Una revelación sorprendente – Dispensacionalismo # 1

El dispensacionalismo es una corriente teológica ampliamente aceptada entre millones de cristianos en la actualidad, la cual enseña que existen dos pueblos distintos en el plan de Dios: Israel y la Iglesia. 

Según esta perspectiva, estos dos grupos están separados, con roles específicos y promesas distintas dentro del plan de redención.

Entre las diferencias más notables, está la naturaleza de la “simiente” o descendencia de cada grupo. Para Israel, la descendencia es física; se relaciona con la herencia biológica y linaje directo de Abraham. 

En cambio, la simiente de la Iglesia es espiritual; el cristiano es parte de este pueblo no por nacimiento físico, sino por un nuevo nacimiento espiritual.

Así, en el pensamiento dispensacionalista, los israelitas descienden de Abraham en un sentido literal y biológico, formando una nación elegida por Dios. En contraste, los cristianos son hijos de Abraham en un sentido espiritual.

Pero ¿y si te dijera que, sorprendentemente, la mayoría de los que hoy identificamos como israelitas no descienden biológicamente de Abraham?

Puede sonar increíble, ¿verdad? Acompáñame en este análisis y descúbrelo. Quédate hasta el final, y te prometo que te sorprenderás.

El Dispensacionalismo

Este es el primer post donde estaremos analizando la teología del dispensacionalismo con detalle. Así que me gustaría empezar explicando brevemente en qué consiste.

El dispensacionalismo como teología se popularizó especialmente gracias a John N. Darby, un teólogo anglo-irlandés considerado el padre del dispensacionalismo. Cyrus I. Scofield, por su parte, fue un teólogo, ministro y escritor estadounidense influyente que adoptó y popularizó las ideas dispensacionalistas de Darby a través de la publicación de la Biblia de Scofield en 1909.

Este texto incluía notas al pie de página y un sistema de referencias que explicaban las Escrituras desde una perspectiva dispensacionalista, haciéndola accesible a un gran número de cristianos. 

Así, la teología dispensacionalista se difundió ampliamente y, a lo largo del siglo XX, continuó evolucionando y dividiéndose en varias corrientes.

La Hermeneutica

El dispensacionalismo es mucho más que una doctrina. Es todo un sistema teológico que abarca áreas como la hermenéutica (método de interpretación), la eclesiología (doctrina de la iglesia), la soteriología (doctrina de la salvación) y la escatología (doctrina de los acontecimientos finales).

En cuanto a la hermenéutica, los dispensacionalistas basan sus conclusiones en una interpretación literal de la Biblia, especialmente en lo que respecta a las promesas hechas a Israel.

Los creyentes en esta teología afirman que la Biblia enseña que Israel y la Iglesia son dos entidades totalmente distintas, con roles, promesas y destinos proféticos diferentes. 

Esta distinción es fundamental y afecta la interpretación de gran parte de las Escrituras, especialmente en relación con las profecías bíblicas y los propósitos divinos para el futuro.

Según su interpretación, Israel no fue reemplazado por la Iglesia. En cambio, en un momento posterior a la muerte de Cristo, Dios levanta a la Iglesia, una entidad espiritual única, el «Cuerpo de Cristo», distinta de Israel.

Este período se describe como una “pausa” o paréntesis único en la historia de la salvación para Israel, visto como un “misterio” revelado en el Nuevo Testamento, particularmente en los escritos del Apóstol Pablo. 

Se trata de un período de gracia en el que Dios está formando un cuerpo espiritual de creyentes correspondiente a la era actual, llamada “dispensación de la iglesia”, durante la cual ha suspendido Su propósito especial para Israel.

Las 7 Dispensaciones

El dispensacionalismo también interpreta la Biblia y la historia de la salvación en siete diferentes «dispensaciones». Scofield define una dispensación como: “Un período de tiempo en el cual el hombre es puesto a prueba, en referencia a cierta revelación específica de la voluntad de Dios.”

Cada una de estas dispensaciones contiene los siguientes elementos:

  • Una revelación de parte de Dios,
  • una nueva prueba para el hombre incluida en esa revelación,
  • el fracaso del hombre a esa prueba,
  • y el consecuente juicio de Dios ante el fracaso del hombre.

Así termina una dispensación y comienza otra, con una nueva revelación, otra prueba, el fracaso del hombre, el castigo de Dios, y así en todas.

El dispensacionalismo clásico enseña que antes de la Cruz de Cristo, el hombre fue probado en base a la revelación específica de ese momento (por ejemplo, en la dispensación de la Ley, los israelitas fueron probados con respecto a la obediencia a la ley de Moisés).

En todas estas dispensaciones, el hombre falló en cumplir plenamente la voluntad de Dios. Con la venida de Jesucristo y su obra redentora en la cruz, se estableció la dispensación de la Gracia, bajo la cual la salvación es solo por fe en Cristo.

Esta teología ha sido objeto de críticas a lo largo de la historia, debido a que se considera que predica dos tipos de salvación: una por obras antes de Cristo y otra por gracia después de Cristo. 

Sin embargo, los defensores del dispensacionalismo sostienen que a lo largo de todas las dispensaciones, la salvación siempre fue por gracia, mediante la fe, no por obras, pero que Dios administró esa gracia de forma diferente.

Por último, otro aspecto importante del dispensacionalismo es toda la escatología.

Prácticamente todos los cristianos esperan la venida de Cristo en gloria y majestad antes del milenio, una creencia conocida como “premilenialismo”. Sin embargo, el premilenialismo que enseña la teología dispensacional es diferente al que enseña la teología reformada histórica.

Ellos sostienen que, como dijimos anteriormente, Dios tiene un propósito separado y dos destinos distintos para cada uno de sus pueblos: Israel por un lado y la iglesia por otro. La segunda venida de Cristo, más que un evento, es un proceso que consta de dos fases.

En la primera fase, Cristo volverá secretamente (es decir, sin manifestarse en gloria y majestad) desde los cielos para arrebatar a los santos de la iglesia; es decir, a los que aún viven, y resucitar los cuerpos de los santos que murieron en la dispensación de la gracia, aquellos creyentes que fallecieron a partir del Pentecostés (esta es la primera resurrección).

Cabe recordar que existen diferentes corrientes dentro del dispensacionalismo, y no todos concuerdan al 100% en cada detalle. Por ejemplo, aunque la mayoría considera como inicio de la era de la iglesia el Pentecostés, otros piensan que fue a partir de la muerte de Cristo, y algunos ubican el comienzo en el ministerio de Pablo. A fin de resumir, explicamos aquí la postura más común.

Como veníamos diciendo, los creyentes fallecidos desde el Pentecostés y los vivos serán arrebatados de este mundo en un futuro próximo, antes de un período de siete años conocido como “Tribulación” (de ahí su nombre “Rapto Pretribulacional”).

A partir de ahí, Cristo retoma el plan de redención con los judíos. Al cierre de los siete años de la Gran Tribulación, Cristo descenderá visiblemente con Sus santos a la tierra en lo que sería la segunda fase de su Segunda Venida, para establecer y administrar personalmente un reino milenial. Este reino será un reino político judío con sede en Jerusalén durante mil años.

Esta es la séptima y última dispensación. Durante este tiempo, Satanás será atado, y será entonces cuando Dios cumpla todas las promesas que hizo a los judíos en el Antiguo Testamento, interpretadas literalmente en el dispensacionalismo.

Cada vez que la Biblia habla de Israel, el dispensacionalismo considera que se refiere al Israel literal, un pueblo terrenal étnicamente distinto, y las promesas a este pueblo se cumplirán en la tierra de forma literal.

Por otro lado, en contraposición al dispensacionalismo, está la “teología de pactos”, la interpretación histórica y tradicional de la mayoría de los cristianos, que enseña que Israel ha sido reemplazado por la iglesia actual, que no es un paréntesis sino una continuidad del pueblo de Dios.

En este enfoque, se reconocen diferentes pactos en el Antiguo Testamento, pero con el nuevo pacto realizado por Jesús, somos ahora un linaje espiritual de Abraham, injertados en el pueblo de Dios y coherederos de sus promesas. 

Es decir, Cristo vendrá una sola vez en gloria y majestad, y a partir de ahí, todos los santos de la actualidad compartiremos el cumplimiento de la promesa de salvación junto con los santos del Antiguo Testamento, sin distinción de pueblos.

La edad de la Iglesia

Muchos señalan al dispensacionalismo como un error, argumentando con textos como:

Efesios 2:14:

Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación. Efesios 2:1

Gálatas 3:28-29:

28 Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa. Gálatas 3:28-29

Romanos 11:17:

Si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo. Romanos 11:17

No obstante, argumentar con estos textos contra el dispensacionalismo demuestra desconocimiento de esta doctrina. El dispensacionalismo enseña que en la era de la iglesia, es decir, en la dispensación actual de la gracia, la salvación se ofrece igualmente a judíos y gentiles que aceptan a Cristo, sin distinción entre ambos grupos.

Esto significa que los judíos que creen en Jesús después de Pentecostés son incluidos en la iglesia y no se les considera aparte del Israel nacional o étnico en lo que respecta a la salvación y a la membresía en el cuerpo de Cristo. 

Los judíos que aceptaron a Cristo después de Pentecostés son parte de la iglesia, unidos a todos los creyentes cristianos.

Por consiguiente, ellos interpretan que todos estos versículos hacen referencia a este período de la gracia actual, pero no incluyen al Israel del Antiguo Testamento. De esta forma, estos textos no contradicen la interpretación dispensacionalista.

Pero, desde el máximo respeto, quisiera señalar algunas consideraciones de la Biblia que no encajan con la teoría dispensacionalista desde ningún punto de vista. 

Sinceramente, no considero que quienes adhieren a este sistema de interpretación sean herejes ni mucho menos. Creo que los cristianos que abrazan esta creencia son hermanos en Cristo, sinceros en su fe.

Simplemente han sido seducidos por una teología que fue muy bien promocionada en un momento determinado de la historia y elaborada por esmerados teólogos.

Los dos Pueblos

El dispensacionalismo enseña que existen dos pueblos: Israel y la iglesia, totalmente separados, como ya hemos explicado. Los que pertenecen a Israel son hijos literales de Abraham a través de Isaac y Jacob. 

Su origen es biológico, y son miembros de la nación mediante la circuncisión. Por otro lado, los que pertenecen a la iglesia son hijos espirituales por fe, ingresan a este grupo mediante la fe y son miembros del cuerpo de Cristo a través del bautismo.

Los israelitas poseen características culturales y étnicas específicas, mientras que la iglesia incluye a personas de todas las etnias y culturas.

Por consiguiente, los hijos de Israel forman una nación literal elegida por Dios y herederos de promesas literales, mientras que los cristianos constituyen un pueblo espiritual que forma el cuerpo de Cristo y herederos de promesas espirituales.

Sin embargo, ¿y si te dijera que todo esto no es cierto y que la gran mayoría de los israelitas no descienden de Abraham?

Permíteme explicarlo, y verás cómo todo encaja. 

El Tiempo del Pacto

Para explicártelo, primero necesito precisar cuánto tiempo estuvo Israel en Egipto, es decir, desde que Jacob entró con su familia hasta que sus descendientes salieron con Moisés.

Gálatas 3:17 menciona que la ley (dada en el Sinaí) se entregó tres meses después de la salida de Egipto, y que esto ocurrió 430 años después del pacto que Dios hizo con Abram en Génesis 12 (con el nombre original de «Abram,» ya que Dios aún no le había cambiado el nombre).

Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la Ley, la cual vino cuatrocientos treinta años después; eso habría invalidado la promesa. Gálatas 3:17

Gracias a los datos que nos brinda el texto bíblico, podemos calcular exactamente cuánto tiempo pasó desde que Dios hizo el pacto con Abram hasta que Jacob entró en Egipto con su familia llamado por su hijo José. Así, sabremos cuánto tiempo estuvieron en Egipto hasta el éxodo, ya que el período total es de 430 años.

La promesa a la que Pablo se refiere en Gálatas 3:16-17 es la que Dios hizo a Abram en Génesis 12:7. 

Y se apareció Jehová a Abram, y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra.» Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había aparecido. Génesis 12:7

Y en Génesis 12:4, se nos dice que Abram tenía 75 años en ese momento.

Se fue Abram, como Jehová le dijo, y con él marchó Lot. Tenía Abram setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. Génesis 12:4

Se fue Abram, como Jehová le dijo, y con él marchó Lot. Tenía Abram setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. Génesis

Cuando Abraham tiene 100 años, nace Isaac, según Génesis 21:5, lo cual ocurre 25 años después del pacto.

Tenía Abraham cien años cuando nació su hijo Isaac. Génesis 21:5

Luego, cuando Isaac tiene 60 años, nace Jacob, de acuerdo con Génesis 25:26. 

Después salió su hermano, trabada su mano al talón de Esaú, y le pusieron por nombre Jacob. Isaac tenía sesenta años de edad cuando ella los dio a luz. Génesis 25:26

Así, ya han pasado 85 años desde el pacto (25 años hasta el nacimiento de Isaac, más 60 hasta el nacimiento de Jacob).

En Génesis 47:9, Jacob tiene 130 años cuando entra a Egipto. 

Jacob respondió al faraón:
—Los años de mi peregrinación son ciento treinta. Pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han llegado a los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación. Génesis 47:9

Sumando estos períodos (85 años más 130), obtenemos 215 años. Así que sabemos que desde que Jacob y su familia llegaron a Egipto hasta que salieron de allí con Moisés, transcurrieron 215 años.

Efectivamente, el período de 430 años se divide en dos mitades iguales: 215 años en Canaán y 215 años en Egipto.

Aquí es donde comienza a ponerse interesante. En Génesis 15:13, Dios le profetiza a Abraham que su descendencia morará en tierra ajena, será esclava allí y oprimida durante 400 años. 

Entonces Jehová le dijo:
—Ten por cierto que tu descendencia habitará en tierra ajena, será esclava allí y será oprimida cuatrocientos años. Génesis 15:13

Este pasaje menciona 400 años, no 430 como en Gálatas 3, porque comienza a contar desde que la descendencia de Abraham habita en tierra ajena. La primera descendencia de Abraham en entrar a Egipto fue Ismael, justamente 30 años después del pacto.

Es una profecía con muchos detalles fascinantes, pero para no desviarnos del tema central, es importante entender que debido a este versículo muchos predicadores han dicho que Israel fue esclavo en Egipto durante 400 años. No obstante, esto no es así.

La confusión proviene de una lectura superficial que podría llevar a concluir que la descendencia de Abraham «morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida por cuatrocientos años,» como si fuera un único acontecimiento continuo. 

Pero, en realidad, lo que el texto indica es que morarán en tierra ajena y luego serán esclavos y oprimidos, siendo estos dos eventos separados y consecutivos que, en conjunto, abarcan los 400 años.

Entonces, desde que Jacob entró a Egipto con su familia hasta que salieron transcurrieron 215 años. Además, hay que considerar que la esclavitud comenzó después de la muerte de José, lo cual sucedió, como mínimo, 70 años después. 

En Éxodo 1:8 se narra que, después de la muerte de José, “se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José,” y fue entonces cuando comenzó la opresión.

 

Así que, lejos de los 400 años de esclavitud que muchos cristianos creen, en realidad el período de opresión de los israelitas fue de menos de 150 años.

El Censo

Y ustedes se preguntarán: ¿qué tiene que ver esta profecía y el averiguar cuánto tiempo estuvo Israel en Egipto con el dispensacionalismo? Mucho.

A partir de aquí, viene el punto que me interesa resaltar.

En Génesis 46:27 se menciona que todas las personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto fueron setenta. 

Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto fueron setenta. Génesis 46:27

Luego, en Éxodo 12:37, se dice que cuando salen de Egipto, eran en total “como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños”. 

Partieron los hijos de Israel de Ramesés hacia Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. Éxodo 12:37

Poco después, en el capítulo 1 del libro de Números, aclara que estos eran “de veinte años arriba, todos los que podían salir a la guerra”, sumando “seiscientos tres mil quinientos cincuenta”.

45 Y todos los hijos de Israel de veinte años para arriba, todos los que podían salir a la guerra en Israel, 46 fueron registrados por familias; y fueron contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Números 1:45-46

La mayoría de los expertos calculan que la multitud que vagaba por el desierto bajo el liderazgo de Moisés era de casi 2 millones de personas. 

La cuenta es sencilla: si hay, redondeando, 600,000 hombres adultos “que podían salir a la guerra” sin contar a ancianos y menores de 20 años, a esa cifra se le deben agregar 600,000 mujeres adultas y otros 600,000 entre menores y ancianos de ambos sexos. Esto da un total de, al menos, un millón ochocientas mil personas al iniciar el éxodo.

Aquí surge la pregunta: ¿es posible que setenta personas se multipliquen hasta alcanzar un millón ochocientas mil en 215 años? Vamos a ver si es factible.

La tasa de crecimiento demográfico mundial ronda el 1% en promedio en los últimos años, y el crecimiento más alto registrado fue de 2.1% en 1968, impulsado por la Revolución Industrial. 

No debemos confundir este índice con el índice de fecundidad total, que mide el promedio de hijos por mujer para mantener estable la población. Aquí hablamos del índice de crecimiento demográfico, que es otra cosa.

Si aplicamos un crecimiento anual del 2.1% a las 70 personas que entraron a Egipto durante 215 años de forma exponencial, el resultado es una población final de solo 6,104 personas al terminar el periodo, un número muy bajo que claramente no encaja.

Para elevar el número sin violar el texto bíblico, revisaremos dos parámetros claves: el número inicial de personas y el índice de crecimiento demográfico más alto posible.

Respecto al número inicial, podemos inferir que no eran solo setenta israelitas los que entraron en Egipto, sino más. Génesis 46 detalla que se contaron solo los varones, con excepción de Dina, sin incluir esposas, nueras ni nietas. 

Además, Jacob era ya una persona rica, como señala Génesis 30:43, donde se menciona que “se enriqueció muchísimo” y poseía numerosos siervos.

Y se enriqueció Jacob muchísimo, y tuvo muchas ovejas, siervas y siervos, camellos y asnos. Génesis 30:43

A esto se suma el incidente en Siquem, relatado en Génesis 34, donde Simeón y Leví mataron a los varones de la ciudad y se llevaron cautivos a sus mujeres y niños, quienes se unieron al grupo de Jacob.

Tomando como referencia la anécdota de Génesis 13:14, cuando Abram rescató a Lot formando un ejército de “trescientas dieciocho personas, solo de sus criados nacidos en su casa”, estimaremos que el grupo de Jacob, junto a sus acompañantes, podría haber sido de unas 600 personas, todas circuncidadas y consideradas israelitas. Aunque esto es un supuesto, lo contrastaremos con otras vías para validar nuestra conclusión.

Pasemos ahora a analizar la tasa de crecimiento.

Como dijimos, el índice de crecimiento demográfico mundial más alto registrado ha sido del 2.1%. Sin embargo, debemos considerar varios factores:

  1. Una tasa de crecimiento demográfico de una población específica puede ser mayor al índice mundial.
  2. La esperanza de vida en aquella época era más alta que la actual.
  3. Éxodo 1:7 menciona que «los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo.»

Con estos elementos, podemos asumir una tasa extremadamente alta de crecimiento demográfico, llegando al 3.2%. 

Para entender lo elevada que es esta cifra, vale destacar que, para alcanzar un índice de crecimiento de 3.2%, se necesitaría un índice de fecundidad total (IFT) superior a 9, es decir, que cada pareja tuviera un promedio de más de 9 hijos a lo largo de 215 años. Como referencia, Níger, el país con la tasa de fecundidad más alta del mundo, tiene un promedio de 6.6 hijos por mujer.

Además, estamos obviando aspectos que afectarían el crecimiento poblacional, como:

  • Casos de esterilidad
  • Enfermedades y muerte prematura
  • Soltería
  • Desigualdad de sexos

Sin mencionar la orden del faraón de matar a todos los niños varones, que se describe en Éxodo 1:22, y que, según Éxodo 2:2, se extendió por al menos tres meses.

Entonces el faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Echad al río a todo hijo que nazca, y preservad la vida a toda hija.» Éxodo 1:22

a que concibió y dio a luz un hijo. Al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. Éxodo 2:2

Supongamos entonces que 600 personas ingresaron a Egipto junto con Jacob, y apliquemos esta tasa de crecimiento demográfico exageradamente alta del 3.2%. 

Aunque es una cifra irreal en condiciones normales, asumimos por un momento que Dios pudo haber obrado un milagro para que la población creciera a ese ritmo constante durante más de dos siglos. 

Después de todo, en Éxodo 1:12 leemos que “cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían”. Aplicando esta tasa anual de forma exponencial durante los 215 años, el resultado sería una población final de poco más de 500,000 personas.

Esto equivale aproximadamente a una cuarta parte de los casi dos millones de personas que habrían salido de Egipto. En conclusión, la mayoría de la multitud que acompañó a Moisés no era de origen israelita.

¿Cómo puede esto ser posible?

La respuesta la proporciona la Biblia de manera clara. En Éxodo 12:38 se menciona:

También subió con ellos una gran multitud de toda clase de gentes, ovejas y muchísimo ganado. Éxodo 12:38

Si persisten las dudas respecto a la cantidad de supuestos y la complejidad de la información demográfica presentada, no se preocupen. Hay una comprobación sencilla que cualquier niño de 12 años puede realizar, y que demuestra la validez de lo expuesto.

Comprobación con la Biblia

En el libro de Números, capítulo 1, Dios ordena a Moisés que cense al pueblo. En los versículos 45 y 46 se establece que los hombres mayores de 20 años, es decir, aquellos capacitados para ir a la guerra, eran 603,550. 

45 Y todos los hijos de Israel de veinte años para arriba, todos los que podían salir a la guerra en Israel, 46 fueron registrados por familias; y fueron contados seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Números 1:45-46

En Números 3, Dios se dirige nuevamente a Moisés y le instruye acerca de la redención de los primogénitos mediante los levitas, indicando que deben contarse «por nombre». Como había una diferencia de 273 personas, debieron redimir esa diferencia.

Y todos los primogénitos varones registrados por nombre, de un mes para arriba, fueron veintidos mil doscientos setenta y tres. Números 3:43

Ahora bien, se cuenta que todos los primogénitos varones mayores de un mes eran 22,273. Esto implica que, si entre 603,550 varones solo hay 22,273 primogénitos, cada familia tendría que tener un promedio de 27 hijos. 

Sin embargo, la proporción es aún más desfavorable, ya que los 603,550 contabilizados son solo hombres mayores de 20 años, mientras que los primogénitos fueron contados desde su nacimiento. 

Esto sugiere que, si se consideraran todos los hombres desde su nacimiento, la proporción de primogénitos sería aún menor, elevando el promedio de hijos por familia a más de 30, algo que resulta completamente imposible.

Es curioso notar que nunca he escuchado a nadie cuestionar la cantidad relativamente baja de primogénitos. La explicación es sencilla: la gran multitud que salió de Egipto, compuesta por esos 600,000 hombres, tal como se afirma en Éxodo 12:38, incluía a una «gran multitud de toda clase de gentes». Esta multitud se integró en cada tribu, aunque no eran descendientes de Abraham.

También subió con ellos una gran multitud de toda clase de gentes, ovejas y muchísimo ganado. Éxodo 12:38

En cuanto a los primogénitos considerados para reemplazar a los levitas, estos debían ser israelitas, dado que los levitas, quienes debían ser reemplazados, no estaban contados con las demás tribus. 

Además, los levitas tenían que ser israelitas, ya que su servicio en el santuario requería un linaje directo de Leví.

Pero, ¿cómo es posible que en Éxodo 12:37 se hable de toda esa multitud de gentiles y se les denomine «hijos de Israel» si no eran descendientes de Abraham? 

Partieron los hijos de Israel de Ramesés hacia Sucot. Eran unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. Éxodo 12:37

¿Cómo se les puede llamar «todas las huestes de Jehová» en Éxodo 12:41, si ni siquiera estaban circuncidados?

El mismo día en que se cumplían los cuatrocientos treinta años, todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto. Éxodo 12:41

Aquí es donde la narrativa se torna realmente increíble. Al final del capítulo 2 del libro de Números, se nos da el total de los hijos de Israel (seiscientos tres mil quinientos cincuenta), y dos versículos después, en Números 3:1, se dice: “Estos son los descendientes de Aarón y de Moisés”.

Estos fueron los hijos de Israel censados según las casas de sus padres. Todos los registrados por campamentos, según el orden de sus ejércitos: seis cientos tres mil quinientos cincuenta. Números 2:32

Estos eran los descendientes de Aarón y de Moisés, en el día en que Jehová habló a Moisés en el monte Sinaí. Números 3:1

¿Por qué mencionaría que son descendientes de Aarón y de Moisés? Lógicamente, uno esperaría que se refiriera a los descendientes de Abraham o Jacob (quien fue renombrado Israel). Pero se menciona a Aarón y a Moisés.

Es relevante destacar que la Biblia indica que Moisés solo tuvo dos hijos (Gersón y Eliazer) y que él aún estaba vivo. Por lo tanto, casi nadie era descendiente directo de Moisés.

La respuesta la encontramos en 1 Corintios 10:2, que dice: 

Y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar. 1 Corintios 10:2

Esta es una tipología espiritual extraordinaria. La gran multitud decidió seguir a Jehová y dejar la idolatría de Egipto. Al tomar esta decisión y cruzar el Mar Rojo, Dios consideró este acto de fe como un bautismo, una decisión espiritual suficiente para incorporar a estos gentiles en las tribus de Israel por fe, no por nacimiento.

Esto guarda paralelismos con la iglesia actual. Escucha bien, porque es crucial entender esto: la mayoría de los israelitas del Antiguo Testamento no eran descendientes de Abraham, sino que fueron injertados a través del bautismo por fe, al igual que nosotros.

Negar las simbologías espirituales y centrarse únicamente en el aspecto literal del Israel del Antiguo Testamento no solo oscurece las «promesas» espirituales que Dios les hizo, sino que también se pierde las extraordinarias enseñanzas que Dios nos dejó a través de las tipologías proféticas del Antiguo Testamento.

La gran multitud que salió de Egipto se consideraba espiritualmente descendientes de Moisés, quien, como libertador, era una tipología de Cristo. Los levitas, por su parte, representaban espiritualmente los descendientes de Aarón, quien, como sumo sacerdote, simbolizaba otra faceta de la obra redentora de Jesús.

Tal vez no seas dispensacionalista, y este análisis reafirma tu postura. O tal vez lo seas y consideres que esta información no altera tu perspectiva, adaptándola a tu interpretación particular. O quizás eres dispensacionalista y este mensaje te ha dejado reflexionando, ya que no conocías este dato.

No te preocupes, continúa con nosotros, porque aún hay mucho más que compartir. Nos vemos en el próximo post.

 

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

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