En el post anterior, llamado “¿Por qué murió Cristo en la cruz?”, exploramos siete razones, que te dejo aquí abajo, por las que Jesús tuvo que ser crucificado.
Ese post fue solo una introducción, y a lo largo de esta serie de reproducción estaremos analizando a fondo el plan de salvación desde esta perspectiva. Verás cómo nos ayudará a resolver muchas dudas.
Hoy, vamos a sumergirnos más profundamente en el primer motivo. Te invito a quedarte para descubrir cómo identificar a Cristo como el “Segundo Adán” tiene un significado mucho más profundo de lo que a simple vista parece.
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Partiendo de los siete motivos por los que Cristo murió en la cruz, en este post nos centraremos en el primero:
“El mal había afectado a toda la creación y Cristo, como el Segundo Adán, hace nuevas todas las cosas.”
Para comenzar a entender este primer punto, es necesario hacer una breve introducción sobre los otros seis motivos, ya que, de alguna manera, el primero engloba a todos los demás.
Los cuatro primeros motivos, donde Jesús resuelve los problemas con Satanás, Dios, la ley y el pecado, nos muestran cómo Cristo nos justifica. Son acciones que Él realizó de manera completa por nosotros, cumpliendo los requisitos de justicia. Así, Cristo efectúa una “obra de redención externa” a nuestro favor, logrando nuestra justificación.
Los últimos dos motivos nos hablan de cómo en la cruz, Cristo pudo mostrar al universo la verdadera dimensión de su amor, motivándonos a cambiar, y a la vez, su ejemplo nos enseña cómo hacerlo.
Estos motivos se enfocan en cómo Cristo nos santifica a través del Espíritu Santo. De este modo, Cristo, a través del Espíritu Santo, realiza una obra de transformación interna en nosotros, transformándonos a medida que respondemos a su llamado.
Es importante entender que nuestra participación no añade mérito alguno; consiste en permitir que Él obre en nuestras vidas, cooperando con su Espíritu para que su justicia y santidad se reflejen en nosotros.
Y entendiendo esto, llegamos a un punto clave: ambas acciones, la justificación y la santificación, están representadas por la sangre y el agua.
La Sangre y el Agua
La sangre y el agua tienen un simbolismo importante en toda la Biblia, pues precisamente representan estos conceptos. La sangre se refiere a su justificación, al precio que Él pagó para que su justicia nos fuera imputada. Hebreos 9 nos dice que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión,» y en Efesios 1 leemos que tenemos redención por su sangre.
Y según la Ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Hebreos 9:22
En él tenemos redención por su sangre,el perdón de pecadossegún las riquezas de su gracia. Efesios 1:7
El agua, por otro lado, hace referencia a su santificación, siempre a través del Espíritu Santo, para que su justicia nos sea impartida. El agua simboliza purificación y regeneración. En Juan 3:5, Jesús dice:
Respondió Jesús:—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:5
Y Efesios 5 menciona que Cristo se entregó a sí mismo por la Iglesia “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.”
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. Efesios 5:25-26
Así, somos salvados tanto por su sacrificio expiatorio como por la purificación que Él nos ofrece. Profundizaremos sobre esto en el próximo post, pero era necesaria esta breve explicación para centrarnos en el tema de hoy: el primer motivo.
El mal había afectado a toda la creación y, por eso, Cristo, como “el Segundo Adán”, hizo nuevas todas las cosas.
El Costado Traspasado de Jesús
La historia del traspaso del costado de Jesús con una lanza por un soldado romano es un acontecimiento mencionado únicamente en el Evangelio de Juan.
Este narra los hechos de la crucifixión de Jesús de manera secuencial, es decir, en el orden en que ocurrieron, para que los lectores puedan seguir el desarrollo de los eventos como si estuvieran allí.
Sin embargo, cuando llega al momento en que un soldado romano traspasa el costado de Jesús con una lanza, Juan hace una pausa. En Juan 19:34 dice:
Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Juan 19:34
Luego, destaca la importancia de lo que acaba de describir:
Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Juan 19:35
Es como si estuviera diciendo: “Esto que acabo de contarles es algo muy importante; lo vi con mis propios ojos y quiero que sepan que es la verdad.”
Por supuesto, existe una explicación científica o médica. Tras ser brutalmente azotado, Jesús había perdido mucha sangre, lo cual pudo haber provocado un shock hipovolémico, dificultando la capacidad del corazón para bombear adecuadamente, y causando acumulación de líquido alrededor de los pulmones, conocido como derrame pleural.
Durante la crucifixión, debido al estrés extremo, la posición del cuerpo y la dificultad para respirar, estos derrames pudieron haber aumentado, y al atravesar a Jesús con la lanza, el líquido acumulado pudo haberse liberado como “sangre” y “agua”.
Sin embargo, el verdadero motivo de este evento, que tanto sorprendió a Juan, es mucho más profundo y va más allá de las razones físicas.
En Génesis 2:21-22 se relata cómo Adán cae en un sueño profundo, de cuyo costado Dios toma una costilla para crear a la mujer, su esposa, quien luego cae en pecado y, a través de ella, se corrompe toda su descendencia.
21 Entonces Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. 22 De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Génesis 2:21-22
En un sorprendente paralelismo simbólico, cuando Cristo muere, es decir, cae en un sueño profundo, de su costado salen sangre y agua, para redimir y purificar a la Iglesia, la cual es simbolizada por una mujer, la esposa de Cristo.
Toda su descendencia ahora tiene la esperanza de vivir en la nueva creación para la vida eterna. La salida de agua y sangre del costado de Cristo no es solo un acontecimiento físico, sino una rica fuente de significado espiritual.
Se cumple así lo que dice Romanos 5:
Así como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Romanos 5:18
Y lo que dice 1 Corintios 15:
Así también está escrito: «Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente»; el postrer Adán, espíritu que da vida. 1 Corintios 15:45
Como el segundo Adán, Cristo no solo redime y purifica a su iglesia, sino que también restaura toda la creación.
En relación a esto, existe un notable paralelismo con Adán que me gustaría contarte: la razón de por qué Cristo llevó una corona de espinas.
La Corona de Espinas
¿Nunca te has preguntado por qué Cristo tuvo que llevar una corona de espinas? O ¿por qué, en todo el trayecto de la Vía Dolorosa hasta el Gólgota, no se la quitó?
En Mateo 27:29 se describe cómo los soldados romanos colocaron sobre la cabeza de Jesús una corona tejida de espinas, en una burla hacia su afirmación de ser el Rey de los Judíos. Sin embargo, este acto está cargado de un significado mucho más profundo.
pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:—¡Salve, rey de los judíos! Mateo 27:29
Según Génesis 3, después de que Adán pecó al comer del árbol prohibido, Dios maldijo la tierra, diciendo:
17 Y al hombre dijo:—Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujery comiste del árbol de que te mandé diciendo: “No comerás de él”,maldita será la tierra por tu causa;con dolor comerás de ellatodos los días de tu vida,18 espinos y cardos te produciráy comerás plantas del campo. Génesis 3:17:18
Cuando Cristo muere en la cruz, tal como dice Gálatas 3:13, al estar colgado de un madero es “hecho por nosotros maldición”.
Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»). Gálatas 3:13
Con profundo dolor, lleva una corona de espinas literalmente clavada sobre su cabeza, tomando sobre sí la maldición que afectó a toda la tierra.
Al llevar esta corona, Jesús simboliza que está cargando con las consecuencias del pecado, no solo de la humanidad, sino también de la creación.
Cristo encarna en su propia carne toda la historia de la salvación, redimiendo y purificando a su iglesia y restaurando toda la creación a su estado original. El plan maestro de salvación es un rescate integral.
Allí donde el mal había afectado a toda la creación, Cristo, como Segundo Adán, tal como dice 2 Corintios 5 y Apocalipsis 21, hace “nuevas todas las cosas”.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17
El que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas.» Me dijo: «Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.» Apocalipsis 21:5
No quiero cerrar este post sin mencionar otro increíble paralelismo con el traspaso del costado de Cristo, de donde brotaron sangre y agua. Aquí el sorprendente paralelismo es entre Cristo y el templo.
Cristo y el Templo
Durante la celebración de la Pascua, los israelitas sacrificaban miles de corderos en el templo, conmemorando la liberación de Egipto, lo cual implicaba una cantidad inmensa de sacrificios.
Según fuentes históricas, como Flavio Josefo en su obra Antigüedades judías, se sacrificaban hasta 250,000 corderos en un solo día de Pascua. La sangre de estos sacrificios se recolectaba y se vertía en canales que la conducían fuera del templo hacia el arroyo del Valle de Cedrón.
Además, los sacerdotes usaban grandes cantidades de agua para lavar tanto el altar del sacrificio como las áreas circundantes, asegurando el flujo de la sangre por los canales y manteniendo limpios los drenajes.
Jesús mismo se comparó con el templo, haciendo una declaración sorprendente:
Respondió Jesús y les dijo:—Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Juan 2:19
Aunque sus oyentes pensaron que se refería al templo físico en Jerusalén, el versículo 21 aclara que Jesús hablaba “del templo de su cuerpo”.
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Juan 2:21
Mientras los corderos pascuales eran sacrificados en el templo, Jesús, el verdadero Cordero de Dios, estaba siendo ofrecido en la cruz por los pecados del mundo.
Así como la sangre y el agua fluían desde el templo hacia el valle de Cedrón, en la cruz, del costado de Jesús, el verdadero templo, brotaban la sangre y el agua que simbolizaban la redención y purificación de nuestros pecados.
Las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías son numerosas y detalladas, destinadas a señalar a Jesucristo para que sea reconocido de manera inequívoca. Al bajarlo de la cruz, y al no quebrarle las piernas como a los otros dos, ya que Él ya estaba muerto, se cumple la profecía de Salmo 34:20:
Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. Salmos 34:20
Y cuando lo traspasan para asegurarse de que estaba muerto, se cumple la profecía de Zacarías 12:10:
y mirarán a mí, a quien traspasaron; y llorarán como se llora por un hijo único. Zacarías 12:10
Permíteme señalar otra impresionante profecía de Isaías. Fuera de las murallas de Jerusalén, en el valle de Cedrón, se encontraba la Fuente de Guihón, de agua dulce, donde se ungía a los reyes de Israel, como David y Salomón.
En el siglo VIII a.C., el rey Ezequías ordenó construir el túnel de Siloé, para asegurar el suministro de agua dentro de Jerusalén en caso de asedio enemigo.
Este túnel, también conocido como el túnel de Ezequías, es una notable obra de ingeniería antigua. Con una longitud de 533 metros, serpentea a través de la roca sólida.
Dos equipos de trabajadores comenzaron a excavar desde extremos opuestos del túnel y, sorprendentemente, lograron encontrarse en el centro con una precisión impresionante, dadas las limitaciones tecnológicas de la época.
En 1880, se descubrió una inscripción dentro del túnel, conocida como la “Inscripción de Siloé”. Esta inscripción describe el momento en que ambos equipos de trabajadores se encontraron y es una de las inscripciones hebreas antiguas más importantes.
Este túnel, de 533 metros, tiene un desnivel de apenas 30 centímetros en toda su extensión, suficiente para que el agua fluyera por gravedad. La precisión en la construcción de esta pendiente refleja un notable conocimiento de ingeniería hidráulica para la época.
Durante la Pascua, toda el agua utilizada para lavar el altar y los canales de drenaje era tomada del estanque de Siloé, y se mezclaba con la sangre de los sacrificios, fluyendo juntas desde el altar hacia el exterior del templo.
Este acontecimiento se repetía cada año, simbolizando lo mismo que el agua y sangre que brotaron del costado de Cristo.
Aquí es donde podemos ver el sentido de la profecía de Isaías, quien dijo hace más de 700 años:
«Por cuanto desechó este pueblolas aguas de Siloé, que corren mansamente,y se regocijó con Rezín y con el hijo de Remalías. Isaías 8:6
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Por CHRISTIAN JABLOÑSKI
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