Lucca Giordana

El dilema de la ley y la Gracia – los 10 mandamientos

Es crucial entender el tema del pacto de Dios, pues nuestra vida eterna depende de si aceptamos o rechazamos Su pacto de salvación. 

Sin embargo, dentro del cristianismo existe una falta de consenso respecto a los términos de dicho pacto. Permíteme explicarlo de manera sencilla para que puedas ver dónde radica la dificultad y lo fácil que resulta comprenderlo.

El Plan de Salvación

El pacto que Dios nos propone es uno de salvación. Por lo tanto, lo primero que debemos comprender es cómo nos salva Dios, es decir, el contenido mismo, la esencia del pacto, para luego entender los demás aspectos.

Existen varios textos que afirman que somos salvos por gracia. En Tito 2:11 leemos: 

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tito 2:11

En Efesios 2:8 dice:

porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

Por gracia significa que la salvación es un don inmerecido, un regalo de Dios. Por ello, en Romanos 3:24 se afirma: 

y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Romanos 3:24

Existen otros versículos que enseñan esta verdad, la cual constituye las buenas nuevas del evangelio. A continuación, algunos ejemplos.

Además, la Biblia enseña que esa salvación por gracia la obtenemos por los méritos de la sangre de Cristo. Apocalipsis 1 describe a Jesucristo como aquel que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su propia sangre. 

y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre. Apocalipsis 1:5

Asimismo, en Romanos se dice que somos justificados en su sangre.

Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Romanos 5:9

Esto significa que, aunque la salvación es por gracia, gratuita para nosotros como un regalo de Dios, no significa que no haya tenido un costo. Al contrario, el precio fue muy alto: la sangre de Jesucristo.

En 1 Pedro leemos que fuimos rescatados con la preciosa sangre de Cristo. 

18 pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18-19

Efesios 1:7 dice: 

En él tenemos redención por su sangre,
el perdón de pecados
según las riquezas de su gracia. Efesios 1:7

La redención implica liberación mediante el pago de un precio.

Aquí abajo también hay otros ejemplos que muestran cómo hemos sido redimidos, ganados, limpiados y reconciliados con Dios gracias a la sangre de nuestro Señor Jesucristo.

La Biblia también afirma que nuestra salvación es por medio de la fe. 

Efesios 2 declara: 

porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

y en Gálatas 3 se menciona que somos hijos de Dios «por la fe en Cristo Jesús».

porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Gálatas 3:26

La explicación es sencilla: la gracia es la fuente de la salvación, la sangre de Cristo es el precio, y la fe es el canal indispensable por el cual Dios nos otorga su gracia.

Por ello, en Hebreos 11:6 leemos: 

sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6

La fe es esencial; es el medio a través del cual Dios nos concede su gracia. Hay muchos textos que confirman esta realidad.

Pedro dice:

sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. 1 Pedro 1:5

 y Pablo asegura que recibimos la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, o que somos «justificados por la fe».

a justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia. Romanos 3:22

A su vez, la Biblia aclara que esta justificación es no por nuestras obras.

Efesios 2 lo especifica al decir: 

8 porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. 9 No por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9

En Romanos 3, Pablo afirma que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley. Romanos 3:28

Aquí abajo dejo otros versículos que enfatizan esta verdad, para despejar cualquier duda.

Hasta este punto, el tema parece claro, hasta que encontramos algunos versículos que aparentemente dicen lo contrario. Existen pasajes en la Biblia como Santiago 2:24, donde se menciona que «el hombre es justificado por las obras…». ¿Cómo es posible?

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe. Santiago 2:24

O versículos como Mateo 16 o Apocalipsis 22, que dicen que cada uno será recompensado conforme a sus obras.

porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:27

»¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22:12

Incluso, en Mateo 19, un joven rico pregunta a Jesús qué debe hacer para tener vida eterna, y Jesús responde: «Guardar los mandamientos.»

…Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Mateo 19:17

Aquí abajo se muestran otros pasajes que parecen indicar que nuestra salvación depende de nuestras obras.

Esta aparente paradoja es un tema que los predicadores cristianos explican a menudo cuando hablan de justificación y santificación.

La explicación es la siguiente: Al leer la Biblia más profundamente, encontramos textos que aclaran el tema. Por ejemplo, Santiago 2:14 cuestiona: 

Si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle? Santiago 2:14

La respuesta es no, porque es una fe falsa, no verdadera. En el versículo 17, Santiago dice que «la fe, si no tiene obras, está muerta.»

Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta. Santiago 2:17

Luego Santiago pone como ejemplo a Abraham, refiriéndose a Génesis 15, donde dice que creyó a Jehová y le fue contado por justicia. 

Abram creyó a Jehová y le fue contado por justicia. Génesis 15:6

En Santiago 2:21-22 se explica que cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac, su «fe fue completada por las obras.»

21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras? Santiago 2:21-22

En conclusión, la Biblia enseña que la fe no es solo creer, sino que es una relación con Dios que crece día a día. Esta comunión produce en nosotros una convicción muy fuerte en su palabra y, en consecuencia, una plena confianza en Dios. Esa convicción y confianza nos llevan a una inevitable obediencia a su voluntad.

Así, las obras no son un medio de salvación. Nuestras obras no pueden salvarnos, sino que demuestran que nuestra fe es una fe activa. Demuestran que nuestra fe no está muerta, como dice Santiago, sino viva, y que es sincera (no fingida), como se menciona en 1 Timoteo 1:5.

El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. 1 Timoteo 1:5

Las obras que provienen de una fe activa no son nuestras propias obras, sino frutos del Espíritu Santo en nuestra vida. Son el resultado natural de nuestro agradecimiento por comprender la costosa redención que se nos ofrece gratuitamente.

Es por esto que las únicas obras que agradan a Dios son aquellas que provienen de la fe. Hebreos 11:6 dice: 

sin fe es imposible agradar a Dios… Hebreos 11:6

Permíteme ofrecerte un ejemplo bíblico para ilustrarlo.

Cuando Dios ordenó al pueblo de Israel conquistar Jericó, dio instrucciones específicas: debían marchar alrededor de la ciudad durante seis días, siete sacerdotes llevarían siete trompetas, y el séptimo día debían dar siete vueltas a la ciudad.

Israel obedeció, y en la última vuelta, la ciudad de Jericó fue destruida. Es tan absurdo decir que los israelitas destruyeron la ciudad por sí mismos, como decir que nosotros podemos hacer algo para salvarnos.

La destrucción de Jericó fue obra de Dios. Nuestra salvación es obtenida únicamente por gracia, gracias a la sangre de Jesucristo.

No importaba cuántas vueltas diera el pueblo alrededor de la ciudad; ellos no podían conquistarla. Igualmente, no importa cuántas obras realicemos nosotros, ya que como dice Isaías 64:6: 

pues todos nosotros somos como cosa impura,
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.
Todos nosotros caímos como las hojas
y nuestras maldades nos llevaron como el viento. Isaías 64:6

El pueblo obedeció a Dios por fe. La confianza en Dios, especialmente al enfrentarse a una ciudad amurallada con trompetas, era crucial. Cuanto más grande sea nuestra confianza en Dios, más naturalmente obedeceremos su voluntad.

Si el pueblo de Israel no hubiera obedecido, Dios no habría destruido Jericó. De la misma manera, si no mostramos nuestra fe a través de nuestros actos, nuestra fe sería ficticia y Dios no nos brindaría su gracia.

Gracias a la fe de Israel, Dios conquistó Jericó para ellos. Gracias a nuestra fe, Dios puede aplicarnos su gracia salvadora.

Este paralelismo puede repetirse con muchas historias bíblicas. La mayoría de los cristianos enseñan que debemos dar obras de santificación, y casi todos comparten esta verdad.

Sin embargo, han existido distorsiones sobre el concepto de salvación, y para analizarlas, crearemos una tabla donde describiremos la enseñanza bíblica que hemos explicado.

Distorsiones sobre el concepto de Salvación 

Tal como dijimos, la salvación es por gracia. Es un don gratuito, otorgado por los méritos de la sangre de Jesucristo, y se obtiene por medio de la fe, no por obras.

Las obras no son un medio para ganar la salvación, sino que la verdadera fe produce frutos del Espíritu Santo que se reflejan en nuestras acciones.

Estas acciones son una respuesta de gratitud y obediencia por la gracia recibida. Además, son evidencia de una fe sincera, pues una fe sin obras es una fe muerta. Son manifestación del Espíritu Santo en nosotros, obrando una transformación para la santificación.

Como en todo equilibrio, existen dos extremos que debemos evitar. Un extremo es creer que la salvación es por nuestras propias obras, conocido como «legalismo o fariseísmo», colocando la ley en el lugar de la gracia.

El otro extremo es creer que la salvación es por gracia mediante la fe, pero «sin la necesidad de evidenciar esa fe a través de buenas obras,» un concepto conocido como «antinomianismo.»

Es importante señalar que cada religión y cada creyente dentro de la misma le da mayor o menor énfasis a «las obras de la fe» o «la gracia,» acercándose de este modo a uno u otro extremo.

La búsqueda del equilibrio entre gracia y obras de fe es un tema fascinante, ampliamente abordado por líderes religiosos, y va más allá del tema de este post.

Sin embargo, el problema no solo radica en los extremos. Dentro del grupo que acepta la salvación por gracia mediante la fe, hay dos posturas claramente diferenciadas en un tema crucial.

Posturas diferentes en la Salvación por Gracia

El fruto lógico de la fe es la confianza en la palabra de Dios.  Expresamos nuestra confianza obedeciendo su palabra a través de nuestras acciones, como una respuesta natural de gratitud por la gracia recibida.

Es fundamental discernir cuál es la palabra de Dios que debemos obedecer, en lugar de seguir mandamientos de hombres, lo cual es, en efecto, lo contrario a obedecer la palabra de Dios y convertiría nuestra fe en algo fingido, tal como lo señala 1 Timoteo 1:5.

El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. 1 Timoteo 1:5

Desde este interrogante surgen dos posturas, que difieren en aspectos esenciales, tales como:

  • Qué obras de fe nos pide Dios que realicemos
  • A través de qué mandamientos nos llama a obedecer

La Primera Postura sostiene que Dios nos pide, como evidencia de nuestra fe, la obediencia a los Diez Mandamientos, tal como fueron escritos en dos tablas de piedra, con su propio dedo.

Esta postura enseña que la ley es eterna, tal como afirma el Salmo 111:7-8, en el que se declara que “todos sus mandamientos son afirmados eternamente y para siempre.” 

7 Las obras de sus manos son verdad y juicio;
fieles son todos sus mandamientos,
8 afirmados eternamente y para siempre,
hechos en verdad y rectitud. Salmos 111:7-8

Además, se considera inmutable, conforme a lo dicho por Jesús en Mateo 5:18:

ni una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo se haya cumplido. Mateo 5:8

Esto incluye el sábado y considera que toda la ley sigue vigente. Así, la función de la ley en relación con la salvación y la gracia es la misma que en el Antiguo Testamento. 

El propósito de la ley se mantiene intacto, siendo el mismo antes y después de Cristo respecto al plan de salvación, pues siempre existió una sola forma de salvarse.

La Segunda Postura considera que la ley no es eterna ni inmutable, al menos tal como fue entregada a Moisés, ya que excluye el cuarto mandamiento, que manda reposar el sábado, y en su lugar la iglesia cristiana ahora se congrega en domingo.

Explicar esta omisión no es sencillo, ya que si Dios entregó los Diez Mandamientos como una unidad indivisible en dos tablas de piedra, resulta cuestionable que uno de ellos carezca de vigencia. 

Para dar cuenta de esto, diferentes denominaciones cristianas han seguido dos caminos. Algunas enseñan que los mandamientos ya no están vigentes y han sido reemplazados por la ley de Cristo, basada en el amor a Dios y al prójimo, excluyendo el sábado. 

Esta ley se considera diferente a la ley de Moisés y, por lo tanto, tiene una función distinta con respecto a la salvación y la gracia en comparación con el Antiguo Testamento.

Otras denominaciones afirman que los Diez Mandamientos siguen siendo relevantes como guía moral, pero reinterpretan el cuarto mandamiento, aplicándolo al domingo, día de la resurrección de Cristo. 

Debido a que los Diez Mandamientos fueron dados como un conjunto indivisible, cualquier cambio en uno de ellos afecta la interpretación de toda la ley tras la muerte de Cristo. 

Esto implica que los mandamientos también tengan una función distinta en cuanto a la salvación y la gracia en comparación con su aplicación en el Antiguo Testamento, ya sea en la aplicación general de la ley o en la observancia del sábado, ahora trasladada al domingo.

Para sostener esta nueva función de la ley respecto a la salvación y la gracia, ambos lados argumentan con frases tales como:

  • “No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”
  • “Cristo ya cumplió la ley por nosotros”
  • “La ley es un ayo que nos lleva a Cristo; pero ahora que Cristo ha venido, la ley ya no tiene razón de ser para nuestra salvación”
  • Sobre el sábado específicamente, dicen “ahora Cristo es nuestro reposo”

Este debate lleva siglos, y en ambos lados hay cristianos sinceros que aman a Cristo pero que difieren en su entendimiento de lo que significa obedecer a Dios. En su celo por la sana doctrina, ambos lados llegan incluso a acusarse mutuamente.

El primer grupo acusa al segundo de no seguir la voluntad de Dios y de adherirse a mandamientos humanos, mientras que el segundo grupo acusa al primero de legalista por insistir en la vigencia de la ley mosaica con respecto a la salvación y la gracia, e incluso de “judaizante” por mantener la observancia del sábado, argumentando que este mandamiento fue dado solo para los judíos.

Quisiera hacer una breve pausa para recordar que el pueblo de Dios tiene celo por hacer Su voluntad, como señala Tito 2:14, pero es importante distinguir que el celo de un hijo de Dios se basa en el amor, mientras que el celo del fanatismo se apoya en la hostilidad.

Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Tito 2:14

Retomando el tema, y considerando que es evidente que una de estas posturas está en error, permíteme señalar un punto clave que puede ayudarte a discernir dónde radica la equivocación.

¿Recuerdas lo que mencionamos al inicio del post sobre la salvación? La Biblia enseña con claridad que somos salvos por gracia, por los méritos de la sangre de Jesús, no por obras, sino por medio de la fe. Pero no cualquier fe, sino una fe activa.

Si ambas posturas concuerdan en que actualmente la salvación se da de esta manera, entonces exploremos cómo cada una interpreta la relación de la ley con la salvación, comparando el Antiguo y el Nuevo Testamento.

La postura 1 enseña que la salvación siempre ha sido por gracia y por la sangre de Jesús, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, nunca ha sido por obras, sino por fe. 

Los Diez Mandamientos, tal como fueron entregados por Dios a Moisés, incluyendo el sábado, estuvieron vigentes desde la creación del mundo, transmitidos verbalmente y siguen vigentes, intactos e inmutables. 

La obediencia a estos mandamientos ha sido y será siempre una forma de demostrar una fe verdadera.

Por otro lado, la postura 2 sostiene dos puntos importantes: que la ley, tal como fue dada a Moisés, incluyendo el sábado, era para los judíos en el Antiguo Pacto, y que en el Nuevo Pacto, después de Cristo, ya no está vigente porque ahora no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Según esta postura, la salvación es por gracia a través de la fe en Jesucristo.

Esta postura, sin embargo, presenta un dilema sin solución. Si decimos que después de Cristo ya no estamos bajo la ley, entonces esto implica que antes de Cristo sí se estaba bajo la ley. 

Pero, ¿qué significa realmente «estar bajo la ley»? Aquí surge una pregunta difícil: ¿los judíos tenían que cumplir la ley para salvarse? Si la respuesta es afirmativa, esto implicaría salvación por obras, lo cual es inaceptable.

Los líderes religiosos enseñan que todos han sido salvos por gracia desde Adán, lo cual sugiere que los judíos no estaban bajo la ley para su salvación, sino bajo la gracia, al igual que nosotros hoy. Como explica Pablo en Romanos 11:6: 

Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia. Y si es por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no sería obra. Romanos 11:6

En Gálatas 2:21, se dice lo mismo con otras palabras: 

Si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo. Gálatas 2:21

Es decir, si alguien se pudiera salvar guardando la ley, entonces en vano vino Cristo. Si ellos también eran salvos por gracia, por medio de la fe, entonces tenían que guardar la ley como una consecuencia natural de su fe genuina en Dios, y por consiguiente, era exactamente igual que ahora, después de Cristo, tal como afirma la postura 1.

Fíjate que, en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías ya decía: 

pues todos nosotros somos como cosa impura,
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.
Todos nosotros caímos como las hojas
y nuestras maldades nos llevaron como el viento. Isaías 64:6

Es decir, en la época de Isaías también estaban bajo la gracia y no bajo la ley. Esto no es exclusivo de hoy solamente. Así es para nosotros, y así fue para Moisés y Abraham antes de Moisés.

Observa cómo Pablo, en Romanos 4, al decir que Abraham fue justificado por las obras, aplica esas obras a la fe de Abraham, ya que luego explica que fue porque Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, citando a Génesis 15:6. 

2 Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios, 3 pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Romanos 4:2-3

Exactamente lo mismo dice Santiago en el capítulo 2.

21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: «Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia», y fue llamado amigo de Dios. Santiago 2:21-23

Están describiendo en el Antiguo Testamento la misma relación con las obras que nosotros: es el fruto de la fe.

Entonces, ¿por qué se afirma que ahora no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, para anular la ley de Moisés? Si antes también estaban bajo la gracia. ¿Entiendes el dilema?

Repasemos una vez más con otra frase para asegurarnos de que se entiende.

Los que enseñan la postura 2 dicen: “Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos.” Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.

¿Dónde está la trampa en esta frase? Tiene dos afirmaciones, y una es correcta y la otra no, porque hablan de temas diferentes.

Estamos de acuerdo en que “Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos.” En eso estamos de acuerdo.

Sin embargo, no estamos de acuerdo con la segunda parte de la frase: “Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.”

Analicemos esto, y verás cómo esta segunda afirmación es teológicamente inviable.

Como Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos. Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.

¿Pero qué significa eso? ¿Que los judíos, antes de Cristo, sí tenían que cumplir la ley para salvarse? Y nuevamente entramos en el dilema sin respuesta.

Si la respuesta es “sí,” entonces la salvación es por obras; los judíos se salvaban por sus propios méritos. Así que es evidente que la respuesta es “no” porque Cristo no solo cumplió la ley por nosotros, sino que cumplió la ley por todos los seres humanos desde Adán.

En consecuencia, el hecho de que cumplió la ley no tiene nada que ver con la vigencia de la ley de Moisés.

Precisamente para explicar este dilema surge el dispensacionalismo. De esta manera, intenta salir de este embrollo con una teología compleja de siete dispensaciones, que se presentan aquí. 

Permíteme ampliar y resaltar la era de la ley Mosaica y la actual de la gracia, para poder continuar con el ejemplo actual.

Scofield, reconociendo que Dios siempre ha salvado a las personas por gracia, ya que no podría ser de otra manera, en su mejor intento de resolver este dilema, explica que Dios ha dispensado esta gracia de distintas formas a lo largo de la historia (de ahí el nombre de dispensacionalismo), estableciendo en cada etapa una prueba diferente. 

Pero verás cómo esto tampoco resuelve el dilema; únicamente lo disimula un poco más.

El dispensacionalismo enseña que la prueba para los israelitas que vivieron entre Moisés y la muerte de Cristo, o el Pentecostés, era la obediencia a la ley, mientras que, en la dispensación actual, la prueba es creer en Jesucristo. 

Sin embargo, el dilema sigue con la misma pregunta: ¿qué significa que la prueba era la obediencia a la ley? ¿Tenían que cumplir con la prueba de obedecer la ley para salvarse? Nuevamente, nos encontramos con una pregunta sin una respuesta satisfactoria, por más vueltas que se le dé.

Si la respuesta es “sí”, entonces la salvación es por obra (es decir, uno se salva al superar una prueba), lo que implica que ya no es por gracia. Una opción inaceptable. 

Y, si es por gracia, entonces la respuesta es que no tenían que cumplir la prueba para salvarse, sino para demostrar su fe, exactamente igual que ahora, ya que la fe sin obras es muerta.

Como podrás ver, en esta explicación siguen existiendo grandes incoherencias y los mismos problemas que la teología de pactos. Es un verdadero callejón sin salida. 

Un experto dispensacionalista defendería esta postura diciendo que las obras que evidenciaban la fe en la dispensación de la ley antes de Cristo eran la ley de Moisés, y las obras que evidencian la fe ahora en la dispensación de la gracia es creer en Jesucristo.

De hecho, esa es la enseñanza dispensacionalista. Pero el punto es que la Biblia no enseña eso. Este dilema expone los argumentos que intentan sostener esa afirmación.

Al estar ambos bajo la gracia, no existen argumentos válidos para afirmar que la ley de Moisés ha dejado de estar vigente, y esto no es un tema menor.

En lugar de evidenciar la fe en la palabra de Dios, se sigue una teología creada para justificar la abrogación o modificación de una ley eterna e inmutable, que nunca fue anulada por Dios ni cambiada por Jesús.

¿No has pensado alguna vez en lo injusto que sería de parte de Dios que nuestra prueba sea simplemente creer en Jesucristo, mientras que la prueba de los judíos sea algo tan difícil como obedecer la ley? Y obviamente lo mismo se aplica para las dispensaciones anteriores.

Una de las estrategias utilizadas para salir de este embrollo es desviar la atención a otros temas como el acceso al lugar santísimo, las leyes ceremoniales, la circuncisión, etc.

Temas que no tienen relación con los diez mandamientos, los únicos que Dios escribió con su propio dedo en dos tablas de piedra.

En un post anterior prometí que explicaría en qué sentido el pacto es eterno y en qué sentido hay un viejo y un nuevo pacto. Bueno, ahora ya lo sabes.

El Viejo, Nuevo y Eterno Pacto

Es eterno, ya que solo hubo, hay y habrá una forma de salvarnos: por gracia, por la sangre de Jesucristo. Y, al mismo tiempo, es un pacto viejo y nuevo en el sentido de que antes, en el pacto viejo, la fe en Cristo se manifestaba a través de sacrificios animales simbólicos, mientras que ahora ya no necesitamos estos símbolos porque tenemos el honor de conocer el sacrificio de Cristo.

Tan pronto como entró el primer pecado en la tierra con Adán y Eva, Dios ofreció su gracia con la sangre de Jesucristo, simbolizada en la muerte del cordero que Dios mismo sacrificó para vestir a Adán y Eva. En el nuevo pacto, tenemos un mejor sacrificio: ya no es un símbolo, sino la sangre real de Jesucristo.

Antes, teníamos sumos sacerdotes humanos; ahora, tenemos un mejor mediador, tal como dicen los versículos que se muestran a continuación. Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, ha traspasado los cielos.

No entró en el santuario hecho por manos humanas, sino en el que está en el cielo mismo, una vez y para siempre.

Ahora tenemos un mejor pacto establecido sobre mejores promesas. Ya no son promesas de redención por cumplirse en el futuro, sino promesas cumplidas en la vida y obra de Jesucristo.

El pacto es eterno, ya que la salvación nunca fue por obras (es decir, por guardar los mandamientos de Dios, ya que eso sería legalismo), ni tampoco por una fe vacía, sin seguir los mandamientos de Dios (ya que eso sería una fe muerta y fingida). Sino por medio de una fe activa que confía en la palabra de Dios y guarda sus mandamientos.

Presta atención, porque esto es importante. Así como el pacto es eterno, porque siempre fue por gracia y siempre fue por la sangre de Jesucristo, de la misma forma siempre fue por una fe basada siempre en la misma palabra de Dios y sus mismos mandamientos. Es la forma en la que Dios revela su carácter y su voluntad, los cuales son eternos e inmutables.

¿Y en qué sentido es viejo y nuevo? En el sentido de que, en el pacto viejo, su palabra y sus mandamientos fueron revelados a la humanidad primero oralmente y luego por escrito en el Sinaí.

Aquí te dejo un enlace a un post donde desarrollo las evidencias bíblicas sobre la existencia de la ley de Dios transmitida oralmente desde la misma creación.

En el nuevo pacto, todo lo que había sido revelado por escrito —su carácter y amor, su palabra y su ley— fue revelado de forma completa por Jesús.

Con su vida, nos da un ejemplo perfecto de cómo vivir esa fe verdadera y transformadora en total obediencia al Padre.

Desde el principio, Dios transmitió a sus hijos sus mandamientos por al menos cinco motivos:

  • Como una respuesta de gratitud y obediencia a la gracia recibida.
  • Como una evidencia de una fe sincera, ya que una fe sin obras es una fe muerta.
  • Como una manifestación de los frutos del Espíritu Santo, obrando en nosotros una transformación hacia la santificación.
  • Como una guía moral que nos enseña, de manera práctica, cómo amar a Dios y a los hombres.
  • Como un ayo que nos lleva a Cristo, ya que es un espejo que nos muestra nuestro pecado y nuestra necesidad de un Salvador.

La ley alcanzaba hasta donde podía, expresando en palabras el amor de Dios y su carácter. Pero Cristo nos mostró con su vida el carácter de Dios y su amor infinito, algo que no se puede expresar con palabras. Por eso el Verbo se hizo carne.

La Ley de Dios es un reflejo de su Carácter

La Biblia nos enseña que la ley de Dios es un reflejo de su carácter. En 1 Juan dice que Dios es amor, y Pablo en Romanos dice que el cumplimiento de la ley es el amor. 

Isaías dice que Dios es santo, y Pablo dice que la ley es santa. De esta manera, la Biblia confirma que Dios es perfecto y la ley es perfecta; ambos son puros y justos.

La lista de coincidencias no termina ahí. Continúa diciendo que ambos son verdaderos, espirituales y buenos, e inmutables y eternos.

Negar la continuidad de una ley tan perfecta que refleja el carácter de Dios y que él escribió en dos tablas de piedra con su propio dedo es negar su propio pacto de salvación.

Pero aún queda una respuesta por responder. ¿Qué significa exactamente estar bajo la ley?

La respuesta es muy simple. El cambio que produjo Jesús respecto a la ley no se refiere a su vigencia, pues esta es eterna e inmutable. Tampoco realizó ningún cambio en la función de la ley, ya que el plan de salvación siempre ha sido el mismo, y, en consecuencia, la ley siempre ha cumplido la misma función.

Lo que hizo Cristo fue darnos una mayor comprensión de la ley, lo que equivale a una mayor comprensión de su carácter y amor. Así como el único plan de salvación posible se hizo indispensable también en el viejo pacto, la ley de Moisés se hace necesaria e imprescindible para que nuestra fe sea activa también en el nuevo pacto.

En cuanto al versículo de Romanos 6:14, por ejemplo, estar «bajo la ley» nunca significó que la ley de Moisés estuviera vigente solo en el Antiguo Testamento y no en el Nuevo. 

El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. Romanos 6:14

Del mismo modo, estar «bajo la gracia» nunca implicó que la ley de Moisés no fuera una base para evidenciar nuestra fe.

La segunda postura teológica falla desde cualquier ángulo en que se la mire. La primera postura, en cambio, no solo brinda la única solución posible al dilema, sino que se ajusta perfectamente a toda la enseñanza bíblica y es mucho más coherente desde todos los puntos de vista.

Siempre ha habido un plan de salvación, y siempre han estado vigentes los mandamientos de Dios como obras de fe y del Espíritu Santo. Eso significa estar «bajo la gracia». 

Por el contrario, cuando ponemos los mandamientos en el lugar equivocado, es decir, cuando los observamos para ser salvos y los ponemos en lugar de la gracia, entonces estamos «bajo la ley». Buscamos las obras para salvarnos, y somos legalistas, una práctica muy común en el Antiguo Testamento y también en nuestros días.

Déjame darte un ejemplo para que sea fácil de entender.

Puedes creer que el sábado fue cambiado por el domingo y guardar los mandamientos para ser salvo, con lo que adoptas una actitud legalista, y estás «bajo la ley» y no «bajo la gracia». 

Al mismo tiempo, puedes creer que los diez mandamientos están vigentes, incluido el sábado, y estar bajo la gracia, porque no los observas para ser salvo, sino como una consecuencia natural de ser hijo de Dios.

Jesús acusaba a los escribas y fariseos de atar cargas pesadas sobre los hombres. Eso hacían con el día de reposo, durante el cual ni siquiera permitían sanar a un enfermo, y por ello Jesús los llamó “hipócritas”. Su actitud hacia la ley y el sábado reflejaba una posición de estar «bajo la ley».

En cambio, puedes estar «bajo la gracia», y que el día de reposo sea para ti lo que Dios siempre quiso que fuera: una delicia y un deleite en Jehová, tal como lo explica Isaías. 

Nosotros no guardamos el sábado como los judíos, sino como Cristo, porque ahora estamos bajo la gracia. Judaizar no es imponer el sábado; es imponer al sábado cargas que Dios no pidió.

Haz la prueba y compruébalo por ti mismo. Lee cualquier autor o consulta cualquier video que trate este tema, y verás que ninguno te dará una respuesta satisfactoria a una simple pregunta:

¿Tenían que cumplir los judíos la ley que Dios le entregó a Moisés para obtener la salvación?

Si la respuesta es «sí», implicaría reconocer que se salvaban por obras, es decir, por méritos propios, y ya no sería una salvación por gracia. Si la respuesta es «no», significaría reconocer algo distinto de lo que te han hecho creer. La ley de Moisés nunca fue un impedimento para estar bajo la gracia y no bajo la ley.

Para ir terminando este post, planteo la siguiente pregunta: ¿Por qué tantas denominaciones cristianas terminaron desarrollando esta teología sobre la ley tan antibíblica y complicada, que solo conduce a un callejón sin salida?

En el post anterior, donde muestro evidencias bíblicas de que los discípulos seguían guardando el sábado y no el domingo, explico cómo, a partir de la Reforma Protestante, se fueron creando diferentes ramas que se separaban de la iglesia católica, principalmente por diferencias teológicas. 

Así se formaron las religiones cristianas protestantes actuales. Y en esa separación, heredaron la falsa doctrina de la observancia del domingo en lugar del sábado santificado por Dios, viéndose obligadas a justificar teológicamente lo que la Biblia no enseña.

Muchos cristianos rechazan, completa o parcialmente, el hecho de que la ley de Dios es perpetua e inmutable. Santiago 2:10 dice que cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos, porque rechazar un punto de la ley significa rechazar a su autor.

porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos. Santiago 2:10

De todos los errores que el cristianismo moderno ha aceptado, ninguno desafía más abiertamente la autoridad de Dios, está en tan clara oposición a la razón, y tiene consecuencias tan perjudiciales como la creencia moderna de que la ley eterna, que Dios escribió en tablas de piedra con su propio dedo, no sea la base para evidenciar nuestra fe y la guía que nos lleva a Cristo.

Jesús mismo lo expresó con sus propias palabras, transmitidas por sus discípulos varias décadas después de su muerte: «No he venido para abrogar, sino para cumplir.» Y también dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos.»

¿Cómo podemos aceptar a Cristo y rechazar sus mandamientos?

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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El Sábado en el Nuevo Testamento – Día de reposo 1

Tal vez te dijeron que el cambio del sábado al domingo fue realizado por los apóstoles a partir de la Resurrección de Jesús y que en el Nuevo Testamento tenemos evidencia de ese cambio.

Acompáñame en este post donde desentrañaremos esta común creencia y donde te daré información que seguro te sorprenderá.

El cambio del sábado al domingo

No fue cambiado ni por Jesús ni por los apóstoles, sino que dicho cambio fue realizado por la iglesia católica. Esto no lo digo yo, así lo afirma la Iglesia Católica y teólogos de todas las religiones cristianas protestantes.

Por ejemplo, el Catecismo del Concilio de Trento dice: «Agradó a la iglesia de Dios cambiar el culto y celebración del Día del Sábado por el Día del Domingo».

Stephen Keenan, en el Catecismo Doctrinal, dice que la iglesia tiene el poder de instituir festividades, porque si no tuviera tal poder, no podría haber cambiado la observancia del domingo por la observancia del sábado, un cambio para el cual no hay autoridad en la Escritura.

Aquí te dejo otras citas donde autoridades católicas realizan tremendas afirmaciones:

 

Ellos dicen que no hay ningún registro bíblico que autorice el traspaso de la santidad del sábado al domingo, mientras a la vez proclaman orgullosos que dicho cambio lo realizó la misma iglesia católica en virtud de su autoridad.

Es decir, que ellos afirman que tienen la autoridad de modificar o anular una ley escrita por Dios mismo.

Pero tal como te dije anteriormente, no solo la iglesia católica afirma esto.

Edward Hiscox, autor de varios manuales y guías para iglesias bautistas, dijo que el sábado fue transferido al primer día de la semana y que el registro de esa transacción no lo encontramos en el Nuevo Testamento. Dice que no hay ninguna evidencia bíblica del cambio de la institución del sábado al primer día de la semana.

Aquí te dejo la cita completa.

De la misma forma, William Carver, teólogo y educador bautista estadounidense, dijo: «Nunca hubo un cambio formal o autoritativo del séptimo día judío sabático al primer día de observancia cristiano».

La Confesión de Augsburgo es uno de los documentos fundamentales del luteranismo y una de las confesiones de fe más importantes de la Reforma Protestante. En ella se afirma que los católicos transformaron el día del Señor y que el cambio del sábado fue gracias al gran poder de la iglesia.

Aquí te dejo la cita completa.

John Mueller, un destacado teólogo luterano del siglo XX, dijo que yerran enseñando que el domingo ha tomado el lugar del sábado del Antiguo Testamento porque la Escritura de ninguna manera ordenó el primer día de la semana en lugar del sábado.

Y para no aburrirte, aquí te dejo algunas citas de teólogos prominentes de otras iglesias como Anglicanas, Congregacionalistas y Metodistas, a modo de ejemplo, donde todas coinciden en afirmar que no hay ningún indicio en la Biblia que nos indique que el domingo haya reemplazado al sábado.

 

Esto que te acabo de señalar no es un dato más. Te explico.

Aquí te dejo un gráfico donde puedes ver de forma simplificada la evolución de las religiones cristianas a lo largo de la historia en una línea del tiempo.

El punto es que, tal como hemos comentado antes, la iglesia católica, a lo largo de los siglos, ha proclamado orgullosamente que son ellos los que han cambiado la santidad del sábado al domingo, basados pura y exclusivamente en virtud de la autoridad que la Santa Sede proclama tener para modificar la ley que Dios mismo escribió con su propio dedo en tablas de piedra.

 Y además confirma, insisto, que no hay ningún texto en el Nuevo Testamento que autorice o señale dicho cambio.

Esta proclamación ha sido confirmada por teólogos importantes de todas las religiones tal como acabamos de leer.

Tal como puedes ver en el gráfico, a partir de la Reforma Protestante, se fueron creando diferentes ramas que se separaban principalmente por diferencias teológicas, creando de esta forma las religiones cristianas protestantes actuales.

El punto es que cuando las religiones se van separando de la iglesia católica heredan la observancia del domingo. Y es así, que cada religión se ve con la necesidad de justificar teológicamente la observancia del domingo que heredaron.

Es decir, y presta mucha atención a lo que te voy a decir ahora, las explicaciones que las religiones cristianas actuales presentan para justificar la observancia del domingo, bajo ningún aspecto fueron los motivos teológicos que la llevaron a observarlo. Sino que, insisto, fue heredado y luego se vieron obligadas a justificarlo con falsas doctrinas que la Biblia no enseña.

Diferentes argumentos y su respuesta Bíblica

El primer argumento que presentan es la Autoridad Apostólica, ya que, según afirman, los apóstoles empezaron a guardar el domingo después de la resurrección.

Pero verás que fácil es descubrir que esta afirmación es falsa y nada más lejos de la realidad.

A continuación te dejo un listado donde se puede comprobar que en el Nuevo Testamento hay varios registros que nos muestran que en cada ciudad donde iban los discípulos, se congregaban los sábados.

En Antioquía se registraron dos sábados, en Tesalónica 3, en Filipos 1 y en Corinto se reunieron durante un año y medio. Es decir, tenemos constancia de que estuvieron reunidos más de 80 sábados.

Además, Hechos 17:2 dice que Pablo fue a la sinagoga en sábado, «como acostumbraba».

Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, Hechos 17:2

Ante semejante evidencia de que los discípulos se seguían reuniendo en sábado, el único argumento que tienen es decir que Pablo así lo hacía porque iba a convencer a los judíos, y era en el sábado en las sinagogas donde Pablo los podía encontrar para predicarles.

Pero este argumento se cae por varios motivos:

En Hechos 13 podemos ver con claridad que se reunieron con casi toda la ciudad, la cual era una gran muchedumbre y, por consiguiente, era imposible que esto aconteciese dentro de una sinagoga.

42 Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente sábado les hablaran de estas cosas. 43 Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles los persuadían a que perseveraran en la gracia de Dios. 44 El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. 45 Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Hechos 13:42-45

También dice el texto que eran los gentiles los que les rogaron que el próximo sábado les hablase de estas cosas. Y que Pablo se dirigía a ellos, no a los judíos no conversos, los cuales, dice el texto, se llenaban de celos y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.

Es decir, que no se estaba reuniendo en sábado para encontrar a los judíos en la sinagoga. Todo lo contrario. Le hubiese venido bien evitarlos. Pero aun así se reunieron en sábado fuera de la sinagoga delante de toda la ciudad, porque era el día que seguían guardando.

En Hechos 16 dice que en Filipos se reunieron el sábado, al aire libre junto al río para adorar, ya que buscaban un lugar de oración. Es decir, no fue en una sinagoga con judíos, y, aun así, eligieron el día de reposo para reunirse.

En Hechos 18 nos dice que Pablo se reunió todos los sábados durante un año y medio, y encima el texto especifica que fue con judíos y griegos.

Si fuera verdad que los discípulos cambiaron el sábado por el domingo, el simple hecho de haber estado predicándoles un año y medio a judíos y griegos, era tiempo de sobra para que cambiasen las reuniones a los domingos. Pero, sin embargo, eso no ocurrió, simplemente porque los discípulos siguieron guardando el sábado.

Por el contrario, estos son los versículos que hacen referencia al primer día de la semana después de la resurrección de Cristo, y que se utilizan para querer demostrar que, a partir de entonces, los discípulos empezaron a congregarse en domingo. Vamos a analizarlos juntos.

 

El primero es Juan 20:19. 

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo: «¡Paz a vosotros!» Juan 20:19

El versículo de Juan 20:19 no se puede tomar en cuenta de ninguna manera como ejemplo de los discípulos reunidos el domingo celebrando la resurrección de Cristo por dos motivos muy obvios:

En primer lugar, aun ninguno de los discípulos creía que Jesús hubiera resucitado. Aquí te dejo los versículos que dan fe de que ellos no creyeron en la resurrección de Cristo hasta que lo vieron.

Y, en segundo lugar, estaban reunidos por miedo a los judíos, tristes y llorando, tal como lo muestra Juan 20:19 y Marcos 16.

Así que esa reunión era todo lo contrario a una reunión celebrando la resurrección de Cristo. ¿No te parece?

Por lo cual, este versículo debe ser descartado como evidencia de que los discípulos se reunían los domingos para adorar, en lugar del sábado.

El segundo versículo que menciona el primer día de la semana es 1 Corintios 16:2, pero este texto no habla de que se reunían habitualmente los domingos y entonces debían aprovechar las reuniones para recoger ofrendas, tal como algunos fuerzan su interpretación.

Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. 1 Corintios 16:2

Lo que el versículo dice es todo lo contrario. El versículo dice que el domingo debían «CADA UNO PONER APARTE» el dinero «GUARDÁNDOLO», haciendo clara referencia de apartarlo en sus respectivas casas.

«Poner cada uno aparte y guardarlo» es justo todo lo contrario a poner todos en un mismo alfolí. Así que este texto, lejos de hablar de un día de reunión, está hablando de instrucciones para la recolección de la ofrenda.

Pablo instruye a apartar cada uno en su casa el dinero para Dios y recomienda hacerlo tan pronto empieza la semana para aplicar el principio bíblico de que lo que le entregamos a Dios sean primicias.

Así que realmente solo tenemos dos versículos donde tenemos una reunión en el primer día de la semana:

Uno de ellos es Juan 20:26 donde dice que Jesús se les vuelve a aparecer a los discípulos 8 días después del primer domingo de resurrección, que según el cómputo inclusivo de los judíos, era el siguiente domingo.

Ocho días después estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y les dijo:  «¡Paz a vosotros!» Juan 20:26

Algunos utilizan este texto para argumentar que a partir de ahí los discípulos se reunieron siempre en domingo. Pero esto es pura especulación, ya que Jesús se presentó frente a los discípulos como mínimo 4 veces más y en ninguna de ellas menciona qué día fue.

Si a partir de ahí el sábado debería ser cambiado por el domingo, como mínimo debería haber mencionado si hubiese sido en ese día, ¿no te parece?

Además, sabemos que la última vez no fue un domingo, sino un jueves, ya que en Hechos 1:3 dice que se les apareció a los discípulos «durante cuarenta días» y 40 días desde la resurrección coincide con un jueves.

A ellos también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Hechos 1:3

Y por último tenemos el texto de Hechos 20:7 que también menciona una reunión, la cual se lleva a cabo seguramente el sábado después de la puesta del sol, considerado domingo para ellos, ya que en el versículo 7 dice que Pablo «…alargó el discurso hasta la medianoche.»

El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo que tenía que salir al día siguiente, les enseñaba, y alargó el discurso hasta la medianoche. Hechos 20:7

Muy probablemente era una reunión que se realizaba frecuentemente para despedir el shabat y que Pablo aprovechó hasta la medianoche, ya que tal como dice el versículo 7, Pablo «había de partir al día siguiente…»

Algunos dicen que la frase de ese versículo de «reunidos para partir el pan» es una evidencia de que los discípulos se reunían los domingos para adorar a Dios y realizar la Cena del Señor.

  • En primer lugar, es imposible saber si estaban celebrando la Cena del Señor o si, por el contrario, simplemente estaban comiendo juntos, porque la frase «partir el pan» era una frase común entre los hebreos que siempre significó «compartir los alimentos», tal como lo expresa Hechos 2:46-47 que dice: «Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría…»

46 Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 2:46-47

O en Isaías 58:7 cuando dice: «¿No es que partas tu pan con el hambriento…?»

¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y que no te escondas de tu hermano? Isaias 58:7

  • En segundo lugar, en el caso de que efectivamente estuvieran realizando la Cena del Señor, no se puede concluir que así lo realizaban siempre, ya que tenemos registros como por ejemplo en Hechos 2 y Hechos 5, donde el texto dice explícitamente que los discípulos de Cristo se reunían A DIARIO, en el TEMPLO Y EN LAS CASAS.

Con lo cual, si se reunían diariamente, no es raro que estuvieran reunidos un domingo despidiendo a Pablo justo el día anterior a emprender su viaje.

Así que, tomando en cuenta:

  1. Que hay registros bíblicos de reuniones de los discípulos durante más de 80 sábados en varias ciudades diferentes.
  2. Además, de decir que Pablo fue a la sinagoga en sábado como «acostumbraba».
  3. Que no solo se reunían con judíos sino también con griegos.
  4. Que no solo se reunían en sinagogas, sino también fuera de ellas.
  5. Y que solo encontramos dos reuniones en domingo, y una de esas dos era un sábado por la noche.

Podemos decir que es totalmente falso que los discípulos dejaron de guardar el sábado y lo cambiaron por el domingo. ¿No te parece?

Por el contrario, de lo que sí tenemos una gran evidencia en el Nuevo Testamento es que los apóstoles siguieron guardando y adorando en sábado tal como lo hacía Jesús.

Y entonces, ¿por qué se enseña lo contrario ante tanta evidencia?

Bueno, por lo que te dije antes. Los que realizaron el cambio del sábado al domingo fue la iglesia católica tal como ella afirma. Ellos, sabiendo lo que acabamos de explicar, afirman que no hay ni un solo versículo en el Nuevo Testamento que autorice dicho cambio, sino que lo hicieron por la autoridad que ellos proclaman tener.

Pero como las religiones protestantes actuales no reconocen esa autoridad, entonces necesitan encontrar bases teológicas para la derogación del cuarto mandamiento allí donde no existen.

Estos son los motivos por los cuales tantos teólogos de renombre de todas las religiones afirman que no hay evidencias en el Nuevo Testamento de un cambio del sábado por el domingo, sino más bien todo lo contrario.

Mira, haz la prueba y compruébalo tú mismo. Escucha a cualquier predicador que enseña que los discípulos guardaban el domingo, y ahora que ya conoces esta información, te darás cuenta qué manipulada, forzada y tendenciosa es la argumentación que te presenta, y por ende, errónea sus conclusiones.

Tan pronto como Cristo murió, los discípulos NO se convirtieron automáticamente en «cristianos» en el sentido que entendemos hoy. Ellos se seguían considerando judíos, pero judíos que habían reconocido a Jesús como el Mesías prometido. Continuaron guardando el sábado y asistiendo a las sinagogas, integrando su fe en Cristo dentro del marco del judaísmo.

Su nueva fe en Jesús como el Mesías no los apartó de su identidad judía; más bien, la completó según su comprensión de las Escrituras y las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento. Fue solo con el tiempo, y a medida que el evangelio se extendía a los gentiles, que la distinción entre judíos y cristianos se hizo más marcada.

Pero ahora, analicemos el argumento desde el punto de vista del motivo: que el sábado cambió al domingo porque Jesús resucitó el primer día de la semana. Y verás cómo tampoco hace ninguna lógica.

Nadie niega que la resurrección no sea importante. Pero de ahí a afirmar que el sábado fue cambiado por el domingo porque Cristo resucitó ese día, no tiene ningún sentido.

Jesús ya había dejado un recordatorio de su muerte y un recordatorio de su resurrección. Él indicó claramente que la Cena del Señor iba a ser un recordatorio de su muerte. En 1 Corintios 11:26 dice que todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.  1 Corintios 11:26

Y de la misma forma, él dejó en el bautismo un recordatorio de su resurrección. En Romanos 6:3-4 dice que hemos sido bautizados en Cristo Jesús…, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos… así también nosotros andemos en vida nueva.

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Romanos 6:3-4

Otro dato importante es mencionar que era costumbre llamar a los días de acuerdo con su función litúrgica. De esta forma, al sábado se lo llamaba «día de reposo» y al viernes «día de preparación».

Sin embargo, a pesar de que el Nuevo Testamento fue escrito más de 20 años después de la muerte de Cristo, en ningún lugar se menciona al primer día de la semana como el «día de la resurrección». Si el domingo hubiese sido el nuevo día de adoración por los apóstoles debido a la resurrección de Cristo, lo más lógico sería que más de 20 años después de la resurrección, el primer día de la semana fuese llamado «día de la resurrección», pero en ningún lado es llamado de esa manera.

¿Te acuerdas de la historia de la conquista de Jericó? En esa historia, Dios le dice al pueblo de Israel cómo tenían que conquistar Jericó. Tenían que dar una vuelta a la ciudad por día durante seis días, y el séptimo día, debían dar siete vueltas. Y una vez realizado ese acto de fe, Dios destruiría las murallas y les entregaría la ciudad.

Argumentar que ahora guardamos el sábado por el domingo porque Cristo resucitó ese día, cuando la Biblia en ningún momento autoriza a realizar dicho cambio, es tan descabellado como que el pueblo de Israel le diga a Dios: «Está bien. Vamos a hacer lo que tú dices, pero en vez de dar siete vueltas alrededor de la ciudad el séptimo día, daremos siete vueltas el primer día, porque tú nos sacaste de Egipto un domingo.»

¿Por qué Jesús resucitó un domingo?

Déjame que te explique por qué Jesús resucitó un domingo. Hay un paralelismo evidente entre la creación y la redención. Primero fuimos creados por Dios, y luego fuimos comprados por la sangre de Jesucristo. Dios nos creó en la semana de la creación, Jesús nos redimió en la semana de la Pasión.

En la creación, Dios habló siete veces, en siete días. En la redención, Cristo pronunció siete frases en la cruz. En la creación, Dios reposa en el séptimo día de la creación. Y en la redención, Jesús reposa en el séptimo día.

En definitiva, lo importante no era que Jesús resucitara un domingo y por eso descansó en la tumba un sábado. Lo importante era que Jesús reposara en la tumba un sábado, y por eso resucitó un domingo.

Algunos predicadores, al reconocer que no tienen un motivo suficiente para defender el cambio del sábado al domingo argumentando que Cristo resucitó ese día, dicen que ellos no defienden el domingo, y que ahora los cristianos pueden guardar cualquier día.

Pero el punto no es ese, el punto es ¿con qué autoridad se anula el mandato de reposar el séptimo día que Dios escribió con su propio dedo en tablas de piedra? En todos los reinos y naciones, una ley está vigente hasta que alguien con el mismo poder o superior dicte otra ley que la anule. Y esto no ha ocurrido.

Recapitulando en este post hemos visto:

  • Primero, que el sábado fue cambiado por la iglesia católica. Así lo afirman ellos y así lo confirmaron muchos líderes de todas las religiones cristianas.
  • Segundo, que el sábado no fue cambiado ni por Jesús ni por los discípulos. Al contrario, ellos lo siguieron guardando.
  • Y tercero, que el simple hecho de que Jesús resucite un domingo no tiene absolutamente nada que ver con la anulación de una ley.

Pero existen innumerables cantidades de otros argumentos que iremos compartiendo en esta serie de posts.

De momento, la próxima pregunta que nos hacemos es: Si Jesús guardó el sábado y los discípulos también, ¿Cómo y en qué momento de la historia se transfirió el sábado al domingo?

Bueno, eso te lo explico en un próximo post. No te lo pierdas.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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¿Quién es el Espíritu Santo según la Biblia?

En este post vamos a explorar en profundidad las enseñanzas bíblicas del Espíritu Santo, cuya influencia es profunda y transformadora.

¿Quién es este ser divino? ¿Qué papel desempeña en nuestras vidas y cómo su presencia nos guía y fortalece?

Las tres creencias principales acerca del Espíritu Santo

Vamos a repasar de forma breve, a través de un gráfico, las tres creencias principales que existen actualmente sobre el Espíritu Santo en el mundo cristiano, así podemos analizar cada una de ellas.

En primer lugar, tenemos la creencia más difundida y aceptada de la trinidad, donde el Espíritu Santo, al igual que Dios Padre y Dios Hijo (Jesucristo), son tres personas diferentes que conforman un Dios trino.

En el video donde hablo de la trinidad y de la divinidad de Cristo, explico que Dios es uno en cierto sentido y a la vez son tres en otro sentido. Son uno en voluntad, propósito, carácter, esencia y sustancia. Y son tres en personas y funciones.

Por otro lado, están aquellos que niegan la trinidad y perciben al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de una forma totalmente diferente. Se dividen en dos grandes grupos.

Por un lado, está la creencia llamada «unitarismo» donde sólo el Padre es el único Dios, y el Hijo (Jesucristo) es la primera y más importante creación de Dios, pero no es Dios en el mismo sentido que el Padre, ni coeterno a Él. Y el Espíritu Santo es una fuerza o poder que emana de Dios, pero no es una persona.

Y el otro grupo es la doctrina de la «unicidad», también llamada «modalismo».

Consiste en la creencia de que, en realidad, no son tres, sino que es la misma persona manifestada en tres «modos» diferentes, pero no son tres personas.

Empecemos primero explicando la unicidad o modalismo.

Unicidad o Modalismo

Se le llama modalismo porque es una doctrina que sostiene que Dios se manifiesta en tres «modos» diferentes: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es decir, es un solo ser divino que se manifestó en el Antiguo Testamento como Padre, durante la vida de Jesús se manifestó como Hijo, y a partir del Pentecostés se manifestó como el Espíritu Santo, siendo la misma persona.

Por consiguiente, el modalismo no se centra tanto en demostrar que es un poder o que no es una persona, sino que se concentra en demostrar que es el mismo Dios Padre manifestado de un «modo» diferente, negando la existencia de tres personas.

El principal argumento es, por supuesto, mostrar aquellos versículos que dicen que Dios es uno. Con respecto a este punto, lo explico detalladamente en el video de la trinidad que mencioné anteriormente, pero déjame que te lo resuma en un minuto.

Decir que Jehová son tres personas no contradice en absoluto los textos que dicen que son uno, ya que son uno en un sentido, pero son tres en otro.

Es tan sencillo como que me oigas decir que todos los seres humanos son iguales, y luego me acuses de contradecirme porque luego me oíste decir que todos los seres humanos son diferentes.

No hay contradicción ninguna. Ambas afirmaciones son correctas. Son iguales en algunos sentidos, como que todos respiramos aire, tenemos un corazón y necesitamos amor, etc.

Pero somos diferentes en otros sentidos, con un único ADN, huellas digitales e iris. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles.

De la misma forma, Dios es uno en cierto sentido y son tres en otros sentidos. Dios es uno en voluntad, propósito, carácter, esencia y sustancia, pero son tres en personas y funciones.

Hay dos palabras hebreas que se traducen como «uno» en español, y cada una de ellas tiene matices diferentes:

  • (ejjaad): significa uno enfatizando una unidad compuesta de partes (una unidad entre varios),
  • (iajjid): se usa en contextos que enfatizan una unidad singular de algo (es decir, no compuesta) en el sentido de «único».

Siempre que la palabra «uno» se refiere a la deidad, es decir, califica a Dios, se utiliza la palabra ejjaad.

Como por ejemplo, en el caso de la Shemá, una de las principales plegarias del judaísmo que se encuentra en Deuteronomio 6, versículo 4, y dice:

«Shemá Israel, Adonái Elohénu, Adonái Ejjaad».

«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es».

Es la plegaria más sagrada del judaísmo y base de la afirmación de su fe monoteísta. Como podemos ver, utiliza la palabra ejjaad que enfatiza la unidad compuesta de partes, al igual que el resto de los versículos que te dejo aquí a modo de ejemplo.

Por otro lado, la palabra (iajjid) nunca fue utilizada como adjetivo de la deidad. Pregunto, ¿si Dios hubiese querido aclarar que Él no es una trinidad, no hubiese sido más lógico que en los textos donde Él dice que es uno, usar la palabra (iajjid), que tiene un sentido de unicidad y de único, en vez de utilizar la palabra ejjaad que tiene un sentido de unidad entre varios?

Por supuesto que esto no es una conclusión filosófica o caprichosa, sino que está basado en una gran cantidad de argumentos bíblicos y teológicos presentados en el video que hice referencia anteriormente, donde hablo de la trinidad y de la divinidad de Cristo, y en este post donde nos centraremos en la persona del Espíritu Santo.

Lo primero que me gustaría hacer es mostrarte algunos textos utilizados para argumentar a favor del modalismo, interpretando con ellos que no hay tres personas, sino que es una sola manifestada en tres modos diferentes.

Como verás, se basan en algunas frases de la Biblia que, lejos de ser contundentes, son de interpretación ambigua.

Sin embargo, son tantos los versículos que claramente dan a entender que son tres personas diferentes, que es imposible interpretar los versículos anteriores como lo interpretan los modalistas. Vamos a repasarlos y juzga por ti mismo.

Dios envía al Espíritu Santo a través de Jesús. En Juan 14:26 dice: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre».

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26

Y en Juan 15:26 expresa la misma idea con otras palabras:

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Juan 15:26

Esto sugiere una interacción entre personas distintas, porque no tendría sentido enviarse uno a sí mismo, y mucho menos cuando aclara que es a través de Jesús.

También encontramos varios versículos donde hablan entre ellos, específicamente Jesús hablándole al Padre. En Juan 11:41.

Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo:
—Padre, gracias te doy por haberme oído. Juan 11:41

La Biblia está llena de versículos de Jesús hablándole al Padre. Aquí te dejo algunos ejemplos:

 

Obviamente, es ridículo pensar que son el mismo si uno le habla al otro, ¿no te parece?

En la Biblia hay tres ocasiones donde Dios habló desde los cielos mientras Jesús estaba en la tierra: en el bautismo de Jesús, en la transfiguración y en el templo poco antes de la pasión. Aquí te dejo los versículos.

 

Al igual que el caso anterior, es imposible que sean el mismo si Jesús está en la tierra y la voz viene del cielo.

También hay versículos donde afirman que se aman el uno al otro, como por ejemplo Juan 14:31 que dice que Jesús ama al Padre.

Pero para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. ¡Levantaos, vámonos de aquí! Juan 14:31

O Juan 15:9 donde dice que el Padre ama a Jesús.

Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Juan 15:9

Y, podríamos seguir mostrando versículos que muestran claramente que son personas diferentes ¡hasta aburrirte! 

¡Son tantas las evidencias! Que cuesta creer que haya tantas personas que sean «modalistas» convencidas de que las tres personas de la deidad sean el mismo, y como consecuencia, que el Espíritu Santo sea el mismo que Dios Padre.

Sin embargo, quiero decirte que yo he escuchado a teólogos, con un alto conocimiento, especialmente judíos mesiánicos, a los cuales respeto mucho, que piensan de esta manera.

La concepción monoteísta profundamente arraigada, inculcada durante toda la vida desde la infancia, muchas veces viene unida a la falsa convicción de que aceptar la Trinidad equivale a la idolatría. Y esta creencia obstaculiza la capacidad de interpretar o comprender los versículos bíblicos que acabamos de leer, por más claros que sean.

Albert Einstein capturó la esencia de esta dificultad al afirmar: «Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».

Creo realmente que el tema del modalismo no necesita más explicación, así que pasemos al unitarismo.

Unitarismo

Tal como dijimos anteriormente, dentro del unitarismo se concibe al Espíritu Santo como una fuerza o poder que emana de Dios, y por lo tanto, no es una persona. Esta creencia es denominada «dinamismo».

Por eso se llama «dinamismo», porque proviene de la palabra griega «δύναμις» (dynamis), que significa «poder», «fuerza» o «capacidad».

¿Encontramos en la Biblia versículos que indican claramente que el Espíritu Santo es una persona? La respuesta es un rotundo sí.

La Biblia está llena de versículos que expresan que el Espíritu Santo es una persona, otorgándole características que en absoluto coinciden con un poder.

Aquí te muestro varios de ellos:

  • El Espíritu Santo habla.

Ministrando estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.» Hechos 13:2

El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.»  Hechos 8:29

  • El Espíritu Santo enseña.

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26

  • El Espíritu Santo escudriña, propio de alguien pensante.

10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios, 11 porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 1 Corintios 2:10-11

  • El Espíritu Santo puede ser contristado, no tiene lógica que un poder se entristezca.

Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Efesios 4:30

  • Se le puede mentir, esto sólo puede ocurrir si es una persona. Y, dicho sea de paso, esa persona también es Dios, ya que el texto, en el siguiente versículo, termina diciendo “No has mentido a los hombres, sino a Dios.»
Pedro le dijo:
—Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y sustrajeras del producto de la venta de la heredad? Hechos 5:3
  • El Espíritu Santo tiene voluntad, la capacidad de distribuir dones como él quiere, prohibir u ordenar según su propia voluntad sugiere una mente pensante y deliberada.

Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.          1 Corintios 12:11

Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Hechos 16:6-7

19 Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: «Tres hombres te buscan. 20 Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado». Hechos 10:19-20

  • El Espíritu Santo intercede, interceder significa hablar en favor de alguien. Si el Espíritu habla en favor nuestro a Dios, no puede ser un poder o fuerza. ¿No te parece?

26 De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Romanos 8:26-27

  • El Espíritu Santo puede ser ultrajado o insultado.

¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado y ofenda al Espíritu de gracia? Hebreos 10:29

Todos estos versículos, y muchos otros, demuestran de forma clara y contundente que el Espíritu Santo es una persona y no un poder de Dios Padre.

Pero pasemos entonces ahora a analizar los argumentos utilizados por los unitarios para defender el dinamismo.

Lo primero que nos preguntamos es, ¿qué explicación dan aquellos que afirman que el Espíritu Santo es un poder a todos estos versículos que demuestran lo contrario?

Bueno, ellos explican que es una «personificación», como por ejemplo el caso de Lucas 7:35 donde Jesús personifica a la sabiduría adjudicándole hijos.

Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.           Lucas 7:35

Sin embargo, tú puedes argumentar una personificación cuando hay un caso o dos como mucho, y con una característica específica, ya que es un recurso literario poco frecuente. Pero no puedes hablar de personificación cuando en tantísimos versículos se describe al Espíritu Santo lleno de características propias de una persona.

Veamos otros argumentos utilizados por los unitarios que creen en el dinamismo, con los cuales consiguieron confundir a algunos creyentes.

Algunos versículos dejan claro que es el Padre el que envía al Espíritu Santo, como los que te dejo aquí: 

Entonces aquí surge el argumento que los unitarios utilizan para demostrar que es un poder que emana del Padre y no una persona: ¿Cómo podría Dios enviar a un ser igual a Él?

Bueno, de forma superficial, en principio pareciera ser un buen argumento. Sin embargo, no debemos olvidar que hay también muchos versículos que afirman que es Dios el que envía a Jesús, como los que te muestro a continuación.

Y nadie niega que Jesús sea una persona. Así que, si Dios Padre puede enviar a Dios Hijo, también puede enviar a Dios Espíritu Santo.

Otro argumento que presentan es que una persona no puede ser «derramada» sobre los hijos de Dios, como dice Hechos 2,

»“En los postreros días —dice Dios—,
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
vuestros jóvenes verán visiones
y vuestros ancianos soñarán sueños; Hechos 2:17

ni tampoco podría ser «bebida» tal como exclamó Jesús en Juan 7,

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:
—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.
39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Juan 7:37-39

o «llenar» a otra persona tal como ocurrió en el Pentecostés o como se explica en Efesios 5.

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, Efesios 5:18

Y entonces argumentan que sería muy extraño que una persona de la divinidad sea derramada dentro de otra persona, y que estas acciones son más propias de un poder que se otorga que de una persona de la divinidad.

Sin embargo, otra vez, al igual que el caso anterior, Cristo también habla de que debe ser bebido o incluso comido por sus seguidores, y que Él vive en nuestro interior, como muestro en estos versículos.

Es decir, Jesucristo, quien nadie niega que es un persona, es bebido y habita en nosotros al igual que el Espiritu Santo. Así que ninguno de estos argumentos sirve en absoluto para demostrar que el Espíritu Santo no es una persona.

Aunque de alguna manera la pregunta aún permanece: ¿Cómo es esto de que el Espíritu Santo o Cristo puede entrar en nuestro cuerpo y podamos ser llenados de ellos?, la mayoría, ante esta pregunta, dirá “no lo entiendo”.

No te preocupes, yo tampoco lo entiendo del todo. Pretender entender todos los detalles de este proceso es como querer entender todos los detalles de la encarnación de Cristo. Hay cosas que la Biblia no nos revela «cómo» ocurren, simplemente nos dice que ocurren.

Pero quiero decirte que Dios no nos dejó a ciegas con este tema. No existe mejor maestro que Dios, y su didáctica es extraordinaria. Para que nosotros podamos entender este proceso de cómo Cristo y el Espíritu Santo entran en nuestra vida y podemos ser llenados de ellos, Él usó tres simbologías magistrales.

Las cuales explico en uno de mis primeros posts, cuyo link te lo dejo aquí. Pero igual te lo resumo:

Tenemos la simbología de la siembra, donde Jesús es la semilla, el Espíritu Santo es el agua y nosotros la tierra. Si aceptamos a Cristo y al Espíritu Santo, nos convertimos en frutos con semillas.

Esta simbología nos enseña que gracias al crecimiento de la semilla (es decir, Cristo en nosotros) y al riego constante del Espíritu Santo, somos transformados en un árbol que da fruto. De ese fruto saldrán semillas, como Jesús, nuestro ejemplo.

En la simbología del candelabro, Jesús está representado por el fuego del altar del sacrificio, el Espíritu Santo por el aceite del candelabro y nosotros somos los brazos del candelabro. Si aceptamos el fuego y el aceite, nosotros también seremos fuego que alumbra.

Esta simbología nos enseña que gracias al fuego del altar y al aceite del candelabro, nos transformamos en llamas que iluminan y así nos convertimos en la luz del mundo, como lo fue Cristo, nuestro ejemplo.

Y en la simbología del pan y del vino, ocurre lo mismo. El cuerpo de Cristo, su carne y su sangre, son representados por el pan y el vino. El aliento de vida, el ruaj, es el Espíritu Santo, y nosotros, como cuerpo de Cristo, nos convertimos en una parte importante y funcional de su cuerpo.

Esta simbología también nos enseña que gracias a que comemos y bebemos el cuerpo de Cristo, recibimos el aliento de vida del Espíritu Santo y entonces participamos del cuerpo de Cristo, y cada uno forma una parte del cuerpo que luego ayudará a compartir el pan de vida con otros, como hizo Cristo.

Estas simbologías te van a ayudar muchísimo a entender la obra de Jesús y del Espíritu Santo en nuestras vidas. Con estas ilustraciones podemos sacar muchísimas conclusiones. Te dejo para que tú mismo las encuentres.

Pero déjame solamente resaltar que los versículos que hablan de que el Espíritu Santo «es derramado» en nuestro interior, y «podemos ser llenos» de él como quien es lleno de agua, aceite o del aliento de vida, sin ninguna duda, encajan a la perfección con la simbología que Dios nos da en la Biblia.

Y obviamente son éstas las frases simbólicas, y no las frases que le otorgan al Espíritu Santo la característica de persona, y que los unitarios dicen que son «personificaciones».

Dicho sea de paso, esta simbología también explica por qué Jesús y el Espíritu Santo son enviados por el Padre. Porque de esta forma nos enseña que es la Trinidad completa la que trabaja toda en nuestra transformación y salvación.

Espero que este post te ayude a desenmascarar los falsos argumentos utilizados para negar las tres personas de la deidad, y que finalmente puedas reconocer que el Espíritu Santo es Dios en nosotros.

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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Una revelación sorprendente – Dispensacionalismo # 1

El dispensacionalismo es una corriente teológica ampliamente aceptada entre millones de cristianos en la actualidad, la cual enseña que existen dos pueblos distintos en el plan de Dios: Israel y la Iglesia. 

Según esta perspectiva, estos dos grupos están separados, con roles específicos y promesas distintas dentro del plan de redención.

Entre las diferencias más notables, está la naturaleza de la “simiente” o descendencia de cada grupo. Para Israel, la descendencia es física; se relaciona con la herencia biológica y linaje directo de Abraham. 

En cambio, la simiente de la Iglesia es espiritual; el cristiano es parte de este pueblo no por nacimiento físico, sino por un nuevo nacimiento espiritual.

Así, en el pensamiento dispensacionalista, los israelitas descienden de Abraham en un sentido literal y biológico, formando una nación elegida por Dios. En contraste, los cristianos son hijos de Abraham en un sentido espiritual.

Pero ¿y si te dijera que, sorprendentemente, la mayoría de los que hoy identificamos como israelitas no descienden biológicamente de Abraham?

Puede sonar increíble, ¿verdad? Acompáñame en este análisis y descúbrelo. Quédate hasta el final, y te prometo que te sorprenderás.

El Dispensacionalismo

Este es el primer post donde estaremos analizando la teología del dispensacionalismo con detalle. Así que me gustaría empezar explicando brevemente en qué consiste.

El dispensacionalismo como teología se popularizó especialmente gracias a John N. Darby, un teólogo anglo-irlandés considerado el padre del dispensacionalismo. Cyrus I. Scofield, por su parte, fue un teólogo, ministro y escritor estadounidense influyente que adoptó y popularizó las ideas dispensacionalistas de Darby a través de la publicación de la Biblia de Scofield en 1909.

Este texto incluía notas al pie de página y un sistema de referencias que explicaban las Escrituras desde una perspectiva dispensacionalista, haciéndola accesible a un gran número de cristianos. 

Así, la teología dispensacionalista se difundió ampliamente y, a lo largo del siglo XX, continuó evolucionando y dividiéndose en varias corrientes.

La Hermeneutica

El dispensacionalismo es mucho más que una doctrina. Es todo un sistema teológico que abarca áreas como la hermenéutica (método de interpretación), la eclesiología (doctrina de la iglesia), la soteriología (doctrina de la salvación) y la escatología (doctrina de los acontecimientos finales).

En cuanto a la hermenéutica, los dispensacionalistas basan sus conclusiones en una interpretación literal de la Biblia, especialmente en lo que respecta a las promesas hechas a Israel.

Los creyentes en esta teología afirman que la Biblia enseña que Israel y la Iglesia son dos entidades totalmente distintas, con roles, promesas y destinos proféticos diferentes. 

Esta distinción es fundamental y afecta la interpretación de gran parte de las Escrituras, especialmente en relación con las profecías bíblicas y los propósitos divinos para el futuro.

Según su interpretación, Israel no fue reemplazado por la Iglesia. En cambio, en un momento posterior a la muerte de Cristo, Dios levanta a la Iglesia, una entidad espiritual única, el «Cuerpo de Cristo», distinta de Israel.

Este período se describe como una “pausa” o paréntesis único en la historia de la salvación para Israel, visto como un “misterio” revelado en el Nuevo Testamento, particularmente en los escritos del Apóstol Pablo. 

Se trata de un período de gracia en el que Dios está formando un cuerpo espiritual de creyentes correspondiente a la era actual, llamada “dispensación de la iglesia”, durante la cual ha suspendido Su propósito especial para Israel.

Las 7 Dispensaciones

El dispensacionalismo también interpreta la Biblia y la historia de la salvación en siete diferentes «dispensaciones». Scofield define una dispensación como: “Un período de tiempo en el cual el hombre es puesto a prueba, en referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios.”

Cada una de estas dispensaciones contiene los siguientes elementos:

  • Una revelación de parte de Dios,
  • una nueva prueba para el hombre incluida en esa revelación,
  • el fracaso del hombre a esa prueba,
  • y el consecuente juicio de Dios ante el fracaso del hombre.

Así termina una dispensación y comienza otra, con una nueva revelación, otra prueba, el fracaso del hombre, el castigo de Dios, y así en todas.

El dispensacionalismo clásico enseña que antes de la Cruz de Cristo, el hombre fue probado en base a la revelación específica de ese momento (por ejemplo, en la dispensación de la Ley, los israelitas fueron probados con respecto a la obediencia a la ley de Moisés).

En todas estas dispensaciones, el hombre falló en cumplir plenamente la voluntad de Dios. Con la venida de Jesucristo y su obra redentora en la cruz, se estableció la dispensación de la Gracia, bajo la cual la salvación es solo por fe en Cristo.

Esta teología ha sido objeto de críticas a lo largo de la historia, debido a que se considera que predica dos tipos de salvación: una por obras antes de Cristo y otra por gracia después de Cristo. 

Sin embargo, los defensores del dispensacionalismo sostienen que a lo largo de todas las dispensaciones, la salvación siempre fue por gracia, mediante la fe, no por obras, pero que Dios administró esa gracia de forma diferente.

Por último, otro aspecto importante del dispensacionalismo es toda la escatología.

Prácticamente todos los cristianos esperan la venida de Cristo en gloria y majestad antes del milenio, una creencia conocida como “premilenialismo”. Sin embargo, el premilenialismo que enseña la teología dispensacional es diferente al que enseña la teología reformada histórica.

Ellos sostienen que, como dijimos anteriormente, Dios tiene un propósito separado y dos destinos distintos para cada uno de sus pueblos: Israel por un lado y la iglesia por otro. La segunda venida de Cristo, más que un evento, es un proceso que consta de dos fases.

En la primera fase, Cristo volverá secretamente (es decir, sin manifestarse en gloria y majestad) desde los cielos para arrebatar a los santos de la iglesia; es decir, a los que aún viven, y resucitar los cuerpos de los santos que murieron en la dispensación de la gracia, aquellos creyentes que fallecieron a partir del Pentecostés (esta es la primera resurrección).

Cabe recordar que existen diferentes corrientes dentro del dispensacionalismo, y no todos concuerdan al 100% en cada detalle. Por ejemplo, aunque la mayoría considera como inicio de la era de la iglesia el Pentecostés, otros piensan que fue a partir de la muerte de Cristo, y algunos ubican el comienzo en el ministerio de Pablo. A fin de resumir, explicamos aquí la postura más común.

Como veníamos diciendo, los creyentes fallecidos desde el Pentecostés y los vivos serán arrebatados de este mundo en un futuro próximo, antes de un período de siete años conocido como “Tribulación” (de ahí su nombre “Rapto Pretribulacional”).

A partir de ahí, Cristo retoma el plan de redención con los judíos. Al cierre de los siete años de la Gran Tribulación, Cristo descenderá visiblemente con Sus santos a la tierra en lo que sería la segunda fase de su Segunda Venida, para establecer y administrar personalmente un reino milenial. Este reino será un reino político judío con sede en Jerusalén durante mil años.

Esta es la séptima y última dispensación. Durante este tiempo, Satanás será atado, y será entonces cuando Dios cumpla todas las promesas que hizo a los judíos en el Antiguo Testamento, interpretadas literalmente en el dispensacionalismo.

Cada vez que la Biblia habla de Israel, el dispensacionalismo considera que se refiere al Israel literal, un pueblo terrenal étnicamente distinto, y las promesas a este pueblo se cumplirán en la tierra de forma literal.

Por otro lado, en contraposición al dispensacionalismo, está la “teología de pactos”, la interpretación histórica y tradicional de la mayoría de los cristianos, que enseña que Israel ha sido reemplazado por la iglesia actual, que no es un paréntesis sino una continuidad del pueblo de Dios.

En este enfoque, se reconocen diferentes pactos en el Antiguo Testamento, pero con el nuevo pacto realizado por Jesús, somos ahora un linaje espiritual de Abraham, injertados en el pueblo de Dios y coherederos de sus promesas. 

Es decir, Cristo vendrá una sola vez en gloria y majestad, y a partir de ahí, todos los santos de la actualidad compartiremos el cumplimiento de la promesa de salvación junto con los santos del Antiguo Testamento, sin distinción de pueblos.

La edad de la Iglesia

Muchos señalan al dispensacionalismo como un error, argumentando con textos como:

Efesios 2:14:

Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación. Efesios 2:1

Gálatas 3:28-29:

28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa. Gálatas 3:28-29

Romanos 11:17:

Si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo. Romanos 11:17

No obstante, argumentar con estos textos contra el dispensacionalismo demuestra desconocimiento de esta doctrina. El dispensacionalismo enseña que en la era de la iglesia, es decir, en la dispensación actual de la gracia, la salvación se ofrece igualmente a judíos y gentiles que aceptan a Cristo, sin distinción entre ambos grupos.

Esto significa que los judíos que creen en Jesús después de Pentecostés son incluidos en la iglesia y no se les considera aparte del Israel nacional o étnico en lo que respecta a la salvación y a la membresía en el cuerpo de Cristo. 

Los judíos que aceptaron a Cristo después de Pentecostés son parte de la iglesia, unidos a todos los creyentes cristianos.

Por consiguiente, ellos interpretan que todos estos versículos hacen referencia a este período de la gracia actual, pero no incluyen al Israel del Antiguo Testamento. De esta forma, estos textos no contradicen la interpretación dispensacionalista.

Pero, desde el máximo respeto, quisiera señalar algunas consideraciones de la Biblia que no encajan con la teoría dispensacionalista desde ningún punto de vista. 

Sinceramente, no considero que quienes adhieren a este sistema de interpretación sean herejes ni mucho menos. Creo que los cristianos que abrazan esta creencia son hermanos en Cristo, sinceros en su fe.

Simplemente han sido seducidos por una teología que fue muy bien promocionada en un momento determinado de la historia y elaborada por esmerados teólogos.

Los dos Pueblos

El dispensacionalismo enseña que existen dos pueblos: Israel y la iglesia, totalmente separados, como ya hemos explicado. Los que pertenecen a Israel son hijos literales de Abraham a través de Isaac y Jacob. 

Su origen es biológico, y son miembros de la nación mediante la circuncisión. Por otro lado, los que pertenecen a la iglesia son hijos espirituales por fe, ingresan a este grupo mediante la fe y son miembros del cuerpo de Cristo a través del bautismo.

Los israelitas poseen características culturales y étnicas específicas, mientras que la iglesia incluye a personas de todas las etnias y culturas.

Por consiguiente, los hijos de Israel forman una nación literal elegida por Dios y herederos de promesas literales, mientras que los cristianos constituyen un pueblo espiritual que forma el cuerpo de Cristo y herederos de promesas espirituales.

Sin embargo, ¿y si te dijera que todo esto no es cierto y que la gran mayoría de los israelitas no descienden de Abraham?

Permíteme explicarlo, y verás cómo todo encaja. 

El Tiempo del Pacto

Para explicártelo, primero necesito precisar cuánto tiempo estuvo Israel en Egipto, es decir, desde que Jacob entró con su familia hasta que sus descendientes salieron con Moisés.

Gálatas 3:17 menciona que la ley (dada en el Sinaí) se entregó tres meses después de la salida de Egipto, y que esto ocurrió 430 años después del pacto que Dios hizo con Abram en Génesis 12 (con el nombre original de «Abram,» ya que Dios aún no le había cambiado el nombre).

Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la Ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa. Gálatas 3:17

Gracias a los datos que nos brinda el texto bíblico, podemos calcular exactamente cuánto tiempo pasó desde que Dios hizo el pacto con Abram hasta que Jacob entró en Egipto con su familia llamado por su hijo José. Así, sabremos cuánto tiempo estuvieron en Egipto hasta el éxodo, ya que el período total es de 430 años.

La promesa a la que Pablo se refiere en Gálatas 3:16-17 es la que Dios hizo a Abram en Génesis 12:7. 

Y se apareció Jehová a Abram, y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra.» Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había aparecido. Génesis 12:7

Y en Génesis 12:4, se nos dice que Abram tenía 75 años en ese momento.

Se fue Abram, como Jehová le dijo, y con él marchó Lot. Tenía Abram setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. Génesis 12:4

Se fue Abram, como Jehová le dijo, y con él marchó Lot. Tenía Abram setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. Génesis

Cuando Abraham tiene 100 años, nace Isaac, según Génesis 21:5, lo cual ocurre 25 años después del pacto.

Tenía Abraham cien años cuando nació su hijo Isaac. Génesis 21:5

Luego, cuando Isaac tiene 60 años, nace Jacob, de acuerdo con Génesis 25:26. 

Después salió su hermano, trabada su mano al talón de Esaú, y le pusieron por nombre Jacob. Isaac tenía sesenta años de edad cuando ella los dio a luz. Génesis 25:26

Así, ya han pasado 85 años desde el pacto (25 años hasta el nacimiento de Isaac, más 60 hasta el nacimiento de Jacob).

En Génesis 47:9, Jacob tiene 130 años cuando entra a Egipto. 

Jacob respondió al faraón:
—Los años de mi peregrinación son ciento treinta. Pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han llegado a los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación. Génesis 47:9

Sumando estos períodos (85 años más 130), obtenemos 215 años. Así que sabemos que desde que Jacob y su familia llegaron a Egipto hasta que salieron de allí con Moisés, transcurrieron 215 años.

Efectivamente, el período de 430 años se divide en dos mitades iguales: 215 años en Canaán y 215 años en Egipto.

Aquí es donde comienza a ponerse interesante. En Génesis 15:13, Dios le profetiza a Abraham que su descendencia morará en tierra ajena, será esclava allí y oprimida durante 400 años. 

Entonces Jehová le dijo:
—Ten por cierto que tu descendencia habitará en tierra ajena, será esclava allí y será oprimida cuatrocientos años. Génesis 15:13

Este pasaje menciona 400 años, no 430 como en Gálatas 3, porque comienza a contar desde que la descendencia de Abraham habita en tierra ajena. La primera descendencia de Abraham en entrar a Egipto fue Ismael, justamente 30 años después del pacto.

Es una profecía con muchos detalles fascinantes, pero para no desviarnos del tema central, es importante entender que debido a este versículo muchos predicadores han dicho que Israel fue esclavo en Egipto durante 400 años. No obstante, esto no es así.

La confusión proviene de una lectura superficial que podría llevar a concluir que la descendencia de Abraham «morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida por cuatrocientos años,» como si fuera un único acontecimiento continuo. 

Pero, en realidad, lo que el texto indica es que morarán en tierra ajena y luego serán esclavos y oprimidos, siendo estos dos eventos separados y consecutivos que, en conjunto, abarcan los 400 años.

Entonces, desde que Jacob entró a Egipto con su familia hasta que salieron transcurrieron 215 años. Además, hay que considerar que la esclavitud comenzó después de la muerte de José, lo cual sucedió, como mínimo, 70 años después. 

En Éxodo 1:8 se narra que, después de la muerte de José, “se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José,” y fue entonces cuando comenzó la opresión.

 

Así que, lejos de los 400 años de esclavitud que muchos cristianos creen, en realidad el período de opresión de los israelitas fue de menos de 150 años.

El Censo

Y ustedes se preguntarán: ¿qué tiene que ver esta profecía y el averiguar cuánto tiempo estuvo Israel en Egipto con el dispensacionalismo? Mucho.

A partir de aquí, viene el punto que me interesa resaltar.

En Génesis 46:27 se menciona que todas las personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto fueron setenta. 

Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto fueron setenta. Génesis 46:27

Luego, en Éxodo 12:37, se dice que cuando salen de Egipto, eran en total “como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños”. 

Partieron los hijos de Israel de Ramesés hacia Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. Éxodo 12:37

Poco después, en el capítulo 1 del libro de Números, aclara que estos eran “de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra”, sumando “seiscientos tres mil quinientos cincuenta”.

45 Y todos los hijos de Israel de veinte años para arriba, todos los que podían salir a la guerra en Israel, 46 fueron registrados por familias; y fueron contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Números 1:45-46

La mayoría de los expertos calculan que la multitud que vagaba por el desierto bajo el liderazgo de Moisés era de casi 2 millones de personas. 

La cuenta es sencilla: si hay, redondeando, 600,000 hombres adultos “que podían salir a la guerra” sin contar a ancianos y menores de 20 años, a esa cifra se le deben agregar 600,000 mujeres adultas y otros 600,000 entre menores y ancianos de ambos sexos. Esto da un total de, al menos, un millón ochocientas mil personas al iniciar el éxodo.

Aquí surge la pregunta: ¿es posible que setenta personas se multipliquen hasta alcanzar un millón ochocientas mil en 215 años? Vamos a ver si es factible.

La tasa de crecimiento demográfico mundial ronda el 1% en promedio en los últimos años, y el crecimiento más alto registrado fue de 2.1% en 1968, impulsado por la Revolución Industrial. 

No debemos confundir este índice con el índice de fecundidad total, que mide el promedio de hijos por mujer para mantener estable la población. Aquí hablamos del índice de crecimiento demográfico, que es otra cosa.

Si aplicamos un crecimiento anual del 2.1% a las 70 personas que entraron a Egipto durante 215 años de forma exponencial, el resultado es una población final de solo 6,104 personas al terminar el periodo, un número muy bajo que claramente no encaja.

Para elevar el número sin violar el texto bíblico, revisaremos dos parámetros claves: el número inicial de personas y el índice de crecimiento demográfico más alto posible.

Respecto al número inicial, podemos inferir que no eran solo setenta israelitas los que entraron en Egipto, sino más. Génesis 46 detalla que se contaron solo los varones, con excepción de Dina, sin incluir esposas, nueras ni nietas. 

Además, Jacob era ya una persona rica, como señala Génesis 30:43, donde se menciona que “se enriqueció muchísimo” y poseía numerosos siervos.

Y se enriqueció Jacob muchísimo, y tuvo muchas ovejas, siervas y siervos, camellos y asnos. Génesis 30:43

A esto se suma el incidente en Siquem, relatado en Génesis 34, donde Simeón y Leví mataron a los varones de la ciudad y se llevaron cautivos a sus mujeres y niños, quienes se unieron al grupo de Jacob.

Tomando como referencia la anécdota de Génesis 13:14, cuando Abram rescató a Lot formando un ejército de “trescientas dieciocho personas, solo de sus criados nacidos en su casa”, estimaremos que el grupo de Jacob, junto a sus acompañantes, podría haber sido de unas 600 personas, todas circuncidadas y consideradas israelitas. Aunque esto es un supuesto, lo contrastaremos con otras vías para validar nuestra conclusión.

Pasemos ahora a analizar la tasa de crecimiento.

Como dijimos, el índice de crecimiento demográfico mundial más alto registrado ha sido del 2.1%. Sin embargo, debemos considerar varios factores:

  1. Una tasa de crecimiento demográfico de una población específica puede ser mayor al índice mundial.
  2. La esperanza de vida en aquella época era más alta que la actual.
  3. Éxodo 1:7 menciona que «los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo.»

Con estos elementos, podemos asumir una tasa extremadamente alta de crecimiento demográfico, llegando al 3.2%. 

Para entender lo elevada que es esta cifra, vale destacar que, para alcanzar un índice de crecimiento de 3.2%, se necesitaría un índice de fecundidad total (IFT) superior a 9, es decir, que cada pareja tuviera un promedio de más de 9 hijos a lo largo de 215 años. Como referencia, Níger, el país con la tasa de fecundidad más alta del mundo, tiene un promedio de 6.6 hijos por mujer.

Además, estamos obviando aspectos que afectarían el crecimiento poblacional, como:

  • Casos de esterilidad
  • Enfermedades y muerte prematura
  • Soltería
  • Desigualdad de sexos

Sin mencionar la orden del faraón de matar a todos los niños varones, que se describe en Éxodo 1:22, y que, según Éxodo 2:2, se extendió por al menos tres meses.

Entonces el faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Echad al río a todo hijo que nazca, y preservad la vida a toda hija.» Éxodo 1:22

a que concibió y dio a luz un hijo. Al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. Éxodo 2:2

Supongamos entonces que 600 personas ingresaron a Egipto junto con Jacob, y apliquemos esta tasa de crecimiento demográfico exageradamente alta del 3.2%. 

Aunque es una cifra irreal en condiciones normales, asumimos por un momento que Dios pudo haber obrado un milagro para que la población creciera a ese ritmo constante durante más de dos siglos. 

Después de todo, en Éxodo 1:12 leemos que “cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían”. Aplicando esta tasa anual de forma exponencial durante los 215 años, el resultado sería una población final de poco más de 500,000 personas.

Esto equivale aproximadamente a una cuarta parte de los casi dos millones de personas que habrían salido de Egipto. En conclusión, la mayoría de la multitud que acompañó a Moisés no era de origen israelita.

¿Cómo puede esto ser posible?

La respuesta la proporciona la Biblia de manera clara. En Éxodo 12:38 se menciona:

También subió con ellos una gran multitud de toda clase de gentes, ovejas y muchísimo ganado. Éxodo 12:38

Si persisten las dudas respecto a la cantidad de supuestos y la complejidad de la información demográfica presentada, no se preocupen. Hay una comprobación sencilla que cualquier niño de 12 años puede realizar, y que demuestra la validez de lo expuesto.

Comprobación con la Biblia

En el libro de Números, capítulo 1, Dios ordena a Moisés que cense al pueblo. En los versículos 45 y 46 se establece que los hombres mayores de 20 años, es decir, aquellos capacitados para ir a la guerra, eran 603,550. 

45 Y todos los hijos de Israel de veinte años para arriba, todos los que podían salir a la guerra en Israel, 46 fueron registrados por familias; y fueron contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Números 1:45-46

En Números 3, Dios se dirige nuevamente a Moisés y le instruye acerca de la redención de los primogénitos mediante los levitas, indicando que deben contarse «por nombre». Como había una diferencia de 273 personas, debieron redimir esa diferencia.

Y todos los primogénitos varones registrados por nombre, de un mes para arriba, fueron veintidos mil doscientos setenta y tres. Números 3:43

Ahora bien, se cuenta que todos los primogénitos varones mayores de un mes eran 22,273. Esto implica que, si entre 603,550 varones solo hay 22,273 primogénitos, cada familia tendría que tener un promedio de 27 hijos. 

Sin embargo, la proporción es aún más desfavorable, ya que los 603,550 contabilizados son solo hombres mayores de 20 años, mientras que los primogénitos fueron contados desde su nacimiento. 

Esto sugiere que, si se consideraran todos los hombres desde su nacimiento, la proporción de primogénitos sería aún menor, elevando el promedio de hijos por familia a más de 30, algo que resulta completamente imposible.

Es curioso notar que nunca he escuchado a nadie cuestionar la cantidad relativamente baja de primogénitos. La explicación es sencilla: la gran multitud que salió de Egipto, compuesta por esos 600,000 hombres, tal como se afirma en Éxodo 12:38, incluía a una «gran multitud de toda clase de gentes». Esta multitud se integró en cada tribu, aunque no eran descendientes de Abraham.

También subió con ellos una gran multitud de toda clase de gentes, ovejas y muchísimo ganado. Éxodo 12:38

En cuanto a los primogénitos considerados para reemplazar a los levitas, estos debían ser israelitas, dado que los levitas, quienes debían ser reemplazados, no estaban contados con las demás tribus. 

Además, los levitas tenían que ser israelitas, ya que su servicio en el santuario requería un linaje directo de Leví.

Pero, ¿cómo es posible que en Éxodo 12:37 se hable de toda esa multitud de gentiles y se les denomine «hijos de Israel» si no eran descendientes de Abraham? 

Partieron los hijos de Israel de Ramesés hacia Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. Éxodo 12:37

¿Cómo se les puede llamar «todas las huestes de Jehová» en Éxodo 12:41, si ni siquiera estaban circuncidados?

El mismo día en que se cumplían los cuatrocientos treinta años, todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto. Éxodo 12:41

Aquí es donde la narrativa se torna realmente increíble. Al final del capítulo 2 del libro de Números, se nos da el total de los hijos de Israel (seiscientos tres mil quinientos cincuenta), y dos versículos después, en Números 3:1, se dice: “Estos son los descendientes de Aarón y de Moisés”.

Estos fueron los hijos de Israel censados según las casas de sus padres. Todos los registrados por campamentos, según el orden de sus ejércitos: seis cientos tres mil quinientos cincuenta. Números 2:32

Estos eran los descendientes de Aarón y de Moisés, en el día en que Jehová habló a Moisés en el monte Sinaí. Números 3:1

¿Por qué mencionaría que son descendientes de Aarón y de Moisés? Lógicamente, uno esperaría que se refiriera a los descendientes de Abraham o Jacob (quien fue renombrado Israel). Pero se menciona a Aarón y a Moisés.

Es relevante destacar que la Biblia indica que Moisés solo tuvo dos hijos (Gersón y Eliazer) y que él aún estaba vivo. Por lo tanto, casi nadie era descendiente directo de Moisés.

La respuesta la encontramos en 1 Corintios 10:2, que dice: 

Y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar. 1 Corintios 10:2

Esta es una tipología espiritual extraordinaria. La gran multitud decidió seguir a Jehová y dejar la idolatría de Egipto. Al tomar esta decisión y cruzar el Mar Rojo, Dios consideró este acto de fe como un bautismo, una decisión espiritual suficiente para incorporar a estos gentiles en las tribus de Israel por fe, no por nacimiento.

Esto guarda paralelismos con la iglesia actual. Escucha bien, porque es crucial entender esto: la mayoría de los israelitas del Antiguo Testamento no eran descendientes de Abraham, sino que fueron injertados a través del bautismo por fe, al igual que nosotros.

Negar las simbologías espirituales y centrarse únicamente en el aspecto literal del Israel del Antiguo Testamento no solo oscurece las «promesas» espirituales que Dios les hizo, sino que también se pierde las extraordinarias enseñanzas que Dios nos dejó a través de las tipologías proféticas del Antiguo Testamento.

La gran multitud que salió de Egipto se consideraba espiritualmente descendientes de Moisés, quien, como libertador, era una tipología de Cristo. Los levitas, por su parte, representaban espiritualmente los descendientes de Aarón, quien, como sumo sacerdote, simbolizaba otra faceta de la obra redentora de Jesús.

Tal vez no seas dispensacionalista, y este análisis reafirma tu postura. O tal vez lo seas y consideres que esta información no altera tu perspectiva, adaptándola a tu interpretación particular. O quizás eres dispensacionalista y este mensaje te ha dejado reflexionando, ya que no conocías este dato.

No te preocupes, continúa con nosotros, porque aún hay mucho más que compartir. Nos vemos en el próximo post.

 

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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Los 3 Elías – Patrones proféticos que sorprenden

En el post anterior, mencioné las «7 llaves para descifrar el Apocalipsis» y cómo las cuarta, quinta y sexta llave están agrupadas bajo el concepto de «tipologías proféticas».

Estas tipologías proféticas son un método de interpretación en el que ciertos símbolos, personajes o acciones del Antiguo Testamento actúan como prefiguraciones, es decir, ejemplos que apuntan a verdades espirituales más profundas o acontecimientos futuros más significativos. 

Esas prefiguraciones encuentran su cumplimiento en el Nuevo Testamento, especialmente en la vida y obra de Jesucristo, lo que incluye: su primera venida, su ministerio sacerdotal y su segunda venida.

En teología, estas prefiguraciones se denominan «tipos», una palabra de origen griego que significa «ejemplo», «modelo», «sombra» o «maqueta». Cuando se cumple el tipo, se le llama «antitipo». Los tipos suelen ser literales, mientras que los antitipos son de naturaleza simbólica.

En posts anteriores, ya hemos hablado de símbolos y de historias paralelas. En este post, nos vamos a centrar en los patrones proféticos, y analizaremos un ejemplo que probablemente hayas escuchado mencionar: «Los tres Elías».

Pero no te vayas sin leer todo el post, porque hacia el final veremos un segundo ejemplo que seguramente te sorprenderá.

Patrones profeticos

Lo primero que deseo explicarte es cómo funcionan los patrones proféticos.

El estudio de estos patrones es un aspecto fundamental de la teología y la exégesis bíblica. Muchos teólogos y estudiosos han descubierto patrones recurrentes en las Escrituras. 

Estos patrones son claves en la interpretación de profecías, ya que muestran cómo ciertas historias o eventos bíblicos se encadenan mediante un mismo esquema o estructura.

Estamos hablando de una profecía que está encadenada a varias historias de la Biblia, unidas a través de un patrón. Este patrón se basa en lo que llamamos «paralelismos», que no son otra cosa que símbolos, personajes o acciones que se repiten en diferentes contextos bíblicos. 

Estos paralelismos pueden parecer coincidencias o elementos comunes, pero en realidad reflejan una intención divina.

Dicho de otra manera: los patrones proféticos y los paralelismos son maneras distintas de describir lo mismo.

Ahora bien, y aquí viene lo importante:

Para evitar interpretaciones forzadas o imaginarias, es muy importante que los paralelismos que demuestran el patrón siempre deben estar autorizados por la Biblia. No se pueden inventar. Dios utiliza este lenguaje para que el pueblo de Dios pueda interpretar los símbolos. 

Solo aquellos que conocen las historias de las Escrituras estarán capacitados para ver los paralelismos. Esto no tiene por qué ser subjetivo. En profecía no debemos adivinar, ya que solo tomaremos como válidos aquellos patrones que son extremadamente evidentes, por la cantidad de paralelismos que los confirman. 

Es decir, donde la razón nos indica que son tantas las coincidencias, que hace imposible la casualidad y se ve claramente una revelación intencional.

O, señalados directamente por el texto bíblico, ya que la Biblia los vincula explícitamente. Cualquiera de las dos es suficiente, aunque muchas veces se dan ambas.

Existen dos tipos de paralelismos:

  • Universales: que aparecen en todas las historias donde encontramos el patrón.
  • Selectivos: que aparecen en varias, pero no en todas.

Este tema es muy importante. No es necesario que cada elemento común o coincidencia aparezca en todas las historias. 

Una vez que la relación entre las historias está demostrada, y se ve claramente la vinculación entre ellas por la cantidad de coincidencias que tienen en común, es muy probable que encontremos otros paralelismos «selectivos» que nos ayuden a descifrar los símbolos, y que, aunque no sean universales, aun así, su relación es evidente.

Otro tema importante es que lo que llamamos historia 1, historia 2, etc., muchas veces no es otra cosa que varias profecías que se han ido cumpliendo a lo largo de la historia. 

De esta forma, Dios utiliza una misma historia o un mismo patrón para profetizar varios eventos. Seguramente oíste hablar de una profecía de doble cumplimiento. 

Bueno, esto está relacionado, pero por supuesto lo veremos más adelante y no es el tema de este post, pero no quería dejar de mencionarlo.

Lo importante, tal como dijimos anteriormente, es que los paralelismos que demuestran el patrón siempre deben estar autorizados por la Biblia. Muchas veces se utilizó esta herramienta o llave de patrones proféticos para llegar a conclusiones erróneas. Sistemas teológicos enteros se han desvirtuado de la sana doctrina por no respetar este principio.

Pero pasemos de la teoría a la práctica y veamos un ejemplo que nos ayudará a entender fácilmente lo que venimos explicando, ¡y vas a ver qué interesante!

Los 3 Elías

Seguramente habrás escuchado hablar de los tres Elías. Empecemos por la primera historia: la del profeta Elías.

El Profeta Elías

Un profeta que vivió en el siglo IX a.C., y su vida y obra es narrada principalmente entre 1 Reyes capítulo 17 y 2 Reyes capítulo 2.

Elías era un profeta que vivió en la época del rey Acab, el cual estaba casado con una mujer llamada Jezabel.

1. Jezabel era una madre que fornicaba y era hechicera

Jezabel era una madre que fornicaba y era hechicera. Tal como la describe 2 Reyes 9:22, donde habla de «las fornicaciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías.»

Cuando vio Joram a Jehú, dijo:
—¿Vienes en son paz, Jehú?
Él respondió:
—¿Qué paz puede haber con las fornicaciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías? 2 Reyes 9:22

¿Por qué la Biblia dice que Jezabel fornicaba? Porque era la cabeza de un sistema de adoración falsa. En 1 Reyes 18:19, nos dice que los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera comían de la mesa de Jezabel.

Manda, pues, ahora a que todo Israel se congregue en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel. 1 Reyes 18:19

Y tú te preguntarás: ¿qué tiene que ver ser idólatra con ser fornicaria? Bueno, en la Biblia, mucho. Porque para Dios, la idolatría es fornicación. En la simbología bíblica, la iglesia verdadera es la mujer y Jesús el esposo, y cuando se adoran otros dioses, es equivalente a fornicar.

Por eso son muchos los textos que relacionan la idolatría con la fornicación.

En Oseas 4:12, hablando sobre el pueblo que le consulta a su ídolo de madera, dice: 

porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar. Oseas 4:12

Como en Hechos 15:20, donde exhorta a que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, etc.

sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Hechos 15:20

En 1 Corintios 10:7-8, dice:

7 Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: «Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar.» 8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. 1 Corintios 10:7-8

Haciendo referencia al incidente del pueblo de Israel en el desierto, donde en Números 25:1-2 dice que «el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab».

1 Israel estaba en Sitim cuando el pueblo empezó a prostituirse con las hijas de Moab, 2 las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; el pueblo comió y se inclinó a sus dioses. Números 25:1-2

Por mencionar solo algunos textos donde Dios llama fornicarios a los que adoran ídolos. Es crucial que entiendas este concepto: para Dios, los que adoran ídolos son fornicarios.

2. El rey fornica con Jezabel

Si bien Jezabel era la cabeza de un sistema religioso falso, Acab, que representaba al poder civil, ya que era el rey, también había fornicado con Jezabel. 

En 1 Reyes 16:31, dice que tomó por mujer a Jezabel y fue y sirvió a Baal y lo adoró. 

…tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal, rey de los sidonios, y fue, sirvió a Baal y lo adoró. 1 Reyes 16:31

Elías lo acusaba a Acab de ser fornicario, diciéndole:

…tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los Baales. 1 Reyes 18:18

3. Jezabel manipulaba al rey para sus fines

Dice 1 Reyes 21:25:

Pero no hubo nadie como Acab, que se vendió a hacer lo malo ante los ojos de Yahveh, porque Jezabel, su mujer, lo incitó. 1 Reyes 21:25

4. Su fin (el de Jezabel) era matar a los verdaderos profetas

En 1 Reyes 18:4, dice que Jezabel destruía a los profetas de Jehová.

pues cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová… 1 Reyes 18:4

Y en 1 Reyes 19:1, dice que había ejecutado a espada a todos los profetas. Y en el versículo 2, dice que tenía la firme decisión de matar a Elías también.

1 Acab dio a Jezabel la noticia de todo lo que Elías había hecho y de cómo había matado a espada a todos los profetas. 2 Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero para decirle: «Traigan los dioses sobre mí el peor de los castigos, si mañana a estas horas no he puesto tu persona como la de uno de ellos.» 1 Reyes 19:1-2

5. Elías lleva a los hijos de Israel a convertirse al Jehová

En 1 Reyes 18:30-40, cuenta que Elías arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. Luego, cayó fuego de Jehová, el cual consumió el holocausto. Y viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios! Y finalmente, los profetas de Jezabel, y más tarde ella misma, son destruidos.

 …Elías arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. 1 Reyes 18:30

Entonces cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto… 1 Reyes 18:38

Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: «¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!» 1 Reyes 18:39

En la Biblia, existe una vinculación intencionada entre el profeta Elías y Juan el Bautista.

Juan el Bautista

En el post anterior, se menciona que no podemos buscar historias paralelas que sean forzadas o imaginativas. Solamente podemos hacerlo si el texto nos autoriza, a través de:

  1. La cantidad de elementos que no dejan lugar a dudas sobre el paralelismo.
  2. O si están autorizadas directamente por el texto bíblico.

En este caso, se cumplen ambas condiciones. ¿Autoriza el texto bíblico a relacionar a Juan el Bautista con el profeta Elías? Sí, y más de una vez.

Cuando el ángel Gabriel anuncia el nacimiento de Juan el Bautista, en Lucas 1:17 le revela a Zacarías, su padre, que Juan nacerá “con el Espíritu y el poder de Elías”. 

E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías… Lucas 1:17

Más adelante, Jesús confirma dos veces que Juan el Bautista era el Elías que debía venir a preparar el camino del Mesías.

En Mateo 11:14, refiriéndose a Juan el Bautista, dice:

…Él es aquel Elías que había de venir. Mateo 11:14

Y después, en Mateo 17, Jesús dice: “Elías vendrá primero y restaurará todas las cosas”, aclarando luego el texto en el versículo 13 que “los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.

11Respondiendo Jesús, les dijo:
—A la verdad, Elías viene primero y restaurará todas las cosas. 12Pero os digo que Elías ya vino, y no lo conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del hombre padecerá a manos de ellos.
13Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista. Mateo 17:11-13

Ahora bien, en Juan 1:21, los levitas le preguntan a Juan el Bautista si él era Elías, y él respondió: “No soy”.

Y le preguntaron:
—¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?
Dijo:
—No soy…  Juan 1:21

¿Quiere decir esto que Juan contradijo al ángel Gabriel y a Jesús? Por supuesto que no. Juan tenía razón. Él no era Elías, sino que, tal como dijo el ángel Gabriel (Lucas 1:13), Juan vendría “con el espíritu y el poder de Elías”.

¿Cuál era el espíritu y el poder de Elías que se manifestó en Juan?

Para entender esto, debemos conocer y comparar ambas historias. Existen tantos elementos en común entre la historia de Elías y la de Juan el Bautista que es imposible no darse cuenta de que son dos historias paralelas. Por lo tanto, una historia debe estudiarse a la luz de la otra para entenderla mejor.

Vamos a poner los puntos de la historia anterior en un gráfico para compararlos con esta, donde se puede ver que los personajes que rodean a Juan el Bautista son análogos a los de Elías.

1. Herodías, la madre de Salomé, (al igual que Jezabel) fornicaba.

En este caso, con el hermano de su exmarido, que también era el rey.

2. El rey Herodes, al igual que Acab, fornicaba con Herodías.

Mateo 14:3 dice:

Herodes había prendido a Juan, lo había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe. Mateo 14:3

Al igual que Elías acusaba al rey Acab, Juan el Bautista acusa al rey Herodes de su fornicación. Le decía: 

porque Juan le decía: «No te está permitido tenerla.» Mateo 14:4

Entonces, Herodes, al ser reprendido por Juan el Bautista sobre su matrimonio ilícito con Herodías, lo encerró en la cárcel.

19 Entonces Herodes, el tetrarca, era reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y por todas las maldades que Herodes había hecho. 20 Sobre todas ellas añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel. Lucas 3:19-20

3. Al igual que Jezabel, Herodías manipulaba al rey para sus fines.

En Marcos 6 dice que, aunque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero lo escuchaba de buena gana. 

porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, se quedaba muy perplejo, pero lo escuchaba de buena gana. Marcos 6:20

Sin embargo, aunque el rey se entristeció mucho, a causa del juramento, finalmente tuvo que ceder a los deseos de Herodías de matar a Juan el Bautista, aunque no quisiera. Ya que ese era el objetivo final de Herodías.

El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desairarla. Marcos 6:26

4. El fin de Herodías era matar al profeta Juan el Bautista.

Cuando Herodes le dijo a Salomé que pidiera lo que quisiese hasta la mitad de su reino, ella consultó con su madre sobre qué debía pedirle. En Marcos 6:24, dice que su madre le dijo: 

Saliendo ella, dijo a su madre:
—¿Qué pediré?
Y esta le dijo:
—La cabeza de Juan el Bautista. Marcos 6:24
5. Juan el Bautista (al igual que Elías) Llevó a los hijos de Israel a convertirse a Jehová.

En Lucas 1:16-17, hablando de Juan el Bautista, dice que “hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos” para, entre otras cosas, “preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.

16 Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor, su Dios. 17 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. Lucas 1:16-17

Hasta aquí, tenemos claramente dos historias paralelas. Donde no solo las palabras del ángel Gabriel y de Jesús nos autorizan a vincularlas, sino que hay tantos elementos en común que es imposible no ver el paralelismo. Y aún hay más, que veremos más adelante.

Lo curioso es que, así como el ángel Gabriel le profetizó a Zacarías que su hijo sería un segundo Elías, que iría delante de él con el espíritu y el poder de Elías para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto, de la misma forma, el profeta Malaquías profetiza en el capítulo 4 refiriéndose a la segunda venida de Cristo:

Ciertamente viene el día, ardiente como un horno,
y serán estopa todos los soberbios y todos los que hacen maldad.
Aquel día que vendrá, los abrasará,
dice Jehová de los ejércitos,
y no les dejará ni raíz ni rama. Malaquías 4:1

Luego en el versículo 5 dice:

He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Malaquías 4:5 

La pregunta es: además de que la Biblia nos autoriza a relacionar estos tres textos, ¿encontramos en las profecías del Apocalipsis suficientes paralelismos en común para afianzar esta vinculación?

Acompáñame a comprobarlo. No solo te vas a sorprender, sino que también descubriremos juntos que este nuevo paralelismo ya se convierte en un patrón que nos ayudará a entender mejor los textos del Apocalipsis, porque guardan relación con los textos de Elías.

Apocalipsis

1. Hay una gran ramera (madre de otras rameras).

En Apocalipsis 17 encontramos que, al igual que en la historia de Elías, hay una “gran ramera” y un misterio alrededor de ella que este patrón sin duda nos puede ayudar a resolver.

Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo, diciendo: «Ven acá y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas. Apocalipsis 17:1

Es llamada “Babilonia” y también “la grande”, porque es la madre de otras rameras. Es decir, está la madre ramera y las rameras hijas.

2. Los reyes de la tierra fornican con la gran ramera.

De la misma forma que Jezabel fornicaba con Acab de forma espiritual al practicar idolatría y Herodías fornicaba con Herodes de forma literal, en el mismo capítulo 17 de Apocalipsis nos dice que “los reyes de la tierra también fornicaron con esta mujer ramera”.

Con ella han fornicado los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación». Apocalipsis 17:2

3. Manipulaba al poder civil para sus fines.

Esta mujer también manipulaba al poder civil. Por eso, en Apocalipsis 17:3, la mujer se describe “sentada sobre la bestia”. Siempre el que se sienta sobre la bestia es el que la dirige.

Me llevó en el Espíritu al desierto, y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Apocalipsis 17:3

4. Mataba a los verdaderos profetas e hijos de Dios.

Y qué casualidad, que su objetivo es exactamente el mismo que tenían Jezabel y Herodías. En Apocalipsis 17:6 se nos dice que estaba ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús. 

Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús. Cuando la vi quedé asombrado con gran asombro. Apocalipsis 17:6

Y en Apocalipsis 18:24 se nos dice que en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos.

En ella se halló la sangre de los profetas y de los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra.» Apocalipsis 18:24

Finalmente, aquellos que tengan el espíritu de Elías en el día grande y terrible, antes de la segunda venida de Cristo, también:

5. Llevan a los hijos de Dios a convertirse a Jehová.

Tal como dice la profecía de Malaquías 4:

5 »Yo os envío al profeta Elías
antes que venga el día de Jehová,
grande y terrible.
6 Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos,
y el corazón de los hijos hacia los padres,
no sea que yo venga y castigue la tierra con maldición.»

 Malaquías 4:5-6

Si en este punto se hace evidente el patrón, espera, porque las similitudes no terminan ahí. Hay muchas más que no dejan lugar a dudas de estos paralelismos.

Ahora que hemos visto suficiente evidencia que no deja lugar a dudas de la vinculación entre estas historias, vamos a repasar algunos paralelismos selectivos, es decir, entre el Apocalipsis y el profeta Elías, que sin duda seguirán arrojando luz sobre los símbolos proféticos.

En 2 Reyes 9:22 dice que “Jezabel realizaba muchas hechicerías”:

…¿Qué paz puede haber con las fornicaciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías? 2 Reyes 9:22

Lo mismo que dice de Babilonia, que como ya hemos visto anteriormente, es la gran ramera donde la acusa en Apocalipsis 18:23 de que “por su hechicería fueron engañadas todas las naciones”.

…porque tus mercaderes
eran los grandes de la tierra
y por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones. Apocalipsis 18:23

Fíjate qué curioso, hasta las dos mueren exactamente de la misma forma. En 2 Reyes 9:36 dice que “comerán los perros las carnes de Jezabel”, y en Apocalipsis 17:16 dice que “aborrecerán a la ramera… y devorarán sus carnes”.

…En la heredad de Jezreel se comerán los perros las carnes de Jezabel. 2 Reyes 9:26

 los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, devorarán sus carnes y la quemarán con fuego. Apocalipsis 17:16

Es alimentada (al igual que Elías). En 1 Reyes 17:4 y 6, dice que Elías fue alimentado por Dios de forma milagrosa durante todo el tiempo que duró la sequía. 

4 Beberás del arroyo; yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer.» 6 Los cuervos le traían pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía del arroyo. 1 Reyes 17:4,6

¿Cuánto tiempo fue eso? Bueno, Santiago 5:17 no deja dudas. Fue exactamente durante tres años y seis meses.

Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Santiago 5:17

Y en Apocalipsis 12:14, dice que la mujer también fue alimentada durante “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”. Que es exactamente la misma forma de expresar los tres años y seis meses.

Pero se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila para que volara de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. Apocalipsis 12:14

Así que si deseamos conocer el significado de los símbolos, números y períodos de tiempo en el Apocalipsis, una herramienta fundamental es analizarlos a la luz de estos patrones tan evidentes.

Si, por ejemplo, buscamos comprender a qué grupo representan los enigmáticos siete mil hombres mencionados en Apocalipsis 11:13, ¿no deberíamos examinarlos a la luz de lo que ocurre con los siete mil hombres de la historia de Elías, en 1 Reyes 19:18, dado que se encuentra dentro del mismo patrón?

Pero sigamos profundizando un poco más en este principio.

Otras historias que confirman el patrón

Una vez que la Biblia nos permite reconocer un patrón, es muy probable que existan otras historias que confirmen aún más el mismo patrón que venimos estudiando.

La primera pregunta que surge es: ¿existe en la Biblia otra mujer ramera y adúltera, ya sea literal o simbólica, que haya intentado matar a un profeta?

No tenemos que pensar mucho. De inmediato recordamos al Sanedrín y su persecución contra Jesús. Al repasar rápidamente los paralelismos, notamos que encajan tan perfectamente que es imposible que sea una coincidencia.

Ezequiel, capítulo 16, es otro lugar en la Biblia que muestra cómo, para Dios, la idolatría es equiparada con la fornicación. De hecho, todo el capítulo 16 es una alegoría, donde Jesús es el esposo de su iglesia, y la iglesia es la esposa.

Esta esposa, rechazando a su esposo, es descrita en el versículo 32 como «como mujer adúltera, que en lugar de su marido recibe a extraños.»

Fuiste como la mujer adúltera que en lugar de su marido recibe a extraños. Ezequiel 16:31

Ese rechazo al esposo, dos versículos antes, es descrito como «obras de una ramera descarada.»

Nadie encaja mejor en estas descripciones que el Sanedrín, que rechazó al esposo con gran vehemencia, pues se enorgullecían de ser «los hijos de Abraham.»

El versículo 15 lo expresa claramente:

confiaste en tu hermosura y te prostituiste a causa de tu renombre. Ezequiel 16:15

Además, en el mismo capítulo se refiere a la adúltera como «madre» y menciona a sus hijas. Aquí algunos versículos adicionales.

Siguiendo el mismo patrón de las otras historias paralelas, así como Jezabel fornicó con el rey Acab y Herodías con el rey Herodes, el Sanedrín «fornicó» con el rey César, cuando en Juan 19:15 los principales sacerdotes declararon: «no tenemos más rey que César», rechazando a Cristo como el verdadero rey.

Pero ellos gritaron:
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—¿A vuestro Rey he de crucificar?
Respondieron los principales sacerdotes:
—¡No tenemos más rey que César! Juan 19:15

De igual manera, en el tiempo del fin, los reyes de la tierra fornicarán con la gran ramera.

El objetivo final de la ramera siempre ha sido eliminar a los profetas de Dios y a sus seguidores, como hemos visto en el caso de Jezabel y Herodías.

Exactamente lo mismo ocurrió con el Sanedrín y su deseo de eliminar a Jesús, tal como relata Juan 11:50, donde se menciona que ya habían acordado matarlo.

ni os dais cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Juan 11:50

Así sucederá en el tiempo del fin, cuando la ramera estará ebria de la sangre de los seguidores de Jesús. Para lograr este fin, la ramera debe «dirigir» o «manipular» al poder civil.

Recuerda que Acab respetaba y escuchaba a Elías (1 Reyes 21:27-29), que Herodes temía a Juan el Bautista (Marcos 6:20), y que Pilato no quería matar a Jesús (Lucas 23:22).

Por tanto, al igual que Jezabel y Herodías tuvieron que dirigir y manipular a los reyes para lograr sus objetivos, el Sanedrín también manipuló al poder civil, en este caso, Pilato.

Juan 19:12-16 describe cómo Pilato procuraba soltar a Jesús, pero los judíos le presionaban, diciendo: «si sueltas a este, no eres amigo de César.» Fue tal la presión que Pilato finalmente cedió y lo entregó para que fuese crucificado.

Así ocurrirá en el tiempo del fin. La mujer ramera manipulará a los reyes de la tierra, porque, como dice Apocalipsis 17:18, reina sobre ellos.

Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.» Apocalipsis 17:18

Presta atención, porque aquí viene un dato importante que este patrón revela y que debemos tener en cuenta.

Primero, la gran ramera siempre se encuentra en el seno del pueblo de Dios. Jezabel y Acab eran reyes del pueblo de Israel. Herodías y Herodes, técnicamente y religiosamente, también eran considerados judíos debido a la conversión de sus ancestros al judaísmo, y así lo proclamaba Herodes.

Si esto no fuera cierto, la acusación de Juan el Bautista no tendría sentido, ya que su matrimonio era ilícito según la ley judía. Entonces, eran reyes judíos aunque al servicio de Roma. El Sanedrín era la máxima autoridad judía.

La pregunta es: ¿será la gran ramera de Apocalipsis una autoridad que surja del seno del pueblo de Dios?

El segundo punto importante que revela este patrón, y que nos afecta directamente, es que la gran ramera siempre tiene gran influencia sobre el pueblo de Dios y los incita a pecar.

De la misma manera que: Jezabel seducía a los siervos de Dios para fornicar, Herodías instigó a su hija Salomé a pedir la cabeza de Juan y el Sanedrín incitó a la multitud a pedir la muerte de Jesús.

Mateo 27:20 nos dice que los principales sacerdotes y ancianos persuadieron a la multitud para que Jesús fuera muerto.

Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiera a Barrabás y que se diera muerte a Jesús.  Mateo 27:20

Y de la misma forma, Apocalipsis 14:8 dice que la gran ramera, Babilonia, hizo que todas las naciones bebieran del vino de la ira de su fornicación.

Otro ángel lo siguió, diciendo: «Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.» Apocalipsis 14:8

Al principio de este post mencioné que las historias vinculadas que conforman el patrón profético, muchas veces, también son profecías. Y que, de esta forma, Dios utiliza una misma historia o patrón para profetizar varios eventos.

Esto es una maravilla, ya que una misma profecía puede tener más de un cumplimiento, siendo el mismo texto una guía para los hijos de Dios en diferentes momentos de la historia.

Además, saber que el patrón se ha cumplido en profecías anteriores nos da la certeza de que también se cumplirá en la del tiempo del fin.

Resumen de lo que el patrón nos indica

El propósito de este post no es revelar la identidad de todos los personajes que aparecen en el Apocalipsis.

La gran ramera, el falso profeta, las hijas de la ramera o quién representa el poder civil presente en todo el patrón.

Desenmascarar las verdaderas identidades que estas tipologías proféticas revelan es un tema muy delicado que requerirá una serie completa de posts para que los descubramos juntos, paso a paso, a su debido tiempo.

El objetivo de este post es mostrarte la clave de los «patrones proféticos» que se encuentran en la Biblia para resolver estos tipos de enigmas.

Pero si por casualidad deseas adelantar estudiando este tema por tu cuenta, me gustaría mencionarte a grandes rasgos un resumen de lo que el patrón nos indica. En el tiempo del fin, el pueblo de Dios se dividirá en dos partes bien diferenciadas:

  • Un grupo pequeño que se mantiene fiel a Dios
  • Y el resto, la gran mayoría, engañados por la gran ramera, embriagados con el vino de su fornicación.

El pequeño grupo señalará el pecado del otro grupo. La gran mayoría se enemistará con el pequeño grupo que señala su pecado y, finalmente, los perseguirá.

Si te fijas bien, el patrón parece indicar que, de los hijos de Dios, habrá dos grupos. No todos correrán la misma suerte. Algunos, como Elías, no morirán y verán la segunda venida de Cristo sin conocer la muerte, ya que Elías, tal como dice en 2 Reyes 2:11, fue trasladado al cielo en un torbellino. 

Aconteció que mientras ellos iban caminando y hablando, un carro de fuego, con caballos de fuego, los apartó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino. 2 Reyes 2:11

Y otro grupo, como Juan el Bautista o Jesús, sí morirán, pero luego resucitarán. Tal vez por esto, en Apocalipsis 11, aparecen dos intrigantes personajes llamados «los dos testigos.»

Cuando los describe en Apocalipsis 11:6, a uno lo menciona como aquel que puede cerrar el cielo para que no llueva en los días de su profecía, una característica que coincide solo con Elías.

Estos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva en los días de su profecía… Apocalipsis 11:6

Y al otro lo describe como alguien que tiene poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, una característica que coincide solo con Moisés, quien murió justo antes de entrar en la Tierra Prometida.

…y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quieran. Apocalipsis 11:6

En 2 Reyes 1:8, se nos cuenta que Elías vestía ropa de pelo y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. 

—Uno que tenía un vestido de pelo y un cinturón de cuero ceñido a su cintura —respondieron ellos.
—¡Es Elías, el tisbita! —exclamó el rey— 2 Reyes 1:8

Mateo 3:4 nos confirma que Juan el Bautista también vestía con pelo de camello y tenía un cinturón de cuero.

Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura, y su comida era langostas y miel silvestre. Mateo 3:4

Y en 1 Reyes 17:1, nos dice que Elías profetizó que no habría rocío ni lluvia en esos años, los cuales Santiago 5 confirma que fueron 3 años y medio.

Entonces Elías, el tisbita, que era uno de los habitantes de Galaad, dijo a Acab: «¡Vive Jehová, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, hasta que mi boca lo diga!» 1 Reyes 17:1

Volviendo al capítulo 11 de Apocalipsis, donde se habla de los dos testigos, en el versículo 3 se menciona que profetizarán por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.

Y ordenaré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos con ropas de cilicio.» Apocalipsis 11:3

Qué tremendo paralelismo. Otra vez el mismo período de tiempo, ya que 1260 días en profecía son 3,5 años. Y no sé si lo sabías, pero la ropa de cilicio era una vestimenta austera hecha de pelos de cabra o de camello.

Pregunto: ¿si queremos conocer los detalles de estos testigos, no sería lógico estudiarlos a la luz de este patrón?

Sé que para muchos que están leyendo este post, la idea que acabamos de expresar tal vez nunca la habían escuchado o simplemente no encaja con los conceptos que ya tienen establecidos sobre lo que sucederá en el tiempo del fin.

Y que, a pesar de las fuertes evidencias que presentan los paralelismos de este patrón profético, necesitas tiempo para asimilar esta información.

Pero si utilizas la clave de los patrones proféticos en profundidad, será una herramienta que te despejará muchas dudas. Si, a pesar de toda esta información, necesitas mayor evidencia, presta mucha atención a lo que voy a decir ahora.

Antes de la introducción de este post, te mencionaba que te quedaras hasta el final, porque íbamos a ver un segundo ejemplo de patrón profético que te sorprendería.

Existe un segundo patrón en la Biblia, menos conocido, pero no por eso menos útil e interesante, que te ayudará a confirmar que nuestra conclusión va por buen camino.

A lo largo de la Biblia, cada vez que el pueblo de Dios se divide para enemistarse uno con el otro, se observa siempre el mismo sorprendente patrón.

En primer lugar, como el patrón quiere dejar bien en claro que estamos hablando del pueblo de Dios, siempre está representado por el número doce. Y al separarse, siempre de un lado quedan dos y del otro diez. Y son los diez los que se enemistan o se vuelven hostiles contra los dos.

Veamos algunos ejemplos:

Los diez discípulos. En los evangelios hay un hecho donde los discípulos forman dos grupos y uno se enemista con el otro.

El hecho es narrado en Mateo 20. La madre de los hijos de Zebedeo le pide a Jesús sentar a Santiago y Juan, uno a la derecha y el otro a la izquierda. En Mateo 20:24 dice que cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.

Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. Mateo 20:24

Las doce tribus de Israel. Cuando Salomón terminó su reinado, el reino se dividió en dos: el reino del norte, gobernado por Jeroboam, con las diez tribus de Israel, donde se estableció un culto diferente al que Jehová había mandado, y el reino del sur, gobernado por su hijo Roboam, con las tribus de Judá y Benjamín, donde se mantuvo el culto verdadero, ya que allí estaba el templo de Jerusalén.

Los doce espías que envió Moisés a reconocer la tierra de Canaán. A pesar de ver grandes ciudades fortificadas y hombres de gran estatura, Josué y Caleb decidieron confiar en Dios y conquistar la ciudad, pero los otros diez espías no quisieron y se opusieron al consejo de Josué y Caleb hasta el punto de querer apedrearlos junto con toda la multitud.

José y sus hermanos. Los doce hijos de Jacob, de donde salieron las tribus de Israel. Pero claramente hay una distinción entre los diez que traicionaron a José y José, y luego Benjamín, que nunca llegó a participar de esa traición y fue muy unido a José, ya que ambos venían de la misma madre, Raquel.

¿Tú crees que todo esto puede ser casualidad?

No es casualidad que cuando Abraham negocia con el ángel la destrucción de Sodoma, en la negociación el número se reduzca hasta quedarse en diez. Finalmente, el ángel le dice: 

por amor a los diez, no la destruiré. Génesis 18:32

No es casualidad que en la parábola de Lucas 19, Jesús hable de diez minas entregadas a diez siervos.

No es casualidad que en la parábola de Mateo 25, Jesús hable de diez vírgenes.

Los dos representan a los que hacen la voluntad de Dios, y los diez representan a los que se apartan de su voluntad, a quienes va dirigido el llamado de Dios. Representan a los que deben volver al redil.

Seguramente estos patrones te ayuden a entender un poco mejor la naturaleza de los dos testigos, la gran ramera, las hijas de la ramera, los reyes de la tierra, etc.

Pero esto, tal como mencioné antes, será parte de un estudio más profundo, más adelante. En este post solo te comparto la clave de los patrones proféticos, para que puedas ver el potencial de esta herramienta imprescindible en tus estudios de profecía.

Espero, de todo corazón, que este post te haya ayudado a darte cuenta de que analizar los símbolos y las profecías de Apocalipsis sin utilizar la clave de los patrones proféticos es una gran limitación que te hará prácticamente imposible ver el panorama completo y resolver el misterio.

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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Las 7 LLAVES para DESCIFRAR el APOCALIPSIS

Como es bien sabido, el Apocalipsis es un libro que transmite un mensaje codificado en símbolos. Para poder descifrar estos símbolos y comprender los eventos que preceden a la Segunda Venida de Cristo, es fundamental utilizar las claves de interpretación que revelan el verdadero significado de estas profecías.

No te pierdas este post, donde te mencionaré las siete claves indispensables para interpretar el Apocalipsis.

La primer llave

La primera llave para descifrar el Apocalipsis es el conocimiento del Santuario. Si has estado siguiendo mis publicaciones, ya deberías estar bastante familiarizado con esta clave, aunque apenas estamos rasgando la superficie.

En el Apocalipsis, vemos que Jesús ministra como Sumo Sacerdote en el Santuario celestial. Existen muchas menciones directas e indirectas sobre el Santuario. 

Así como las fiestas de primavera eran tipologías proféticas de la primera venida de Cristo, las fiestas de otoño son tipologías proféticas de la segunda venida de Cristo. 

Por estos motivos y muchos otros, coincidirás conmigo en que estamos limitados si intentamos develar los secretos del Apocalipsis y de todos los textos escatológicos (es decir, los que hablan del tiempo del fin) sin conocer la temática del Santuario.

La segunda llave

La segunda llave son las doctrinas. La correcta comprensión de ciertas doctrinas es fundamental para entender temas clave como el juicio, el infierno, los 144,000, el sello de Dios, la marca de la Bestia, entre otros. En particular, hay dos doctrinas que considero cruciales y que iremos desarrollando ampliamente en el futuro.

La tercera llave

La tercera llave es la astronomía. La Biblia está llena de alusiones a acontecimientos astronómicos extraordinarios. Si bien muchos de ellos son simbólicos y no necesariamente se refieren a eventos astronómicos literales, otros sí lo son. 

Encontramos en la Biblia referencias a obscurecimientos del sol, lunas de sangre, caídas de estrellas, etc. Además, muchas profecías hacen referencia a las fiestas judías, cuyas fechas están marcadas por el reloj astronómico. Cabe mencionar que el calendario judío es lunisolar, lo que significa que se basa tanto en los ciclos de la luna como en los del sol.

También, quiero aclarar que no necesitas obtener un título en astronomía para utilizar esta llave. Es simplemente información disponible hoy en día para todos y que puede ser entendida incluso por un niño de 12 años. 

Esta llave nos indica que la astronomía es un reloj profético creado por Dios que debe ser tomado en cuenta. Aprovecho esta oportunidad para mencionar que todas las llaves son fácilmente accesibles y comprensibles, y no están reservadas para eruditos, sino para aquellos que confían en la palabra de Dios.

La tipología profética

Las siguientes tres llaves (la cuarta, quinta y sexta) están relacionadas con la tipología profética. La tipología profética, en la teología cristiana, se refiere a la interpretación de ciertos símbolos, personajes o eventos que actúan como prefiguraciones de verdades o enseñanzas espirituales más profundas, o de acontecimientos futuros más trascendentes. 

Estas prefiguraciones son predominantemente del Antiguo Testamento y encuentran su mayor expresión y consumación en el Nuevo Testamento, principalmente en la vida y obra de Jesucristo, abarcando su primera venida, su ministerio sacerdotal y su segunda venida.

En teología, estos elementos prefigurativos se denominan «tipos», un término griego que significa «ejemplo», «modelo», «sombra» o «maqueta», y su realización o cumplimiento se conoce como «antitipo». 

Un dato importante es que los tipos suelen ser literales y los antitipos simbólicos, especialmente en la narrativa profética-apocalíptica, donde Dios utiliza ampliamente el lenguaje de la tipología profética para advertir a su pueblo sobre lo que acontecerá en el futuro.

Por lo tanto, se hace muy difícil —imposible, diría yo— interpretar la simbología del Apocalipsis sin conocer la tipología profética, que se divide en tres grandes áreas. Cada una de ellas es tan importante que la consideraremos en este canal como una de las claves para interpretar el Apocalipsis.

La cuarta llave

La primera área de la tipología profética, que también constituye la cuarta llave, son los “símbolos”. Si has visto mis publicaciones, habrás notado que siempre hago un énfasis importante en los símbolos. 

Esto es porque el lenguaje profético-apocalíptico es, en gran medida, un lenguaje de símbolos. No es necesario ser un erudito para darnos cuenta de que cuando se habla de un dragón que persigue a una mujer, una bestia con siete cabezas o una estrella que cae a la tierra y se le da la llave del abismo, se está utilizando un sentido figurado. 

Por ello, se vuelve imprescindible entender de manera precisa e inequívoca el significado de estos símbolos para interpretar correctamente el mensaje apocalíptico.

La quinta llave

La quinta llave para descifrar el Apocalipsis son las historias paralelas. En este contexto, encontramos dos relatos análogos que comparten suficientes elementos en común, lo que hace imposible no reconocer la relación entre ellos, dada la evidente similitud en su paralelismo.

En las historias paralelas, como vimos en el gráfico anterior, ya no estamos hablando solo de símbolos, sino también de un fuerte paralelismo entre personajes y acciones. Al estudiar la historia narrada en la profecía o en el texto apocalíptico a la luz de su tipología, el significado de lo que estamos leyendo se vuelve mucho más evidente.

En un post anterior hablé sobre cómo descubrir los siete niveles de interpretación bíblica. En ese post, explico cómo llegar al séptimo nivel de interpretación utilizando esta llave, tomando como ejemplo “las historias del libro de Daniel.” 

Al contrastarlas paralelamente con Apocalipsis, encontramos varios elementos comunes que hacen evidente el paralelismo entre ambas y su relación tipológica.

Ambas historias abordan temas como:

  • Babilonia
  • El rey de Babilonia, que se transforma en una bestia
  • La creación de una imagen de la bestia
  • La caída del imperio debido al secado del río Eufrates
  • La entrega de vino de fornicación a todos los reyes del reino

Estos son solo algunos elementos que aparecen de forma literal en el libro de Daniel, pero también los encontramos en Apocalipsis de manera simbólica. Hay mucho que discutir sobre este tema, pero en este momento solo quiero hacer una breve mención de las siete llaves.

La sexta llave

La sexta llave para entender el Apocalipsis son los patrones proféticos. Los patrones proféticos se encuentran en varias historias de la Biblia, donde la evidente relación simbólica y el paralelismo entre ellas revelan un patrón. 

Así como dos historias paralelas contienen muchos símbolos en común, los patrones proféticos abarcan varias historias paralelas que forman un patrón, dado que comparten tantos elementos que su paralelismo se percibe claramente como intencional.

En el próximo post, si Dios lo permite, dedicaré tiempo íntegramente a esta sexta llave de patrones proféticos, donde veremos un claro ejemplo.

No quiero pasar a la última llave sin antes hacer la siguiente aclaración: a lo largo de la historia, ha habido teólogos que han realizado afirmaciones audaces y a menudo poco fundamentadas sobre la interpretación de ciertas tipologías proféticas. 

Algunos han buscado encontrar tipologías en casi cada detalle del Antiguo Testamento, sin suficiente justificación contextual, socavando así la credibilidad del método tipológico.

Por lo tanto, es importante evitar ambos extremos: por un lado, las interpretaciones forzadas o imaginativas, y por otro, el extremo de ignorar el lenguaje tipológico por considerarlo poco confiable. 

El equilibrio radica en considerar como tipologías aquellas que son extremadamente evidentes, apoyadas por la cantidad de elementos que las confirman o que son autorizadas directamente por el texto bíblico.

Esto es lo que intentamos hacer en este canal, y serás tú, en tu análisis, quien decidirá si la revelación que nos ofrece la tipología presentada es forzada o no. En esta búsqueda sincera por la verdad revelada por Dios, se hace imprescindible la última llave.

La séptima llave

La séptima llave para descifrar el Apocalipsis consiste en la dirección del Espíritu Santo. Recuerda que siempre el séptimo es el que perfecciona la serie. Sin esta llave, las otras seis carecen de valor. 

Es imposible profundizar en temas espirituales sin la ayuda del Espíritu Santo. En Juan 14:26 se dice:

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, él os enseñará todas las cosas. Juan 14:26

Hay muchos textos en la Biblia que afirman que el conocimiento viene a través de Él. Aquí abajo te dejo una imagen con algunos de ellos.

Por supuesto, más adelante dedicaré un post completo a esta séptima llave, que en mi opinión es la más importante.

Sin embargo, no me gustaría terminar este post sin aclarar lo siguiente: he escuchado con demasiada frecuencia a predicadores afirmar que si no aceptas o crees lo que ellos dicen, es porque te falta el Espíritu Santo. 

Personalmente, creo que la presencia del Espíritu Santo no depende únicamente del conocimiento teológico o doctrinal que una persona tenga. Alguien puede tener un entendimiento limitado de ciertas doctrinas y, sin embargo, vivir una vida profundamente guiada por el Espíritu, evidenciada por los frutos espirituales que produce.

No debemos olvidar que la fe se fortalece al escuchar y recibir la Palabra de Dios. Gálatas 5 nos recuerda que el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, etc. 

22 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23

La medida de nuestra espiritualidad va más allá de lo que sabemos y se refleja en cómo amamos y vivimos.

Con esto concluyo este breve resumen general sobre las siete llaves imprescindibles para interpretar el Apocalipsis. Si alguien que te está explicando las profecías demuestra evidencia de conocerlas, préstale atención, porque seguramente te dirá cosas interesantes sobre las interpretaciones proféticas del tiempo del fin que tanto necesitamos conocer.

Nos vemos en el próximo post.

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13 Argumentos sobre la Santísima Trinidad, y la Divinidad de Cristo

Embárcate en un fascinante viaje hacia los fundamentos del Cristianismo. Exploraremos juntos la misteriosa conexión entre Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo, abordando 13 argumentos teológicos que podrían desafiar tus perspectivas y profundizar tu comprensión espiritual.

Comenzamos este recorrido con una sólida introducción a la doctrina de la Trinidad, un concepto esencial en la teología cristiana. La Trinidad busca explicar la naturaleza de Dios como un solo ser divino revelado en tres personas: el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo. 

Este enfoque central de la fe cristiana es un misterio que ha cautivado a creyentes a lo largo de la historia y continúa siendo objeto de profunda reflexión y estudio.

Acompáñanos en nuestro más reciente post, donde te sumergirás en una exploración que va más allá de lo ordinario. En esta inmersión profunda, desvelaremos las evidencias sobre la Trinidad y la divinidad de Cristo, un tema que ha intrigado a generaciones enteras.

Este post no es solo una explicación teológica, es una invitación a adentrarte en las profundidades del misterio divino, para comprender de nuevas maneras la relación entre Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. ¿Estás listo para descubrir lo que quizá nunca antes habías considerado?

No te pierdas esta reveladora experiencia, donde 13 evidencias teológicas nos guiarán en la comprensión del misterio de la Trinidad y de la divinidad de Cristo. ¡Acompáñanos y sumérgete en esta apasionante reflexión!

La doctrina de la Trinidad es un pilar central en la teología cristiana, el cual busca explicar la naturaleza de Dios como un ser único en tres personas distintas: el Padre, el Hijo (Jesucristo) y el Espíritu Santo. 

Este concepto presenta a un Dios que es, en un sentido, uno; y, en otro sentido, tres. Cada una de estas tres personas es completamente Dios: el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. 

Sin embargo, el Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo; el Hijo no es ni el Padre ni el Espíritu Santo; y el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo. Es decir, son uno en esencia, sustancia, carácter, voluntad y propósito, pero tres en personas y funciones.

A lo largo de la historia, han surgido diversas interpretaciones que niegan o cuestionan la doctrina de la Trinidad. La más difundida es la que afirma que solo el Padre es Dios, lo que implica que el Hijo, aunque es reconocido como el redentor del mundo, no es igual en divinidad con el Padre. 

Según esta postura, Jesucristo es la primera y más importante creación de Dios, pero no es coeterno ni consustancial con Él. En esta misma línea, el Espíritu Santo es visto no como una persona, sino como una fuerza o poder emanado de Dios.

Otra interpretación significativa, dentro de aquellos que niegan la Trinidad, es el «modalismo». En este enfoque, se afirma que Dios, en lugar de ser tres personas distintas, es una única entidad que se manifiesta en tres formas diferentes. 

Según esta perspectiva, Dios se revela como Padre en el Antiguo Testamento, como Hijo durante la encarnación, y como Espíritu Santo desde Pentecostés. Este enfoque rechaza la idea de tres personas y, en su lugar, sostiene que Dios se presenta de maneras diferentes en momentos distintos de la historia.

Algunos consideran la Trinidad como un misterio incomprensible y una paradoja divina. Es cierto que muchos aspectos de la Deidad son profundos y difíciles de entender plenamente, y que solo en el cielo llegaremos a comprenderlos en su totalidad. Sin embargo, en este post exploraremos los sorprendentes detalles que Dios ha revelado en Su Palabra sobre este tema.

Dijimos que íbamos a presentar 13 argumentos claros y contundentes a favor de la Trinidad y la divinidad de Cristo, así que comencemos por los más evidentes y claros.

Textos bíblicos que afirman que Jesús es Dios

Juan 1:1 dice: «En el principio era el Verbo», refiriéndose, por supuesto, a Jesús. Luego dice: «y el Verbo era Dios».

En Juan 20:28, Tomás le dice a Jesús: «¡Señor mío, y Dios mío!», y Jesús no desaprueba el comentario.

Tito 2:13 dice: «aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo».

Romanos 9:5 dice que según la carne, vino Cristo, «el cual es Dios sobre todas las cosas».

Colosenses 2:9 nos explica que «en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad».

En 1 Timoteo 3:16 nos dice que «indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad». ¿Por qué es grande el misterio? Bueno, precisamente por lo que explica después: «Porque fue Dios mismo el que se manifestó en carne».

En Romanos 8:9 habla del Espíritu de Dios y del Espíritu de Cristo indistintamente, como siendo lo mismo.

Y en Filipenses 2:6 dice que Jesús, «siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse».

Tanta evidencia bíblica suele ser más que suficiente para la mayoría de los cristianos que deciden abrazar la doctrina de la Trinidad.

Jehová es «Uno» y «Tres» a la vez

Existen personas que encuentran imposible creer en un Dios trino o en la divinidad de Cristo debido a que hay no pocos versículos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento que enfatizan que Dios es uno. Por ejemplo, Deuteronomio 6:4 dice:

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Deuteronomio 6:4

O Santiago 2:19, que afirma:

Tú crees que Dios es uno; bien haces. Santiago 2:19

La pregunta entonces es: ¿Cómo es posible creer en la divinidad de Jesús, o en la Trinidad, y aun así seguir afirmando que Jehová es uno? ¿Cómo es posible que Jehová sea uno y tres a la vez?

El principio de contradicción nos permite juzgar como falso todo aquello que implique una contradicción, siendo un principio básico de la lógica y la filosofía. 

Este principio dice que algo no puede ser verdadero y falso a la vez y en el mismo sentido. Dicho de otra manera: Dios no puede ser uno y tres a la vez y en el mismo sentido.

La clave aquí radica en la última frase: «a la vez y en el mismo sentido». Si algo es verdadero o falso, pero no a la vez o no en el mismo sentido, entonces no se trata de una contradicción, sino de una paradoja. Y la Biblia está llena de paradojas.

Por ejemplo, Mateo 16:25 dice:

Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Mateo 16:25

No se puede perder la vida y hallarla al mismo tiempo, a menos que se esté hablando en diferentes sentidos. Pierdo mi vida física y terrenal, pero hallo la vida espiritual y eterna.

Otro ejemplo está en Mateo 19:30:

Muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros. Mateo 19:30

No se puede ser primero y último en el mismo sentido, a menos que no sea a la vez, sino en momentos diferentes. En esta vida puedo ser el último, pero en la resurrección seré el primero.

Muchos han negado el concepto de la Trinidad debido a los textos bíblicos que afirman que Jehová es uno. Sin embargo, este es un tema fácil de explicar. 

Parece una contradicción, pero en realidad no lo es. Aquí viene el segundo argumento a favor de la Trinidad: Jehová es uno y tres a la vez, pero en diferentes sentidos. Dios es uno en voluntad, propósito, carácter, esencia y sustancia; y es tres en personas y funciones.

Para que esta afirmación no sea solo filosófica, sino también teológica, debemos explicarla con la Biblia. Tomemos el versículo de Deuteronomio 6:4, conocido como el Shemá:

Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es. Deuteronomio 6:4

Este versículo es central en el judaísmo y se recita como una declaración fundamental de la fe monoteísta en el único Dios.

Hagamos un ejercicio básico de exégesis y verás lo fácil que es entender esto. En hebreo, hay dos palabras que se traducen como «uno» en español, y cada una tiene matices diferentes. 

En Deuteronomio 6:4, la palabra hebrea que se traduce como «uno» es ejjad (אֶחָד). Esta palabra generalmente se usa para describir una unidad compuesta.

Veamos algunos ejemplos de versículos donde aparece esta palabra. En Génesis 2:24 leemos:

Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una [ejjad] sola carne. Génesis 2:24

Es obvio que al unirse en matrimonio no se convierten en una sola persona físicamente, sino que siguen siendo dos, pero en un sentido (conyugal) son una sola carne.

Otro ejemplo está en Génesis 3:22:

Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno [ejjad] de nosotros, sabiendo el bien y el mal. Génesis 3:22

No significa que el hombre se haya convertido en Dios, sino que en cierto sentido, el hombre ahora comparte el conocimiento del bien y del mal.

Un tercer ejemplo lo encontramos en Génesis 11:6:

He aquí el pueblo es uno [ejjad], y todos tienen una misma lengua. Génesis 11:6

Sabemos que eran muchas personas, pero en cierto sentido, eran uno, ya que todos hablaban la misma lengua.

En todos estos casos, la palabra hebrea ejjad se refiere a una unidad compuesta, lo que nos lleva a entender que cuando la Biblia dice que Dios es uno, se refiere a una unidad compuesta de partes.  Por eso Jesús pudo decir en Juan 10:30:

Yo y el Padre uno somos. Juan 10:30

Aunque Jesús y Dios el Padre son personas distintas, en cierto sentido son uno, por ejemplo, en voluntad y propósito.

Un ejemplo aún más claro lo encontramos en Efesios 4:5:

Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Efesios 4:5

Aunque aquí se habla de un solo bautismo, en otros pasajes de la Biblia se mencionan varios tipos de bautismo, como el bautismo en agua, el bautismo en el Espíritu Santo, y el bautismo de fuego (Mateo 3:11). Esto no es una contradicción, ya que en cierto sentido son varios, y en otro sentido es uno solo.

Ahora bien, hay otra palabra hebrea que significa «uno»: iajjid (יַחִיד). Esta palabra, que aparece solo 12 veces en el Antiguo Testamento, se usa para enfatizar una unidad singular, es decir, única. Y aquí está la clave: iajjid nunca fue utilizada como adjetivo para referirse a la Deidad.

Entonces, pregunto: ¿Si Dios hubiese querido aclarar que no es una Trinidad, no habría sido más lógico usar la palabra iajjid en los textos que hablan de su unicidad, en lugar de ejjad, que implica una unidad compuesta?

En este ejercicio de exégesis, hemos visto que en cierto sentido Dios es uno y en cierto sentido son tres, lo que no contradice los textos bíblicos que afirman que Dios es uno. La palabra hebrea ejjad lo autoriza perfectamente.

Sin embargo, dado que este es un tema tan importante, es prudente avanzar y ver si la Biblia nos autoriza a interpretar el concepto de un Dios trino. Con esto, pasamos al tercer argumento sobre la Trinidad y la divinidad de Cristo.

El Ángel de Jehová del A.T. también es Jehová

En varios textos del Antiguo Testamento se habla de Dios en forma plural y de la divinidad de Cristo, tanto de manera directa como indirecta.

En Génesis 1:26 se dice:

Entonces dijo Dios (Elohim): «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…» Genesis 1:26

Elohim es gramaticalmente plural en hebreo, al igual que el verbo «hagamos».

¿Por qué es plural? El profeta Isaías nos ayuda a entenderlo. En el capítulo 44, versículo 6, dice:

»Así dice Jehová, Rey de Israel y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios. Isaías 44:6

Aquí empezamos a ver claramente por qué es plural: porque no solo el Rey de Israel es Jehová, sino también el Redentor. Es decir, por un lado, Jehová es el Rey de Israel, y por el otro, Jehová es su Redentor, representado por el Ángel de Jehová, tal como lo presenta el profeta Isaías.

Desde el Génesis en adelante, a lo largo de todo el Pentateuco, se presenta la idea de dos Jehová. En Éxodo 3 se relata la experiencia de Moisés con la zarza ardiente. En el versículo 2 se menciona que fue el «Ángel de Jehová» quien se le apareció en una llama de fuego en medio de la zarza.

Allí se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego, en medio de una zarza. Al fijarse, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía. Éxodo 3:2

Sin embargo, a medida que avanza el relato y la conversación, el que está en la zarza y habla con Moisés es llamado Jehová y Dios. El versículo 4 dice:

Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés!». Éxodo 3:2

Aquí se usan indistintamente los nombres «Ángel de Jehová» y «Jehová».

Lo mismo ocurre en el relato de la columna de nube que guiaba a los israelitas en el desierto, cuya historia se encuentra en Éxodo 13 y 14. 

En Éxodo 13:21 se dice que era «Jehová» quien iba delante de ellos en una columna de nube durante el día y en una columna de fuego durante la noche. El versículo siguiente aclara que nunca se apartó de delante del pueblo.

21 Jehová iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. 22 Nunca se apartó del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche. Éxodo 13:21-22

Sin embargo, en Éxodo 14:19, se precisa que era el ángel de Dios quien iba delante del campamento de Israel. Nuevamente, se utilizan «Ángel de Jehová» y «Jehová» de manera indistinta.

El ángel de Dios, que iba delante del campamento de Israel, se apartó y se puso detrás de ellos… Éxodo 14:19

Algunos argumentan que el Ángel de Jehová es el único Jehová que existe. Sin embargo, algunos textos dejan claro que el Ángel de Jehová no es el único Jehová, ya que se habla de Jehová como dos personas diferentes. 

Un ejemplo es Isaías 44:6, donde se menciona al «Jehová, Rey de Israel» y «su Redentor, Jehová de los ejércitos».

»Así dice Jehová, Rey de Israel y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios. Isaías 44:6

Otro ejemplo es Éxodo 23:20, donde se dice:

Yo envío mi ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Éxodo 23:20

En el versículo 21 se añade:

Compórtate delante de él y oye su voz; no le seas rebelde… pues mi nombre está en él. Éxodo 23:21

Vamos a analizar otro caso muy interesante que ayudará a despejar toda duda.

En el Pentateuco hay al menos tres versículos que mencionan que Moisés hablaba con Jehová cara a cara.

En Éxodo 33:11 dice que Jehová hablaba a Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero.

Jehová hablaba con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero… Éxodo 33:11

En Deuteronomio 34:10 se menciona que Jehová lo había conocido cara a cara.

Nunca más se levantó un profeta en Israel como Moisés, a quien Jehová conoció cara a cara. Deuteronomio 34:10

Y en Números 12:8, refiriéndose a Moisés, dice:

Cara a cara hablaré con él, claramente y no con enigmas, y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?» Números 12:8

Sin embargo, más adelante en Éxodo 33, cuando Moisés le pide ver el rostro a Jehová, Él responde en el versículo 20:

No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Éxodo 33:20

Continúa diciendo en los versículos 21-23:

21 Luego dijo Jehová:
—Aquí hay un lugar junto a mí. Tú estarás sobre la peña, 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. 23 Después apartaré mi mano y verás mis espaldas, pero no se verá mi rostro. Éxodo 33:21-23

La pregunta obvia es: ¿Cómo es posible que tres versículos mencionen que Moisés hablaba con Jehová cara a cara y viendo su apariencia, y luego en Éxodo 33, cuando Moisés pide ver su rostro, Jehová le dice que ningún hombre puede verlo y seguir viviendo?

¿Te has hecho alguna vez esta pregunta?

Y también surge la pregunta de por qué el Ángel de Jehová es llamado indistintamente Jehová, y por qué el texto bíblico habla de dos Jehová, ya que uno envía al otro.

Pero no te preocupes, la respuesta a todas estas preguntas es la misma y es fácil de entender.

Durante el tiempo que Jesús estuvo con nosotros, se llamó a sí mismo «Hijo de Hombre», un título que podría traducirse como «el Humano», de la misma manera que «Hijo de Dios» equivalía a decirse «divino». 

Por eso, en Juan 5:18, se menciona que los judíos querían matarlo porque «llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios».

Por esto los judíos aun más intentaban matarlo, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.        Juan 5:18

En Juan 19:7 se menciona que los judíos decían:

Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. Juan 19:7

Esto sucedía porque llamarse Hijo de Dios era sinónimo de llamarse «divino». En Colosenses 2:9 se afirma:

En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Colosenses 2:9

A la vez, era 100% humano. Por eso, en 1 Timoteo 3:16 se menciona que «grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne».

Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne… 1 Timoteo 3:16

A partir de la muerte y ascensión de Jesús, cuando se habla de él, ya no se lo describe como «Hijo de Hombre», sino como «semejante al Hijo de Hombre». En Apocalipsis 1 y 14, se lo describe de esta forma, lo que sugiere que Cristo, aun en el cielo, mantiene algunas características humanas y otras no.

Esto evidencia que, a lo largo del plan de redención, cada miembro de la Deidad adapta su estado a su función, sin perder su divinidad. Son uno en muchos aspectos, pero tres en persona y funciones.

Esto se aprecia claramente en Juan 16:7, cuando Jesús dice a sus discípulos:

Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros. Juan 16:7

Luego añade:

Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad. Juan 16:8

Mostrando que cada uno tiene su función.

Antes de encarnarse, Cristo interactuaba con el ser humano. Su presencia en el Antiguo Testamento muchas veces era conocida como el «Ángel de Jehová».

Ahora podemos resolver el enigma de Moisés. Cristo era el Jehová que Moisés vio cara a cara y, en el Antiguo Testamento, era conocido como el Ángel de Jehová. Dios Padre es el Jehová que ningún hombre puede ver y seguir viviendo, ni siquiera Moisés.

¿Te está resultando útil este análisis?

Vamos a ver otro ejemplo para aclarar aún más lo que venimos explicando. En la historia de los tres varones o ángeles que visitan a Abraham en Génesis 18, se menciona que dos de ellos van a Sodoma, y cuando llegan, se dice: «Dos ángeles llegaron». Es común que la Biblia llame «varones» a los ángeles, como ocurre con el ángel Gabriel en Daniel 9:21.

aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión… Daniel 9:21

En Génesis 18:1 se dice que «Jehová se apareció a Abraham», y en el versículo 2 menciona que Abraham vio a tres varones.

1 Jehová se le apareció a Abraham en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda, a la hora de más calor. 2 Alzó los ojos y vio a tres varones que estaban junto a él… Génesis 18:1-2

Durante el diálogo, en el versículo 13, uno de los varones es identificado como Jehová.

Entonces Jehová dijo a Abraham… Génesis 18:13

En Génesis 18:22 se menciona que dos de los varones se marcharon a Sodoma, mientras que Abraham quedó hablando con Jehová.

Se apartaron de allí los varones y fueron hacia Sodoma; pero Abraham permaneció delante de Jehová. Génesis 18:22

El relato muestra que uno de esos tres varones era el Ángel de Jehová, que también es Jehová, y a la vez, es Cristo. Por eso, en Juan 8:56, Jesús dice:

Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día, y lo vio. Juan 8:56

A lo largo de la Biblia hay muchos más ejemplos de la aparición de Cristo en el Antiguo Testamento. Algunos ejemplos incluyen la aparición del «Príncipe del ejército de Jehová» a Josué en Josué 5:13-15, la lucha de Jacob con el Ángel en Génesis 32:24-30, y la visita del Ángel de Jehová a Gedeón en Jueces 6:12-14.

Esto nos lleva a la inevitable pregunta: ¿Qué pasa con el Espíritu Santo? Aunque te parezca increíble, la Biblia también nos explica que el Espíritu Santo es Jehová.

Con esto se introduce el cuarto argumento sobre la Trinidad, que confirma el tercero.

El Espíritu Santo también es Jehová

En Jeremías 31:33, leemos:

Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Jeremías 31:33

Este versículo habla del nuevo pacto de Dios con su pueblo, donde su ley sería grabada en el corazón y la mente de los creyentes.

Cuando llegamos a Hebreos 10:15, vemos una referencia a este mismo texto, pero aquí se le atribuye al Espíritu Santo lo que en Jeremías se acreditaba a Jehová. 

El Espíritu Santo nos atestigua lo mismo, porque… Hebreos 10:15

Así, se evidencia que el Espíritu Santo es llamado Jehová en el texto de Jeremías, mostrando una equivalencia entre ambos.

Este patrón se repite en el Salmo 95. En los versículos 7 y siguientes, se nos invita a escuchar la voz de Jehová, nuestro Hacedor, y a no endurecer el corazón. Este llamado se repite en Hebreos 3:7-11, donde se cita el mismo pasaje, pero nuevamente se atribuye al Espíritu Santo. De esta manera, tanto Jehová como el Espíritu Santo se mencionan de forma indistinta, mostrando una unidad en su esencia y naturaleza.

Como mencionamos al principio, en cierto sentido, Jehová es uno, pero también son tres personas distintas.

Es importante prestar atención a un detalle crucial. En un mundo antiguo donde la idolatría predominaba en casi todas las culturas, y donde los pueblos tenían la tendencia de crear y adorar nuevos dioses, resultaba lógico que Dios optara por enfatizar su unidad en lugar de su naturaleza trinitaria, a fin de proteger a su pueblo de caer en el politeísmo.

 Este énfasis en la unidad divina era una salvaguarda contra la creación de falsos dioses.

Ahora, vamos a sumergirnos en el siguiente argumento que presenta evidencia bíblica de que Jesús es Dios, subrayando sus características y atributos divinos. Acompáñame al quinto argumento, donde veremos cómo la Biblia enseña la preexistencia de Cristo.

Cristo es Pre-existente

Un atributo de Jesús que constituye una prueba irrefutable de su naturaleza divina es su eternidad. A través de varios pasajes bíblicos, podemos argumentar de manera coherente que Jesucristo es eterno, igual que Dios Padre, sin principio ni fin.

En Colosenses 1:17 se establece:

Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten. Colosenses 1:17

Este versículo indica que no solo existe antes de toda creación, sino que también es el fundamento de la existencia de todo lo creado.

Algunos sostienen que, aunque Jesús fue antes de todas las cosas, todavía fue la primera creación de Dios. Sin embargo, otros versículos eliminan cualquier duda al respecto. El inicio del Evangelio de Juan es categórico en este sentido, afirmando en Juan 1:1:

En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Juan 1:1

Este versículo enfatiza la divinidad de Cristo al establecer que el Verbo, que se refiere a Jesús, es Dios mismo.

Los que no reconocen a Jesús como Dios suelen modificar la traducción de este pasaje, cambiando «y el Verbo era Dios» por «y el Verbo era un dios», sugiriendo que Dios creó a Jesús como un dios menor. No obstante, en Isaías 43:10, Jehová dice:

…Yo mismo soy. Antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. Isaías 43:10

Este versículo refuerza la idea de que no puede haber otros dioses antes o después de Jehová.

Además, en Miqueas 5:2 se profetiza que el Mesías saldrá de Belén, revelando que sus «salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad».

…de ti ha de salir el que será Señor en Israel; sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad. Miqueas 5:2

Esta descripción otorga al Mesías la eternidad que solo pertenece a la deidad, ya que ser eterno implica no tener ni principio ni fin.

Isaías 44:6 dice:

Así dice Jehová, Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios. Isaías 44:6

Aquí se pueden interpretar dos Jehovás: uno como Rey de Israel y otro como su Redentor. Sin embargo, en otro sentido, son uno solo, un único Dios, el primero y el último.

Para consolidar esta idea, Apocalipsis 22:13 reafirma:

Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Apocalipsis 22:13

Este versículo, pronunciado por Jesús, subraya su naturaleza eterna y su igualdad con Dios Padre. Hay demasiados versículos que indican que Jesucristo es coeterno con el Dios Padre, ya que no pueden existir dos primeros ni dos principios.

Ahora, avancemos al sexto argumento en favor de la divinidad de Cristo y, por ende, de la Trinidad, que está estrechamente relacionado con el anterior.

Cristo es Inmutable

Otro atributo fundamental de la deidad es su inmutabilidad, es decir, la incapacidad de cambiar. En Malaquías 3:6 se establece:

Porque yo Jehová no cambio… Malaquías 3:6

Este versículo resalta la constancia de Dios a lo largo del tiempo. De manera similar, en Santiago 1:17 se dice:

Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Santiago 1:17

En el ámbito de la teología, el concepto de la inmutabilidad de Dios está intrínsecamente relacionado con el atributo de eternidad. Este principio es esencial para entender la naturaleza divina.

Curiosamente, se dice lo mismo acerca de Jesucristo. En Hebreos 13:8 se afirma:

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Hebreos 13:8

Este versículo indica que Jesús, al igual que Dios, permanece constante a lo largo del tiempo, lo que refuerza su divinidad.

¿Por qué la deidad no puede cambiar? La razón radica en que la santidad de todos los seres creados depende de su comunión con Dios. En contraste, la naturaleza de Dios es inherentemente santa. 

En Apocalipsis 15:4 se declara: «Solo tú eres santo.»

¿Quién no te temerá, Señor, y glorificará tu nombre?, pues solo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado.» Apocalipsis 15:4

A diferencia de las criaturas del universo, Dios es Santo por naturaleza, lo que significa que en Él no hay mudanza ni sombra de variación.

Si un ser creado no pudiera cambiar, su libre albedrío quedaría anulado. Sin embargo, Dios siempre fue, es y será santo. Esta característica divina es lo que permite afirmar que Jesucristo será el mismo ayer, hoy y por los siglos, lo que implica su divinidad y su posición como miembro de la Trinidad.

A continuación, pasemos al séptimo punto en este estudio sobre la divinidad de Cristo.

Cristo es Auto-existente

Si bien este atributo está intrínsecamente relacionado con los dos anteriores, el concepto de la autoexistencia de Cristo es distinto y lo refuerza, ya que todos estos atributos se conectan con el principio de eternidad.

La afirmación de la autoexistencia de Cristo no es meramente una especulación filosófica; es una declaración que proviene directamente de sus propias palabras, tal como se registra en Juan 10:17-18. En este pasaje, Jesús proclama con autoridad:

17 …Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Juan 10:17-18

Este poder de morir y resucitar por sí mismo es una capacidad que ninguna criatura posee; solo un ser que posee el atributo divino de la autoexistencia puede llevar a cabo tal acción.

Por consiguiente, en Juan 1:4 se dice:

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Juan 1:4

Esto indica que la vida de Cristo no procede de ninguna fuente externa, ya que Él mismo es la fuente de la vida.

Además, en Juan 2:19, Jesús desafía a sus oyentes al declarar:

Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Juan 2:19

En esta afirmación enigmática, se refiere al templo como símbolo de su propio cuerpo, anticipando su futura muerte y resurrección al tercer día. Este pronunciamiento una vez más demuestra su dominio sobre la vida y su capacidad única para restaurar su propio ser, revelando así su naturaleza divina.

A continuación, pasemos al octavo argumento sobre la divinidad de Cristo, que constituye el cuarto y último de este grupo.

Cristo es el «Yo Soy»

Cuando Moisés se encuentra con Jehová en la zarza ardiente, le pregunta cuál es su nombre. Esta interrogante plantea un reto al considerar que algo que es preexistente, eterno, inmutable y autoexistente debe tener un nombre que refleje su naturaleza.

Personalmente, considero que no hay mejor forma de describirlo que la respuesta que Dios le dio a Moisés. En Éxodo 3:14, Jehová responde:

Respondió Dios a Moisés: —“Yo soy el que soy.” Y añadió:
—Así dirás a los hijos de Israel: “‘Yo soy’ me envió a vosotros.”

Esta declaración deja en claro que la frase “Yo soy” actúa como un título que identifica a Jehová. Éxodo 3:14

Por lo tanto, Jesús hace una referencia inequívoca a su divinidad al apropiarse de este título, “Yo soy,” que es reservado exclusivamente para Dios. 

En el capítulo 8 de Juan, Jesús se dirige a un grupo de judíos. En el versículo 56, dice:

Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día… Juan 8:56

Ante esto, los judíos le replican, y Jesús responde:

57 Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
58 Jesús les dijo:
—De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, yo soy. Juan 8:57-58

Es lógico que hubiera dicho “Antes que Abraham fuese, yo fui,” pero utiliza intencionadamente la frase «Yo soy,» haciendo referencia al nombre de Jehová. 

Los judíos comprendieron perfectamente que, al usar este título, Jesús se estaba igualando a Dios, por lo que el versículo siguiente (el 59) menciona que tomaron piedras para arrojárselas.

Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo y, atravesando por en medio de ellos, se fue. Juan 8:59

Para recordar todos los argumentos que vimos hasta ahora, dejo una imagen abajo con los argumentos enumerados y agrupados.

Pasemos al noveno argumento

Cristo es Creador

En Génesis 1:26, leemos:

Entonces dijo Dios (Elohim): Hagamos al hombre a nuestra imagen… Génesis 1:26

Aquí observamos que Dios se presenta en plural, lo cual indica que hubo más de uno involucrado en la creación. La palabra hebrea «Elohim» está en plural, al igual que el verbo «hagamos.» Esta pluralidad se confirma en el Nuevo Testamento. 

Por ejemplo, en Juan 1:3, hablando de Jesucristo, el Verbo encarnado, dice:

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Juan 1:3

Además, en el versículo 10 se agrega:

…el mundo fue hecho por él… Juan 1:10

Este concepto también se refuerza en 1 Corintios 8:6, donde se dice:

un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. 1 Corintios 8:6

Y en Colosenses 1:16, se afirma:

porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Colosenses 1:16

Esto deja claro que Jesucristo no solo participó en la creación de nuestro mundo, sino de todas las cosas.

La Biblia enseña que Jehová creó mediante su palabra. En Salmos 33:6, se nos dice:

Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. Salmos 33:6

Esto lo vemos también en el relato de la creación en Génesis, donde en el primer día, Dios dijo:

…Sea la luz; y fue la luz. Génesis 1:3

Y el segundo día:

Haya expansión en medio de las aguas. Génesis 1:6

Hebreos 1:3, refiriéndose a Cristo, dice:

El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Hebreos 1:3

Una vez más, se destaca el poder creador de Cristo, confirmando su deidad. En Juan 1:1-3 se expresa claramente que «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y… todas las cosas por él fueron hechas.»

Jesús, el Verbo hecho carne, es el creador de todas las cosas, y esta capacidad de crear es un atributo divino, exclusivo de Dios. Por eso, el pasaje culmina diciendo: «Y el Verbo era Dios.»

Este décimo argumento nos lleva a otro punto crucial:

Cristo es adorado

La adoración, según la Biblia, es un privilegio exclusivo de Dios. El primer mandamiento establece:

No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éxodo 20:3

Y el segundo añade:

No te harás imagen… no te inclinarás a ellas, ni las honrarás. Éxodo 20:4-5

En Éxodo 34:14 se refuerza esta idea:

No te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. Éxodo 34:14

Los seguidores de Jesús nunca permitieron ser adorados. Por ejemplo, en Hechos 10:25-26, cuando Cornelio se postra ante Pedro, este le dice:

…Levántate, pues yo mismo también soy hombre. Hechos 10:26

De manera similar, en Hechos 14:13-15, Bernabé y Pablo rechazan sacrificios que intentaban ofrecerles, diciendo:

Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros… Hechos 14:15

Incluso los ángeles rechazan la adoración. En Apocalipsis 19:9-10, Juan se postra ante un ángel, pero este le responde:

Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo. Apocalipsis 19:10

Sin embargo, Jesús fue adorado en diversas ocasiones. Los reyes de oriente se postraron ante él. Sus discípulos lo adoraron en la barca tras calmar la tempestad. Las dos Marías lo adoraron tras la resurrección. Y los discípulos también lo adoraron mientras ascendía al cielo.

La Biblia no solo muestra que Jesús fue adorado, sino que también enseña explícitamente que debe ser adorado. En Filipenses 2:10 se nos dice:

En el nombre de Jesús se doble toda rodilla… en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra. Filipenses 2:10

empleando el mismo lenguaje que en Éxodo 20.

Este punto es una prueba sólida de la divinidad de Cristo, ya que si Jesús no fuera Dios, Dios se estaría contradiciendo a sí mismo.

Cristo es digno de gloria.

Isaías 42:8 dice:

Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria. Isaías 42:8

Sin embargo, en Apocalipsis 5:12 se nos dice que:

El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Apocalipsis 5:12

Este sería un conflicto, a menos que el Cordero inmolado sea también Jehová, lo cual reafirma su divinidad.

Así quedaría el grafico con el grupo de argumentos que acabamos de ver:

Ahora pasemos a los últimos dos y fundamentales argumentos a favor de la divinidad de Cristo.

Solo Dios puede Expiar el Pecado

Solo Dios puede redimirnos de la condena de la ley divina que Él mismo promulgó de manera justa y satisfactoria. Enviar a una criatura para redimir a la humanidad que violó la ley del Creador sería injusto, ya que solo Dios puede satisfacer plenamente la justicia divina que Él mismo estableció.

Si no fuera así, estaríamos frente a un escenario en el que Dios enviaría a un ser creado para pagar el castigo que correspondía a otra criatura, lo cual no sería coherente con su justicia perfecta.

Muchos textos afirman que Dios es quien promulga la ley y que Él mismo nos redime. Por ejemplo, en Isaías 33:22 se dice: 

Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará. Isaías 33:22

Este texto enfatiza que es Jehová mismo quien salva, una afirmación que se repite en varios pasajes de las Escrituras.

En Santiago 4:12 se reafirma esta idea:

Hay un solo Dador de la ley, quien puede salvar… Santiago 4:12

Y en Isaías 44:6 encontramos otra referencia clara:

Así dice Jehová, Rey de Israel y su Redentor, Jehová de los ejércitos… Isaías 44:6

Aquí, Jehová se presenta como el Redentor, confirmando que solo Él tiene la autoridad para salvar.

El profeta Zacarías también ofrece un testimonio relevante en el capítulo 12, donde Jehová dice:

…Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito. Zacarías 12:10

Este pasaje profético habla de Cristo, quien se identifica como «aquel a quien traspasaron» y al mismo tiempo como Jehová. 

Este es un testimonio claro de la divinidad de Jesús, ya que solo Jehová tiene la autoridad moral para dictar la ley y, en consecuencia, solo Él puede redimir su infracción. Por lo tanto, Jesús debe necesariamente ser parte de la Deidad.

El último argumento deriva de lo anterior:

Solo Cristo puede perdonar pecados.

Dado que solo Jehová tiene la autoridad moral para promulgar la ley, solo Él puede redimir la infracción de la misma, lo que implica que únicamente Dios puede perdonar pecados. Tal como se dice en 1 Juan 3:4:

…el pecado es infracción de la ley. 1 Juan 3:4

Los religiosos de la época de Jesús comprendían esto perfectamente.

Cuando Jesús le perdona los pecados al paralítico, ellos dicen en Marcos 2:7:

¿Por qué habla este así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? Marcos 2:7

Es claro que los escribas entendieron que Jesús se atribuía una prerrogativa exclusiva de Dios.

En el Antiguo Testamento, varios textos confirman que solo Jehová puede perdonar pecados. Isaías 43:25 dice:

Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo… Isaías 43:25

Sin embargo, en Marcos 2:5, Jesús le dice al paralítico:

Hijo, tus pecados te son perdonados. Marcos 2:5

Y en Lucas 7:48, Jesús le dice a una mujer pecadora:

Tus pecados te son perdonados. Lucas 7:48

Esto confirma que, como fue Dios quien promulgó la ley, solo Dios puede expiarla y, por consiguiente, como dijeron los escribas, solo Dios puede perdonar pecados. Este es un poderoso argumento más para afirmar que Jesús es Dios.

Así concluyen los 13 argumentos a favor de la Trinidad y la divinidad de Cristo. 

Espero humildemente que te ayuden a afianzar tu convicción sobre este tema, de crucial importancia para todo cristiano. Nos vemos en el próximo post.

 

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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70 semanas de Daniel Explicado fácil #2

En el primer post de esta serie, llegamos a completar las fechas de la profecía de las setenta semanas, y quedaron de esta forma.

Es muy importante que veas el primer post antes de leer esta segunda parte, para poder entender mejor las explicaciones.

Acompáñame a analizar otras interpretaciones y seguir avanzando con los detalles de esta profecía que te dejarán con la boca abierta.

Diferentes interpretaciones

Obviamente, no todos los cristianos interpretan esta profecía de la misma forma.

Aquí abajo te muestro algunos de los gráficos que encontrarás en internet o en libros de texto sobre diferentes interpretaciones, aunque hay muchas más.

Básicamente, las diferencias en la interpretación de la profecía de las setenta semanas se pueden dividir en dos grandes grupos:

Un grupo de diferencias está relacionado con las “FECHAS”:

a) Dependiendo de qué fecha se tome como inicio.

b) Cómo se calculan los 483 años correspondientes a las 69 semanas, lo cual dependerá de la fecha de inicio.

De esto hablaremos en el próximo post, y cuando toquemos este tema, explicaremos la paradoja de por qué Cristo se bautizó en el año 27 después de Cristo a los 30 años.

Un segundo grupo de diferencias, que es el que vamos a tratar en este post, consiste en determinar si las 70 semanas están todas juntas o separadas. Es decir:

a) ¿La última semana, la semana 70, es consecutiva a la semana 69?

b) O, por el contrario, ¿corresponde a una semana que aún está en el futuro, en el tiempo del fin, separada de la semana 69 por un “gran paréntesis o una pausa de más de dos mil años, para los gentiles,” como enseñan algunos?

No sé si lo sabías, pero existen varias escuelas de interpretación profética. Las más importantes son:

  • La preterista,
  • La historicista, y
  • La futurista.

Aquellos teólogos que adhieren a la escuela futurista, básicamente los diferentes tipos de milenialistas, incluyendo los dispensacionalistas, consideran que la última semana de la profecía de las 70 semanas de Daniel aún no se ha cumplido y se cumplirá en el futuro.

Aunque hay variaciones, una de las más difundidas es la que explica que la última semana, es decir, la semana número 70, comienza con el rapto de la iglesia y, después de siete años de tribulación, viene la segunda venida de Cristo. Y a partir de ahí empieza el milenio.

En este post, vamos a intentar demostrar que esta profecía no está relacionada en absoluto con los últimos siete años antes de que venga Cristo, sino que está relacionada con la destrucción de Jerusalén y el templo, tal como explica la profecía, ocurrido en el año 70. Pocos años después de la finalización de las setenta semanas, como consecuencia de que el tiempo de los judíos como pueblo protegido de Dios había finalizado.

Esquema del texto

Vamos a organizar el texto dentro del esquema que presenta la profecía, a fin de que lo podamos ver más claramente.

La profecía tiene una introducción que dice:

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía, ungir al Santo de los santos. Daniel 9:24

A partir de ahí, explica lo que ocurrirá antes de las 69 semanas y después de las 69 semanas:

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas. Daniel 9:25

Era necesario dividir las 69 semanas en dos períodos porque, en el primer período, es decir, las 7 semanas:
“Se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.”

Durante las 62 semanas siguientes, no ocurre nada. Es el período que los teólogos llaman “silencio intertestamentario,” ya que por más de cuatro siglos antes de Cristo no hubo ningún profeta y Dios guardó silencio.

A partir del versículo 26 dice: “Y después de las sesenta y dos semanas,”
que es lo mismo que decir después de las sesenta y nueve semanas porque las sesenta y dos semanas vienen después de las primeras siete.
Después ocurrirán dos acontecimientos muy importantes.

Vamos a colocar aquí el diagrama de la profecía que explicamos en el post anterior, y que se mostró al principio de este post.

Los dos acontecimientos que va a describir ahora son tan catastróficos que era indispensable que Dios los profetizara para demostrar a sus hijos que Él está al control.

El primer acontecimiento es: La muerte del Mesías.

El texto dice: “se quitará la vida al Mesías, mas no por sí.”

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí… Daniel 9:26

En el post anterior, la primera parte de esta serie, explicamos que cuando el texto dice “se quitará la vida al Mesías”, se refiere claramente a la crucifixión de Cristo, cumpliéndose así la profecía. 

La frase “mas no por sí” indica que no sería Él mismo quien se quitaría la vida, sino que sería asesinado. Esto resalta que su muerte fue en la cruz, ya que nadie puede crucificarse a sí mismo.

El segundo acontecimiento es: La destrucción de la ciudad y el templo.

El texto continúa:

…y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Daniel 9:26

¿Cómo y cuándo ocurrirá esto? En el versículo 27 se nos proporcionan más detalles:

Sobre el primer acontecimiento, la muerte del Mesías, dice:

Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda… Daniel 9:27

Sabemos con certeza que está hablando del primer acontecimiento, porque el sacrificio y la ofrenda de animales cesaron cuando fueron reemplazados por el sacrificio de Cristo, el verdadero Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Además, aclara que esto ocurriría a la mitad de la semana, ya que Cristo murió en la Pascua, que siempre cae en primavera, en el año 31. Esto representa exactamente la mitad de la semana profética, que abarca desde el otoño del año 27 hasta el otoño del año 34.

Y luego, sobre el segundo acontecimiento, la destrucción de la ciudad y el templo, sigue diciendo:

…Después, con la muchedumbre de las abominaciones, vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador. Daniel 9:27

 

Analicemos esta parte de la profecía, a menudo tan mal interpretada, a pesar de que contamos con información muy valiosa para entenderlo:

En primer lugar, nos dice claramente que está hablando de la destrucción de la ciudad y el santuario.

En segundo lugar, en el versículo 27, nos indica que la catástrofe en manos del desolador vendrá después de la última semana. Si todos los acontecimientos son sucesivos, lo lógico es que ocurra inmediatamente después, y no miles de años más tarde.

En tercer lugar, Jesús arrojó información muy valiosa para nosotros y los cristianos de la época sobre esta abominación desoladora. No te pierdas lo que sigue, verás que interesante.

Señales del fin y destrucción de Jerusalén

En Mateo 24, Jesús, hablando del templo, les dice a sus discípulos:

¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. Mateo 24:2

Luego, cuando estaban a solas, le preguntan:

¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Mateo 24:3

Los discípulos, sin saberlo, le hicieron dos preguntas en una, porque ellos daban por sentado que el templo se destruiría cuando llegara el fin del mundo.
Entonces, Jesús, de forma velada para ellos, pero no para nosotros, responde a ambas preguntas en Mateo capítulo 24. Habla bastante sobre el tiempo del fin, pero en un momento determinado, menciona la destrucción de Jerusalén.

La profecía de Jesús en Mateo 24, que tiene su paralelismo en Marcos 13 y Lucas 21, es una profecía de doble cumplimiento. Hay profecías que tienen doble cumplimiento, aunque no todas. Como siempre digo, es la Biblia la que nos debe autorizar a darle más de un cumplimiento, y no debe ser una especulación nuestra.

¿Por qué sabemos que esta profecía es de doble cumplimiento? Porque los discípulos le hicieron a Jesús una pregunta cuya respuesta abarcaba dos momentos de la historia completamente diferentes.

No pierdas la concentración en lo que te voy a explicar ahora, porque es clave. Volviendo a Mateo 24, en el versículo 15, Jesús dice:

Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda). Mateo 24:15

Esa frase, “el que lee, entienda”, ya nos está indicando que prestemos atención, porque hay un enigma escondido que debemos descifrar.

Antes de ese versículo, habla de que muchos tropezarán, se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
El capítulo 24 de Mateo tiene sus paralelos en los evangelios de Marcos 13 y Lucas 21.

En Marcos 13, a partir del versículo 12, dice lo mismo: que el hermano entregará al hermano y que serán aborrecidos por todos. En Lucas 21 también se menciona lo mismo a partir del versículo 16.

Volviendo a Mateo 24, después del versículo 15 que acabamos de leer, dice que los que estén en Judea huyan a los montes sin perder tiempo, y ¡ay de las que estén encinta!

En los capítulos paralelos, tanto en Marcos como en Lucas, se dice exactamente lo mismo.

Pero aquí viene lo interesante. El versículo 14 de Marcos dice exactamente lo mismo que el versículo 15 de Mateo, tal como era de esperar, advirtiendo sobre la abominación desoladora de la que habló el profeta Daniel.

Sin embargo, en Lucas, justo donde debería estar el mismo versículo que aparece en Mateo 24:15 y en Marcos 13:14, encontramos otro versículo equivalente, dándonos de esta forma la llave del enigma para que lo podamos interpretar.

En Lucas 21:20, dice:

Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Lucas 21:20

Dejando clarísimo que la abominación desoladora de la que hablaba el profeta Daniel eran los ejércitos que rodearían Jerusalén.

Entonces, ahí sí, los que estén en Judea, huyan a los montes.

Vamos a poner la profecía de las setenta semanas en una línea del tiempo a escala, donde podremos ver la gran coherencia y claridad de lo que estamos hablando.

A mediados del siglo VI a.C., un ángel le explicó a Daniel la profecía. Le dijo que a partir de un momento determinado, que ahora sabemos fue en el 457 a.C., se le daría al pueblo de Israel un plazo de 490 años. 

Al principio de ese plazo se construiría el templo, al final moriría el Mesías, y justo después, debido al rechazo del Mesías por parte de los judíos, el templo y Jerusalén serían destruidos.

Así de simple era la profecía, pero no por eso dejaba de ser profunda e importante.

Guerra Judeo-Romana

Ahora hagamos otra comprobación. Repasemos brevemente lo que ocurrió en la destrucción de Jerusalén y el templo para ver si encaja con lo que la profecía dice.

En el año 66 d.C., se desató una rebelión judía contra los romanos, lo que dio inicio a lo que la historia conoce como la guerra judeo-romana.

Un comandante militar llamado Vespasiano marchó hacia Jerusalén con un ejército formado por más de 40,000 efectivos romanos y 15,000 auxiliares de reyes vasallos, demostrando la determinación de Roma de actuar con una superioridad aplastante.

Mientras avanzaba hacia Jerusalén, las tropas conquistaron una ciudad tras otra. De 19 poblaciones, solo cinco opusieron resistencia, y estas fueron destruidas con brutalidad ejemplar. Solo la ciudad de Jerusalén permaneció en manos de los rebeldes.

Para el año 68 d.C., los habitantes de Jerusalén estaban sitiados dentro de la ciudad, atemorizados al ver cómo los romanos habían conquistado ciudades como Gadara, Judea y Jericó.

Sabían que era cuestión de tiempo antes de que Vespasiano conquistara la capital.

Sin embargo, todos los cristianos que se encontraban dentro de Jerusalén recordaban las palabras de advertencia de Jesús.

Las enseñanzas de Jesús eran la base del cristianismo y el tema central de sus reuniones. Ahora que estaban sitiados, se volvieron aún más prominentes entre los seguidores de Jesús las palabras que Él había dicho en Lucas 21:20-21:

20 Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. 21 Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Lucas 21:20-21

Pero no entendían del todo. Cuando vieron la ciudad rodeada de ejércitos, tal como Cristo lo había explicado, ya no podían seguir Su consejo, porque estaban sitiados. Y entonces ocurrió el milagro.

De repente, sin previo aviso, todo el ejército de Vespasiano levantó el campamento y emprendió la retirada.

¿Cuál fue el motivo histórico de esta retirada cuando Vespasiano tenía tantas posibilidades de conquistar la ciudad?

Poco después de que Vespasiano comenzara su campaña en Israel, el emperador Nerón se suicidó el 9 de junio del año 68 d.C., sumiendo al Imperio Romano en un año de guerras civiles conocido como «el año de los cuatro emperadores.»

Durante esos meses, Roma tuvo cuatro emperadores diferentes. Primero fue Galba, asesinado poco después. Luego le sucedió Otón, quien tras gobernar poco más de tres meses, se suicidó. Posteriormente, fue sucedido por Vitelio, quien comenzó a gobernar de forma cruel. Sin embargo, Alejandría no aceptó a Vitelio como emperador, y en su lugar proclamó a Vespasiano.

Ante la posibilidad de convertirse en emperador y con el apoyo de las legiones del este, Vespasiano volvió con todo su ejército, que estaba en Jerusalén, hacia Roma para tomar el poder. 

Tras librar las batallas necesarias, y después de la muerte de Vitelio, fue nombrado emperador por el senado en diciembre del año 69, convirtiéndose en el emperador que restauró la paz y la prosperidad en el imperio.

Este fue el motivo histórico por el cual los ejércitos romanos abandonaron el sitio de Jerusalén contra todo pronóstico. Pero había un motivo profético que demostraba que Dios estaba en control de la historia de este mundo. 

Los ejércitos se retiraron para que los cristianos pudieran cumplir la advertencia de Jesús en Lucas 21:21:

Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Lucas 21:21

Conclusión

Sin conocer la historia, no se pueden entender las profecías, pero sin entender las profecías, no se puede comprender la historia. Las profecías revelan el trasfondo espiritual y los motivos divinos detrás de ciertos acontecimientos históricos, especialmente aquellos relacionados con el pueblo de Dios.

Una vez que Vespasiano fue proclamado emperador, una de sus primeras decisiones fue enviar a su hijo Tito, ahora príncipe del imperio, a conquistar Jerusalén. Tito, demostrando gran astucia, decidió demorar el sitio de la ciudad hasta después de la Pascua del año 70. 

Con gran estrategia, permitió que los miles de peregrinos que acudían cada año a Jerusalén para la Pascua ingresaran a la ciudad, y justo mientras celebraban, Tito inició el sitio, bloqueando las salidas y generando una presión aún mayor sobre las ya escasas provisiones dentro de la ciudad.

En este punto, es importante señalar algo que la historia secular no puede explicar: durante siglos, los hombres de Israel se trasladaban a Jerusalén tres veces al año para participar en las fiestas anuales, dejando sus ciudades sin protección. 

Israel, durante ese tiempo, estuvo rodeado de enemigos, pero nunca, repito, nunca fueron atacados en ninguna de esas festividades. Esto se debió a una protección especial de Dios, tal como se promete en Éxodo 34:24:

Porque yo arrojaré a las naciones de tu presencia, y ensancharé tu territorio; y ninguno codiciará tu tierra, cuando subas para presentarte delante de Jehová tu Dios tres veces en el año. Éxodo 34:24

Esto, querido amigo, los historiadores no lo pueden explicar, porque no tiene lógica. Sin embargo, presta atención a lo siguiente, porque es clave: esta fue la primera vez que los judíos fueron atacados durante una de esas fiestas. ¿Por qué? Porque las setenta semanas se habían cumplido, y el pueblo judío dejó de ser un pueblo especialmente protegido por Dios.

El asedio de Jerusalén resultó ser más complicado de lo que Tito había anticipado. Al no poder romper las defensas de la ciudad en un solo ataque, los romanos se vieron obligados a establecer un campamento en las afueras y esperar. 

La situación dentro de la ciudad se volvía cada vez más desesperada. Además, la ciudad ya se encontraba sumida en una guerra civil entre tres facciones que luchaban entre sí, lo que empeoraba aún más las condiciones. El hambre fue tan grave que, según el historiador Flavio Josefo, la gente llegó a comer cuero, heno e incluso a sus propios hijos.

La desesperación dentro de Jerusalén llevó a muchos a desear la llegada de los romanos, esperando que la guerra extranjera les librara de los horrores internos. 

Para desmoralizar a la población y forzar la rendición, los romanos crucificaban a todos los enemigos capturados, y las cruces rodeaban la ciudad, visibles desde las murallas.

Aunque Jerusalén estaba protegida por tres murallas, el ejército romano, con el tiempo, logró penetrar cada una de ellas. Para el verano del año 70, la ciudad había caído. 

Los soldados saquearon y destruyeron lo que quedaba, tomando tanto oro que su valor cayó a la mitad en Siria al final de la guerra. El templo, a pesar de que Tito había dado órdenes de no dañarlo, fue incendiado y destruido, cumpliendo la profecía de Jesús en Mateo 24:

De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. Mateo 24:2

Según estimaciones de historiadores como Tácito y Flavio Josefo, y cálculos actuales, se estima que entre 600,000 y 1,300,000 judíos murieron durante la guerra judeo-romana, y más de 90,000 fueron vendidos como esclavos. Fue una guerra catastrófica que marcó el final del Estado judío en la antigüedad.

Y así se cumplió al pie de la letra lo que la profecía había anunciado a partir de las 69 semanas: «Se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario.»

Muchos que interpretan este versículo en el contexto del tiempo del fin especulan sobre si quien destruirá la ciudad será el príncipe o su pueblo. Ahora ya lo sabes: el príncipe fue Tito, el hijo del emperador Vespasiano. 

Sin embargo, la profecía claramente dice «el pueblo del príncipe» y no el príncipe mismo, porque aunque los ejércitos estaban bajo el mando de Tito, no fue decisión suya conquistar Jerusalén, sino de Roma. Nerón había dado la orden a Vespasiano, y este se la transmitió a su hijo Tito.

La precisión profética es realmente sorprendente y no puede ser más clara: «El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario.» Y eso fue exactamente lo que sucedió inmediatamente después de la finalización de las setenta semanas. Más claro, imposible.

¿Cómo ocurriría esto? La profecía lo detalla en el versículo 27: «Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.» De esta manera, otra profecía fue cumplida.

Cuando los judíos exigían la muerte de Jesús ante Pilato, en Mateo 27:25 se relata que «respondiendo todo el pueblo» decían:

Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Mateo 27:25

Ellos mismos proclamaron su propia condena. Una generación después, la sangre derramada de Jesús fue sobre ellos y sobre sus hijos.

En Lucas 21:21-23, Jesús advierte:

21 Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. 22 Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23 Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este pueblo. Lucas 21:21-23

Todo encaja perfectamente, sin especulaciones. Aquellos que trasladan la última semana de la profecía al tiempo del fin no solo distorsionan lo que la profecía expresa claramente, sino que además añaden un paréntesis de más de dos mil años entre la semana 69 y la 70, algo que la profecía no autoriza.

Intentarán convencerte de esa falsa creencia utilizando textos como Romanos 11:25, que dice:

Que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Romanos 11:25

Sostienen que este texto introduce ese paréntesis para los gentiles, esperando que luego se cumpla la última semana para los judíos.

¿Pero por qué? ¿Qué relación tiene este texto ambiguo de Romanos con la profecía de Daniel? Es pura suposición. Y el hecho de que lo prediquen doctores en teología o figuras influyentes no lo hace menos especulativo.

La interpretación de la profecía no funciona de esa manera. La Biblia, sin lugar a dudas, es la que debe proporcionarnos la interpretación correcta de la profecía.

Hasta aquí hemos llegado en este post. En el próximo post, continuaremos analizando otras interpretaciones de esta profecía, centrándonos más en las divergencias sobre las fechas propuestas y algunos temas de interés adicionales. No te lo pierdas!

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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70 semanas de Daniel Explicado fácil #1

En este post, daremos inicio al estudio de las profecías temporales, y comenzaremos con una que, por su claridad, es probablemente una de las más accesibles para comprender la profecía de las setenta semanas, que se encuentra en el capítulo 9 del libro de Daniel.

A medida que avancemos en este análisis, abordaremos detalles sobre su cumplimiento que, sin duda, resultarán sorprendentes.

Profecía de las setenta semanas

Vamos a leer primero los períodos de tiempo para plasmarlos en un gráfico, con el fin de visualizar mejor el esquema que nos presenta. Luego, veremos con más detenimiento los detalles de los acontecimientos para poder establecer las fechas.

El texto dice en Daniel 9 a partir del versículo 24:

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre su santa ciudad. Daniel 9:24

Donde ocurrirán varias cosas que veremos en breve. Luego, en el versículo 25, dice:

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas. Daniel 9:25

Es decir, habrá 69 semanas en total, divididas en dos grupos de 7 semanas y 62 semanas, respectivamente.

La profecía termina diciendo, a partir del versículo 27, que por otra semana más (es decir, la semana que falta para completar las 70) confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.

Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador. Daniel 9:27

Así que este sería el gráfico que la profecía nos presenta:

Vamos a concentrarnos en la primera parte y luego veremos la segunda parte de la semana faltante.

La fecha que da inicio a las setenta semanas es la de la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén. El libro de Esdras, al igual que los registros históricos extra bíblicos, registran tres órdenes de reconstrucción.

La primera fue la que dio Ciro en el año 537 a.C., y está registrada en Esdras capítulo 1, versículos del 1 al 4. Esta orden permitió el retorno de alrededor de 50.000 judíos que trajeron nuevamente los utensilios del Templo que Nabucodonosor se había llevado a Babilonia. 

Es una orden importantísima porque da cumplimiento a la profecía de los 70 años de cautiverio que había profetizado el profeta Jeremías, pero ese es otro tema.

La segunda orden fue dada por Darío I en 519 a.C., y se encuentra registrada en Esdras capítulo 6, versículos del 3 al 12. Esta orden fue necesaria debido a la oposición que enfrentaban y porque la reconstrucción del templo aún no se había completado, por lo que era importante garantizar que la obra continuara sin interrupciones.

La tercera orden fue dada por Artajerjes I en 457 a.C., y está registrada en Esdras 7, versículos del 11 al 26. Esta orden era muy superior a las anteriores, porque permitió que los judíos tuvieran sus propios sacerdotes, gobernadores y jueces con plena autoridad política y religiosa. Los eximió de los tributos de los Medo-Persas y le dio a Esdras autoridad y recursos para los servicios del templo.

En definitiva, el alcance de la orden de Artajerjes del año 457 antes de Cristo es, por lejos, la orden que hace posible que se cumpla la profecía al pie de la letra. 

No solo porque permite que se termine la edificación de Jerusalén, sino que también, tal como dice la profecía, esta orden es la única que le asigna a los judíos la autonomía e independencia necesarias para restaurar (es decir, conseguir el estado que tenían antes), obteniendo los judíos nuevamente, y contra todo pronóstico, el renacimiento legal de la nación judía en Jerusalén.

Bien. A partir de ahí, tenemos que ver si la profecía está expresada en períodos de tiempo literales o simbólicos.

Períodos de tiempo en la Biblia

El principio de día por años en las profecías es un tema complejo y muy discutido, y lo vamos a ver con más profundidad en el segundo video de esta profecía.

Pero como introducción al tema, vamos a decir, simplemente, que en la Biblia hay períodos de tiempo literales y simbólicos. Cuando el tiempo de una profecía es literal, un día es un día; pero cuando el tiempo es simbólico, un día se toma por un año.

Recordar estas dos premisas es fundamental, y no me cansaré de repetirlo. La correcta interpretación de una profecía consiste en identificar los símbolos y descifrar correctamente su significado. El significado de un símbolo no es producto de la adivinación, suposición o especulación, sino que debe estar explicado por la Biblia.

La Biblia respalda la simbología de día por año de diversas maneras. Por ejemplo, en Números 14:34, se establece:

Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día. Números 14:34

En Ezequiel 4:5, se menciona:

Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días… día por año, día por año te lo he dado. Ezequiel 4:5

Asimismo, existen otros textos que utilizan una semana para representar un período de siete años.

Ahora bien, ¿cómo sabemos si la profecía de las setenta semanas está expresada en semanas literales de siete días o en semanas simbólicas de siete años? En este caso:

En primer lugar, si tomamos semanas literales, setenta semanas corresponderían a 490 días, es decir, poco más de 16 meses, y no hubo ningún acontecimiento histórico relevante en ese período de tiempo.

En segundo lugar, si interpretamos las semanas de manera simbólica, esto representa 490 años, y de esta forma los acontecimientos proféticos encajan de manera tan sorprendente que han dejado perplejos incluso a los historiadores más escépticos.

Es tan evidente que la profecía habla de semanas de años que prácticamente la totalidad de los teólogos de distintas religiones coinciden en esta interpretación.

Más adelante profundizaremos en este tema, pero por ahora avancemos con el texto profético para identificar las fechas.

Problema del año cero

Teniendo como referencia el año 457 a.C., cuando Artajerjes dio la orden que permitió «restaurar» Jerusalén, el texto señala en el versículo 25: «Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas.»

Siete semanas equivalen a 49 años, y 62 semanas representan 434 años. En total, suman 69 semanas, lo que equivale a 483 años.

Si tomamos como fecha de partida el año 457 a.C. y sumamos los 483 años proféticos (69 semanas de años), obtenemos el año 26 d.C. Sin embargo, es necesario añadir una unidad debido al «problema del año cero,» lo que nos sitúa en el año 27 d.C. ¿Por qué sucede esto?

El «problema del año cero» surge porque, al establecer el calendario, no se incluyó el concepto del año cero. En la mentalidad medieval, el cero representaba la inexistencia de algo, y un año no podía ser «nada.» Por lo tanto, la transición directa fue del año 1 a.C. al año 1 d.C., sin pasar por un año intermedio.

De esta manera, si sumamos años que abarcan tanto períodos a.C. como d.C., hay que considerar esta ausencia del año cero. Si partimos, por ejemplo, del año 3 a.C. y sumamos seis años, matemáticamente deberíamos llegar al año 3 d.C., pero en realidad, llegamos al año 4 d.C. debido a la falta del año cero.

En resumen, después de hacer el cálculo matemático inicial (457 a.C. + 483 años = 26 d.C.), debemos añadir una unidad para ajustar la cronología histórica, lo que nos lleva al año 27 d.C., coincidiendo perfectamente con el tiempo que se señala para la aparición del Mesías en la profecía de las setenta semanas.

Por tanto, el año 27 d.C. marca un punto crucial en el cumplimiento de esta profecía, ya que, según el análisis, corresponde al inicio del ministerio público de Jesús, el «Mesías Príncipe.»

En ese año, Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. En el post sobre cuando Jesús se convierte en Sacerdote, detallo cómo, en el momento de su bautismo, Jesús se transforma en el Mesías. Si no estás familiarizado con esto, te lo resumo a continuación.

La palabra «Mesías» es hebrea, y en griego se traduce como «Cristo». Ambas palabras significan «Ungido» en español. En el Antiguo Testamento, Dios le indicaba a un profeta quién era el sacerdote o el rey elegido para el cargo por voluntad divina, y el profeta lo ungía con el aceite de la santa unción, el cual representaba al Espíritu Santo.

En el momento en que Juan el Bautista bautiza a Jesús, este es ungido directamente por el Espíritu Santo, tal como se describe en Lucas 3:22:

descendiendo el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y Dios Padre, con voz audible, dijo: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. Lucas 3:22

Jesús fue el ungido, es decir, el elegido, por excelencia.

Evidencia sobre el bautismo de Cristo en el año 27 d.C. 

Es indispensable, para que esta profecía sea sorprendente, poder demostrar con certeza que Jesús fue realmente bautizado o ungido en el año 27, es decir, 69 semanas simbólicas después del decreto de Artajerjes.

Gracias a Dios, tanto la historia como la Biblia nos brindan los datos suficientes para comprobar la veracidad de esta profecía, y vale la pena dedicar unos minutos a esto.

En Lucas, capítulo 3, nos dice que: «En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César… las multitudes salían para ser bautizadas por él…», y que, precisamente en ese momento, Jesús fue bautizado.

La historia nos cuenta que el emperador Augusto César murió el 19 de agosto del año 14 d.C., siendo sucedido por Tiberio. 

A simple vista y de forma superficial, muchos han calculado rápidamente que, si Tiberio empezó a gobernar en el año 14 y, cuando Jesús se bautizó, según Lucas 3:1, Tiberio llevaba el año decimoquinto de su reinado, llegarían a la conclusión de que el bautismo de Jesús ocurrió, como mínimo, en el año 29 d.C., lo que presenta una diferencia de 2 años con el año 27, que coincide con las 69 semanas.

No obstante, esta es una conclusión precipitada y errónea debido al desconocimiento de cómo se computaban los años en la época de Jesús, particularmente en Israel, donde el sistema difería de nuestra forma actual de contar los años.

Era algo más complejo que en la actualidad, pero tenía su lógica para la época, y para entenderlo debemos tener en cuenta tres conceptos fundamentales:

1.- En primer lugar, cada nación contaba los años de su historia en función del reinado del monarca de turno.

Sin embargo, en la época de Jesús no era así. Hoy en día, contamos los años según nuestro calendario actual, el calendario gregoriano, que se usa internacionalmente para calcular las fechas de los acontecimientos históricos. 

A continuación, expondremos las fechas correspondientes a los años de Tiberio, para que podamos ver claramente cómo el bautismo de Jesús, que ocurrió en el decimoquinto año de Tiberio, coincide con el año 27 de nuestro calendario.

2.- En segundo lugar, en Israel, los años del reinado de un monarca se contaban con respecto al calendario civil, que iba de otoño a otoño.

En Israel, el año no comenzaba el 1 de enero (ese fue un cambio realizado por los romanos); en la antigüedad, cada pueblo comenzaba su año en diferentes fechas.

Israel tenía dos calendarios: uno era el calendario religioso, que comenzaba en primavera, y el otro era el calendario civil, que empezaba en septiembre, en el mes de Tishri, y era el que se utilizaba para el cómputo de los años con respecto a los monarcas. Incluso hasta el día de hoy, el año nuevo judío empieza en septiembre/octubre.

Esto hace que los años de los monarcas que contaban los judíos estén un poco desplazados con respecto a nuestro calendario gregoriano, ya que este último va de enero a diciembre, mientras que los años judíos se contaban según el calendario civil, que iniciaba el 1º de Tishri y abarcaba de otoño a otoño.

3.- En tercer lugar, es importante considerar que muchos pueblos de la antigüedad tomaban el primer año del reinado del monarca desde el momento en que ascendía hasta el último día del año, aunque ese período solo fuese de unos pocos días.

Esto es crucial para nuestra comprensión, y así lo computaban los escribas de muchos pueblos de la antigüedad, incluidos los judíos.

De este modo, como Augusto murió el 19 de agosto, el primer año de Tiberio abarcó los pocos días o semanas transcurridos entre su ascensión al trono y el primer día de Tishri, es decir, el inicio del próximo año judío.

A partir de ahí, los años de Tiberio coinciden con los años judíos, según su calendario civil de otoño a otoño, y con un desplazamiento de aproximadamente tres meses con nuestro calendario gregoriano.

En otoño del año 27, cuando apenas comenzaba el decimoquinto año de Tiberio y quedaba poco tiempo para que finalizara el año 27, Jesús fue bautizado.

Ese fue el año en que Jesús fue ungido, es decir, el año en que se convirtió en el Mesías. Como puedes ver, todo encaja perfectamente, y por eso la profecía declara, con sorprendente exactitud, que al final de las 69 semanas vendría el Mesías Príncipe.

El período de 69 semanas está dividido en 7 y 62 porque las 7 semanas, es decir, 49 años, fue el tiempo que se tardó en ejecutar el decreto, que es lo que llevó restaurar y edificar Jerusalén.

Luego, Daniel 9:27 dice:

Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Daniel 9:27

A la mitad de la semana, es decir, 3 años y medio más tarde, Jesús concluyó su ministerio muriendo en la cruz.

Tal como acabamos de ver, Jesús fue bautizado en otoño, y como todos sabemos, murió en primavera, coincidiendo con la celebración de la Pascua. Jesús murió en la primavera del año 31, tres años y medio más tarde de su bautismo, exactamente como lo anuncia la profecía, la cual menciona que ocurriría «a la mitad de la semana.»

Cuando Cristo muere en la cruz, el servicio de ofrendas y sacrificios en el templo ya no era necesario, tal como se explica en Hebreos, capítulo 9 a partir del versículo 24, y en el capítulo 10 desde el versículo 11 en adelante. Cristo, el verdadero Cordero Pascual, había sido crucificado, expiando nuestros pecados y poniendo fin a la condena del pecado, tal como predice la profecía.

Espero que este análisis te ayude a comprender la importancia de lo que hemos estudiado. Para no extender este tema demasiado, he decidido abordar esta profecía en dos posts. En esta primera parte, he explicado de manera sencilla la interpretación de la profecía.

En una segunda parte, analizaremos otras interpretaciones, especialmente aquellas que discrepan con la interpretación de la última semana, y profundizaremos en algunos principios generales de interpretación aplicables a otras profecías.

Pero no quiero finalizar sin detenerme en el final de esta profecía, que considero crucial y realmente sorprendente.

Apedreamiento de Esteban

Las setenta semanas de la profecía concluyen tres años y medio después de la muerte de Cristo, con el apedreamiento de Esteban.

Te invito a que me acompañes a ese evento narrado en los capítulos 6 y 7 del libro de Hechos de los Apóstoles.

Esteban no solo poseía una gran capacidad intelectual, sino que, como dice Hechos 6:8, estaba lleno de gracia y poder, realizando grandes prodigios y señales entre el pueblo.

Era evidente que Esteban había estudiado profundamente las profecías y era versado en todas las cuestiones de la ley. Sin embargo, al escuchar los miembros del concilio la fuerza de su predicación, en lugar de rendirse ante las pruebas que presentaba sobre el Mesías, fueron consumidos por la ira.

En ese estado, actuando más como fieras que como seres humanos, se lanzaron sobre él para apedrearlo.

Hechos 7:55 dice que Esteban, considerado el primer mártir cristiano, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios.

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios. Hechos 7:55

Sí, el fin de las setenta semanas determinadas para el pueblo judío, tal como lo anunciaba la profecía, estaba llegando a su fin, y quedó registrado en tres sentencias:

1. Se taparon los oídos:
En Hechos 6:15 dice que, al fijar los ojos en Esteban, vieron su rostro como el rostro de un ángel. A pesar de que el cielo les hablaba con poder a través del rostro glorificado de Esteban, el Espíritu Santo ya no podía llegar a sus corazones de piedra.

Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel. Hechos 6:15

En Hechos 7:57 dice que ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos.

Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Hechos 7:57

Este es el pecado contra el Espíritu Santo. Cuando tomas la firme decisión de tapar tus oídos para no oírlo, y cierras tu corazón para que no entre, no hay nada que el Espíritu Santo pueda hacer, porque respeta tu libertad de elección.

2. La persecución a los hijos de Dios:
En Hechos 8:1 dice que en aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia.

Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Hechos 8:1

La Biblia menciona que Dios abomina muchas cosas, pero solo una abominación es desoladora: cuando se decide perseguir y matar al pueblo de Dios. En Mateo 18:6, Jesús dijo que cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor que se cuelgue una piedra de molino y se arroje al mar.

Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. Mateo 18:6

3. El esparcimiento del evangelio a los gentiles:
Como consecuencia del punto anterior, continuando la lectura de Hechos 8:1-4, dice que todos fueron esparcidos, y los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Hubo una época anterior en la que tanto Jesús como los apóstoles tenían que predicar solo a los judíos.

En Mateo 15:24, Jesús decía:

Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de Israel. Mateo 15:24

Y en Mateo 10:5-6, al principio de su ministerio, cuando Jesús envía a los doce, les dijo:

5 Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, 6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Mateo 10:5-6

Pero ahora, era imposible seguir predicando en Jerusalén. A partir de ese momento, el evangelio debía ser predicado a los gentiles, porque el tiempo para “las ovejas perdidas de la casa de Israel” había terminado.

Reflexión final

Aquí te dejo un link de un post donde hablo de por qué Dios utiliza el número siete. Ahí explico que, en las manos de Dios, un número es más que una simple cifra; Él lo utiliza como un símbolo numérico que representa una enseñanza.

Exactamente lo mismo sucede con la frase numérica “setenta veces siete”.

Cuando Pedro le preguntó a Jesús en Mateo 18:21:

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Mateo 18:20

Jesús le responde en el siguiente versículo:

No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Mateo 18:21

Jesús no le estaba dando a Pedro una cifra o una cantidad, sino una frase numérica cuyo símbolo representaba un principio.

Jesús le estaba diciendo a Pedro: “Tienes que perdonar mucho, hasta setenta veces siete.” Como Yo los perdono a ustedes, a Mi pueblo. ¿No lo ves?

Dios perdonó tanto a los judíos que Su misericordia hacia ellos no terminó con la muerte de Jesús, sino con la persecución de Sus hijos tres años y medio más tarde. Porque llega un día en que el seguir perdonando no tiene sentido, ya que pone en riesgo la vida y la salvación del resto de los hijos de Dios.

Pero cuidado, no te confundas. Esta profecía no significa que a partir de ese momento los judíos no se podían salvar. ¡Ni mucho menos! De hecho, muchos judíos se convirtieron al cristianismo y siguen aceptando a Cristo hasta el día de hoy.

Lo que quiere decir es que los judíos, como nación, perdieron su condición de pueblo escogido de Dios.

A partir de entonces, el pueblo judío ya no sería más el grupo humano que Dios utilizaría para proclamar el evangelio; ahora serían los cristianos, a quienes la Biblia llama “El Israel Espiritual.”

En este post, apenas hemos arañado la superficie de esta extraordinaria profecía, pero lo suficiente para darnos cuenta de que solo Dios puede predecir el futuro con tanta precisión.

Si te ha gustado este post te quiero recordar que no dejes de compartirlo. Seguramente conoces a alguien a quien le vendría muy bien para fortalecer su fe saber que Dios está al control. Comprender el cumplimiento de las profecías tiene un poder tremendo que impacta incluso a la mente más escéptica.

Y si quieres seguir aprendiendo cómo interpretar las profecías que Dios dejó para sus hijos, deber ir a mirar el segundo post sobre la profecía de las setenta semanas, donde la analizaremos más profundamente.

No te quepa la menor duda: si Dios reveló el futuro, es para que sus hijos lo conozcan. ¡Nos vemos en el próximo post!

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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Los 10 Mandamientos #4 – La Ley Antes de Moisés

Los ataques a la vigencia de la ley de Dios por parte del enemigo son numerosos y meticulosamente elaborados. Con frecuencia, tratar de abordar todos los argumentos en contra de la ley de Dios en un solo espacio puede confundir al creyente sincero. 

En el primer post de esta temática, me dedico a contrarrestar el argumento que sostiene: «Estamos bajo la gracia y no bajo la ley.»

En el segundo post, abordo cómo la ley, lejos de esclavizarnos, es un camino hacia la libertad.

El tercer post contiene un análisis sobre el versículo de Romanos 10:4, frecuentemente utilizado, que afirma que «el fin de la ley es Cristo.»

Este cuarto post, titulado «La Ley antes de Moisés», abordará de manera breve y clara la existencia de la ley antes de Moisés, refutando el falso argumento de que la ley de Dios no existía antes de Moisés y, por ende, que solo aplicaba a los judíos.

Si no has leído los tres posts anteriores, te recomiendo hacerlo. A medida que avancemos con esta serie, te irás dando cuenta de lo importante que es este tema para el cristiano.

¿Existía la ley antes de Moisés?

Uno de los argumentos más comúnmente utilizados para negar la vigencia actual de los Diez Mandamientos se basa en la siguiente suposición:

Antes de que Dios le entregara a Moisés los Diez Mandamientos escritos en dos tablas de piedra, dichos mandamientos no existían.

A partir de esta suposición, algunos deducen que los Diez Mandamientos eran solo para los judíos y que Jesús los tuvo que cumplir únicamente porque era judío.

Derribar este argumento es sencillo: basta con demostrar que los Diez Mandamientos ya estaban vigentes antes de Moisés, lo que implica que:

«Lo único que hizo Dios con Moisés fue entregar por escrito, en dos tablas de piedra, una ley que ya estaba vigente desde el principio, de forma oral.»

Lo primero que debemos comprender es que, para que exista pecado, es necesario e indispensable que haya una ley.

En Romanos 4:15 se nos dice:

Donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Romanos 4:15

De igual manera, Romanos 3:20 aclara que:

Por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Romanos 3:20

Esto significa que el pecado se define en base a la ley. 1 Juan 3:4 lo expresa claramente al definir el pecado como la infracción de la ley.

Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 1 Juan 3:4

Este principio es tan sencillo como explicar que Dios no podría haber culpado a Adán y Eva por haber comido del árbol del bien y del mal si antes no les hubiese advertido que dicho árbol estaba prohibido, tal como les dice en Génesis 2:17:

Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Genesis 2:17

Bajo esta lógica sencilla y concluyente, podemos deducir que, cuando la Biblia habla de pecado, es indudable que ya existía la ley, cuya infracción convertía a los hombres en pecadores.

Por ejemplo, en Génesis 13:13 se dice:

Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra el Eterno en gran manera. Genesis 13:13

Este versículo aclara, de forma indirecta pero contundente, que ya existía la Ley de Dios, sin la cual no habría sido posible llamar a esos hombres pecadores.

Pablo explica este mismo principio en Romanos 7:7 cuando dice:

¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Romanos 7:7

Luego, Pablo nos ofrece un ejemplo sencillo para ilustrarlo: «…porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.»

Esto queda aún más claro cuando examinamos referencias a los mandamientos antes de la entrega de las tablas de la ley a Moisés en el Sinaí. Veamos algunos ejemplos que evidencian la vigencia de estos mandamientos.

Los 10 mandamientos antes de Moisés

Un primer ejemplo lo encontramos cuando José es tentado por la esposa de Potifar. Al insistirle ella para que se acostara con ella, José le responde en Génesis 39:9:

¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? Génesis 39:9

Era imposible que José hablara de pecar contra Dios si no supiera que Dios había prohibido el adulterio, correspondiente al séptimo mandamiento.

No es el único caso en el que se menciona el adulterio como pecado antes de la entrega de los mandamientos a Moisés. También podemos observarlo en la historia de Abraham con Abimelec, rey de Gerar.

Si no conoces la historia, te la resumo. Abraham estaba casado con Sara, quien además de ser su esposa, era también su media hermana por parte de su padre.

Cuando Abraham llega a la tierra de Abimelec, teme por su vida debido a la belleza de Sara. Conociendo las costumbres de la región, Abraham supone que el rey podría matarlo para quedarse con su esposa. Para evitar este desenlace, Abraham le dice a Abimelec que Sara es solo su hermana, ocultando que estaban casados.

Abimelec toma a Sara, pero antes de acostarse con ella, Dios se le revela en un sueño y le advierte que no debe tocar a esa mujer y que debe devolvérsela a su esposo Abraham. Abimelec, obedeciendo la advertencia divina, decide devolver a Sara a su esposo.

En este sueño, Dios le dice a Abimelec, como se relata en Génesis 20:6:

Yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases. Génesis 20:6

Tal como sucedió en la historia de José, es imposible que Dios le dijera a Abimelec que pecaría contra Él si cometía adulterio con Sara, a menos que Dios ya hubiera revelado previamente la ley sobre el adulterio.

Ambas historias, la de José y la de Abimelec, ocurrieron mucho antes de que Moisés recibiera las tablas de la ley en el Sinaí, lo que refuerza el argumento de que los mandamientos, incluidos aquellos relacionados con el adulterio, ya estaban vigentes antes de su entrega formal por escrito.

Pasemos a otro mandamiento fundamental: el sexto, «No matarás». Este principio aparece claramente en el relato del Génesis, cuando Caín mata a su hermano Abel. Dios le pregunta:

Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Génesis 4:10

Y luego declara:

Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Génesis 4:11

Desde el principio de la historia humana, Dios ya había dejado claro que existía una ley moral que prohibía el asesinato. De lo contrario, no habría tenido sentido maldecir a Caín por un acto que no estuviera expresamente prohibido por Dios. La infracción de Caín no fue simplemente una falta social, sino una violación directa del mandamiento divino.

Otro ejemplo de la ley moral antes de Moisés lo vemos en el trato entre Jacob y su suegro Labán. En Génesis 30:33, Jacob establece un acuerdo con Labán sobre el reparto de sus rebaños, y dice que, si no respetaba el trato, se le tendría “como hurto”. Este es un claro indicio de la vigencia del octavo mandamiento: “No hurtarás”.

Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a reconocer mi salario; toda la que no fuere pintada ni manchada en las cabras, y de color oscuro entre mis ovejas, se me ha de tener como de hurto. Génesis 30:33

Jacob no podría haber hablado de la deshonra del hurto si no existiera ya una ley moral que condenara el robo. Esto demuestra que el conocimiento de la ley de Dios, incluido el mandamiento contra el hurto, era parte de la conciencia humana mucho antes de su formalización escrita en las tablas de la ley.

Algunos teólogos que afirman que la ley solo existió a partir de Moisés intentan minimizar estas evidencias, sosteniendo que estos actos eran meros principios de civismo o moralidad cultural. Sin embargo, si ese fuera el caso, no se podría decir que estos actos eran pecados ante Dios, como claramente afirman los textos bíblicos.

Además, hay evidencias claras de la existencia de mandamientos específicos, como el cuarto mandamiento, que ordena la observancia del día de reposo. Este es un mandamiento que no se puede justificar solo con normas de moralidad humana, sino que proviene de un mandato explícito de Dios.

Desde el principio, en Génesis 2:3, se menciona que Dios “bendijo al séptimo día y lo santificó” después de la creación. Este acto de santificación y reposo es la base para el mandamiento de guardar el sábado.

Más adelante, en Éxodo 16, antes de que Dios entregara las tablas de la ley a Moisés, se relata la historia del maná. En los versículos 26-29, Dios instruye al pueblo: “Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo”. Cuando algunos salen a recoger maná en el séptimo día y no encuentran nada, Dios se queja:

¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes? Éxodo 16:28

Esta narración no solo confirma que el cuarto mandamiento ya existía antes de Moisés, sino que también sugiere que el pueblo había estado incumpliendo este mandamiento durante mucho tiempo. 

Finalmente, en el versículo 29, Dios deja en claro: “Jehová os dio el día de reposo”, reafirmando que el día de descanso no era una invención humana, sino una ordenanza divina que existía desde la creación.

Mirad que Jehová os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. Éxodo 16:29

Y si aún queda alguna duda acerca de la existencia del mandamiento del día de reposo antes de Moisés, basta con observar que, cuando Dios entrega las tablas de la ley en el monte Sinaí, el cuarto mandamiento es el único que comienza con la palabra «Acuérdate». 

No puedes recordar algo a menos que ya haya sido comunicado previamente. Esto refuerza la idea de que el mandamiento de guardar el día de reposo no era nuevo, sino que había sido conocido desde antes.

No te parece lógico?

Además, consideremos el caso de Jacob. Cuando Dios le ordena que vaya a Bet-el y haga un altar, Jacob responde con la siguiente instrucción a su familia:

Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Génesis 35:2

En un mundo dominado por el politeísmo, esta orden es significativa. Jacob sabía que no debía adorar a otros dioses porque ya conocía el primer y segundo mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” y “No te harás imagen…”. 

El mandato de Jacob de quitar los ídolos no era una mera decisión personal, sino un acto de obediencia a los mandamientos de Dios, que evidentemente ya eran conocidos.

Este es un testimonio claro de que los mandamientos de Dios, como el de no adorar ídolos, existían antes de la entrega de las tablas en el Sinaí. Lo único que cambió fue que, en el Sinaí, Dios los escribió en piedra, reafirmando su inmutabilidad y validez eterna.

Con todas estas evidencias, entendemos mejor lo que se dice en Génesis 26:5:

por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes. Génesis 26:5

Sabemos que esos mandamientos, preceptos y leyes incluyen los mismos diez mandamientos que más tarde serían entregados a Moisés por escrito, confirmando que han estado vigentes desde el principio.

Quisiera ahora compartir contigo unas breves reflexiones:

Primero, en Génesis 6:5, se menciona que “Jehová vio que la maldad de los hombres era mucha en la tierra”, lo que llevó a la decisión de destruir a la humanidad con el diluvio. 

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Genesis 6:5

Si fuera cierto que los diez mandamientos fueron dados por primera vez a Moisés, ¿sería justo que Dios condenara a los antediluvianos por su maldad? Si ellos no conocían claramente lo que estaba bien o mal, ¿cómo podrían ser culpables? Evidentemente, la ley ya existía y era conocida, pues de lo contrario, no habría una base para juzgar su comportamiento.

Finalmente, si es falso que la ley fue dada solo a Moisés y su origen es anterior, entonces también es falso afirmar que la ley era exclusiva para los judíos. Este argumento demuestra que los diez mandamientos son universales y siempre lo han sido.

La creencia moderna de que la ley de Dios solo fue relevante desde Moisés hasta la muerte de Cristo es uno de los errores más graves y perjudiciales en el cristianismo contemporáneo. 

Esta doctrina no solo desafía la autoridad de Dios, sino que contradice la razón y la lógica. Si las naciones terrenales necesitan leyes para funcionar, ¿cómo es posible pensar que el Creador no tendría una ley para gobernar a la humanidad?

Nos vemos en el próximo post, donde continuaremos explorando por qué la muerte de Cristo, lejos de abolir la ley, confirma su carácter inmutable y eterno.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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