¿Qué es la Salvación? Explicado fácil

Si hay un tema que debería ser tan claro como la luz del día, es el de conocer y entender cómo somos salvos. Después de todo, el anhelo de todo cristiano es alcanzar la salvación, y todo lo que hizo Cristo fue precisamente para hacerla posible.

La obra de Dios, Cristo y el Espíritu Santo en nuestra salvación va más allá de una simple explicación. Es un misterio que, aunque profundo y complejo, está al alcance de todos, incluso de un niño. Acompáñame en este viaje para descubrir la verdadera profundidad de lo que significa ser justificado y santificado.

La soteriología es la rama de la teología dedicada al estudio de la salvación: cómo se obtiene, en qué consiste y cuáles son sus implicancias para el ser humano. La Biblia enseña en Efesios 2:8 que la salvación es «por gracia mediante la fe.»

porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

Por gracia significa que la salvación es el proceso mediante el cual Dios, en su gracia, nos justifica a través de la obra redentora de Cristo en la cruz. La salvación es un regalo de Dios, y esta definición, en un sentido, podría quedar aquí. Sin embargo, es fundamental comprender lo que implica “por medio de la fe.”

Por medio de la fe significa que esta gracia no se acepta simplemente con una declaración verbal ni con una promesa o juramento. Aceptarla por medio de la fe es algo completamente distinto.

La fe representa el comienzo de una relación personal de amor con Dios, la convicción de que somos parte del reino de Dios, sus hijos. Esto conlleva un cambio profundo en nuestra vida, un nuevo rumbo de arrepentimiento. En griego, la palabra metanoia simboliza este cambio de mente y actitud.

Desde luego, este cambio no es algo que podamos lograr solos; necesitamos la ayuda divina. Por lo tanto, si retomamos la definición de salvación para clarificar el rol de la fe, podemos afirmar:

La salvación es el proceso por el cual Dios, por su gracia, nos justifica a través de la obra redentora de Cristo en la cruz, mediante la fe, santificándonos a través del Espíritu Santo, quien nos transforma a su imagen y nos capacita para dar buenos frutos.

Esta es la esencia de una fe genuina. Quien entiende esto comprende que para ser salvo debe someterse al poder transformador del Espíritu Santo.

En este post, analizaremos los conceptos clave en esta definición, comenzando con el significado de «nos justifica.»

La justificación es la obra de Cristo en la cruz, realizada externamente a nosotros, donde somos declarados justos. Durante su ministerio terrenal, representado en el atrio exterior del santuario, Cristo cumplió con los requisitos de justicia y redención en nuestro favor, sin nuestra intervención.

Nos encontrábamos esclavizados bajo el dominio de Satanás, y Cristo, como Libertador, rompió nuestras cadenas y nos liberó de su yugo. Estábamos separados de la santidad de Dios, y Él, como Sumo Sacerdote, se ofreció como el puente que nos reconcilia con el Padre.

Condenados por la Ley, Él, como el Cordero de Dios, pagó nuestra deuda, cumpliendo la justicia en nuestro lugar.

Contaminados por la lepra del pecado, Él, como nuestro Vicario-Sustituto, se hizo maldición por nosotros, cargando nuestras llagas, dolores y heridas para que pudiéramos ser sanados y restaurados.

Todo esto lo abordamos en el post anterior, donde exploramos los motivos por los que Cristo murió en la cruz. Esta obra incluye su expiación, redención, remisión y propiciación, todo ello realizado al derramar su sangre preciosa en la cruz en nuestro favor.

De esta forma, por medio de la fe del creyente, la justicia de Cristo nos es imputada, acreditando sus méritos en lugar de los nuestros como un don inmerecido. Por esta razón, la Palabra de Dios enseña que la salvación es por gracia.

Ahora bien, la Biblia nos explica que, después de su muerte, Cristo resucitó y ascendió al Santuario Celestial, donde intercede por nosotros. Romanos 8:34 afirma:

¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Romanos 8:34

Asimismo, Hebreos 7:25 dice:

Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Hebreos 7:25

y 1 Juan 2:1 describe esta intercesión diciendo:

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. 1 Juan 2:1

Cuando la justificación que Cristo nos ofrece es aceptada de forma sincera y mediante la fe, nace en nosotros un amor profundo hacia nuestro Redentor y un anhelo por conocer más a Jesús y tener una relación personal con nuestro Padre Celestial. De este modo, se inicia en nosotros un proceso de santificación.

Este proceso de santificación es una obra interna que Cristo realiza en el creyente mediante su intercesión y a través del Espíritu Santo. En él, se llevan a cabo dos milagros: el primero es nuestra transformación a su imagen, reflejando el carácter y amor de Cristo. 

Durante la santificación, Cristo y el Espíritu Santo trabajan en conjunto, de ahí que la Biblia mencione que ambos habitan en nosotros. En 1 Corintios 6:19, leemos que nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo». 

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros? 1 Corintios 6:19

Mientras que Efesios 3:17 afirma que «Cristo habita por la fe en nuestros corazones,» pues Cristo mora en nosotros a través del Espíritu Santo, y ambos son indispensables para nuestra transformación.

que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor. Efesios 3:17

Otro acto que Cristo realizó en la cruz fue mostrarnos el amor de Dios. Cuanto más contemplamos el ejemplo de Cristo y comprendemos el amor y sacrificio que hizo por nosotros, más somos motivados a permitir que el Espíritu Santo nos transforme. Como dice 2 Corintios 5:14, «el amor de Cristo nos constriñe,» lo que significa que nos impulsa, nos motiva.

El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron. 2 Corintios 5:14

Es importante recordar que, como enseña la Biblia, es Dios Padre quien envía al Hijo, pero también es Él quien envía al Espíritu Santo a través de Cristo. En Juan 14, leemos:

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26

Y en Juan 15: 

»Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Juan 15:26

Filipenses 2:13 afirma: 

porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Filipenses 2:13

De esta forma, la Trinidad completa obra en nuestra salvación: Dios Padre envió a Cristo, y al contemplar su obra produce en nosotros el querer, mientras que a través de Cristo, Dios Padre envía al Espíritu Santo, quien produce en nosotros el hacer.

En la justificación, su justicia nos es imputada. Ahora, en la santificación, mediante el Espíritu Santo, la justicia de Cristo es impartida en nosotros. Así, el primer milagro que realiza el Espíritu Santo es transformarnos a su imagen, y el segundo es capacitarnos para dar buenos frutos.

Es esencial comprender que participamos activamente en el proceso de santificación a través de nuestra fe, aunque esta misma fe es un don del cielo. Por ello, nuestra participación “no añade mérito alguno” sino que depende de una decisión. 

Nuestra intervención en la salvación está relacionada con el ejercicio de nuestro libre albedrío y se expresa mediante acciones de entrega a Dios, como desear, someternos, rendirnos, tomar decisiones, y negarnos a nosotros mismos. Tal como señala Santiago 4:7: 

Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Santiago 4:7

Y en Lucas 9:23, Jesús dice:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Lucas 9:23

Tener fe en Cristo y participar activamente en el proceso de santificación es, en última instancia, una decisión. En este sentido, Pablo nos exhorta en Filipenses 2 a ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor.

La salvación es, entonces, por gracia. Motivados por el ejemplo de abnegación y amor infinito de Cristo, permitimos que germine en nosotros el don de la fe que Cristo nos ofrece a través del Espíritu Santo. Así, la gracia se hace efectiva por medio de la fe (y no por obras). 

Esta fe verdadera se basa en una relación de amor con Dios y se evidencia en las obras que Cristo realiza a través del Espíritu Santo en nosotros, lo que llamamos los frutos de la fe. 

Por esto encontramos en la Biblia una aparente ambigüedad al hablar de los frutos de la fe, pues en Gálatas 5:22 se menciona que el fruto es del Espíritu, mientras que en Juan 15:4, Jesús afirma que no podemos dar fruto si no permanecemos en Él. 

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe. Gálatas 5:22

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Juan 15:4

En el versículo siguiente añade: «si permanecéis en mí, y yo en vosotros, lleváis mucho fruto.» Esta enseñanza está en total consonancia con lo que venimos explicando.

»Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5

Lo que hemos visto hasta ahora nos ofrece un panorama general de este increíble rescate. Ahora, estamos en condiciones de entender y asimilar mejor esta breve pero completa definición de la salvación:

«La salvación es el proceso por el cual Dios, por su gracia, nos justifica mediante la obra redentora de Cristo en la cruz, por medio de la fe; santificándonos a través del Espíritu Santo, quien nos transforma a su imagen y nos capacita para dar buenos frutos.»

Este post es uno más en una serie de publicaciones diseñadas para profundizar y aprender cada vez más sobre nuestra salvación. Aunque hoy hemos expuesto un esquema general del plan divino de salvación, en los posts sucesivos continuaremos estudiando este tema en profundidad.

Recuerda que aceptar la redención que Cristo realizó en la cruz, y que se nos ofrece por gracia, no es solo una creencia, sino una experiencia de fe. Es entrar en una relación con el Creador del universo, quien obra en nosotros cada día transformándonos gradualmente a imagen de Cristo. 

Algo imposible de lograr por nosotros mismos, pero posible con la intervención del Espíritu Santo, experimentando así una paz que sobrepasa todo entendimiento. 

Con la convicción y el honor de ser llamados «hijos de Dios,» vivimos ahora una vida con propósito, ¡la mayor aventura de todas! Es un milagro que se nos ofrece por gracia y una promesa expresada de manera sublime por Pablo en Gálatas: 

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios. Gálatas 2:20

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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