En este post, daremos inicio al estudio de las profecías temporales, y comenzaremos con una que, por su claridad, es probablemente una de las más accesibles para comprender la profecía de las setenta semanas, que se encuentra en el capítulo 9 del libro de Daniel.
A medida que avancemos en este análisis, abordaremos detalles sobre su cumplimiento que, sin duda, resultarán sorprendentes.
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ToggleProfecía de las setenta semanas
Vamos a leer primero los períodos de tiempo para plasmarlos en un gráfico, con el fin de visualizar mejor el esquema que nos presenta. Luego, veremos con más detenimiento los detalles de los acontecimientos para poder establecer las fechas.
El texto dice en Daniel 9 a partir del versículo 24:
Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre su santa ciudad. Daniel 9:24
Donde ocurrirán varias cosas que veremos en breve. Luego, en el versículo 25, dice:
Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas. Daniel 9:25
Es decir, habrá 69 semanas en total, divididas en dos grupos de 7 semanas y 62 semanas, respectivamente.
La profecía termina diciendo, a partir del versículo 27, que por otra semana más (es decir, la semana que falta para completar las 70) confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador. Daniel 9:27
Así que este sería el gráfico que la profecía nos presenta:
Vamos a concentrarnos en la primera parte y luego veremos la segunda parte de la semana faltante.
La fecha que da inicio a las setenta semanas es la de la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén. El libro de Esdras, al igual que los registros históricos extra bíblicos, registran tres órdenes de reconstrucción.
La primera fue la que dio Ciro en el año 537 a.C., y está registrada en Esdras capítulo 1, versículos del 1 al 4. Esta orden permitió el retorno de alrededor de 50.000 judíos que trajeron nuevamente los utensilios del Templo que Nabucodonosor se había llevado a Babilonia.
Es una orden importantísima porque da cumplimiento a la profecía de los 70 años de cautiverio que había profetizado el profeta Jeremías, pero ese es otro tema.
La segunda orden fue dada por Darío I en 519 a.C., y se encuentra registrada en Esdras capítulo 6, versículos del 3 al 12. Esta orden fue necesaria debido a la oposición que enfrentaban y porque la reconstrucción del templo aún no se había completado, por lo que era importante garantizar que la obra continuara sin interrupciones.
La tercera orden fue dada por Artajerjes I en 457 a.C., y está registrada en Esdras 7, versículos del 11 al 26. Esta orden era muy superior a las anteriores, porque permitió que los judíos tuvieran sus propios sacerdotes, gobernadores y jueces con plena autoridad política y religiosa. Los eximió de los tributos de los Medo-Persas y le dio a Esdras autoridad y recursos para los servicios del templo.
En definitiva, el alcance de la orden de Artajerjes del año 457 antes de Cristo es, por lejos, la orden que hace posible que se cumpla la profecía al pie de la letra.
No solo porque permite que se termine la edificación de Jerusalén, sino que también, tal como dice la profecía, esta orden es la única que le asigna a los judíos la autonomía e independencia necesarias para restaurar (es decir, conseguir el estado que tenían antes), obteniendo los judíos nuevamente, y contra todo pronóstico, el renacimiento legal de la nación judía en Jerusalén.
Bien. A partir de ahí, tenemos que ver si la profecía está expresada en períodos de tiempo literales o simbólicos.
Períodos de tiempo en la Biblia
El principio de día por años en las profecías es un tema complejo y muy discutido, y lo vamos a ver con más profundidad en el segundo video de esta profecía.
Pero como introducción al tema, vamos a decir, simplemente, que en la Biblia hay períodos de tiempo literales y simbólicos. Cuando el tiempo de una profecía es literal, un día es un día; pero cuando el tiempo es simbólico, un día se toma por un año.
Recordar estas dos premisas es fundamental, y no me cansaré de repetirlo. La correcta interpretación de una profecía consiste en identificar los símbolos y descifrar correctamente su significado. El significado de un símbolo no es producto de la adivinación, suposición o especulación, sino que debe estar explicado por la Biblia.
La Biblia respalda la simbología de día por año de diversas maneras. Por ejemplo, en Números 14:34, se establece:
Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día. Números 14:34
En Ezequiel 4:5, se menciona:
Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días… día por año, día por año te lo he dado. Ezequiel 4:5
Asimismo, existen otros textos que utilizan una semana para representar un período de siete años.
Ahora bien, ¿cómo sabemos si la profecía de las setenta semanas está expresada en semanas literales de siete días o en semanas simbólicas de siete años? En este caso:
En primer lugar, si tomamos semanas literales, setenta semanas corresponderían a 490 días, es decir, poco más de 16 meses, y no hubo ningún acontecimiento histórico relevante en ese período de tiempo.
En segundo lugar, si interpretamos las semanas de manera simbólica, esto representa 490 años, y de esta forma los acontecimientos proféticos encajan de manera tan sorprendente que han dejado perplejos incluso a los historiadores más escépticos.
Es tan evidente que la profecía habla de semanas de años que prácticamente la totalidad de los teólogos de distintas religiones coinciden en esta interpretación.
Más adelante profundizaremos en este tema, pero por ahora avancemos con el texto profético para identificar las fechas.
Problema del año cero
Teniendo como referencia el año 457 a.C., cuando Artajerjes dio la orden que permitió «restaurar» Jerusalén, el texto señala en el versículo 25: «Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas.»
Siete semanas equivalen a 49 años, y 62 semanas representan 434 años. En total, suman 69 semanas, lo que equivale a 483 años.
Si tomamos como fecha de partida el año 457 a.C. y sumamos los 483 años proféticos (69 semanas de años), obtenemos el año 26 d.C. Sin embargo, es necesario añadir una unidad debido al «problema del año cero,» lo que nos sitúa en el año 27 d.C. ¿Por qué sucede esto?
El «problema del año cero» surge porque, al establecer el calendario, no se incluyó el concepto del año cero. En la mentalidad medieval, el cero representaba la inexistencia de algo, y un año no podía ser «nada.» Por lo tanto, la transición directa fue del año 1 a.C. al año 1 d.C., sin pasar por un año intermedio.
De esta manera, si sumamos años que abarcan tanto períodos a.C. como d.C., hay que considerar esta ausencia del año cero. Si partimos, por ejemplo, del año 3 a.C. y sumamos seis años, matemáticamente deberíamos llegar al año 3 d.C., pero en realidad, llegamos al año 4 d.C. debido a la falta del año cero.
En resumen, después de hacer el cálculo matemático inicial (457 a.C. + 483 años = 26 d.C.), debemos añadir una unidad para ajustar la cronología histórica, lo que nos lleva al año 27 d.C., coincidiendo perfectamente con el tiempo que se señala para la aparición del Mesías en la profecía de las setenta semanas.
Por tanto, el año 27 d.C. marca un punto crucial en el cumplimiento de esta profecía, ya que, según el análisis, corresponde al inicio del ministerio público de Jesús, el «Mesías Príncipe.»
En ese año, Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. En el post sobre cuando Jesús se convierte en Sacerdote, detallo cómo, en el momento de su bautismo, Jesús se transforma en el Mesías. Si no estás familiarizado con esto, te lo resumo a continuación.
La palabra «Mesías» es hebrea, y en griego se traduce como «Cristo». Ambas palabras significan «Ungido» en español. En el Antiguo Testamento, Dios le indicaba a un profeta quién era el sacerdote o el rey elegido para el cargo por voluntad divina, y el profeta lo ungía con el aceite de la santa unción, el cual representaba al Espíritu Santo.
En el momento en que Juan el Bautista bautiza a Jesús, este es ungido directamente por el Espíritu Santo, tal como se describe en Lucas 3:22:
descendiendo el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y Dios Padre, con voz audible, dijo: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. Lucas 3:22
Jesús fue el ungido, es decir, el elegido, por excelencia.
Evidencia sobre el bautismo de Cristo en el año 27 d.C.
Es indispensable, para que esta profecía sea sorprendente, poder demostrar con certeza que Jesús fue realmente bautizado o ungido en el año 27, es decir, 69 semanas simbólicas después del decreto de Artajerjes.
Gracias a Dios, tanto la historia como la Biblia nos brindan los datos suficientes para comprobar la veracidad de esta profecía, y vale la pena dedicar unos minutos a esto.
En Lucas, capítulo 3, nos dice que: «En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César… las multitudes salían para ser bautizadas por él…», y que, precisamente en ese momento, Jesús fue bautizado.
La historia nos cuenta que el emperador Augusto César murió el 19 de agosto del año 14 d.C., siendo sucedido por Tiberio.
A simple vista y de forma superficial, muchos han calculado rápidamente que, si Tiberio empezó a gobernar en el año 14 y, cuando Jesús se bautizó, según Lucas 3:1, Tiberio llevaba el año decimoquinto de su reinado, llegarían a la conclusión de que el bautismo de Jesús ocurrió, como mínimo, en el año 29 d.C., lo que presenta una diferencia de 2 años con el año 27, que coincide con las 69 semanas.
No obstante, esta es una conclusión precipitada y errónea debido al desconocimiento de cómo se computaban los años en la época de Jesús, particularmente en Israel, donde el sistema difería de nuestra forma actual de contar los años.
Era algo más complejo que en la actualidad, pero tenía su lógica para la época, y para entenderlo debemos tener en cuenta tres conceptos fundamentales:
1.- En primer lugar, cada nación contaba los años de su historia en función del reinado del monarca de turno.
Sin embargo, en la época de Jesús no era así. Hoy en día, contamos los años según nuestro calendario actual, el calendario gregoriano, que se usa internacionalmente para calcular las fechas de los acontecimientos históricos.
A continuación, expondremos las fechas correspondientes a los años de Tiberio, para que podamos ver claramente cómo el bautismo de Jesús, que ocurrió en el decimoquinto año de Tiberio, coincide con el año 27 de nuestro calendario.
2.- En segundo lugar, en Israel, los años del reinado de un monarca se contaban con respecto al calendario civil, que iba de otoño a otoño.
En Israel, el año no comenzaba el 1 de enero (ese fue un cambio realizado por los romanos); en la antigüedad, cada pueblo comenzaba su año en diferentes fechas.
Israel tenía dos calendarios: uno era el calendario religioso, que comenzaba en primavera, y el otro era el calendario civil, que empezaba en septiembre, en el mes de Tishri, y era el que se utilizaba para el cómputo de los años con respecto a los monarcas. Incluso hasta el día de hoy, el año nuevo judío empieza en septiembre/octubre.
Esto hace que los años de los monarcas que contaban los judíos estén un poco desplazados con respecto a nuestro calendario gregoriano, ya que este último va de enero a diciembre, mientras que los años judíos se contaban según el calendario civil, que iniciaba el 1º de Tishri y abarcaba de otoño a otoño.
3.- En tercer lugar, es importante considerar que muchos pueblos de la antigüedad tomaban el primer año del reinado del monarca desde el momento en que ascendía hasta el último día del año, aunque ese período solo fuese de unos pocos días.
Esto es crucial para nuestra comprensión, y así lo computaban los escribas de muchos pueblos de la antigüedad, incluidos los judíos.
De este modo, como Augusto murió el 19 de agosto, el primer año de Tiberio abarcó los pocos días o semanas transcurridos entre su ascensión al trono y el primer día de Tishri, es decir, el inicio del próximo año judío.
A partir de ahí, los años de Tiberio coinciden con los años judíos, según su calendario civil de otoño a otoño, y con un desplazamiento de aproximadamente tres meses con nuestro calendario gregoriano.
En otoño del año 27, cuando apenas comenzaba el decimoquinto año de Tiberio y quedaba poco tiempo para que finalizara el año 27, Jesús fue bautizado.
Ese fue el año en que Jesús fue ungido, es decir, el año en que se convirtió en el Mesías. Como puedes ver, todo encaja perfectamente, y por eso la profecía declara, con sorprendente exactitud, que al final de las 69 semanas vendría el Mesías Príncipe.
El período de 69 semanas está dividido en 7 y 62 porque las 7 semanas, es decir, 49 años, fue el tiempo que se tardó en ejecutar el decreto, que es lo que llevó restaurar y edificar Jerusalén.
Luego, Daniel 9:27 dice:
Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Daniel 9:27
A la mitad de la semana, es decir, 3 años y medio más tarde, Jesús concluyó su ministerio muriendo en la cruz.
Tal como acabamos de ver, Jesús fue bautizado en otoño, y como todos sabemos, murió en primavera, coincidiendo con la celebración de la Pascua. Jesús murió en la primavera del año 31, tres años y medio más tarde de su bautismo, exactamente como lo anuncia la profecía, la cual menciona que ocurriría «a la mitad de la semana.»
Cuando Cristo muere en la cruz, el servicio de ofrendas y sacrificios en el templo ya no era necesario, tal como se explica en Hebreos, capítulo 9 a partir del versículo 24, y en el capítulo 10 desde el versículo 11 en adelante. Cristo, el verdadero Cordero Pascual, había sido crucificado, expiando nuestros pecados y poniendo fin a la condena del pecado, tal como predice la profecía.
Espero que este análisis te ayude a comprender la importancia de lo que hemos estudiado. Para no extender este tema demasiado, he decidido abordar esta profecía en dos posts. En esta primera parte, he explicado de manera sencilla la interpretación de la profecía.
En una segunda parte, analizaremos otras interpretaciones, especialmente aquellas que discrepan con la interpretación de la última semana, y profundizaremos en algunos principios generales de interpretación aplicables a otras profecías.
Pero no quiero finalizar sin detenerme en el final de esta profecía, que considero crucial y realmente sorprendente.
Apedreamiento de Esteban
Las setenta semanas de la profecía concluyen tres años y medio después de la muerte de Cristo, con el apedreamiento de Esteban.
Te invito a que me acompañes a ese evento narrado en los capítulos 6 y 7 del libro de Hechos de los Apóstoles.
Esteban no solo poseía una gran capacidad intelectual, sino que, como dice Hechos 6:8, estaba lleno de gracia y poder, realizando grandes prodigios y señales entre el pueblo.
Era evidente que Esteban había estudiado profundamente las profecías y era versado en todas las cuestiones de la ley. Sin embargo, al escuchar los miembros del concilio la fuerza de su predicación, en lugar de rendirse ante las pruebas que presentaba sobre el Mesías, fueron consumidos por la ira.
En ese estado, actuando más como fieras que como seres humanos, se lanzaron sobre él para apedrearlo.
Hechos 7:55 dice que Esteban, considerado el primer mártir cristiano, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios.
Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios. Hechos 7:55
Sí, el fin de las setenta semanas determinadas para el pueblo judío, tal como lo anunciaba la profecía, estaba llegando a su fin, y quedó registrado en tres sentencias:
1. Se taparon los oídos:
En Hechos 6:15 dice que, al fijar los ojos en Esteban, vieron su rostro como el rostro de un ángel. A pesar de que el cielo les hablaba con poder a través del rostro glorificado de Esteban, el Espíritu Santo ya no podía llegar a sus corazones de piedra.
Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel. Hechos 6:15
En Hechos 7:57 dice que ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos.
Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Hechos 7:57
Este es el pecado contra el Espíritu Santo. Cuando tomas la firme decisión de tapar tus oídos para no oírlo, y cierras tu corazón para que no entre, no hay nada que el Espíritu Santo pueda hacer, porque respeta tu libertad de elección.
2. La persecución a los hijos de Dios:
En Hechos 8:1 dice que en aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia.
Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Hechos 8:1
La Biblia menciona que Dios abomina muchas cosas, pero solo una abominación es desoladora: cuando se decide perseguir y matar al pueblo de Dios. En Mateo 18:6, Jesús dijo que cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor que se cuelgue una piedra de molino y se arroje al mar.
Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. Mateo 18:6
3. El esparcimiento del evangelio a los gentiles:
Como consecuencia del punto anterior, continuando la lectura de Hechos 8:1-4, dice que todos fueron esparcidos, y los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Hubo una época anterior en la que tanto Jesús como los apóstoles tenían que predicar solo a los judíos.
En Mateo 15:24, Jesús decía:
Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de Israel. Mateo 15:24
Y en Mateo 10:5-6, al principio de su ministerio, cuando Jesús envía a los doce, les dijo:
5 Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, 6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Mateo 10:5-6
Pero ahora, era imposible seguir predicando en Jerusalén. A partir de ese momento, el evangelio debía ser predicado a los gentiles, porque el tiempo para “las ovejas perdidas de la casa de Israel” había terminado.
Reflexión final
Aquí te dejo un link de un post donde hablo de por qué Dios utiliza el número siete. Ahí explico que, en las manos de Dios, un número es más que una simple cifra; Él lo utiliza como un símbolo numérico que representa una enseñanza.
Exactamente lo mismo sucede con la frase numérica “setenta veces siete”.
Cuando Pedro le preguntó a Jesús en Mateo 18:21:
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Mateo 18:20
Jesús le responde en el siguiente versículo:
No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Mateo 18:21
Jesús no le estaba dando a Pedro una cifra o una cantidad, sino una frase numérica cuyo símbolo representaba un principio.
Jesús le estaba diciendo a Pedro: “Tienes que perdonar mucho, hasta setenta veces siete.” Como Yo los perdono a ustedes, a Mi pueblo. ¿No lo ves?
Dios perdonó tanto a los judíos que Su misericordia hacia ellos no terminó con la muerte de Jesús, sino con la persecución de Sus hijos tres años y medio más tarde. Porque llega un día en que el seguir perdonando no tiene sentido, ya que pone en riesgo la vida y la salvación del resto de los hijos de Dios.
Pero cuidado, no te confundas. Esta profecía no significa que a partir de ese momento los judíos no se podían salvar. ¡Ni mucho menos! De hecho, muchos judíos se convirtieron al cristianismo y siguen aceptando a Cristo hasta el día de hoy.
Lo que quiere decir es que los judíos, como nación, perdieron su condición de pueblo escogido de Dios.
A partir de entonces, el pueblo judío ya no sería más el grupo humano que Dios utilizaría para proclamar el evangelio; ahora serían los cristianos, a quienes la Biblia llama “El Israel Espiritual.”
En este post, apenas hemos arañado la superficie de esta extraordinaria profecía, pero lo suficiente para darnos cuenta de que solo Dios puede predecir el futuro con tanta precisión.
Si te ha gustado este post te quiero recordar que no dejes de compartirlo. Seguramente conoces a alguien a quien le vendría muy bien para fortalecer su fe saber que Dios está al control. Comprender el cumplimiento de las profecías tiene un poder tremendo que impacta incluso a la mente más escéptica.
Y si quieres seguir aprendiendo cómo interpretar las profecías que Dios dejó para sus hijos, deber ir a mirar el segundo post sobre la profecía de las setenta semanas, donde la analizaremos más profundamente.
No te quepa la menor duda: si Dios reveló el futuro, es para que sus hijos lo conozcan. ¡Nos vemos en el próximo post!
Por CHRISTIAN JABLOÑSKI
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