entender.
Puedes creer que el sábado fue cambiado por el domingo y guardar los mandamientos para ser salvo, con lo que adoptas una actitud legalista, y estás «bajo la ley» y no «bajo la gracia».
Al mismo tiempo, puedes creer que los diez mandamientos están vigentes, incluido el sábado, y estar bajo la gracia, porque no los observas para ser salvo, sino como una consecuencia natural de ser hijo de Dios.
Jesús acusaba a los escribas y fariseos de atar cargas pesadas sobre los hombres. Eso hacían con el día de reposo, durante el cual ni siquiera permitían sanar a un enfermo, y por ello Jesús los llamó “hipócritas”. Su actitud hacia la ley y el sábado reflejaba una posición de estar «bajo la ley».
En cambio, puedes estar «bajo la gracia», y que el día de reposo sea para ti lo que Dios siempre quiso que fuera: una delicia y un deleite en Jehová, tal como lo explica Isaías.
Nosotros no guardamos el sábado como los judíos, sino como Cristo, porque ahora estamos bajo la gracia. Judaizar no es imponer el sábado; es imponer al sábado cargas que Dios no pidió.
Haz la prueba y compruébalo por ti mismo. Lee cualquier autor o consulta cualquier video que trate este tema, y verás que ninguno te dará una respuesta satisfactoria a una simple pregunta:
¿Tenían que cumplir los judíos la ley que Dios le entregó a Moisés para obtener la salvación?
Si la respuesta es «sí», implicaría reconocer que se salvaban por obras, es decir, por méritos propios, y ya no sería una salvación por gracia. Si la respuesta es «no», significaría reconocer algo distinto de lo que te han hecho creer. La ley de Moisés nunca fue un impedimento para estar bajo la gracia y no bajo la ley.
Para ir terminando este post, planteo la siguiente pregunta: ¿Por qué tantas denominaciones cristianas terminaron desarrollando esta teología sobre la ley tan antibíblica y complicada, que solo conduce a un callejón sin salida?
En el post anterior, donde muestro evidencias bíblicas de que los discípulos seguían guardando el sábado y no el domingo, explico cómo, a partir de la Reforma Protestante, se fueron creando diferentes ramas que se separaban de la iglesia católica, principalmente por diferencias teológicas.
Así se formaron las religiones cristianas protestantes actuales. Y en esa separación, heredaron la falsa doctrina de la observancia del domingo en lugar del sábado santificado por Dios, viéndose obligadas a justificar teológicamente lo que la Biblia no enseña.
Muchos cristianos rechazan, completa o parcialmente, el hecho de que la ley de Dios es perpetua e inmutable. Santiago 2:10 dice que cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos, porque rechazar un punto de la ley significa rechazar a su autor.
porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos. Santiago 2:10
De todos los errores que el cristianismo moderno ha aceptado, ninguno desafía más abiertamente la autoridad de Dios, está en tan clara oposición a la razón, y tiene consecuencias tan perjudiciales como la creencia moderna de que la ley eterna, que Dios escribió en tablas de piedra con su propio dedo, no sea la base para evidenciar nuestra fe y la guía que nos lleva a Cristo.
Jesús mismo lo expresó con sus propias palabras, transmitidas por sus discípulos varias décadas después de su muerte: «No he venido para abrogar, sino para cumplir.» Y también dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos.»
¿Cómo podemos aceptar a Cristo y rechazar sus mandamientos?
Nos vemos en el próximo post.
Por CHRISTIAN JABLOÑSKI
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