¿Qué pasa DESPUÉS de la MUERTE? #1 – El ALMA

La correcta comprensión de las creencias fundamentales que enseña la Biblia es clave para todo cristiano que desee relacionarse con Cristo, ya que estas creencias nos ayudan a conocerlo mejor.

Cuando las doctrinas son malinterpretadas, se genera una imagen borrosa y confusa de nuestro Creador. Por lo tanto, entender las doctrinas se convierte en una llave fundamental para poder interpretar el libro de Apocalipsis, que no es otra cosa que la revelación de Jesucristo, tal como lo indica su primer versículo.

Comencemos analizando una de las doctrinas más importantes: el estado de los muertos. El libro de Apocalipsis aborda numerosos temas, como los juicios y las resurrecciones, los cuales serán imposibles de entender si no comprendemos correctamente esta doctrina.

Para conocer con certeza lo que la Biblia enseña y evitar todo tipo de especulación, aplicaremos lo aprendido en el post anterior donde se explican métodos sencillos y prácticos de interpretación y exégesis.

Si aún no has leído ese post, te recomiendo encarecidamente que lo hagas para poder entender las herramientas que utilizaremos hoy, las cuales nos ayudarán a reconocer cuándo se está manipulando o forzando el texto bíblico.

Respecto al dogma del estado de los muertos, existen dos creencias contrapuestas, las cuales denominaremos Creencia 1 y Creencia 2.

La Creencia 1 sostiene que el cuerpo inerte, más el soplo de vida de Dios, forman un alma viviente o persona; es decir, el hombre es un alma.

Por el contrario, la Creencia 2 enseña que dentro del cuerpo reside el alma y el espíritu; es decir, el hombre tiene un alma.

Según la Creencia 1, al morir, el cuerpo vuelve al polvo, el soplo de vida regresa a Dios, y, por consiguiente, el alma deja de existir. En otras palabras, el alma es mortal y permanece en un estado de total inconsciencia hasta la resurrección.

En contraposición, la Creencia 2 enseña que, al morir, el cuerpo vuelve al polvo, pero el alma va al cielo o al infierno, según corresponda. Es decir, el alma es inmortal y, allí donde vaya, permanece consciente.

Finalmente, en cuanto a la resurrección, la Creencia 1 afirma que Jesús resucitará a los muertos que están en el sepulcro, devolviéndolos a la vida. Mientras que la Creencia 2 sugiere que Jesús entregará un cuerpo a las almas que ya están en el cielo.

Aunque la mayoría de los cristianos se adhieren a la Creencia 2, en este análisis vamos a descubrir que la Biblia enseña de forma clara y contundente, a través de decenas de versículos, la Creencia 1 (la del alma mortal), que es la doctrina correcta. Esta contradice tajantemente la segunda creencia (la del alma inmortal), la cual es una falsa doctrina.

Para corroborar esto, analizaremos todos los textos que hablen del tema y, por supuesto, también revisaremos aquellos textos que suelen utilizarse para justificar la idea contraria.

Creación del hombre

Comencemos por el principio y veamos qué dice la Biblia acerca de cómo fue creado el hombre. En Génesis 2:7 leemos: 

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra… Genesis 2:7

Efectivamente, la ciencia ha podido comprobar que los cuerpos de los seres vivos están compuestos por los mismos elementos químicos que se encuentran en la tierra.

El texto continúa:

…y sopló en su nariz aliento de vida. Genesis 2:7

Ese cuerpo inerte recibe el espíritu que proviene de Dios, conocido como el aliento de vida. En el Antiguo Testamento, este se llama en hebreo «Ruaj», y en el Nuevo Testamento, en griego «Pneuma».

La ciencia puede poner en funcionamiento cualquier motor que tenga todas sus partes intactas, pero muchos científicos a lo largo de la historia han dedicado sus vidas a intentar revivir un cuerpo muerto. 

A pesar de que estuviera perfectamente preservado, con todos sus órganos y sistemas en perfecto estado, jamás lo consiguieron. Llegaron a la conclusión de que “falta algo”. 

No importa cuánto lo intenten, nunca lo lograrán, porque una vez que el aliento de vida, que proviene de Dios, se va, ya no puede ser restituido. Así de simple. Finalmente, el texto concluye diciendo: 

…y fue el hombre un alma viviente. Genesis 2:7 

Es decir, un «Nefesh». Cada vez que aparece la palabra «alma» en el Antiguo Testamento, en hebreo es «Nefesh», y en el Nuevo Testamento, en griego, se pronuncia «psísji», admitiendo dos transliteraciones: «ψυχή» (Psujé o psique). Nosotros utilizaremos «Psujé», que se asemeja más a nuestra fonética española.

Es decir, lo que el texto está diciendo es que el cuerpo, unido al espíritu de Dios o aliento de vida, forma un alma, o un ser viviente. El alma es sinónimo de vida, una vida que no puede existir fuera del cuerpo, precisamente porque esa vida está formada por un cuerpo y el soplo o espíritu que proviene de Dios.

Al referirse a los humanos, esa alma es sinónimo de persona, y no tiene relación con la idea de que el cuerpo es un mero recipiente que alberga un alma inmortal.

¿Qué sucede cuando morimos?

Veamos ahora varios versículos que explican qué sucede con todo esto cuando morimos. En Eclesiastés 12:7 se dice:

volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio. Eclesiastés 12:7

En Job 34:14-15 leemos:

14 Si Dios retirara su espíritu y su aliento, 15 toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo.      Job 34:14-15

En Salmos 146:4 y Santiago 2:26 se expresa la misma idea. 

pues sale su aliento y vuelve a la tierra;
en ese mismo día perecen sus pensamientos. Salmos 146:4
Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, también la fe sin obras está muerta. Santiago 2:26
 

Es decir, varios versículos, en la misma línea de lo que hemos explicado, nos dicen que, al morir, el espíritu o aliento de vida regresa a Dios y el cuerpo vuelve al polvo. 

Si el alma fuese inmortal, ¿no sería lógico que el texto bíblico explicara lo que ocurre con ella, en lugar de hablar solo del cuerpo y el espíritu? No lo hace, simplemente porque el alma no va a ningún lado, sino que deja de existir.

Ahora avanzaremos con los versículos que nos explican de forma clara y sencilla que el alma es mortal.

Como vimos, el cuerpo, junto con el espíritu de Dios o aliento de vida, forman un alma viviente («Nefesh»), es decir, un ser viviente, o lo que es lo mismo, una persona.

Tan es así que la palabra «Nefesh», que aparece en el Antiguo Testamento 754 veces, se traduce más frecuentemente como «vida» o «persona» que como «alma».

¿Sabías que en la Biblia existen numerosos textos que afirman que el alma es mortal o que puede morir?

El profeta Ezequiel lo menciona en dos ocasiones en el capítulo 18, afirmando que «el alma que pecare, esa morirá».

4 He aquí que todas las almas son mías: como el alma del padre, así el alma del hijo es mía. El alma que peque, esa morirá. 20 El alma que peque, esa morirá. El hijo no llevará el pecado del padre ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo recaerá sobre él y la impiedad del impío recaerá sobre él. Ezequiel 18:4,20

Asimismo, en 1 Timoteo 6:16, se declara que solo Dios posee inmortalidad.

el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible y a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver. A él sea la honra y el imperio sempiterno. Amén. 1 Timoteo 6:16

Además de estos textos, existe una gran cantidad de versículos que señalan que el alma, o «nefesh», puede morir o ser matada. Sin embargo, debido a que las traducciones no solo son interpretativas, sino también a menudo tendenciosas, en muchas ocasiones, cuando el texto se refiere a la muerte del alma, la palabra «nefesh» se traduce como «persona» o «vida».

Por ejemplo, en Levítico 24:17 leemos: 

Asimismo, el hombre que hiera de muerte a cualquier persona, sufrirá la muerte. Levítico 24:7

En realidad, el texto dice: «que hiera de muerte a cualquier nefesh (alma)». De igual forma, en Deuteronomio 27:25 se declara:

Maldito el que reciba soborno para quitar la vida inocente. Deuteronomio 27:25

En este caso, el texto original menciona «para matar un nefesh inocente». Aquí abajo dejo una imagen donde se presentan algunos versículos que hablan claramente sobre la posibilidad de que el alma muera o sea asesinada.

Lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento. A continuación también dejare una imagen donde se muestran algunos versículos donde un ángel o el propio Jesús hablaba del alma en los mismos términos que en el Antiguo Testamento, usándola como sinónimo de persona o vida, y que, por tanto, puede morir o ser asesinada.

Así, encontramos una gran cantidad de versículos a lo largo de toda la Biblia que nos repiten incansablemente que el alma es mortal, que puede morir o ser matada. 

Por el contrario, no hay un solo texto que afirme con la misma claridad y sencillez que el alma del hombre es inmortal. Es sorprendente que, con toda esta evidencia bíblica, aún se siga creyendo en la inmortalidad del alma.

Pero continuemos, porque aún hay mucho más por explorar.

¿Qué dice la Biblia sobre el destino del alma después de la muerte?

Numerosos textos en la Biblia afirman que, al morir, nos convertimos en polvo o regresamos al polvo, ya que en el Antiguo Testamento se dice que vamos al Seol (en hebreo) o Hades (en griego), que significa sepulcro. 

Por eso, en latín, se tradujo como «infernum», de donde proviene la palabra «infierno», que etimológicamente significa «lugar inferior», «subterráneo». Todas estas expresiones se refieren al sepulcro. En Job 17:16 leemos: 

A la profundidad del Seol descenderán, y descansaremos juntos en el polvo. Job 17:16

Dejando claro que ir al Seol es sinónimo de regresar al polvo.

De la misma manera, hay muchos textos que afirman que, al morir, volvemos al polvo. Esto se encuentra en Eclesiastés, Job, Salmos e Isaías, y está en consonancia con el contexto general de la Biblia.

Es notable que no haya ningún texto que afirme que, al morir, el alma asciende al cielo. Esto se debe a que, al morir, solo vamos al sepulcro y nos convertimos en polvo. La idea de que el alma abandona el cuerpo para ir al cielo o al infierno es un invento humano, no una enseñanza bíblica.

¿Cómo se relata la muerte en la Biblia?

Si al morir el alma de los santos ascendiera al cielo, lo más lógico sería que, cuando la Biblia relata la muerte de un patriarca o profeta, se expresara algo como: «y fue a encontrarse con Dios», o «y recibió su recompensa en el cielo», o «y Dios lo recibió en su gloria». 

Sin embargo, el lenguaje bíblico expresa todo lo contrario. De forma sobria y seria, se menciona simplemente que fueron enterrados. Veamos cómo registra la Biblia la muerte de algunos de los principales personajes.

En el caso de Abraham, el padre de la fe, Génesis 25:8 dice simplemente: 

Y exhaló el espíritu, y murió Abraham, y fue unido a su pueblo. Génesis 25:8

De Isaac, dice prácticamente lo mismo:

Exhaló el espíritu y murió, y fue reunido con su pueblo. Genesis 35:29

Y de manera similar, se describe la muerte de Jacob, José, Josué, Samuel, Salomón, entre otros.

Algunos argumentan que las frases en los versículos que dicen «se reunieron con sus padres o con su pueblo» son una referencia a que ascendieron al cielo para reunirse con ellos. 

Sin embargo, al leer cuidadosamente, se puede notar que esta frase no significa que ascendieron al cielo, sino que fueron enterrados donde estaban enterrados sus padres, familia o pueblo. Esto se puede demostrar con varios argumentos:

En primer lugar, al leer bien todos los versículos, se observa que era costumbre en la época indicar, tan pronto como morían, dónde habían sido enterrados. Esto se menciona en todos los versículos.

En segundo lugar, fíjate que Abraham dice que fue reunido con su pueblo, luego su hijo Isaac, y después el hijo de Isaac, Jacob, todos con la misma expresión. 

Pero cuando llega el turno de José, que fue el primero en morir en Egipto, lejos de donde estaban enterrados sus padres, no se dice que fue unido a su pueblo, sino que «fue puesto en un ataúd».

En tercer lugar, algunos versículos expresan esta idea de manera aún más clara. Por ejemplo, al describir la muerte de Salomón, se dice: «Durmió Salomón con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de su padre David». O, al describir la muerte de David, se dice: «Y durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad».

Existen más argumentos, como el que se encuentra en Hechos 2:29, donde se habla de la muerte y sepultura del Rey David, y en el versículo 34 se afirma explícitamente que David «no ascendió al cielo».

29 »Hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 34 David no subió a los cielos… Hechos 2:29,34

Ahora procederemos a analizar los textos que se utilizan para justificar la idea contraria a la que explica la Biblia.

Comencemos con un versículo que es ampliamente utilizado por aquellos que defienden la idea de la inmortalidad del alma: 1 Tesalonicenses 5:23, que dice: 

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.  1 Tesalonicenses 5:23

Los defensores de la inmortalidad del alma afirman que aquí se mencionan las tres partes de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Por consiguiente, este texto probaría que tenemos un cuerpo, un alma y un espíritu.

Sin embargo, si tomamos en cuenta el contexto de todos los textos que hablan del tema, como debe hacerse para evitar una interpretación forzada, la conclusión más lógica sería que el texto menciona espíritu, alma y cuerpo simplemente porque son los tres componentes del ser humano (cuerpo + espíritu = alma).

Así, nos encontramos ante un típico ejemplo de texto forzado por interpretación ambigua, donde la interpretación dada es una suposición arbitraria. 

Además, este texto tiene otro problema importante: el tema principal del pasaje es otro, no está tratando directamente el tema que estamos estudiando. 

Observa bien cómo el texto habla de ser santificados por completo y de ser guardados irreprensiblemente, sin explicar en ningún momento cómo está formado el ser humano o qué sucede con cada parte al morir.

Examinemos otro versículo frecuentemente utilizado para justificar la creencia en la posesión de un alma: Hebreos 4:12. Este pasaje dice: 

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12

En este caso, como en otros, nos encontramos ante una interpretación ambigua. El tema principal del versículo no es el estado del alma, sino el poder y la efectividad de la Palabra de Dios. 

Aquellos que argumentan en favor de la inmortalidad del alma a partir de este texto lo hacen basándose en suposiciones arbitrarias.

Un factor adicional a considerar es que este versículo utiliza una metáfora. La comparación de la Palabra de Dios con una espada de dos filos es claramente figurativa, diseñada para evocar una respuesta emocional en el lector, y no debe ser tomada de manera literal. 

Es por este motivo que las metáforas y las parábolas deben interpretarse siempre a la luz de la doctrina verdadera, y no al revés.

Además, es importante señalar que el Nuevo Testamento, incluso después de la muerte de Cristo, continúa relatando la muerte de manera similar a como lo hace el Antiguo Testamento. 

Por ejemplo, sobre Juan el Bautista, a quien Jesús llamó «el mayor de los profetas« y que era primo de Jesús, se dice simplemente que «tomaron su cuerpo y lo enterraron

11 Trajeron su cabeza en un plato, se la dieron a la muchacha y ella se la entregó a su madre. 12 Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo, lo enterraron y fueron a dar la noticia a Jesús. Mateo 14:11-12

Respecto a Esteban, el primer mártir cristiano, se narra que, mientras era apedreado, dijo: «Recibe mi espíritu», y luego «durmió.»

59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba y decía: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» 60 Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Habiendo dicho esto, durmió. Hechos 7:59-60

Esto coincide plenamente con los textos anteriores, apoyando de manera unánime la enseñanza bíblica de que el espíritu vuelve a Dios y el alma deja de existir.

He dejado el caso de Moisés para el final de esta etapa, ya que presenta una situación única. Sabemos con certeza que Moisés está en el cielo porque la Biblia lo muestra en la transfiguración de Cristo, donde Moisés y Elías aparecen para hablar con Jesús.

Aquellos que defienden la inmortalidad del alma ven en la aparición de Moisés una prueba irrefutable de que, al morir, vamos al cielo, ya que Moisés murió, y sabemos que está en el cielo. Sin embargo, yo creo que este es precisamente un ejemplo que demuestra lo contrario.

El caso de Moisés es extraordinario por varias razones. En primer lugar, Moisés fue el primer ser resucitado, mostrando así que Dios tiene poder y victoria sobre la muerte. 

En segundo lugar, Moisés es uno de los dos únicos casos registrados en toda la Biblia donde alguien es resucitado y luego llevado al cielo. 

Este hecho está registrado en Judas 1:9, donde se menciona que, aunque el diablo se opuso a la resurrección de Moisés debido a que Jesús aún no había pagado la redención, Jesús lo resucitó y se lo llevó de todos modos, diciendo: «El Señor te reprenda.»

Pero cuando el arcángel Miguel luchaba con el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: «El Señor te reprenda.»  Judas 1:9

El otro caso, después de la transfiguración, ocurre en Mateo 27:51-53, justo en el momento de la muerte de Jesús. 

51 Entonces el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se partieron, 52 los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y después que él resucitó, salieron de los sepulcros, entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos. Mateo 27:51-53

Aquí se relata que el velo del templo se rasgó, la tierra tembló, y muchos de los santos «que habían dormido» resucitaron y fueron llevados al cielo junto con Cristo cuando ascendió, siendo llamados «las primicias.» Este evento, sin embargo, lo abordaremos en otro post más adelante al hablar sobre las resurrecciones.

Es crucial destacar que, aunque hubo otros casos de personas resucitadas, estas volvieron a vivir en la tierra, envejecieron y murieron nuevamente de manera natural.

Volviendo al caso de Moisés, no es coincidencia que en la transfiguración aparezcan precisamente Elías y Moisés. Hay numerosos personajes importantes en la Biblia que podrían haber aparecido en ese momento, pero Moisés, siendo el único cuya resurrección y ascenso al cielo está registrada, refuerza la idea de que los demás «duermen.»

Este es otro ejemplo de cómo una interpretación ambigua puede llevar a suposiciones arbitrarias. La narración bíblica de la resurrección de Moisés hace aún más evidente la falta de registros de personas que, al morir, se hayan encontrado con Dios o hayan entrado en el paraíso. ¿No te parece significativo?

Hasta aquí hemos cubierto la primera parte de este análisis. En el siguiente post, continuaremos explorando muchos más versículos que apoyan de forma contundente la enseñanza bíblica sobre el estado de los muertos. ¡No te lo pierdas!

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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