Cuando Pedro le preguntó a Jesús en Mateo 18:21-22: “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” Jesús le responde: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.”
Jesús no le estaba dando a Pedro una cifra o una cantidad. Es evidente que no se puede tomar literalmente, y que Pedro tenía que perdonar 490 veces, sino que estaba utilizando la cifra de forma simbólica.
Acompáñame a descubrir todo el significado detrás de esa frase.
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Toggle¿Cuántas veces perdonare a mi hermano?
En Mateo 18:22, cuando Pedro le pregunta a Jesús, “¿cuántas veces debemos perdonar?”, él mismo propone como respuesta, “¿siete veces?”
«¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? Y Jesús le responde: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” Mateo 18:21-22
La cifra que Pedro proponía ya era muy alta. ¿Te imaginas tener que perdonar a una persona siete veces?
En uno de mis videos donde hablo del número siete, explico que, en las manos de Dios, un número es más que una simple cifra. Algunas veces, Dios utiliza un número como un símbolo que representa una enseñanza.
Sin embargo, en la respuesta de Jesús, primero la multiplicó por diez. Multiplicar algo por diez era equivalente a decir, “ufff, muchísimo más.”
Como cuando en Daniel capítulo 1, versículo 20, para decir que eran muchísimo más sabios, dice “los encontró diez veces mejores que todos los magos y encantadores que había en todo su reino”.
“En todo asunto de sabiduría y entendimiento que el rey les consultó los encontró diez veces mejores que todos los magos y encantadores que había en todo su reino.” Daniel 1:20
Pero no conforme con ello, después que el 7 de Pedro, Jesús lo transformó en 70, Jesús lo volvió a multiplicar por 7.
Llevando el número a un valor tan exageradamente alto, que todos los teólogos coinciden en decir que lo que Jesús quiso decir es que debemos perdonar “siempre”. Siempre y de forma perfecta. Sin rencor.
Es una frase simbólica. Obviamente, es imposible que Jesús esté hablando de forma literal. Nadie en su sano juicio podría llegar a la conclusión de que debemos contar las veces que perdonamos para que, cuando lleguemos a 491, a partir de ahí no perdonemos más.
Cuando Jesús habla de que el perdón es 70 veces 7, se refiere a que nosotros debemos perdonar siempre. Nunca vengarnos. Nunca odiar. Nunca desear el mal. Sí, la definición suena teológicamente muy bonita. La teoría es preciosa.
Especialmente para los que han tenido una vida color de rosa.
¿Pero cuando la otra persona te ha hecho mucho daño? ¿O te ha dañado muchas veces hasta el punto de destrozarte la vida? ¿Cuándo te lo han quitado todo?
¿Cuándo te han matado a un familiar, un hijo? ¿Ha destrozado a mi familia y aun así, tengo que perdonar? ¿Dónde está la justicia? ¡Cómo es posible Señor perdonar!
Y el Señor te dice: Mira, no te preocupes. Tú perdona, la justicia déjamela a mí, no es tu función hacer justicia, de eso me encargo yo.
«Amados, no se venguen ustedes mismos sino dejen lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor.» Romanos 12:19
¿Pero eso qué quiere decir? Quiere decir que Dios es amor y simplemente no puede existir el amor donde no hay justicia y misericordia. Son dos caras de la misma moneda.
Cuando Dios habla de que suya es la venganza, no lo debemos entender en el sentido humano, sino que es una afirmación de la justicia divina.
La misericordia de Dios es eterna; tal como lo expresan estos versículos que te dejo en pantalla y otros tantos donde repiten hasta el cansancio, que “para siempre es su misericordia”.
No está ligada al tiempo ni a las acciones de sus criaturas. Todo lo que hace está basado en su amor y misericordia. El perdón de Dios también es amplio y misericordioso…
Pero no es para siempre. Mientras que la misericordia es perpetua, el perdón es un evento concreto que tiene lugar en el contexto del arrepentimiento y la conversión. Y por consiguiente, es condicional.
Escucha esto que te voy a decir, que es muy importante. Perpetuar el perdón sería perpetuar el pecado. Que Dios perdone indefinidamente solo podría interpretarse como una licencia para el pecado continuo sin consecuencias.
Esto no significa que Dios deje de amar o de ser misericordioso, sino que significa que algunas acciones tienen consecuencias y que el perdón no siempre puede eliminar esas consecuencias.
El amor no purifica a quien no quiere ser purificado. Ni le otorga los beneficios del perdón a quienes no quieren recibirlo.
¿Hasta cuándo entonces perdona Dios?
Cuando la maldad de un pueblo alcanza un nivel que corrompe la creación de Dios y perjudica a sus criaturas, la justicia divina puede manifestarse en forma de juicio.
Esto lo explica claramente la Biblia en Génesis 6, donde justo antes de destruir la tierra con el diluvio, la Biblia dice en el versículo 5 que los pensamientos de ellos eran de continuo solamente el mal.
En Génesis 15:16 dice que demoraría la llegada de Israel a Canaán, ya que no había llegado a su colmo la maldad del amorreo, para que cuatro siglos después, Israel conquiste Canaán, porque entonces “sí” había llegado al colmo la maldad de los pueblos amorreos.
“Y en la cuarta generación volverán acá, porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.» Génesis 15:16
Así como Dios destruyó a Sodoma y Gomorra con fuego y azufre, destruyó a los amorreos con los soldados de Israel, en el contexto de una teocracia. La única verdadera que existió en nuestro planeta y de la cual tenemos conocimiento.
Para aquellos que no pueden explicar la violencia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, está relacionado con este tema. El concepto de que hay un «colmo» de la maldad es crucial en la teología de la retirada de la gracia divina.
Dios, en su paciencia, espera y da oportunidad tras oportunidad para el arrepentimiento.
Sin embargo, cuando la maldad de una persona o un pueblo llega a su máximo punto y no hay indicio de cambio o arrepentimiento, como en el caso de los amorreos, Dios actúa de acuerdo con su justicia.
“Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” Romanos 2:5
No quiere decir que Dios fija un tiempo límite para que tomemos una decisión. Lo que quiere decir es que llega un momento en que el hombre cierra tanto su corazón, que el Espíritu Santo ya no lo puede alcanzar.
Eso mismo explicó Jesús con otras palabras en Marcos 3.
«Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno.» Marcos 3:28-29
Aunque pueda parecer contradictorio, la retirada de la gracia y la ejecución del juicio también pueden ser actos de misericordia y parte del propósito redentor de Dios.
En algunos casos, los juicios divinos sirven como advertencias severas para otras naciones o generaciones, llamándolas al arrepentimiento y a la conversión. Pero también existen otros motivos.
A lo largo de la Biblia se observa siempre el mismo patrón. Cuando el corazón de la gente se endurece, el Espíritu Santo es rechazado y se retira, ya no puede influir sobre el ser humano.
Entonces, es muchísimo más fácil para Satanás y sus ángeles actuar a través de ellos. Como el objetivo principal de Satanás es destruir la simiente de Cristo, inmediatamente se levanta persecución sobre los hijos de Dios.
Las Escrituras, particularmente en Proverbios 6:16-19, detallan aquellos comportamientos que “aborrece Jehová y son para él abominación”, entre ellos, «las manos derramadoras de sangre inocente».
16 «Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: 17 …Las manos derramadoras de sangre inocente» Proverbios 6:16-17
Entonces, la misericordia eterna de Dios se manifiesta en juicio hacia quienes persistentemente eligen el mal y, por ende, ponen en peligro a los inocentes.
“Dijo Jesús a sus discípulos: «Imposible es que no vengan tropiezos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.” Lucas 17:1-2
Esto subraya la seriedad con la que Dios ve el daño hecho a sus hijos. Sí, Dios abomina al que derrama sangre inocente, y mucho más cuando esa sangre es de sus hijos.
Mientras retienes este concepto en tu mente, déjame que te explique algo que te va a interesar.
La expresión «70 veces 7» que Jesús utiliza no es aleatoria, sino que tiene un profundo significado en la Biblia.
En primer lugar, 49 es un número relacionado con el perdón porque el año 50 era el año del jubileo, que venía después de 7 semanas de años. Después de 49 años, venía el año de jubileo, que era un tiempo de perdón y liberación, donde:
- Las deudas se cancelaban,
- Los esclavos eran liberados,
- Y las tierras devueltas a sus propietarios originales.
En segundo lugar, la frase “setenta veces siete” es mencionada dos veces en el Antiguo Testamento, y ambas veces relacionada con un tiempo de venganza y de retribución de justicia.
La primera de ellas es en Génesis 4. Lamec usa la frase en el contexto de la venganza, mal utilizando a su antojo una frase de Jehová que decía que sería castigado siete veces al que matare a Caín. Y les dice a sus esposas.
«Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será.» Genesis 4:24
Y la segunda vez que aparece, también lo hace en el contexto del perdón.
«Setenta semanas están determinadas para tu pueblo.» Daniel 9:24
Dicho sea de paso, traducir “determinadas” a la palabra “yatak” es un capricho de los traductores. Sin conocer el significado de la profecía, de todos los verbos posibles, eligieron aquel que no significa nada.
Mucho más sentido tendría decir «70 semanas han sido cortadas o separadas para tu pueblo», ya que ese es el significado primordial de la palabra. Pero ese es otro tema.
En una línea del tiempo a escala, vemos cómo a mediados del siglo VI antes de Cristo, un ángel le explica a Daniel la profecía de las setenta semanas, la cual está narrada en Daniel capítulo 9.
Este ángel le explica a Daniel que en un momento determinado, que ahora sabemos que fue en el año 457 antes de Cristo, se le daría al pueblo de Israel un plazo de 490 años.
El porqué del año 457 lo explico en los dos videos que te mencioné anteriormente. Al principio de ese plazo, se construiría el templo, y al final de ese plazo, iban a ocurrir tres acontecimientos importantes:
El primero, el Mesías Príncipe. Desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas (es decir, 69 semanas).
Esto hace referencia al bautismo de Jesús, donde se convirtió en Mesías, ya que Mesías quiere decir “Ungido”, y ahí fue ungido por el Espíritu Santo, como tú bien sabes, en forma de paloma.
Esto ocurrió en la primavera del año 27 después de Cristo.
El segundo acontecimiento es la muerte del Mesías.
“Después de las 62 semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí, mas no por sí» Daniel 9:26
haciendo alusión a que no se iba a quitar la vida él mismo, sino que iba a ser asesinado por otros. Porque nadie puede crucificarse a sí mismo.
«A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda… » Daniel 9:27
Ya que, obviamente, al morir Cristo en la cruz, los sacrificios y ofrendas ya no tenían más sentido, ya que eran símbolos y sombra del verdadero sacrificio realizado por Jesús.
Esto ocurrió tres años y medio más tarde, en otoño del año 31.
Y el tercer acontecimiento fue el apedreamiento de Esteban, en la primavera del año 34.
El apedreamiento de Esteban fue el acto que inició la sangrienta persecución que el Sanedrín, es decir, la máxima autoridad religiosa de Israel empezó sobre los cristianos.
¿Te acuerdas de que te pedí que retengas en tu mente el concepto de que para Dios derramar sangre inocente es una “abominación”? Y muy especialmente si esa sangre inocente es de sus hijos.
Bueno, con respecto a esto, quiero contarte que la frase “abominación desoladora” o similares es un término profético que se refiere a un acto de profanación extrema.
Esta frase quiere decir que la abominación ante Dios es tan extrema, que el castigo de Dios trae “desolación”.
«Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan.» 2 Tesalonicenses 1:6
La Biblia es clara en cuanto a la severidad con la que Dios trata a aquellos que atacan o hacen daño a sus hijos. Puede interpretarse como el rechazo final y más grave a Dios, marcando un punto de no retorno.
Una gran multitud de judíos que estaban en Jerusalén, incitados por el mismo Sanedrín, escaló la oposición a Dios y a sus seguidores, hasta llegar al colmo de la abominación.
No quisieron aceptar a Jesús como el Mesías. No quisieron reconocerlo como Rey, gritando «No tenemos más rey que el César», como nos cuenta Juan 19:15.
«No tenemos más rey que el César» Juan 19:15
Insistieron para que sea crucificado.
“¡Que su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!» Mateo 27:25
Y como si esto fuera poco, no mucho tiempo después, finalmente terminaron persiguiendo y masacrando a los cristianos, obligándolos a dispersarse más allá de Jerusalén.
Siendo el apedreamiento de Esteban el acto inicial de semejante locura, el clímax de la oposición contra Dios y sus seguidores.
Justo, exactamente en el preciso momento que se cumplen los 490 años desde el inicio de la profecía.
Y como era lógico, tal como lo explica el final de la profecía de Daniel en el capítulo 9, después de semejante «muchedumbre de abominaciones», finalmente «vendrá el desolador».
“… Después, con la muchedumbre de las abominaciones, vendrá el desolador, hasta que venga la consumación y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.” Daniel 9:27
Y el versículo anterior diría cómo iba a ocurrir esto: «Un príncipe…» (que la historia nos enseña que fue el Príncipe Tito, hijo del emperador Vespasiano), destruirá la ciudad y el santuario.
Esto ocurrió unos años después, en el año 70, cuando «el templo y Jerusalén serían destruidos».
“El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario…” Daniel 9:26
Muchos cristianos dispensacionalistas creen que la última semana de esta profecía corresponde al tiempo del fin. Y con respecto a esto, quiero confesarte que no sé qué me sorprende más.
Que agreguen un paréntesis o pausa de más de 2000 años entre la semana 69 y 70, que la profecía no muestra ni da a entender en ningún lado.
O que ignoren todos los detalles que coinciden a la perfección con la historia, de forma tan precisa y sorprendente, si dejan la semana 70 pegada a la semana 69.
Escucha esto y dime tu sincera opinión. La profecía nos dice en el versículo 24 que es de setenta semanas. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo.
” Setenta semanas están determinadas… “ Daniel 9:24
En el versículo 25, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas, refiriéndose a las 69 semanas. (Hasta aquí estamos todos de acuerdo).
“…habrá siete semanas y sesenta y dos semanas…” Daniel 9:25
Y en el versículo 26 dice “Y después de esas 62 semanas” (lo cual es lo mismo que decir, después de las sesenta y nueve semanas) donde solo resta la semana 70. Se quitará la vida al Mesías.
“Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías…” Daniel 9:26
En el versículo 27, dando más luz sobre la muerte del Mesías, no solo aclara que ocurrirá a la mitad de la semana (tal como ocurrió con la muerte de Cristo tres años y medio después), sino que también explica que ese acto “hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (que es lo que ocurrió como consecuencia de la muerte de Cristo en la cruz).
“…a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda…” Daniel 9:27
Como si esto fuera poco, el versículo 26 también nos dice que «el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario».
Curiosamente, inmediatamente después de las 69 semanas, es decir, en la semana 70, se quitó la vida al Mesías exactamente a la mitad de la semana, y por consiguiente cesó el sacrificio y la ofrenda.
Y poco tiempo después, vino el imperio romano, gobernado por el príncipe Tito, y destruyó la ciudad de Jerusalén y el templo.
El cumplimiento es asombroso, pero no. Un grupo de teólogos, a toda costa, confunden a muchos cristianos diciéndoles que esta semana aún no se ha cumplido, y se cumplirá en el futuro, más de dos mil años después.
¿Le encuentras alguna lógica?
Mira. Haz un experimento. Dale esta profecía y un libro de historia a un niño de 12 años. En poco tiempo encontrará la interpretación de la profecía.
Llamado a la reflexión
No quiero terminar este post sin antes compartir dos pequeñas reflexiones más.
En primer lugar, esta profecía no quiere decir que a partir de ese momento los judíos no se podían salvar. Lo que enseña la profecía es que a partir de entonces, los judíos, «como nación,» perdieron su condición de pueblo escogido de Dios.
Así como Dios primero usó a los primogénitos, los cuales fueron reemplazados por los levitas, de forma análoga (no igual, sino análoga, que no es lo mismo), el pueblo judío no sería más el grupo humano que Dios utilizaría para proclamar el evangelio.
Ya que quedó incapacitado por rechazar al Mesías sino que ahora serían los cristianos, los cuales hemos sido injertados, como dice Romanos 11.
Y en segundo lugar, escucha bien lo que te voy a decir ahora, porque esta es la verdadera enseñanza de la frase «setenta veces siete,» con la cual Dios dejó un mensaje de misericordia infinita.
El fin de la profecía que marcaba el tiempo para Israel… El final de los 490 años…
No fue cuando crucificaron a Cristo. Dios estaba dispuesto a perdonarlos, así como perdonó a Pedro después de jurar y maldecir que no lo conocía, tal como dice Mateo 26.
“Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco al hombre! Y en seguida cantó el gallo.” Mateo 26:74
Sino que el clímax de la maldad, el colmo de su impiedad que hizo que Dios los abandonase para siempre como pueblo escogido, fue el hecho de que empezasen a perseguir a los hijos de Dios. Aquellos que aceptaron a Jesús como el Mesías.
Lo mismo que hizo Jesús en su vida. Cuando lo crucificaron a él, dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Pero solo se enfadaba para defender a los débiles de los engaños de los escribas y fariseos.
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cierran el reino de los cielos delante de los hombres…” Mateo 23:13
En la frase «setenta veces siete» encontramos:
Una invitación a perdonar, la certeza de la misericordia infinita de Dios y la seguridad de su justicia.
Por CHRISTIAN JABLOÑSKI
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