Los 10 Mandamientos #4 – La Ley Antes de Moisés

Los ataques a la vigencia de la ley de Dios por parte del enemigo son numerosos y meticulosamente elaborados. Con frecuencia, tratar de abordar todos los argumentos en contra de la ley de Dios en un solo espacio puede confundir al creyente sincero. 

En el primer post de esta temática, me dedico a contrarrestar el argumento que sostiene: «Estamos bajo la gracia y no bajo la ley.»

En el segundo post, abordo cómo la ley, lejos de esclavizarnos, es un camino hacia la libertad.

El tercer post contiene un análisis sobre el versículo de Romanos 10:4, frecuentemente utilizado, que afirma que «el fin de la ley es Cristo.»

Este cuarto post, titulado «La Ley antes de Moisés», abordará de manera breve y clara la existencia de la ley antes de Moisés, refutando el falso argumento de que la ley de Dios no existía antes de Moisés y, por ende, que solo aplicaba a los judíos.

Si no has leído los tres posts anteriores, te recomiendo hacerlo. A medida que avancemos con esta serie, te irás dando cuenta de lo importante que es este tema para el cristiano.

¿Existía la ley antes de Moisés?

Uno de los argumentos más comúnmente utilizados para negar la vigencia actual de los Diez Mandamientos se basa en la siguiente suposición:

Antes de que Dios le entregara a Moisés los Diez Mandamientos escritos en dos tablas de piedra, dichos mandamientos no existían.

A partir de esta suposición, algunos deducen que los Diez Mandamientos eran solo para los judíos y que Jesús los tuvo que cumplir únicamente porque era judío.

Derribar este argumento es sencillo: basta con demostrar que los Diez Mandamientos ya estaban vigentes antes de Moisés, lo que implica que:

«Lo único que hizo Dios con Moisés fue entregar por escrito, en dos tablas de piedra, una ley que ya estaba vigente desde el principio, de forma oral.»

Lo primero que debemos comprender es que, para que exista pecado, es necesario e indispensable que haya una ley.

En Romanos 4:15 se nos dice:

Donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Romanos 4:15

De igual manera, Romanos 3:20 aclara que:

Por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Romanos 3:20

Esto significa que el pecado se define en base a la ley. 1 Juan 3:4 lo expresa claramente al definir el pecado como la infracción de la ley.

Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 1 Juan 3:4

Este principio es tan sencillo como explicar que Dios no podría haber culpado a Adán y Eva por haber comido del árbol del bien y del mal si antes no les hubiese advertido que dicho árbol estaba prohibido, tal como les dice en Génesis 2:17:

Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Genesis 2:17

Bajo esta lógica sencilla y concluyente, podemos deducir que, cuando la Biblia habla de pecado, es indudable que ya existía la ley, cuya infracción convertía a los hombres en pecadores.

Por ejemplo, en Génesis 13:13 se dice:

Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra el Eterno en gran manera. Genesis 13:13

Este versículo aclara, de forma indirecta pero contundente, que ya existía la Ley de Dios, sin la cual no habría sido posible llamar a esos hombres pecadores.

Pablo explica este mismo principio en Romanos 7:7 cuando dice:

¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Romanos 7:7

Luego, Pablo nos ofrece un ejemplo sencillo para ilustrarlo: «…porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.»

Esto queda aún más claro cuando examinamos referencias a los mandamientos antes de la entrega de las tablas de la ley a Moisés en el Sinaí. Veamos algunos ejemplos que evidencian la vigencia de estos mandamientos.

Los 10 mandamientos antes de Moisés

Un primer ejemplo lo encontramos cuando José es tentado por la esposa de Potifar. Al insistirle ella para que se acostara con ella, José le responde en Génesis 39:9:

¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? Génesis 39:9

Era imposible que José hablara de pecar contra Dios si no supiera que Dios había prohibido el adulterio, correspondiente al séptimo mandamiento.

No es el único caso en el que se menciona el adulterio como pecado antes de la entrega de los mandamientos a Moisés. También podemos observarlo en la historia de Abraham con Abimelec, rey de Gerar.

Si no conoces la historia, te la resumo. Abraham estaba casado con Sara, quien además de ser su esposa, era también su media hermana por parte de su padre.

Cuando Abraham llega a la tierra de Abimelec, teme por su vida debido a la belleza de Sara. Conociendo las costumbres de la región, Abraham supone que el rey podría matarlo para quedarse con su esposa. Para evitar este desenlace, Abraham le dice a Abimelec que Sara es solo su hermana, ocultando que estaban casados.

Abimelec toma a Sara, pero antes de acostarse con ella, Dios se le revela en un sueño y le advierte que no debe tocar a esa mujer y que debe devolvérsela a su esposo Abraham. Abimelec, obedeciendo la advertencia divina, decide devolver a Sara a su esposo.

En este sueño, Dios le dice a Abimelec, como se relata en Génesis 20:6:

Yo también te detuve de pecar contra mí, y así no te permití que la tocases. Génesis 20:6

Tal como sucedió en la historia de José, es imposible que Dios le dijera a Abimelec que pecaría contra Él si cometía adulterio con Sara, a menos que Dios ya hubiera revelado previamente la ley sobre el adulterio.

Ambas historias, la de José y la de Abimelec, ocurrieron mucho antes de que Moisés recibiera las tablas de la ley en el Sinaí, lo que refuerza el argumento de que los mandamientos, incluidos aquellos relacionados con el adulterio, ya estaban vigentes antes de su entrega formal por escrito.

Pasemos a otro mandamiento fundamental: el sexto, «No matarás». Este principio aparece claramente en el relato del Génesis, cuando Caín mata a su hermano Abel. Dios le pregunta:

Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Génesis 4:10

Y luego declara:

Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Génesis 4:11

Desde el principio de la historia humana, Dios ya había dejado claro que existía una ley moral que prohibía el asesinato. De lo contrario, no habría tenido sentido maldecir a Caín por un acto que no estuviera expresamente prohibido por Dios. La infracción de Caín no fue simplemente una falta social, sino una violación directa del mandamiento divino.

Otro ejemplo de la ley moral antes de Moisés lo vemos en el trato entre Jacob y su suegro Labán. En Génesis 30:33, Jacob establece un acuerdo con Labán sobre el reparto de sus rebaños, y dice que, si no respetaba el trato, se le tendría “como hurto”. Este es un claro indicio de la vigencia del octavo mandamiento: “No hurtarás”.

Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a reconocer mi salario; toda la que no fuere pintada ni manchada en las cabras, y de color oscuro entre mis ovejas, se me ha de tener como de hurto. Génesis 30:33

Jacob no podría haber hablado de la deshonra del hurto si no existiera ya una ley moral que condenara el robo. Esto demuestra que el conocimiento de la ley de Dios, incluido el mandamiento contra el hurto, era parte de la conciencia humana mucho antes de su formalización escrita en las tablas de la ley.

Algunos teólogos que afirman que la ley solo existió a partir de Moisés intentan minimizar estas evidencias, sosteniendo que estos actos eran meros principios de civismo o moralidad cultural. Sin embargo, si ese fuera el caso, no se podría decir que estos actos eran pecados ante Dios, como claramente afirman los textos bíblicos.

Además, hay evidencias claras de la existencia de mandamientos específicos, como el cuarto mandamiento, que ordena la observancia del día de reposo. Este es un mandamiento que no se puede justificar solo con normas de moralidad humana, sino que proviene de un mandato explícito de Dios.

Desde el principio, en Génesis 2:3, se menciona que Dios “bendijo al séptimo día y lo santificó” después de la creación. Este acto de santificación y reposo es la base para el mandamiento de guardar el sábado.

Más adelante, en Éxodo 16, antes de que Dios entregara las tablas de la ley a Moisés, se relata la historia del maná. En los versículos 26-29, Dios instruye al pueblo: “Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo”. Cuando algunos salen a recoger maná en el séptimo día y no encuentran nada, Dios se queja:

¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes? Éxodo 16:28

Esta narración no solo confirma que el cuarto mandamiento ya existía antes de Moisés, sino que también sugiere que el pueblo había estado incumpliendo este mandamiento durante mucho tiempo. 

Finalmente, en el versículo 29, Dios deja en claro: “Jehová os dio el día de reposo”, reafirmando que el día de descanso no era una invención humana, sino una ordenanza divina que existía desde la creación.

Mirad que Jehová os dio el día de reposo, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. Éxodo 16:29

Y si aún queda alguna duda acerca de la existencia del mandamiento del día de reposo antes de Moisés, basta con observar que, cuando Dios entrega las tablas de la ley en el monte Sinaí, el cuarto mandamiento es el único que comienza con la palabra «Acuérdate». 

No puedes recordar algo a menos que ya haya sido comunicado previamente. Esto refuerza la idea de que el mandamiento de guardar el día de reposo no era nuevo, sino que había sido conocido desde antes.

No te parece lógico?

Además, consideremos el caso de Jacob. Cuando Dios le ordena que vaya a Bet-el y haga un altar, Jacob responde con la siguiente instrucción a su familia:

Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Génesis 35:2

En un mundo dominado por el politeísmo, esta orden es significativa. Jacob sabía que no debía adorar a otros dioses porque ya conocía el primer y segundo mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” y “No te harás imagen…”. 

El mandato de Jacob de quitar los ídolos no era una mera decisión personal, sino un acto de obediencia a los mandamientos de Dios, que evidentemente ya eran conocidos.

Este es un testimonio claro de que los mandamientos de Dios, como el de no adorar ídolos, existían antes de la entrega de las tablas en el Sinaí. Lo único que cambió fue que, en el Sinaí, Dios los escribió en piedra, reafirmando su inmutabilidad y validez eterna.

Con todas estas evidencias, entendemos mejor lo que se dice en Génesis 26:5:

por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes. Génesis 26:5

Sabemos que esos mandamientos, preceptos y leyes incluyen los mismos diez mandamientos que más tarde serían entregados a Moisés por escrito, confirmando que han estado vigentes desde el principio.

Quisiera ahora compartir contigo unas breves reflexiones:

Primero, en Génesis 6:5, se menciona que “Jehová vio que la maldad de los hombres era mucha en la tierra”, lo que llevó a la decisión de destruir a la humanidad con el diluvio. 

Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Genesis 6:5

Si fuera cierto que los diez mandamientos fueron dados por primera vez a Moisés, ¿sería justo que Dios condenara a los antediluvianos por su maldad? Si ellos no conocían claramente lo que estaba bien o mal, ¿cómo podrían ser culpables? Evidentemente, la ley ya existía y era conocida, pues de lo contrario, no habría una base para juzgar su comportamiento.

Finalmente, si es falso que la ley fue dada solo a Moisés y su origen es anterior, entonces también es falso afirmar que la ley era exclusiva para los judíos. Este argumento demuestra que los diez mandamientos son universales y siempre lo han sido.

La creencia moderna de que la ley de Dios solo fue relevante desde Moisés hasta la muerte de Cristo es uno de los errores más graves y perjudiciales en el cristianismo contemporáneo. 

Esta doctrina no solo desafía la autoridad de Dios, sino que contradice la razón y la lógica. Si las naciones terrenales necesitan leyes para funcionar, ¿cómo es posible pensar que el Creador no tendría una ley para gobernar a la humanidad?

Nos vemos en el próximo post, donde continuaremos explorando por qué la muerte de Cristo, lejos de abolir la ley, confirma su carácter inmutable y eterno.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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