los 10 MANDAMIENTOS #2 – Un CAMINO a la LIBERTAD

En esta pagina, abordamos la profecía bíblica, enfocándonos específicamente en el libro de Apocalipsis. Uno de los temas cruciales que debemos comprender es el rol que cumplen los 10 mandamientos en el tiempo del fin.

En el capítulo 11 de Apocalipsis, se menciona que se abre el templo de Dios en el cielo para revelar el arca del pacto, donde se guardan los 10 mandamientos.

En el post anterior explicamos cómo el Apocalipsis describe a los salvos como aquellos que guardan los mandamientos de Dios. En Éxodo 31, se nos dice que Moisés recibió las tablas de la ley, escritas por el mismo Dios.

Es la única porción de toda la Biblia en la que Dios no confió a ningún ser humano la escritura del texto; como dice el versículo 18, Él mismo la escribió con Su propio dedo.

No se conoce ningún otro resumen de leyes tan breve y, a la vez, tan completo. Abarca todos los aspectos de la vida. Acompáñame a analizar la compilación de preceptos más famosa de la historia.

 

El amor en 10 frases

En Lucas 10:25-27, un maestro de la ley pregunta a Jesús sobre cómo heredar la vida eterna, a lo que Él responde que el camino es amar a Dios con todo el corazón, alma, fuerzas y mente, y amar al prójimo como a uno mismo.

25 Un intérprete de la Ley se levantó y dijo, para probarlo:
—Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 Él le dijo:
—¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?
27 Aquel, respondiendo, dijo:
—Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Lucas 10:25-27

Marcos 12:30-31 reafirma estos mandamientos, destacando que el primero es el principal, y el segundo, el amor al prójimo, es semejante al primero.

30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” Este es el principal mandamiento. 31 El segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay otro mandamiento mayor que estos. Marcos 12:30-31

En perfecta sintonía con el Antiguo Testamento, encontramos en Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18 la misma enseñanza, ya predicha por Moisés: amar a Dios y al prójimo.

»Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Deuteronomio 6:5

»No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Jehová. Levitico 19:18

Mateo 22:37 añade un matiz significativo, señalando que de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas, haciendo del amor el fundamento de toda la enseñanza divina.

Jesús le dijo:
—“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.”  Mateo 22:37

Romanos 13:9-10 profundiza aún más, cuando Pablo menciona algunos de los mandamientos como «No adulterarás», «No matarás», «No hurtarás», «No codiciarás», y los resume con la frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», dejando claro que el amor es el cumplimiento de la ley.

9 porque: «No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás», y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» 10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la Ley es el amor. Romanos 13:9-10

Los Diez Mandamientos son, por lo tanto, un resumen perfecto de cómo expresar el amor a Dios y al prójimo. Son instrucciones prácticas dadas por Dios a Moisés, no sólo leyes, sino una obra maestra de equilibrio y justicia.

Nada es casualidad en los diez mandamientos

Vamos a analizar la ley de Dios desde varios aspectos:

Equilibrio de la Ley

Los Diez Mandamientos se encuentran en Éxodo 20:1-17. Los primeros cuatro se centran en la relación del hombre con Dios, y los últimos seis en la relación con el prójimo. Representan un equilibrio perfecto entre lo genérico y lo específico, orientándonos en cómo demostrar amor de una manera práctica y realista.

El amor a Dios y al prójimo es un resumen amplio, que deja abierta la interpretación de cómo mostrar ese amor. Sin embargo, los Diez Mandamientos evitan el error de ser demasiado específicos, al mantener un enfoque balanceado que nos guía sin agobiarnos con detalles legalistas.

Orden de la Ley

Los mandamientos abarcan toda la actividad humana: acciones, palabras y pensamientos. En la relación con el prójimo, el orden de los mandamientos es decreciente, comenzando con el delito más grave hasta el menos visible:

  • No matarás: agresión física contra la vida.
  • No cometerás adulterio: agresión moral contra la familia.
  • No hurtarás: agresión económica contra la propiedad.
  • No darás falso testimonio: agresión verbal contra la reputación.
  • No codiciarás: agresión mental a través del deseo.

Simetría de la Ley

Los mandamientos no son una simple lista, sino que están cuidadosamente diseñados con una simetría que refleja la armonía entre las dos tablas.

  • Dios da y salva la vida → Protegerás la vida.
  • No tendrás otros dioses → Serás fiel a tu pareja.
  • Respetarás el nombre y patrimonio de Dios → Respetarás los bienes de tu prójimo.
  • Rendirás culto verdadero a Dios → Dirás siempre la verdad.
  • Honrarás a tus padres → Respetarás las demás familias.

Su Morfología

La Persona:

En los Diez Mandamientos, Dios no se dirige a un grupo indistinto; en cambio, se dirige a cada individuo de manera personal e íntima. Están formulados en segunda persona del singular, lo cual otorga mayor fuerza vinculante. Al expresarse de este modo, Dios establece un vínculo directo con cada uno de nosotros, subrayando la responsabilidad personal en el cumplimiento de sus mandatos.

El Tiempo Verbal:

Este es un detalle sumamente revelador. En cada mandamiento, el tiempo verbal utilizado es crucial para comprender la intención de Dios. El tiempo verbal elegido por Dios es el «futuro imperfecto» en negativo, que en hebreo se refleja de manera idéntica al español.

Entonces, sabiendo esto, ¿cuál podría ser la intención del autor? Lo más lógico y natural es pensar que son prohibiciones. A lo largo de mi vida, he visto innumerables carteles de prohibiciones, pero jamás los he encontrado redactados en futuro imperfecto en negativo.

Para órdenes y prohibiciones, normalmente se utilizan:

  • Infinitivo para normas escritas (por ejemplo, «No correr» o «Prohibido correr»).
  • Imperativo presente para normas verbales (por ejemplo, «No corras» o «Te prohíbo que corras»).

Pero, ¿un futuro para prohibir, como «No correrás»? ¿Cuántas veces has entrado en una piscina y encontrado un cartel que diga: «No correrás por el borde de la piscina» o «No entrarás con botellas de cristal»? ¡Nunca! El tiempo verbal no coincide con una prohibición.

Si no coincide con una prohibición, entonces, ¿cuál sería la intención del autor? ¿Amenazas tal vez? Imposible. Las amenazas se utilizan para cosas malas, pero no se puede amenazar a alguien por honrar a su padre y madre, ni por no matar.

¿Podrían ser deseos? No, tampoco. El tiempo del deseo se expresa con cualquier tiempo dentro del modo subjuntivo, y estos mandamientos no están en subjuntivo. Entonces, ¿qué son?

La diferencia psicológica y teológica entre «No mates» y «No matarás» es lo suficientemente importante como para que merezca nuestra atención. Solo hay una intención posible que encaja con este tiempo verbal: ¡Son promesas! Te prometo que no matarás.

Percibir los mandamientos como prohibiciones, es decir, como condiciones de aceptación, sería bíblicamente incorrecto y teológicamente absurdo. No son prohibiciones o condiciones de aceptación, sino promesas, es decir, el resultado de la aceptación.

Dios primero liberó a los israelitas de Egipto y, después, solo después, les dio las tablas de la ley. Por eso, cuando entras al santuario, lo primero que ves es el sacrificio de Cristo, que nos libera del pecado del mundo. Luego, solo entonces, te ofrece la santificación.

Te prometo que, si te acercas a mí y te entregas incondicionalmente, podré liberarte del pecado. Entonces, no robarás. No hablarás contra tu prójimo. Y eso no es todo: te prometo que no codiciarás nada de tu prójimo. Ahora sí coincide el tiempo verbal. Es imposible no verlo.

Desde niños detestamos que nos den órdenes, y aún peor soportamos las prohibiciones. Las órdenes se cuestionan, pero las prohibiciones parecen provocar automáticamente el deseo de hacer lo prohibido.

Si hasta hoy has visto los 10 mandamientos como una serie de prohibiciones, es que no los estás entendiendo.

Por eso, muchas veces en el hebreo antiguo del Antiguo Testamento no se les llamaba «mandamientos,» sino «las 10 palabras,» de donde surge el vocablo griego Decálogo.

Satanás ha conseguido engañar a todo el mundo respecto a estas 10 palabras de Dios. Fuera del cristianismo, ni siquiera se tienen en cuenta; son ignoradas. 

Dentro del cristianismo, algunos piensan que con Cristo ya no tienen validez, que han sido abrogadas o abolidas. Otros las han modificado. Y de los pocos que creen en el texto bíblico tal como está, muchos las malinterpretan, creyendo que son obligaciones pesadas y tediosas.

Es importante comenzar destacando que, en muchas ocasiones, los Diez Mandamientos son enumerados comenzando por el «NO» de cada mandamiento. Esto, sin embargo, presenta un texto incompleto, mutilado, porque estas palabras no se pueden entender sin su prólogo.

Lo primero que llama la atención es que Dios no se presenta como el Todopoderoso, ni como el Omnipresente, ni siquiera como el Legislador supremo. 

Siendo Él quien va a dar una ley, lo lógico sería que se presentara como el Juez de toda la tierra. Pero no, Dios se presenta como el Libertador: «Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre».

Esta frase introductoria se entrelaza con el mandamiento que sigue, haciéndose inseparable. Literalmente, podríamos leer: «Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre, por lo tanto, ya no tendrás dioses ajenos delante de mí». 

Esta presentación revela a Dios como el libertador que sacó a su pueblo de la opresión, y les está prometiendo que serán verdaderamente libres, no solo de los faraones de Egipto, sino también de todos sus ídolos, del miedo a los espíritus, de las supersticiones, y del terror a lo desconocido.

Un texto que empieza con una frase tan liberadora no puede ser entendido como una simple lista de prohibiciones y órdenes. Sería como ver dos dioses en un mismo pasaje: uno que libera y otro que oprime. 

Pero no es así. Dios no impone una nueva esclavitud con sus mandamientos; al contrario, les da a su pueblo ya liberado una receta para vivir una vida de calidad superior.

Quien liberó a su pueblo de Egipto desea, con más razón, liberarles de sus miedos, de la violencia, de los conflictos familiares y de los odios. Los mandamientos, lejos de ser prohibiciones limitantes, son promesas de libertad.

10 Veces Libres

Cada uno de los mandamientos nos abre un camino hacia la verdadera libertad. Aquí, Dios invita a ser «10 veces libres»:

  1. Serás libre de los dioses falsos, las influencias de espíritus y astros, y de los terrores de lo oculto.

  2. Serás libre de las supersticiones paralizantes y de la idolatría.

  3. Serás libre de la banalización de lo sagrado y aprenderás a respetar a Dios con mayor profundidad.

  4. Serás libre de las cadenas del trabajo y del ocio desmedido, aprendiendo a trabajar y a descansar plenamente en cuerpo y espíritu.

  5. Serás libre del individualismo insolidario, reconciliándote con tus raíces y relaciones familiares.

  6. Serás libre de la agresividad, disfrutando de la vida en una fraternidad solidaria.

  7. Serás libre del amor falso, viviendo un amor pleno en pareja, sin reservas ni engaños.

  8. Serás libre de la insatisfacción material, dejando de necesitar poseer a cualquier costo.

  9. Serás libre del engaño, viviendo una vida plena sin tener que deformar la verdad.

  10. Serás libre de la envidia, disfrutando plenamente de lo que posees sin desear lo ajeno.

Cada mandamiento es una promesa de libertad, que nos invita a vivir en plenitud y gozo, en contraste con las servidumbres que la humanidad ha creado para sí misma. 

No basta con amar la libertad; debemos saber qué hacer con ella. En Santiago 1:25 se nos habla de la «perfecta ley, la de la libertad».

Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace. Santiago 1:25

A lo largo de la historia, los seres humanos han creado dioses e ídolos a su imagen y semejanza, pero la intención de Dios es que sea Él quien nos transforme a nosotros a Su imagen y semejanza.

No sé qué tipo de esclavitud puedas tener en tu vida hoy. Ya sea la idolatría del dinero, el egoísmo, el adulterio, la envidia, la mentira o la codicia. Sea cual sea la forma en que Satanás ha intentado esclavizarte, Jesús te promete que puede liberarte. Solo dale una oportunidad.

Recuerda, de la comprensión de estos mandamientos puede depender no solo tu libertad, sino también tu salvación y la de tu familia.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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