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ToggleDos parábolas homólogas
Jesús contó dos parábolas homólogas. Una es la parábola de la fiesta de bodas que se encuentra en Mateo 22, y la otra es la parábola de la gran cena de Lucas 14 a partir del versículo 15.
Son parábolas muy similares y dejan las mismas enseñanzas. En ambas parábolas, hay una gran fiesta y muchos invitados que no quisieron asistir, haciendo enojar al anfitrión.
El caso es que en las dos parábolas, el organizador de la fiesta le pidió a sus siervos que volvieran a invitar a cualquiera para que se llenara la boda.
En Mateo 22 dijo: llamad a cuantos halléis, y así invitaron a todos (buenos y malos). Y en Lucas 14 dice que invitaron a pobres, mancos, cojos y ciegos. Y de esta forma, ambas fiestas se llenaron de invitados.
Un final diferente
Pero aquí viene lo curioso. A pesar de que ambas parábolas son casi idénticas en su desarrollo, la de Mateo 22 no termina ahí, sino que termina de manera diferente, con un cierre que nos deja con la boca abierta.
A partir del versículo 11 dice que entró el rey para ver a los invitados y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.
12 «Y le dijo: Amigo, ¿Cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Pero él enmudeció. 13 entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 porque muchos son llamados y pocos escogidos.» Mateo 22:12-14
Apocalipsis 7:9 describe a los salvos como una gran multitud vestida de ropas blancas. A continuación vamos a averiguar por qué es tan importante esa vestidura para entrar a la boda del cordero y cómo podemos hacer para conseguirla.
«El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.» Apocalipsis 3:5
¿Quiénes usan las vestiduras blancas?
Vayamos a la Biblia para ver quiénes usan las vestiduras. ¿Solo la tienen los salvos?
Los ángeles usan vestiduras blancas
Justo después de la resurrección de Jesús, cuenta Juan en el capítulo 20 que María estaba afuera llorando porque encontró la tumba vacía.
Y en los versículos 11 y 12 dice que mientras María lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12 y allí vio a dos ángeles con vestiduras blancas.
11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Juan 20:11-12
Luego, más adelante, narrando el momento en que Jesús ascendió al cielo a la vista de sus discípulos.
Estando los discípulos con los ojos puestos en el cielo mientras él subía, he aquí se pusieron entre ellos dos varones con vestiduras blancas. Hechos 1:10
Los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, lo seguían en caballos blancos. Apocalipsis 19:14
Así que aquí podemos comprobar dos cosas:
1.- Que los ángeles también tienen las vestiduras blancas.
2 .- Que cada vez que aparecen los ángeles, de todo lo que se pudiera rescatar de ellos, de todo lo que se podría describir o resaltar sobre estos seres celestiales, solo se limita a señalar el hecho de que tenían las vestiduras blancas.
Dios Padre usa vestiduras blancas
Pero esto no es nada. En Daniel 7, describiendo una escena de juicio, dice que fueron puestos tronos y se sentó el Anciano de días, haciendo referencia a Dios Padre, y curiosamente también destaca que Su vestidura era blanca como la nieve.
Estuve mirando hasta que fueron puestos unos tronos y se sentó un Anciano de días. Su vestido era blanco como la nieve; el pelo de su cabeza, como lana limpia; su trono, llama de fuego, y fuego ardiente las ruedas del mismo. Daniel 7:9
Los 25 Ancianos usan vestiduras blancas
En Apocalipsis 4 hace mención a veinticuatro ancianos. De la gran cantidad de cosas que nos podría revelar sobre este intrigante grupo, solo se limita a decir que tienen vestiduras blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
Alrededor del trono había veinticuatro tronos, y en los tronos vi sentados a veinticuatro ancianos vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. Apocalipsis 4:4
Algunos teólogos afirman que los 24 ancianos son seres humanos y uno de los argumentos que usan es que tienen vestiduras blancas igual que los redimidos de Apocalipsis 7:9. Pero este argumento no se puede utilizar, ya que todos usan vestiduras blancas en el cielo.
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Adán y Eva perdieron las vestiduras blancas
En Génesis 3:7-10 nos relata cuando Adán y Eva pecaron, y curiosamente, describe que lo primero que ocurrió después de que pecaron fue que se dieron cuenta de que estaban desnudos.
Evidentemente perdieron esa vestidura blanca que todos los seres del reino de Dios tienen, a tal punto que dice el texto que se escondieron porque se dieron cuenta de que estaban desnudos.
Lo novedoso de lo que nos enseña la Biblia, es que Jesús nos llama siempre a través del Espíritu Santo, a recuperar esas vestiduras en esta tierra.
En la parábola de Mateo 22, Jesús nos explica que muchos no fueron a la boda. Son los que menciona en el versículo 8 como aquellos que “No quisieron venir”. Pero otros sí fueron a la fiesta de boda. En el versículo 10 dice que las bodas fueron llenas de convidados.
De los que sí fueron, algunos tenían el vestido, pero otros no y fueron arrojados afuera. En Mat 22:11 y 13 dice que el que no tenía vestido de boda fue echado a las “tinieblas de afuera”, es decir que su destino fue exactamente el mismo que los que no fueron a la boda.
11 Cuando entró el rey para ver a los invitados, vio allí a un hombre que no estaba vestido de bodas. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: “Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” Mateo 22:11, 13
Todos recibimos el llamado del Espíritu Santo y nosotros lo oímos y decidimos si creemos en su llamado (Esto está representado en la parábola de Jesús con la invitación a la boda).
Los que no quisieron entrar a la boda, porque no escucharon la invitación, representan a los que deciden no escuchar ni creer al llamado del Espíritu Santo.
Otros aceptaron la invitación y fueron a la fiesta de la boda. El aceptar la invitación, es un acto de fe. La fe siempre se manifiesta en nuestras acciones y, en este caso, lo demostramos con el bautismo de agua.
El bautismo de agua no es una graduación, sino un nacimiento a una nueva vida en Cristo. Y a partir de ahí, el Espíritu Santo realiza su bautismo diario, es decir, su llamado a transformarnos a la imagen y semejanza de Cristo, y nosotros aceptamos vivir y permanecer en él.
Esa predisposición a aceptar que el Espíritu Santo nos transforme se llama arrepentimiento. El arrepentimiento es genuino solo si es realizado por el Espíritu Santo. Son sus frutos en nuestra vida. Jesús y sus discípulos repitieron hasta el cansancio que debemos dar “frutos de arrepentimiento”.
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento. Mateo 3:8
En Hechos 26 dice que debemos demostrar nuestro arrepentimiento con hechos.
sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Hechos 26:20
Convencidos pero no convertidos
Así que, de esta forma, por un lado tenemos a los no creyentes representados con el número 1 y, por otro lado, tenemos a los creyentes representados con el numero 3. Y aquí viene lo más importante.
Esto es lo que Jesús intentó explicar en todo su ministerio: que hay un grupo, en el medio, representado con el número 2, que no pertenece a ninguno de los dos anteriores.
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Por un lado, son creyentes que aceptan el llamado, pero por otro lado, lo aceptan de forma superficial.
Están “convencidos” intelectualmente, pero no “convertidos”, porque no se produce el verdadero arrepentimiento, ni dejan que el Espíritu Santo los transforme a su imagen y semejanza.
Este grupo está representado por el hombre que no llevaba el vestido de bodas.
Y presta atención, porque esto es crucial: su destino es idéntico al de los que nunca aceptaron el llamado (las tinieblas de afuera), porque la salvación está en el tercer grupo, los que son transformados por el Espíritu Santo.
Esta misma enseñanza está presente en toda la Biblia de diferente manera. Vamos a ver algunas de ellas y verás que interesante.
Las ovejas perdidas de Israel
Jesús mismo se refería a su pueblo como las «Ovejas de Israel». Estaban las «ovejas de Israel» y por supuesto las que «no eran ovejas de Israel».
Pero no bastaba con ser hijos de Abraham para ser salvos. Había un grupo al que él llamaba «las ovejas perdidas de la casa de Israel» y en Mateo 15:24 dijo que precisamente a ese grupo había sido enviado.
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Salid de Babilonia pueblo mío
Lo mismo ocurre con su iglesia del Nuevo Testamento; en Apocalipsis 18:2-4 dice lo mismo pero con otras palabras.
«…Ha caído, ha caído la gran Babilonia… Salid de ella, pueblo mío». Apocalipsis 18:2-4
Es decir, Dios tiene un pueblo al que llama «pueblo mío». Y por supuesto, hay un grupo de personas que no forman parte de ese pueblo.
Pero dentro de ese pueblo se encuentran los que están a salvo porque están fuera de Babilonia, la cual se ha convertido en guarida de demonios. Y hay un grupo de su pueblo que está «EN BABILONIA» y que aún debe salir de allí.
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¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio! Apocalipsis 18:10
Haciendo clara referencia a que al final, los que no salen de Babilonia finalmente tienen el mismo destino que aquellos que no son su pueblo.
A los tibios vomitaré de mi boca
Otra forma de explicar estas tres situaciones es cuando en Apocalipsis 3:15 el ángel, dirigiéndose a la última iglesia, a la iglesia de Laodicea, dice: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente… Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca».
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Luego, si leemos el versículo 18, podemos ver que es la propia palabra de Dios que vincula estos símbolos, porque a los que son tibios les dice: «Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres… vestiduras blancas para vestirte».
Las vírgenes sin aceite
Tal vez la simbología de la Biblia que enseña esta realidad de forma más evidente sea la que se encuentra en la parábola de las 10 vírgenes de Mateo 25.
En contraposición a todos aquellos que no esperan la venida del Esposo, la parábola cuenta la historia de 10 vírgenes que sí lo esperaban. Pero 5 tenían aceite suficiente para sus lámparas y cinco no tenían aceite.
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Finalmente, en los versículos 10 al 12, dice que se cerró la puerta. Y cuando volvieron las vírgenes que habían ido a buscar aceite, porque no estaban preparadas, al ver la puerta cerrada, gritaron desesperadamente: «Señor, Señor, ábrenos». Pero ya era tarde. El Esposo les dijo: «No os conozco».
Un patrón que se repite
Y aquí hay que prestar atención, porque vamos viendo un claro patrón. Siempre este grupo de creyentes termina teniendo el mismo lamentable destino que aquellos que rechazaron a Dios y no son su pueblo.
Así como el que no tenía el vestido fue arrojado a las tinieblas de afuera de la boda, y hay ovejas de Israel que «están perdidas». Y de la misma manera, el pueblo de Dios que al no salir de Babilonia, finalmente es partícipe de su castigo.
El mensaje va siempre dirigido al segundo grupo, el del centro, al que forma parte del pueblo de Dios pero que no está preparado, y siempre acompañado de serias palabras de advertencias para evitar un final de perdición.
¿Qué significa “no tener las vestiduras”?
Pero, ¿Qué significa no tener aceite en la historia de las vírgenes? ¿Qué significa ser tibios? ¿Qué significa estar en Babilonia, o ser una oveja perdida? Bueno, es evidente que es lo mismo que no tener el vestido en la boda.
Millones de cristianos no tienen las vestiduras de Cristo, y tú no puedes dejar de leer este blog, si no sabes si tienes o no las vestiduras blancas indispensables para disfrutar de las bodas del Cordero…
…La buena noticia es que…»Estás invitado».
Pero es tan importante el tema de las vestiduras en el cielo, que cuando describe a un ser celestial, prácticamente lo primero que hace (y a veces lo único) es señalar que tiene las vestiduras blancas.
Y es tan importante, que cuando Adán y Eva pecaron, lo primero que señala es que perdieron esa vestidura.
¡Necesitamos saber todo sobre este vestido!
Así que necesitamos saber todo sobre este vestido:
- ¿Cómo es?
- ¿Dónde lo puedo conseguir?
- ¿Cuánto cuesta?
- ¿Cómo es?
Para saber si tenemos puestas las vestiduras blancas, se hace imprescindible describirlas para que podamos identificarlas. Pero, antes de decirte cómo es el vestido, te quiero decir «cómo no es»
El vestido no es un disfraz.
Muchos cristianos se piensan que pueden sacar y poner el vestido a su gusto, con la frecuencia que ellos quieran y en el momento que deseen, y no se dan cuenta de que en esa especulación,
Finalmente, lo que se ponen no son las vestiduras blancas, sino un disfraz.
Si nosotros no buscamos la presencia de Dios ni intentamos vivir de acuerdo a lo que Cristo nos enseñó cada día de la semana, entonces es muy posible que lo que tengas puesto el día que vas a la iglesia no sea un vestido, sino un disfraz.
A veces, el disfraz es tan bueno que puedes engañar a algunos hermanos de tu iglesia, pero a Dios no.
¿Cómo es el vestido?
Sí. Muchos se disfrazan de cristianos. Se llama hipocresía ¿Pero cómo es ese vestido? ¿En qué consiste esa ropa de gala que nos dan para ir a la boda?
No sé si lo sabías, pero tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, Dios llama a sus hijos a ser un reino de sacerdotes.
Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Éxodo 19:6
Y en el Nuevo Testamento, dice exactamente lo mismo. En 1 de Pedro 2:9, dice que nosotros somos un «real sacerdocio». ¿Sabes cómo era la ropa del sacerdote? “Un vestido blanco”.
Son ropas de gala
En el libro de Zacarías, capítulo 3, el profeta Zacarías tiene una visión muy interesante.
En la visión, ve al sumo sacerdote Josué con ropas viles y Satanás acusándolo.
Pero, sin embargo, el ángel de Jehová mandó a los que estaban delante de él, diciendo: «Quitadle esas vestiduras viles».
Algunos piensan que, para ponerse el vestido, tienes que estar sin pecado. Y se sienten indignos porque vemos la vileza de nuestra vida, como le pasaba a Josué en la visión de Zacarías. Pero acto seguido el ángel dice algo sumamente importante.
Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Zacarías 3:4
Y recién, después de vestirlo, el ángel amonesta a Josué para que ande en sus caminos.
Cuando vistes de gala, evitas el barro
Si tú te has desanimado, pensando que para usar la vestidura tienes que estar sin pecado. Quiero decirte que es al revés. Cuando te la pones, te sientes incómodo con el pecado.
Lo mismo que la ropa. ¿Quién de nosotros no se ha divertido alguna vez jugando en el barro? Pero cuando vamos vestidos de gala, no queremos saber nada con el barro y tratamos de no ensuciarnos, ¿no?
En Juan 8, Jesús primero salva a la mujer adúltera de ser apedreada, y luego, cuando todos se marcharon, le dijo: “Vete y no peques más”.
Primero liberó al pueblo de Israel de Egipto, y luego los llevó al Sinaí. En el santuario, el primer mueble que se ve es el altar del sacrificio, que simboliza la cruz donde Jesús expió nuestros pecados, y luego está el lavacro y el lugar santo.
¿Quién nos da el vestido?
¿Quién le dio el vestido a Adán y Eva? “El Padre”.
En la parábola del hijo pródigo, de Lucas 15, cuando el hijo venía todo sucio, ¿quién le entregó un vestido nuevo? “El Padre”.
¿Quién vistió a Josué en la visión de Zacarías? ¿Y quién le entregaba los vestidos a los invitados en la fiesta de boda?
Y en Isaías 61:10 dice: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia.”
Expiación es una palabra que significa “cubrir” y ante la desnudez del pecado, no existe ropa alguna que pueda cubrir nuestra desnudez, excepto la que nos ofrece nuestro Padre a través de la sangre de su hijo.
¿Cuánto cuesta esa vestidura?
Bueno, a nosotros nada. Se nos ofrece sin precio y lo único que tenemos que hacer es ponérnosla. Pero eso no significa que sea gratuita.
Todo lo contrario. Se pagó al mayor precio posible: la sangre de Jesucristo. Ha salido tan caro, que hasta su símbolo fue de gran precio.
Cuando Dios le dio a Adán y Eva las ropas para cubrirse, tuvo que matar un animal para abrigarlos con la piel. Era la primera vez que el universo entero presenciaba la muerte de un ser creado. Símbolo del sacrificio que más tarde haría Jesús por nosotros.
En Mateo 27:35 dice que cuando crucificaron a Jesús, los soldados repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta.
Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes Mateo 27:35
haciendo referencia al Salmo 22:18.
Jesús se tuvo que quedar desnudo, para que tú y yo usemos las vestiduras blancas. Jesús tuvo que llevar una corona de espinas, para que nosotros pudiéramos usar coronas de oro. Jesús tuvo que pasar sed, para que de nuestro interior corriera agua en abundancia.
Y aquí te voy a decir algo realmente sorprendente. ¿Te acuerdas que al principio de este blog decíamos que todos en el cielo usan las vestiduras blancas?
Bueno, todos menos Jesús. Es decir, Él también tiene las vestiduras blancas, pero están teñidas de rojo.
Las vestiduras de Jesús no son blancas
En Apocalipsis 19:11-13, describiendo a Jesús, dice:
11 “He aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, … 12 Sus ojos eran como llama de fuego, … 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre…» Apocalipsis 19:11-13
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“He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas.” Isaías 63:3
Jesús tuvo que morir en la cruz, para que nosotros tengamos vida eterna. De la misma forma que el bautismo del Espíritu Santo es diario, así también debemos ponernos cada día las vestiduras blancas que representan la justicia de Cristo y que fueron compradas para nosotros a tan alto precio.
Cada mañana tú eliges si salir a la calle como real sacerdote, o con ropas viles. Mi deseo es que se cumpla en nuestra vida lo que dice en Eclesiastés 9:
Que en todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza. Eclesiastés 9:8
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Por CHRISTIAN JABLOÑSKI
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