Video

5 Asombrosas Simbologías sobre la Salvación

En el post anterior, introdujimos el concepto de la salvación, basándonos en textos bíblicos y definiéndola de la siguiente manera:

La salvación es el proceso por el cual Dios, por su gracia, nos justifica mediante la obra redentora de Cristo en la cruz; a través de la fe, nos santifica por medio del Espíritu Santo, quien nos transforma a su imagen y nos capacita para dar buenos frutos.

Este tema ha sido objeto de numerosos debates teológicos, y con razón, ya que incluye conceptos esenciales como el perdón, arrepentimiento, victoria, tentación, seguridad, permanencia, obediencia, sumisión, predestinación, voluntad, pecado, justicia, y perfección. 

Al tratar de comprender estos términos de manera aislada, es fácil caer en la confusión; por ello, en esta serie, los analizaremos a la luz de lo que enseña la Biblia.

Te sorprenderá lo sencillo que resulta comprender todo cuando se presenta de forma organizada y gráfica. Antes de profundizar en estos temas, es fundamental asegurarnos de que vamos por el camino correcto. 

Para ello, no solo debemos confirmar que esta definición de salvación es bíblicamente sólida, sino también comprenderla en su totalidad.

Una de las mejores maneras de asegurarnos es compararla con la rica simbología bíblica que Dios ha utilizado precisamente para que este tema quede claro. 

En este capítulo, analizaremos algunas de esas simbologías, algunas quizás nuevas para ti, y otras que ya hemos revisado, pero ahora vistas a la luz del concepto de salvación. 

Veremos cómo todo encaja de forma asombrosa, demostrando que Dios emplea el simbolismo de manera magistral. Esto nos ayudará a responder una pregunta que todos, en algún momento, nos hacemos:

¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que Cristo y el Espíritu Santo interactúen en un pecador como yo?

Es un misterio, como la encarnación de Cristo: podemos decir que era 100 % hombre y 100 % Dios, pero ¿lo comprendemos en su totalidad? No. Lo mismo ocurre con el plan de salvación: podemos resumirlo en una definición, pero entender su funcionamiento es otra cuestión.

El primer paso es aceptar por fe lo que la Biblia promete. Es como el perdón: cuando oramos, confesamos nuestros pecados con arrepentimiento y fe, y debemos creer que Dios nos perdona, porque así lo asegura Su Palabra. 

Para ayudarnos a comprender mejor, Dios ha dejado en las Escrituras parábolas, historias y el santuario, entre otros elementos llenos de simbolismo, que explican esta realidad desde múltiples perspectivas, haciéndola más accesible.

Aquí es donde la simbología bíblica se convierte en una herramienta invaluable. Si observamos con atención, toda la simbología sigue un mismo patrón para enseñarnos el plan de salvación. Comencemos con la simbología de la siembra y la cosecha, que es la madre de todas las simbologías (como afirmó Jesús).

La Simbología de la Siembra y la Cosecha

Cuando Cristo explica a sus discípulos el significado de estos símbolos a través de la parábola del sembrador en Marcos 4:13, Él dice: 

Y les dijo:
—¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? Marcos 4:13

En esta simbología, Cristo es representado por la semilla que debe morir para dar fruto. En Juan 12:23, hablando de su muerte en la cruz, Jesús dijo: 

Jesús les respondió diciendo:
—Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. Juan 12:23

Luego añade refiriéndose a sí mismo como una semilla: 

De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto. Juan 12:24

En la parábola del sembrador de Mateo 13, los seres humanos somos representados por los diferentes tipos de terreno en los que cae la semilla. Así como no todos aceptan el sacrificio de Cristo, no en todos los terrenos la semilla prospera; solo en la buena tierra.

Numerosos pasajes de la Biblia indican que el agua simboliza al Espíritu Santo y que esta procede de Cristo. En Juan 7, Jesús dice: 

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:
—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.
39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. Juan 7:37-39
 

Y se explica que de su interior correrán ríos de agua viva, refiriéndose al Espíritu que habrían de recibir los creyentes. Este versículo es revelador, ya que aclara que el Espíritu aún no había venido, porque Jesús no había sido glorificado. Vemos nuevamente que era necesario que Cristo muriera para que el Espíritu Santo pudiera venir con mayor poder.

Aquí abajo dejo algunos versículos adicionales que indican cómo el Espíritu Santo es representado por el agua que emana de Cristo o la lluvia que envía Jehová. Así, el agua del Espíritu nos riega y transforma, de tierra seca a árboles espirituales que dan fruto, los frutos del Espíritu.

De esta forma, comprendemos cómo el Espíritu Santo procede de Cristo y es indispensable para nuestra santificación. Así como el agua que Cristo ofrece representa al Espíritu Santo y es esencial para que la semilla germine, crezca y dé fruto, también es crucial en nuestra vida espiritual.

El profeta Jeremías resume esta simbología en el capítulo 17, diciendo: 

7 »¡Bendito el hombre que confía en Jehová,
cuya confianza está puesta en Jehová!,
8 porque será como el árbol plantado junto a las aguas,
que junto a la corriente echará sus raíces.
No temerá cuando llegue el calor,
sino que su hoja estará verde.
En el año de sequía
no se inquietará
ni dejará de dar fruto. Jeremías 17:7-8

¿Existe una forma mejor de explicar el proceso de justificación y santificación? La simbología que exploramos coincide magistralmente con la enseñanza espiritual que estamos tratando. ¡Qué clara y fácil de entender resulta!

Lo más importante es comprender que estar bajo la gracia, aceptar la gracia por fe, significa necesariamente someternos a la transformación del Espíritu Santo.

Permíteme mostrarte un paralelismo con otra simbología que aún no he mencionado en mis posts y que trata sobre uno de los milagros más polémicos y menos comprendidos de Jesús. 

La Simbología del Vino

Muchos se han preguntado o incluso escandalizado al saber que el primer milagro de Jesús fue algo aparentemente banal: convertir el agua en vino en una fiesta de bodas, según relata Juan en el capítulo 2. En esa boda, se habían quedado sin vino, lo cual era una gran deshonra en esa cultura.

Jesús instruyó a los sirvientes que llenaran seis tinajas de piedra con agua y luego convirtió el agua en vino. Sin embargo, lo que muchos no saben es que este asombroso acontecimiento tiene un profundo significado simbólico que ilustra la forma en la que Él vino a salvar a los hombres.

En la Biblia, como seguramente sabes, el vino es símbolo de la sangre de Cristo. En Mateo 26, Jesús le dijo a sus discípulos: 

27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo:
—Bebed de ella todos, 28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. Mateo 26:27-28

Así que, el vino producido milagrosamente por Jesús simboliza su sangre derramada en la cruz para el perdón de nuestros pecados.

Las seis tinajas representan al hombre. No es casualidad que sean seis, ya que, como dice Apocalipsis 13:18, el seis es el número que representa al hombre. Además, el hombre fue creado en el sexto día, lo cual refuerza esta asociación.

Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis. Apocalipsis 13:18

De la misma forma en que Cristo envía al Espíritu Santo, el cual es indispensable para transformarnos a Su imagen y semejanza, en la boda era indispensable que las tinajas fueran llenadas de agua, que representan al Espíritu Santo, para que Jesús pudiera realizar el milagro. 

Las tinajas vacías, que representan al hombre, fueron transformadas en tinajas llenas del jugo de la vid para bendición de todos los presentes.

Es sorprendente cómo esta simbología logra transmitir un concepto tan complejo de una manera tan sencilla. ¡Qué forma tan perfecta de representar la salvación y hacerla comprensible para todos!

Pasemos a un tercer simbolismo, quizás uno de los que mejor ilustra el plan de redención.

La Simbología del Fuego del Santuario

Tal como explico en un post en el que hablo ampliamente sobre el fuego del testimonio, y cuyo enlace te dejo aquí, el fuego del santuario representaba el testimonio.

Al inaugurar el santuario, Dios envió fuego desde el cielo, encendiéndolo en el altar del sacrificio, lo que simboliza que fue Dios mismo quien envió a Su Hijo para morir por nosotros, tal como lo expresan muchos versículos de la Biblia, de los cuales aquí abajo te muestro algunos ejemplos.

Era tarea de los sacerdotes, como dice Levítico 6:12, mantener el fuego divino ardiendo continuamente y que no se apagara, de ahí el nombre “del continuo”. 

»El fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá leña en él cada mañana, acomodará el holocausto sobre él y quemará sobre él las grasas de los sacrificios de paz. Levítico 6:12

Dentro del lugar santo estaba el candelabro, que, a diferencia de lo que muchos creen, no tenía siete brazos, sino seis, y en el medio una caña, como dice Éxodo 25:31-32. Los seis brazos del candelabro, al igual que las seis tinajas, representan al hombre.

31 »Harás además un candelabro de oro puro; labrado a martillo se hará el candelabro; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores serán de lo mismo. 32 Y saldrán seis brazos de sus lados: tres brazos del candelabro a un lado y tres brazos al otro lado. Éxodo 25:31-32

El sumo sacerdote, quien representaba a Cristo, hacía dos cosas: primero, llenaba de aceite el candelabro. Como ya sabes, el aceite representa al Espíritu Santo y es llamado el aceite de la unción. 

Y luego encendía el candelabro con las brasas del altar del sacrificio, que representaban la muerte de Cristo en la cruz. Estaba prohibido en el santuario utilizar otro fuego; precisamente, Nadab y Abiú, los hijos de Aarón, murieron por usar «fuego extraño».

Así, el fuego que representaba a Cristo, del altar del sacrificio que simbolizaba Su muerte en la cruz, ardía en los brazos del candelabro, que representaba a los hombres, gracias al aceite que simbolizaba al Espíritu Santo, el cual era provisto por el sumo sacerdote, representante de Cristo. De este modo, la oscuridad era transformada en llamas que iluminaban el mundo.

No cabe duda de que el simbolismo encaja perfectamente con la enseñanza espiritual que estamos compartiendo. ¡Es increíble cómo se entrelazan la simplicidad y la profundidad de manera tan hermosa!

La Simbología del Cuerpo de Cristo

Otro simbolismo importante es el del Cuerpo de Cristo. En 1 Corintios 11:23, Pablo relata que Jesús, la misma noche en que fue entregado, tomó pan, lo partió y dijo:

Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 1 Corintios 11:23

Así, cada vez que comemos este pan y bebemos de esta copa, anunciamos la muerte del Señor hasta que Él vuelva. La Santa Cena es, por tanto, una celebración establecida por Jesús para que los cristianos expresen públicamente su aceptación de Su muerte, renovando periódicamente, mediante este rito, nuestro deseo de ser transformados a Su imagen. 

De la misma forma que en la Pascua el cordero que representaba a Cristo debía morir y luego los israelitas debían comer su carne, la carne que representa a Cristo también debía ser consumida simbólicamente, anunciando y aceptando Su muerte hasta que Él vuelva, aceptando al verdadero Cordero de Dios.

Observa que el simbolismo continúa. Así como Dios creó a Adán, y siendo un ser completo, permanecía inerte hasta que en Génesis 2:7 Dios sopló en su nariz aliento de vida, y solo entonces fue un ser viviente, sucede de manera similar en el mundo espiritual.

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Génesis 2:7

Después de que Jesús murió y resucitó, se apareció a los discípulos reunidos. En Juan 20:22, dice que Jesús:

Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Juan 20:22

De igual forma, el soplo de vida fue indispensable para que el cuerpo inerte de Adán viviera. Ese soplo representa al Espíritu Santo, y es indispensable para nuestra transformación. 

Antes estábamos muertos, y ahora estamos “vivos” y somos una nueva criatura en Cristo Jesús; tenemos vida en abundancia, porque, como dice Gálatas 2:20, «ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí». Todo encaja a la perfección.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20

Podríamos continuar con otros simbolismos, pero permíteme compartir uno más: 

La Simbología de la Roca

En Éxodo 17:5-6, Jehová dijo a Moisés que golpeara la peña para que de ella brotara agua, y así, el pueblo pudiera beber. 

5 Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. 6 He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. Éxodo 17:5-6

En 1 Corintios 10:4, Pablo menciona que todos bebieron la misma bebida espiritual porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.

y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.      1 Corintios 10:4

Cristo era representado por la roca. Así como Cristo debía morir para poder darnos el Espíritu Santo, la roca que lo representaba debía ser golpeada para que de su interior brotara el agua, que representa al Espíritu Santo.

De esta forma, todos bebieron del agua que salió de la roca. Un pueblo condenado a morir de sed fue transformado en un pueblo saciado con agua abundante.

Ahora bien, Dios realizó esta simbología espiritual de proveer agua de la roca dos veces. La primera vez fue narrada en Éxodo 17, poco después de salir de Egipto y antes de llegar al Sinaí. Como hemos visto en el versículo 6, Dios le ordena a Moisés “golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo”.

Sin embargo, al final de los 40 años de peregrinación por el desierto, antes de entrar a la tierra prometida, nuevamente el pueblo de Israel se quejaba de la falta de agua. 

Esta vez, Dios instruyó a Moisés de forma diferente. En Números 20:8, Dios le ordena a Moisés que esta vez debía hablarle a la peña en lugar de golpearla, y de ella saldría agua. 

Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias. Números 20:8

De igual manera, Cristo murió una sola vez y para siempre, y la roca debía ser golpeada solo una vez. Lamentablemente, Moisés no obedeció; golpeó la peña en vez de hablarle, y por ese error no entró en Canaán, tal como explica Deuteronomio 32:51-52. 

51 por cuanto pecasteis contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin; porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel. 52 Verás, por tanto, delante de ti la tierra; mas no entrarás allá, a la tierra que doy a los hijos de Israel. Deuteronomio 32:51-52

Esto muestra lo celoso que es Dios de la simbología, la cual ilumina con precisión las verdades espirituales que Él desea que aprendamos.

Antes de despedirme, quiero recalcar que aceptar la salvación con fe significa, sin excepción, dejarnos transformar por Cristo a través del Espíritu Santo. 

Si no hay transformación ni crecimiento espiritual en nuestras vidas, es una señal inequívoca de que no estamos dando frutos de salvación. Jesús dijo en Mateo 7: 

15Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.20Así que, por sus frutos los conoceréis. Mateo 7:15-20

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

¿Qué es la Salvación? Explicado fácil

Si hay un tema que debería ser tan claro como la luz del día, es el de conocer y entender cómo somos salvos. Después de todo, el anhelo de todo cristiano es alcanzar la salvación, y todo lo que hizo Cristo fue precisamente para hacerla posible.

La obra de Dios, Cristo y el Espíritu Santo en nuestra salvación va más allá de una simple explicación. Es un misterio que, aunque profundo y complejo, está al alcance de todos, incluso de un niño. Acompáñame en este viaje para descubrir la verdadera profundidad de lo que significa ser justificado y santificado.

La soteriología es la rama de la teología dedicada al estudio de la salvación: cómo se obtiene, en qué consiste y cuáles son sus implicancias para el ser humano. La Biblia enseña en Efesios 2:8 que la salvación es «por gracia mediante la fe.»

porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

Por gracia significa que la salvación es el proceso mediante el cual Dios, en su gracia, nos justifica a través de la obra redentora de Cristo en la cruz. La salvación es un regalo de Dios, y esta definición, en un sentido, podría quedar aquí. Sin embargo, es fundamental comprender lo que implica “por medio de la fe.”

Por medio de la fe significa que esta gracia no se acepta simplemente con una declaración verbal ni con una promesa o juramento. Aceptarla por medio de la fe es algo completamente distinto.

La fe representa el comienzo de una relación personal de amor con Dios, la convicción de que somos parte del reino de Dios, sus hijos. Esto conlleva un cambio profundo en nuestra vida, un nuevo rumbo de arrepentimiento. En griego, la palabra metanoia simboliza este cambio de mente y actitud.

Desde luego, este cambio no es algo que podamos lograr solos; necesitamos la ayuda divina. Por lo tanto, si retomamos la definición de salvación para clarificar el rol de la fe, podemos afirmar:

La salvación es el proceso por el cual Dios, por su gracia, nos justifica a través de la obra redentora de Cristo en la cruz, mediante la fe, santificándonos a través del Espíritu Santo, quien nos transforma a su imagen y nos capacita para dar buenos frutos.

Esta es la esencia de una fe genuina. Quien entiende esto comprende que para ser salvo debe someterse al poder transformador del Espíritu Santo.

En este post, analizaremos los conceptos clave en esta definición, comenzando con el significado de «nos justifica.»

La justificación es la obra de Cristo en la cruz, realizada externamente a nosotros, donde somos declarados justos. Durante su ministerio terrenal, representado en el atrio exterior del santuario, Cristo cumplió con los requisitos de justicia y redención en nuestro favor, sin nuestra intervención.

Nos encontrábamos esclavizados bajo el dominio de Satanás, y Cristo, como Libertador, rompió nuestras cadenas y nos liberó de su yugo. Estábamos separados de la santidad de Dios, y Él, como Sumo Sacerdote, se ofreció como el puente que nos reconcilia con el Padre.

Condenados por la Ley, Él, como el Cordero de Dios, pagó nuestra deuda, cumpliendo la justicia en nuestro lugar.

Contaminados por la lepra del pecado, Él, como nuestro Vicario-Sustituto, se hizo maldición por nosotros, cargando nuestras llagas, dolores y heridas para que pudiéramos ser sanados y restaurados.

Todo esto lo abordamos en el post anterior, donde exploramos los motivos por los que Cristo murió en la cruz. Esta obra incluye su expiación, redención, remisión y propiciación, todo ello realizado al derramar su sangre preciosa en la cruz en nuestro favor.

De esta forma, por medio de la fe del creyente, la justicia de Cristo nos es imputada, acreditando sus méritos en lugar de los nuestros como un don inmerecido. Por esta razón, la Palabra de Dios enseña que la salvación es por gracia.

Ahora bien, la Biblia nos explica que, después de su muerte, Cristo resucitó y ascendió al Santuario Celestial, donde intercede por nosotros. Romanos 8:34 afirma:

¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Romanos 8:34

Asimismo, Hebreos 7:25 dice:

Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Hebreos 7:25

y 1 Juan 2:1 describe esta intercesión diciendo:

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. 1 Juan 2:1

Cuando la justificación que Cristo nos ofrece es aceptada de forma sincera y mediante la fe, nace en nosotros un amor profundo hacia nuestro Redentor y un anhelo por conocer más a Jesús y tener una relación personal con nuestro Padre Celestial. De este modo, se inicia en nosotros un proceso de santificación.

Este proceso de santificación es una obra interna que Cristo realiza en el creyente mediante su intercesión y a través del Espíritu Santo. En él, se llevan a cabo dos milagros: el primero es nuestra transformación a su imagen, reflejando el carácter y amor de Cristo. 

Durante la santificación, Cristo y el Espíritu Santo trabajan en conjunto, de ahí que la Biblia mencione que ambos habitan en nosotros. En 1 Corintios 6:19, leemos que nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo». 

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros? 1 Corintios 6:19

Mientras que Efesios 3:17 afirma que «Cristo habita por la fe en nuestros corazones,» pues Cristo mora en nosotros a través del Espíritu Santo, y ambos son indispensables para nuestra transformación.

que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor. Efesios 3:17

Otro acto que Cristo realizó en la cruz fue mostrarnos el amor de Dios. Cuanto más contemplamos el ejemplo de Cristo y comprendemos el amor y sacrificio que hizo por nosotros, más somos motivados a permitir que el Espíritu Santo nos transforme. Como dice 2 Corintios 5:14, «el amor de Cristo nos constriñe,» lo que significa que nos impulsa, nos motiva.

El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron. 2 Corintios 5:14

Es importante recordar que, como enseña la Biblia, es Dios Padre quien envía al Hijo, pero también es Él quien envía al Espíritu Santo a través de Cristo. En Juan 14, leemos:

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26

Y en Juan 15: 

»Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Juan 15:26

Filipenses 2:13 afirma: 

porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Filipenses 2:13

De esta forma, la Trinidad completa obra en nuestra salvación: Dios Padre envió a Cristo, y al contemplar su obra produce en nosotros el querer, mientras que a través de Cristo, Dios Padre envía al Espíritu Santo, quien produce en nosotros el hacer.

En la justificación, su justicia nos es imputada. Ahora, en la santificación, mediante el Espíritu Santo, la justicia de Cristo es impartida en nosotros. Así, el primer milagro que realiza el Espíritu Santo es transformarnos a su imagen, y el segundo es capacitarnos para dar buenos frutos.

Es esencial comprender que participamos activamente en el proceso de santificación a través de nuestra fe, aunque esta misma fe es un don del cielo. Por ello, nuestra participación “no añade mérito alguno” sino que depende de una decisión. 

Nuestra intervención en la salvación está relacionada con el ejercicio de nuestro libre albedrío y se expresa mediante acciones de entrega a Dios, como desear, someternos, rendirnos, tomar decisiones, y negarnos a nosotros mismos. Tal como señala Santiago 4:7: 

Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Santiago 4:7

Y en Lucas 9:23, Jesús dice:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Lucas 9:23

Tener fe en Cristo y participar activamente en el proceso de santificación es, en última instancia, una decisión. En este sentido, Pablo nos exhorta en Filipenses 2 a ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor.

La salvación es, entonces, por gracia. Motivados por el ejemplo de abnegación y amor infinito de Cristo, permitimos que germine en nosotros el don de la fe que Cristo nos ofrece a través del Espíritu Santo. Así, la gracia se hace efectiva por medio de la fe (y no por obras). 

Esta fe verdadera se basa en una relación de amor con Dios y se evidencia en las obras que Cristo realiza a través del Espíritu Santo en nosotros, lo que llamamos los frutos de la fe. 

Por esto encontramos en la Biblia una aparente ambigüedad al hablar de los frutos de la fe, pues en Gálatas 5:22 se menciona que el fruto es del Espíritu, mientras que en Juan 15:4, Jesús afirma que no podemos dar fruto si no permanecemos en Él. 

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe. Gálatas 5:22

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Juan 15:4

En el versículo siguiente añade: «si permanecéis en mí, y yo en vosotros, lleváis mucho fruto.» Esta enseñanza está en total consonancia con lo que venimos explicando.

»Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5

Lo que hemos visto hasta ahora nos ofrece un panorama general de este increíble rescate. Ahora, estamos en condiciones de entender y asimilar mejor esta breve pero completa definición de la salvación:

«La salvación es el proceso por el cual Dios, por su gracia, nos justifica mediante la obra redentora de Cristo en la cruz, por medio de la fe; santificándonos a través del Espíritu Santo, quien nos transforma a su imagen y nos capacita para dar buenos frutos.»

Este post es uno más en una serie de publicaciones diseñadas para profundizar y aprender cada vez más sobre nuestra salvación. Aunque hoy hemos expuesto un esquema general del plan divino de salvación, en los posts sucesivos continuaremos estudiando este tema en profundidad.

Recuerda que aceptar la redención que Cristo realizó en la cruz, y que se nos ofrece por gracia, no es solo una creencia, sino una experiencia de fe. Es entrar en una relación con el Creador del universo, quien obra en nosotros cada día transformándonos gradualmente a imagen de Cristo. 

Algo imposible de lograr por nosotros mismos, pero posible con la intervención del Espíritu Santo, experimentando así una paz que sobrepasa todo entendimiento. 

Con la convicción y el honor de ser llamados «hijos de Dios,» vivimos ahora una vida con propósito, ¡la mayor aventura de todas! Es un milagro que se nos ofrece por gracia y una promesa expresada de manera sublime por Pablo en Gálatas: 

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios. Gálatas 2:20

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

El Costado traspasado de Cristo y su profundo significado

En el post anterior, llamado “¿Por qué murió Cristo en la cruz?”, exploramos siete razones, que te dejo aquí abajo, por las que Jesús tuvo que ser crucificado. 

Ese post fue solo una introducción, y a lo largo de esta serie de reproducción estaremos analizando a fondo el plan de salvación desde esta perspectiva. Verás cómo nos ayudará a resolver muchas dudas.

Hoy, vamos a sumergirnos más profundamente en el primer motivo. Te invito a quedarte para descubrir cómo identificar a Cristo como el “Segundo Adán” tiene un significado mucho más profundo de lo que a simple vista parece.

Introducción 

Partiendo de los siete motivos por los que Cristo murió en la cruz, en este post nos centraremos en el primero:

“El mal había afectado a toda la creación y Cristo, como el Segundo Adán, hace nuevas todas las cosas.”

Para comenzar a entender este primer punto, es necesario hacer una breve introducción sobre los otros seis motivos, ya que, de alguna manera, el primero engloba a todos los demás.

Los cuatro primeros motivos, donde Jesús resuelve los problemas con Satanás, Dios, la ley y el pecado, nos muestran cómo Cristo nos justifica. Son acciones que Él realizó de manera completa por nosotros, cumpliendo los requisitos de justicia. Así, Cristo efectúa una “obra de redención externa” a nuestro favor, logrando nuestra justificación.

Los últimos dos motivos nos hablan de cómo en la cruz, Cristo pudo mostrar al universo la verdadera dimensión de su amor, motivándonos a cambiar, y a la vez, su ejemplo nos enseña cómo hacerlo. 

Estos motivos se enfocan en cómo Cristo nos santifica a través del Espíritu Santo. De este modo, Cristo, a través del Espíritu Santo, realiza una obra de transformación interna en nosotros, transformándonos a medida que respondemos a su llamado.

Es importante entender que nuestra participación no añade mérito alguno; consiste en permitir que Él obre en nuestras vidas, cooperando con su Espíritu para que su justicia y santidad se reflejen en nosotros.

Y entendiendo esto, llegamos a un punto clave: ambas acciones, la justificación y la santificación, están representadas por la sangre y el agua.

La Sangre y el Agua

La sangre y el agua tienen un simbolismo importante en toda la Biblia, pues precisamente representan estos conceptos. La sangre se refiere a su justificación, al precio que Él pagó para que su justicia nos fuera imputada. Hebreos 9 nos dice que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión,» y en Efesios 1 leemos que tenemos redención por su sangre.

Y según la Ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Hebreos 9:22

En él tenemos redención por su sangre,
el perdón de pecados
según las riquezas de su gracia. Efesios 1:7

El agua, por otro lado, hace referencia a su santificación, siempre a través del Espíritu Santo, para que su justicia nos sea impartida. El agua simboliza purificación y regeneración. En Juan 3:5, Jesús dice:

Respondió Jesús:
—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:5

Y Efesios 5 menciona que Cristo se entregó a sí mismo por la Iglesia “para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.”

25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. Efesios 5:25-26

Así, somos salvados tanto por su sacrificio expiatorio como por la purificación que Él nos ofrece. Profundizaremos sobre esto en el próximo post, pero era necesaria esta breve explicación para centrarnos en el tema de hoy: el primer motivo.

El mal había afectado a toda la creación y, por eso, Cristo, como “el Segundo Adán”, hizo nuevas todas las cosas.

El Costado Traspasado de Jesús

La historia del traspaso del costado de Jesús con una lanza por un soldado romano es un acontecimiento mencionado únicamente en el Evangelio de Juan. 

Este narra los hechos de la crucifixión de Jesús de manera secuencial, es decir, en el orden en que ocurrieron, para que los lectores puedan seguir el desarrollo de los eventos como si estuvieran allí.

Sin embargo, cuando llega al momento en que un soldado romano traspasa el costado de Jesús con una lanza, Juan hace una pausa. En Juan 19:34 dice: 

Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Juan 19:34

Luego, destaca la importancia de lo que acaba de describir: 

Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Juan 19:35

Es como si estuviera diciendo: “Esto que acabo de contarles es algo muy importante; lo vi con mis propios ojos y quiero que sepan que es la verdad.”

Por supuesto, existe una explicación científica o médica. Tras ser brutalmente azotado, Jesús había perdido mucha sangre, lo cual pudo haber provocado un shock hipovolémico, dificultando la capacidad del corazón para bombear adecuadamente, y causando acumulación de líquido alrededor de los pulmones, conocido como derrame pleural. 

Durante la crucifixión, debido al estrés extremo, la posición del cuerpo y la dificultad para respirar, estos derrames pudieron haber aumentado, y al atravesar a Jesús con la lanza, el líquido acumulado pudo haberse liberado como “sangre” y “agua”.

Sin embargo, el verdadero motivo de este evento, que tanto sorprendió a Juan, es mucho más profundo y va más allá de las razones físicas.

En Génesis 2:21-22 se relata cómo Adán cae en un sueño profundo, de cuyo costado Dios toma una costilla para crear a la mujer, su esposa, quien luego cae en pecado y, a través de ella, se corrompe toda su descendencia. 

21 Entonces Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. 22 De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Génesis 2:21-22

En un sorprendente paralelismo simbólico, cuando Cristo muere, es decir, cae en un sueño profundo, de su costado salen sangre y agua, para redimir y purificar a la Iglesia, la cual es simbolizada por una mujer, la esposa de Cristo. 

Toda su descendencia ahora tiene la esperanza de vivir en la nueva creación para la vida eterna. La salida de agua y sangre del costado de Cristo no es solo un acontecimiento físico, sino una rica fuente de significado espiritual.

Se cumple así lo que dice Romanos 5:

Así como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Romanos 5:18

Y lo que dice 1 Corintios 15: 

Así también está escrito: «Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente»; el postrer Adán, espíritu que da vida. 1 Corintios 15:45

Como el segundo Adán, Cristo no solo redime y purifica a su iglesia, sino que también restaura toda la creación.

En relación a esto, existe un notable paralelismo con Adán que me gustaría contarte: la razón de por qué Cristo llevó una corona de espinas.

La Corona de Espinas

¿Nunca te has preguntado por qué Cristo tuvo que llevar una corona de espinas? O ¿por qué, en todo el trayecto de la Vía Dolorosa hasta el Gólgota, no se la quitó?

En Mateo 27:29 se describe cómo los soldados romanos colocaron sobre la cabeza de Jesús una corona tejida de espinas, en una burla hacia su afirmación de ser el Rey de los Judíos. Sin embargo, este acto está cargado de un significado mucho más profundo.

pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:
—¡Salve, rey de los judíos! Mateo 27:29

Según Génesis 3, después de que Adán pecó al comer del árbol prohibido, Dios maldijo la tierra, diciendo: 

17 Y al hombre dijo:
—Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer
y comiste del árbol de que te mandé diciendo: “No comerás de él”,
maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida,
18 espinos y cardos te producirá
y comerás plantas del campo. Génesis 3:17:18

Cuando Cristo muere en la cruz, tal como dice Gálatas 3:13, al estar colgado de un madero es “hecho por nosotros maldición”.

Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado en un madero»). Gálatas 3:13

Con profundo dolor, lleva una corona de espinas literalmente clavada sobre su cabeza, tomando sobre sí la maldición que afectó a toda la tierra.

Al llevar esta corona, Jesús simboliza que está cargando con las consecuencias del pecado, no solo de la humanidad, sino también de la creación. 

Cristo encarna en su propia carne toda la historia de la salvación, redimiendo y purificando a su iglesia y restaurando toda la creación a su estado original. El plan maestro de salvación es un rescate integral. 

Allí donde el mal había afectado a toda la creación, Cristo, como Segundo Adán, tal como dice 2 Corintios 5 y Apocalipsis 21, hace “nuevas todas las cosas”.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17

El que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas.» Me dijo: «Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.»  Apocalipsis 21:5

No quiero cerrar este post sin mencionar otro increíble paralelismo con el traspaso del costado de Cristo, de donde brotaron sangre y agua. Aquí el sorprendente paralelismo es entre Cristo y el templo.

Cristo y el Templo

Durante la celebración de la Pascua, los israelitas sacrificaban miles de corderos en el templo, conmemorando la liberación de Egipto, lo cual implicaba una cantidad inmensa de sacrificios. 

Según fuentes históricas, como Flavio Josefo en su obra Antigüedades judías, se sacrificaban hasta 250,000 corderos en un solo día de Pascua. La sangre de estos sacrificios se recolectaba y se vertía en canales que la conducían fuera del templo hacia el arroyo del Valle de Cedrón. 

Además, los sacerdotes usaban grandes cantidades de agua para lavar tanto el altar del sacrificio como las áreas circundantes, asegurando el flujo de la sangre por los canales y manteniendo limpios los drenajes.

Jesús mismo se comparó con el templo, haciendo una declaración sorprendente:

Respondió Jesús y les dijo:
—Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Juan 2:19

Aunque sus oyentes pensaron que se refería al templo físico en Jerusalén, el versículo 21 aclara que Jesús hablaba “del templo de su cuerpo”. 

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Juan 2:21

Mientras los corderos pascuales eran sacrificados en el templo, Jesús, el verdadero Cordero de Dios, estaba siendo ofrecido en la cruz por los pecados del mundo. 

Así como la sangre y el agua fluían desde el templo hacia el valle de Cedrón, en la cruz, del costado de Jesús, el verdadero templo, brotaban la sangre y el agua que simbolizaban la redención y purificación de nuestros pecados.

Las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías son numerosas y detalladas, destinadas a señalar a Jesucristo para que sea reconocido de manera inequívoca. Al bajarlo de la cruz, y al no quebrarle las piernas como a los otros dos, ya que Él ya estaba muerto, se cumple la profecía de Salmo 34:20: 

Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. Salmos 34:20 

Y cuando lo traspasan para asegurarse de que estaba muerto, se cumple la profecía de Zacarías 12:10:

y mirarán a mí, a quien traspasaron; y llorarán como se llora por un hijo único. Zacarías 12:10

Permíteme señalar otra impresionante profecía de Isaías. Fuera de las murallas de Jerusalén, en el valle de Cedrón, se encontraba la Fuente de Guihón, de agua dulce, donde se ungía a los reyes de Israel, como David y Salomón. 

En el siglo VIII a.C., el rey Ezequías ordenó construir el túnel de Siloé, para asegurar el suministro de agua dentro de Jerusalén en caso de asedio enemigo. 

Este túnel, también conocido como el túnel de Ezequías, es una notable obra de ingeniería antigua. Con una longitud de 533 metros, serpentea a través de la roca sólida. 

Dos equipos de trabajadores comenzaron a excavar desde extremos opuestos del túnel y, sorprendentemente, lograron encontrarse en el centro con una precisión impresionante, dadas las limitaciones tecnológicas de la época.

En 1880, se descubrió una inscripción dentro del túnel, conocida como la “Inscripción de Siloé”. Esta inscripción describe el momento en que ambos equipos de trabajadores se encontraron y es una de las inscripciones hebreas antiguas más importantes.

Este túnel, de 533 metros, tiene un desnivel de apenas 30 centímetros en toda su extensión, suficiente para que el agua fluyera por gravedad. La precisión en la construcción de esta pendiente refleja un notable conocimiento de ingeniería hidráulica para la época.

Durante la Pascua, toda el agua utilizada para lavar el altar y los canales de drenaje era tomada del estanque de Siloé, y se mezclaba con la sangre de los sacrificios, fluyendo juntas desde el altar hacia el exterior del templo. 

Este acontecimiento se repetía cada año, simbolizando lo mismo que el agua y sangre que brotaron del costado de Cristo.

Aquí es donde podemos ver el sentido de la profecía de Isaías, quien dijo hace más de 700 años: 

«Por cuanto desechó este pueblo
las aguas de Siloé, que corren mansamente,
y se regocijó con Rezín y con el hijo de Remalías.        Isaías 8:6

No olvides suscribirte para no perderte ningún post de esta serie, asegurándonos de no desechar las aguas de salvación que fluyen mansamente desde Cristo… para nuestra salvación. Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

¿Por qué Murió Cristo en la cruz?

En el post anterior, en el que hablé de los siete misterios de la Biblia, mencioné que el primer misterio y el que más destaca en las Escrituras es lo que Pablo llama en 1 Timoteo 3:16 «el misterio de la piedad.» 

Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne,
justificado en el Espíritu,
visto de los ángeles,
predicado a los gentiles,
creído en el mundo,
recibido arriba en gloria. 1 Timoteo 3:16

Este misterio nos revela la primera venida de Cristo, su encarnación, su muerte y su ascensión, siendo el más grande e importante de todos los misterios bíblicos.

Algunos podrían pensar que este misterio se desveló con la venida de Cristo, pero, aunque es cierto que en su primera venida se reveló, quedaron numerosos interrogantes que los teólogos tardaron siglos en responder y que, incluso hoy, continúan siendo objeto de profundo debate.

Surgen, entonces, algunas preguntas:
¿Por qué murió Cristo en la cruz?
¿Fue por un solo motivo o por varios?
Si pagó un precio, ¿a quién se lo pagó?

Y en cuanto a la manera, nos cuestionamos:
¿Por qué tuvo que ser de esa forma?
¿Por qué tanto sufrimiento?

Hoy exploraremos cómo, a lo largo de la historia, los teólogos han ido descubriendo respuestas a estos interrogantes, esclareciendo este fascinante misterio. Te invito a continuar hasta el final, pues es en ese desenlace donde todo cobra verdadero sentido.

Tal vez, antes de ver este post, tenías la idea de que Cristo había nacido y vivido en este mundo para luego morir y resucitar por un único motivo. Nada más lejos de la realidad. 

Solo estoy seguro de una cosa: en la eternidad, exploraremos durante siglos todo lo que Cristo hizo. Este post es un intento humilde de vislumbrar la inmensidad de lo que su vida y muerte significan para el universo.

Para responder a la pregunta de por qué murió Cristo en la cruz, podemos empezar con una de las primeras teorías conocidas: la de Ireneo de Lyon, uno de los padres de la Iglesia más influyentes del cristianismo primitivo. 

Teoría de la Recapitulación

Su contribución es sorprendente por el desarrollo, en una época tan temprana, de la teoría de la recapitulación. Esta teoría explica que Cristo, como el segundo Adán, restaura la creación y hace nuevas todas las cosas. En su propia carne, Cristo resume toda la historia de la salvación, renovando y restaurando la creación, dándole un nuevo comienzo.

La palabra griega para «resumir» fue traducida al latín como «recapitular.» Ireneo toma la idea de San Pablo, pero la desarrolla considerablemente, afirmando que Dios, a través de Cristo, recapitula o rehace toda la creación que había sido degradada y perdida por la caída de Adán. 

Tal como dice Pablo en Romanos 8:

Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Romanos 8:21

El conflicto entre Dios y Satanás por causa del pecado no afecta solo a la Tierra, sino que se extiende a nivel cósmico, y la restauración que Cristo realiza es en todo el universo. 

Así lo dice también Pablo en Colosenses: 

y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas,
así las que están en la tierra como las que están en los cielos,
haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Colosenses 1:20

En Efesios, se reafirma al señalar que Dios «reunió todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra.»

9 Él nos dio a conocer el misterio de su voluntad,
según su beneplácito,
el cual se había propuesto en sí mismo,
10 de reunir todas las cosas en Cristo,
en el cumplimiento de los tiempos establecidos,
así las que están en los cielos como las que están en la tierra. Efesios 1:9-10

Por esto, existe un paralelismo impresionante entre la semana de la creación y la semana de la pasión, cuyos detalles exceden el alcance de este post. No es casualidad, entonces, que la Biblia resalte que “en Cristo fueron hechas nuevas todas las cosas,” tal como lo menciona Isaías en el Antiguo Testamento, al igual que Pablo en 2 Corintios y Juan en Apocalipsis.

Teoría del Rescate

Poco tiempo después surge la teoría del rescate, propuesta por Orígenes, uno de los teólogos y eruditos más influyentes de la iglesia cristiana primitiva. A comienzos del siglo III, Orígenes desarrolló esta teoría, que sostiene que Cristo, como libertador, nos liberó de Satanás, pagándole un precio de rescate.

Aunque la teoría es “imperfecta,” Orígenes estaba en lo cierto al afirmar que Cristo vino al mundo para liberar a la humanidad de la esclavitud del maligno. Sin embargo, no era cierto que para lograrlo debía pagar un rescate a Satanás. 

En su teoría, Orígenes explica que la historia de la humanidad es una batalla entre el bien y el mal, donde Satanás es el gobernante de este mundo, y el hombre, su esclavo, debido a la caída en pecado.

El ser humano, entonces, no podía liberarse por sí mismo y necesitaba ser redimido. Por ello, como dice Mateo 20:28, Cristo vino a liberarnos dando «su vida en rescate por muchos.» 

como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. Mateo 20:28

Con varios versículos que se refieren a este rescate —como en 1 Corintios 6:20, donde se menciona que hemos “sido comprados por precio”—, Orígenes razonaba: ¿de quién hemos sido comprados? Según su interpretación, debía ser de aquel que nos tenía esclavizados, quien habría fijado el precio.

pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:20

Es cierto que Cristo pagó un precio, pues la Biblia está llena de textos que así lo afirman, pero no fue para liberarnos de Satanás. Aunque parece confuso, avanzaremos para comprender cómo esta teoría encajó durante once siglos en el pensamiento cristiano, en parte gracias al prestigio que le dio Agustín de Hipona. 

Este influyente teólogo mencionó la teoría del rescate en algunos de sus escritos, aunque también expresó reservas sobre la idea de que Dios debía pagar un rescate a Satanás.

Esta interpretación de Orígenes fue predominante hasta que, a principios del siglo XI, se arrojó más luz sobre el tema.

Teoría de la Satisfacción

Anselmo de Canterbury, considerado el padre de la escolástica, presentó en el año 1098 la teoría de la satisfacción en su obra Cur Deus Homo? («¿Por qué Dios se hizo hombre?»). 

En contraste con la teoría del rescate, Anselmo rechaza la idea de que Cristo murió para pagar un rescate a Satanás. Para él, esta teoría era insuficiente, planteando que, si Dios le debía un rescate a Satanás, ¿por qué el Hijo de Dios habría tenido que hacerse humano para pagarlo? Además, ¿por qué debería Dios algo a Satanás?

Anselmo desarrolla entonces el concepto de que Cristo, como sumo sacerdote, restaura el honor de Dios y nos acerca a Él. La teoría de la satisfacción expone que Cristo realiza una “propiciación” por nosotros, lo cual significa “aplacar la ira de Dios,” tal como dice en 1 Juan 2:1-2:

1 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. 2 Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. 1 Juan 2:1-2

En resumen, esta teoría enseña que el pecado ofende gravemente el honor de Dios, y su santidad destruye todo lo que es pecaminoso en su presencia. La humanidad, debido a su naturaleza finita, no podía ofrecer la reparación necesaria, encontrándose así privada de la presencia de Dios. 

Cristo, siendo Dios y hombre sin pecado, ofreció su obediencia perfecta y su muerte en la cruz, proporcionando una satisfacción infinita.

De este modo, Cristo es el único mediador y puente entre Dios y el hombre, restaurando el honor de Dios y permitiendo la reconciliación de la humanidad con Él, en un acto de justicia y misericordia infinitas. 

La santidad de Dios consume automáticamente todo lo pecaminoso; como dice Romanos 1:

La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. Romanos 1:18

Pero, gracias a la intercesión de Cristo, somos “justificados en su sangre, y por él seremos salvos de la ira,” como dice en Romanos 5:9.

Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Romanos 5:9

A continuación, presento algunos textos que muestran cómo la conducta justa honra a Dios, mientras que el pecado y la desobediencia lo deshonran.

Por supuesto, aquí no terminan los problemas que causa el pecado. Hemos sido liberados de Satanás, y ahora contamos con un Sumo Sacerdote que nos permite reconectarnos con la santidad de Dios. Sin embargo, aún persiste la condena de la ley divina.

Teoría Penal Sustitutiva

Juan Calvino, uno de los reformadores más influyentes del siglo XVI, en su obra Institución de la Religión Cristiana, publicada en 1536, desarrolló la teoría penal sustitutiva. 

Esta doctrina, clave en la Reforma Protestante, enseña que Cristo, como el Cordero, pagó con su propia sangre el castigo que merecíamos bajo la condena de la ley. Así lo afirma 1 Pedro 1:18-19: 

18 pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18-19

De manera similar a como en el Antiguo Testamento se requería, mediante la fe, un cordero sacrificado como sustituto del castigo merecido por el pecador, Cristo vino como el verdadero Cordero de Dios, sin mancha, para morir en nuestro lugar.

La condena que merecíamos fue atribuida a Cristo en la cruz, y su justicia es imputada a los creyentes. La salvación, entonces, es un don de la gracia divina y no depende de las obras humanas.

Tal como expresa Romanos 8:1-2:

1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, 2 porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Romanos 8:1-2

Gálatas también dice:

Cristo nos redimió de la maldición de la ley. Gálatas 3:13

Aquí abajo dejo otros versículos que explican lo mismo pero con otras palabras.

Estos versículos suelen tomarse para argumentar que los Diez Mandamientos ya no son vigentes, pero esto es un error. Lo que Cristo hizo fue librarnos de la condenación de la ley, lo cual no significa que la ley haya perdido su relación con nosotros. 

Afirmar que la ley de Dios puede ser cambiada o abolida es una mala interpretación del plan de salvación. La cruz de Cristo es, precisamente, la prueba máxima de la inmutabilidad de la ley divina.

Como dato curioso, cabe señalar que la expiación sustitutiva también es conocida como expiación vicaria, ya que «vicario» significa sustituto, es decir, aquel que toma el lugar de otro. 

Así, sabemos que Cristo efectivamente pagó un precio, no a Satanás, sino que enfrentó la condena de la ley celestial. El precio que pagó en la cruz fue su propia sangre, la cual equivale a su vida. Romanos 6:23 lo expresa claramente: 

porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Romanos 6:23

¿Cómo fuimos Liberados?

Volviendo a la Teoría del Rescate de Orígenes, queda una pregunta pendiente. Si sabemos que el precio fue pagado para liberarnos de la condena de la ley y, al mismo tiempo, es indiscutible que hemos sido liberados de Satanás, ¿cómo se efectuó esta liberación?

A lo largo de la historia, varios teólogos rechazaron la teoría del rescate de Orígenes, incluyendo a Gregorio de Nisa, Anselmo de Canterbury y Tomás de Aquino, ya que no podían aceptar la idea de que Dios le pagara un rescate a Satanás. 

Sin embargo, fue Gustaf Aulén, un teólogo sueco luterano, quien ofreció una respuesta sistemática y clara a esta cuestión. Aulén, conocido por su contribución significativa a la teología cristiana, especialmente en el ámbito de la doctrina de la expiación, escribió en 1931 el libro Christus Victor (Cristo el Vencedor), donde reinterpreta la teoría del rescate.

En su obra, Aulén sostiene que, aunque fuimos liberados de Satanás a través de la muerte de Cristo, esta muerte no fue un pago a Satanás, como sugería Orígenes. Argumenta que la Biblia enseña que la liberación se logra, no mediante un precio, sino a través de una victoria en batalla sobre los poderes del mal.

La Biblia ilumina este concepto en pasajes como Colosenses 2:15:

A los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Colosenses 2:15

De igual modo, Hebreos 2:14-15 explica que Cristo participó de la naturaleza humana «para destruir al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo».

14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Hebreos 2:14-15

Satanás poseía un argumento judicial para apropiarse de un mundo de pecado, pero después de la cruz, Cristo tiene un argumento aún más poderoso para recuperar el mundo perdido. 

Este concepto es clave: cada vez que en el cielo se mencionan batallas, triunfos y victorias entre Dios y los poderes del mal, se trata de batallas judiciales, nunca físicas. Las batallas físicas carecen de sentido frente a un Dios Creador todopoderoso.

Continuando con las teorías sobre los motivos por los cuales murió Cristo en la cruz, aún no se ha abarcado la totalidad de ellas.

Teoría Gubernamental

Hugo Grotius fue un jurista, filósofo y teólogo holandés, reconocido como uno de los más destacados teóricos del derecho natural y del derecho internacional. En su libro Sobre la Satisfacción de Cristo, publicado en 1617, desarrolló la teoría gubernamental.

Si la teoría penal sustitutiva explica el porqué de la muerte de Cristo como una exigencia de la condena impuesta por la ley, la teoría gubernamental plantea el motivo por el cual Dios permitió que esta muerte fuera con tanto sufrimiento, ya que era necesario mostrar la gravedad del pecado.

De acuerdo con esta teoría, Cristo, como sacrificio —tal como se menciona en 1 Pedro 2—, cargó con nuestros pecados y, como afirma Isaías 53:4, sufrió nuestros dolores.

Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados! 1 Pedro 2:24

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades
y sufrió nuestros dolores,
¡pero nosotros lo tuvimos por azotado,
como herido y afligido por Dios! Isaías 53:4

El pecado, entonces, no solo es la infracción de una ley; en la Biblia es representado como la lepra, una enfermedad que contamina y degrada al hombre, destruyendo en él la imagen de Dios hasta desfigurarla por completo. 

Según Grotius, el terrible sacrificio de Cristo en la cruz tuvo el propósito de inducir al hombre a odiar el pecado y a apartarse de él. Este concepto se relaciona con la remisión (áfesis), que significa “enviar lejos todas nuestras transgresiones.” Por eso, en Hebreos 9:26 se menciona que Cristo se presentó como sacrificio “para quitar de en medio el pecado.”

De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Hebreos 9:26

El pecado, además, no solo afecta al individuo pecador, sino que tiene consecuencias más amplias para todo el universo. Grotius sostiene que, al permitir el sufrimiento y la muerte de su Hijo, Dios muestra de manera contundente la gravedad del pecado, ya que la indulgencia o el perdón sin un sacrificio adecuado perpetuaría el pecado mismo.

¿Qué explican estas Teorías?

Estas últimas cuatro teorías explican cuatro de los siete motivos por los cuales murió Cristo, y todas tienen un denominador común: son acciones que Cristo realizó derramando su sangre en la cruz para justificarnos.

  • En la teoría del rescate, el concepto clave es la redención, que significa liberación, pues hemos sido liberados del poder de Satanás. En Colosenses 1:13-14 se afirma: 

13 Él nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. 1 Colosenses 1:13-14

  • En la teoría de la satisfacción, el concepto predominante es la propiciación, que significa literalmente “aplacar la ira de Dios.” Romanos 3:23-25 explica: 

23 por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, 24 y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados. Romanos 3:23-25

  • En la teoría penal sustitutiva, el enfoque está en la expiación, pues Cristo cubrió nuestros pecados con su justicia. Isaías 53:10 menciona la promesa de que Cristo pondrá “su vida en expiación por el pecado.”
Jehová quiso quebrantarlo,
sujetándolo a padecimiento.
Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado,
verá descendencia, vivirá por largos días
y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Isaías 53:10
  • La teoría gubernamental enfatiza la remisión, que significa “enviar lejos todas nuestras transgresiones,” ya que solo el odio al pecado por parte de todas las criaturas asegurará el alejamiento del mismo para siempre. Hebreos 9:22 afirma que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión.”

Y según la Ley, casi todo es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Hebreos 9:22

Aún quedan dos motivos adicionales que difieren de las teorías anteriores.

Teoría de la Influencia Moral

Esta teoría fue desarrollada por Pedro Abelardo, un teólogo, filósofo y monje francés del siglo XII, conocido por sus contribuciones al pensamiento teológico y filosófico. En el año 1130 publica Comentario sobre la Epístola a los Romanos, donde desarrolla esta teoría

Abelardo explica que la vida y muerte de Cristo en la cruz, al venir como Dios encarnado, «mostró su carácter de amor» infinito, que llega a cambiar el corazón y la mente de las personas. 

Este sacrificio nos motiva a responder con amor y obediencia, promoviendo el arrepentimiento y eliminando el miedo y la ignorancia. Al contemplar el sacrificio de Cristo, las personas son movidas a vivir vidas transformadas moralmente.

Son innumerables los textos que hablan del gran amor manifestado por Dios Padre al entregar a su Hijo Unigénito, tal como lo dice Juan 3:16, y muchos otros textos, de los cuales a modo de ejemplo te dejo algunos aquí abajo. 

También hay textos que hablan del amor manifestado por el Hijo en su sacrificio por nosotros, como se muestra en estos dos ejemplos.

Por otro lado, en el siglo XVI surge Lelio Socino, un teólogo italiano del Renacimiento, quien a lo largo de sus escritos y cartas desarrolla:

Teoría Ejemplarista

Esta teoría sostiene que Cristo vivió y murió como hombre para ser nuestro ejemplo supremo de amor a Dios y a los hombres. 

Mientras la teoría de la influencia moral de Abelardo hablaba de un amor tan grande manifestado en la cruz que cambia nuestros corazones, la teoría ejemplarista de Socino nos muestra un ejemplo de vida supremo que nos enseña cómo debemos manifestar ese amor hacia Dios y los hombres.

Abelardo plantea que la muerte de Cristo despierta el deseo de seguirlo, y Socino sostiene que la vida y muerte de Cristo nos enseñan cómo seguirlo. Esto coincide perfectamente con la enseñanza de la Biblia en Juan 13:15: 

Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Juan 13:15

También en 1 Pedro 2:21: 

Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas. 1 Pedro 2:21

¿Por qué Murió Cristo en la Cruz?

Luego de analizar todas las teorías entendemos los siete motivos por los que Cristo murió en la cruz, resolviendo los problemas que el mal había ocasionado:

  1. En relación con la creación: El mal afectó toda la creación, y Él, como el “segundo Adán,” hizo nuevas todas las cosas.
  2. En relación con Satanás: Estábamos esclavizados, y Él, como “Libertador,” nos liberó de esa esclavitud.
  3. En relación con Dios: Estábamos separados de Dios, y Él, como “Sumo Sacerdote,” se convirtió en el puente que nos reconcilia.
  4. En relación con la ley: Estábamos condenados, y Él, como el “Cordero de Dios,” pagó nuestra condena.
  5. En relación con el pecado: Cristo, como sacrificio perfecto, se hizo maldición por nosotros, desenmascarando la verdadera naturaleza del pecado.
  6. En relación con su amor: Siendo plenamente Dios, demostró que su amor es verdadero e infinito.
  7. En relación con su ejemplo: Siendo plenamente hombre, se encarnó para mostrarnos cómo debemos vivir.

Los autores de estas teorías a menudo refutaban o negaban algunas de las anteriores, sin embargo, cada teoría en realidad muestra una faceta diferente del ministerio de Cristo y su obra redentora. Cada teoría no anula a la otra, sino que la amplía y complementa.

Este es el rescate más glorioso, complicado y costoso de todo el universo, realizado por nuestro Redentor Jesucristo, quien, de manera asombrosa, combinó su amor infinito y su justicia perfecta.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

Los 7 Misterios de la Biblia

En Mateo 13, los discípulos preguntan a Jesús por qué habla en parábolas, y su respuesta es asombrosa:

Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Mateo 13:11

Además, el apóstol Pablo, en 1 Corintios 4, nos dice que somos «administradores de los misterios de Dios.»

Por tanto, que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 1 Corintios 4:1

En este post, te mostraré cuáles son los siete misterios de la Biblia que, sin duda, te sorprenderán.

Lo primero que deseo resaltar es que los misterios que vamos a descubrir en este post son todos misterios sobre Cristo.

La salvación no se trata simplemente del conocimiento de una doctrina o del aprendizaje de conceptos teológicos. La esencia de la salvación es una relación personal con Cristo; sin embargo, no cabe duda de que, cuanto más lo conocemos, mejor es nuestra relación con Él. En Juan 17:3 se afirma que la vida eterna es, justamente, conocer a Jesús.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3

Esta relación no se basa en la acumulación de información, sino en una comunión íntima y continua con Él. Esto significa que este conocimiento no es meramente intelectual; es un conocimiento que transforma el corazón y la vida, ya que nos lleva a ser transformados a su imagen. 

Colosenses 1 enfatiza que conocer su voluntad nos lleva a andar como es digno, agradándole en todo y fructificando en buenas obras.

9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. 10 Así podréis andar como es digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios. Colosenses 1:9-10

Ignorar el estudio de su Palabra es, en esencia, ignorarlo a Él. Es como si rechazáramos la oportunidad de conocer más profundamente a alguien que nos ama infinitamente. 

No dedicar tiempo a profundizar en sus enseñanzas puede interpretarse como un acto de indiferencia o incluso de rebeldía. Aquí presento otros textos que revelan que el conocimiento en Jesús nos da el poder de Dios y un espíritu de sabiduría.

Es en este contexto donde la Biblia nos presenta siete misterios sobre Cristo y su pueblo.

Dicho esto, también debo advertir que existe otro extremo: creer que el conocimiento en sí mismo lo es todo, y que el estatus espiritual se basa en la sabiduría que uno adquiere. 

Y esto no es así. Si fuera por conocimiento, el reino de los cielos sería solo para los eruditos; si fuera por fuerza, solo para los fuertes; y si fuera por riqueza, solo para los ricos.

Pero es solo por fe. Esto significa que la clave está en nuestra motivación para el estudio de la Biblia. Si lo hacemos como un simple ejercicio intelectual o para presumir de nuestro conocimiento, vamos por mal camino. 

Nuestra motivación debe ser conocer a Jesús para poder relacionarnos cada día más y mejor con Él. En esto consiste el crecimiento de nuestra fe.

Cuando hablamos de misterios, no nos referimos a la palabra hebrea סֵתֶר (saṯar) o su equivalente griego κρυπτός (criptós), ya que estos son términos que generalmente hacen referencia a secretos humanos. 

Para encontrar los misterios a los que Jesús hace referencia, debemos buscar todos los versículos donde la Biblia explícitamente los menciona como tales, utilizando la palabra que Jesús emplea cuando dice: “A vosotros os es dado conocer los misterios de Dios.” 

Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es dado. Mateo 13:11

Esta frase, presente en los tres evangelios sinópticos, es también la misma que utiliza Pablo para afirmar que somos “administradores de los misterios de Dios.”

Por tanto, que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 1 Corintios 4:1

Esta palabra, misterio, corresponde al griego μυστήριον (mystērion), que aparece en 27 versículos del Nuevo Testamento, y a su equivalente en el Antiguo Testamento, el arameo רָז (raz), que solo se encuentra 8 veces en la sección aramea del libro de Daniel. 

Estas palabras se refieren a misterios sobre el ministerio de Cristo y su Iglesia, no como enigmas insolubles, sino como verdades profundas que requieren ser investigadas y comprendidas a fondo.

Llevo muchos años estudiando estos misterios, y no es casual ni subjetivo que sean siete, pero eso lo juzgarás tú mismo.

En este post no voy a desarrollar estos misterios en profundidad debido a la complejidad de la temática de cada uno; simplemente los enumeraré y describiré brevemente. Pero antes, quisiera hacer un par de aclaraciones importantes.

En primer lugar, todos los misterios fueron profetizados. Dios anunció mediante profecías todos los misterios, tanto los ya cumplidos como aquellos que aún están por revelarse.

En segundo lugar, fueron aceptados por pocos y con dificultad. Debido a que estaban ocultos y no se conocían plenamente, las personas tenían preconceptos y paradigmas que dificultaban su aceptación. 

Aquellos que lograron aceptar estos misterios lo hicieron con gran dificultad, y muchos los rechazaron porque no podían modificar su forma de pensar establecida.

Esta resistencia al cambio de paradigma refleja la dificultad inherente a comprender y aceptar verdades profundas y revelaciones divinas que desafían las creencias preexistentes.

Y ahora, sin más demora, pasemos a enumerarlos.

El Misterio de la Piedad

El primer misterio, al que Pablo llama en 1 Timoteo 3:16 «el misterio de la piedad,» nos habla de la primera venida de Cristo, su encarnación y muerte. Es el misterio más grande e importante de la Biblia.

Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne,
justificado en el Espíritu,
visto de los ángeles,
predicado a los gentiles,
creído en el mundo,
recibido arriba en gloria. 1 Timoteo 3:16

De todos los versículos que hablan sobre los misterios, los diez que te muestro aquí abajo están relacionados con este primero.

Si los analizas, verás que el contexto inmediato de estos versículos deja claro que el misterio al que se refieren implica algún aspecto de la primera venida de Cristo y su obra salvífica para su pueblo.

Durante todo el Antiguo Testamento, el plan de Dios para la salvación de la humanidad estaba envuelto en misterio. Ni siquiera los profetas más grandes pudieron comprender completamente el alcance de lo que Dios estaba planeando. 

Todos ellos hablaban de un salvador, de un siervo sufriente y de un rey eterno, pero estas profecías parecían paradójicas y no se comprendían en su totalidad.

Este misterio comenzó a desvelarse con la encarnación de Cristo. Cuando Jesús nació en Belén, Dios se manifestó en forma humana. Fue un momento de asombro y maravilla, aun para los ángeles, ya que la divinidad se revestía de humanidad.

Si la encarnación de Cristo fue un misterio, aún más lo fue su muerte en la cruz. Los creyentes del Antiguo Testamento vivían con una expectativa y una esperanza en la redención, pero la manera en que esto se lograría era un misterio. 

Con la muerte de Cristo en la cruz, el misterio de la piedad quedó revelado. Si la encarnación sorprendió a todo el universo, su sacrificio expiatorio fue aún más asombroso.

De los diez versículos que hacen referencia a este misterio, algunos enfatizan que es la Iglesia quien lo da a conocer, ya que la revelación de este ministerio forma la base misma del evangelio. 

Además, algunos de estos versículos nos enseñan que el plan de redención que revela este misterio fue predestinado y oculto por Dios desde tiempos eternos.

Tal vez te preguntes por qué Dios mantiene estos misterios ocultos. Bueno, cada uno de ellos tiene un motivo específico y muchas veces evidente. En este misterio particular, 1 Corintios 2:7-8 nos explica por qué lo mantuvo oculto:

Pero hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, 8 la cual ninguno de los poderosos de este mundo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria. 1 Corintios 2:7-8

Satanás intentó por todos los medios impedir que Jesús lograra redimir a la humanidad. Si Dios hubiese revelado el plan con mucha anticipación, el enemigo habría tenido más ventajas para evitar que Cristo llegara a la cruz.

Tal como dice el texto: «ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.»

Antes de pasar al segundo misterio, quisiera hacer un último comentario sobre este primero. Al principio mencioné que en este post iba a enumerar brevemente cada uno de los siete misterios, los cuales serán desarrollados y explicados en otros posts.

Tal vez pienses que este misterio no necesita mayor explicación, ya que ha sido completamente revelado. Pero nada más lejos de la realidad. 

Los diversos teólogos a lo largo de la historia han desarrollado varias teorías sobre por qué Cristo vino a morir por nosotros, y de la comprensión de esas teorías se desprende el entendimiento de cómo Cristo nos salva. Por este motivo, este misterio aún necesita ser explicado para la mayoría de los cristianos.

El Misterio de la Esperanza para los Gentiles

Son tres los versículos donde explícitamente se incluye dentro de un misterio el tema del evangelio entregado a los gentiles.

En Colosenses 1:27 se dice que Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. 

A ellos, Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, esperanza de gloria. Colosenses 1:27

Es decir, la esperanza que trajo el primer misterio: la redención de Cristo, que no es solo para los judíos, sino para toda la humanidad. No fue fácil que los judíos comprendieran que el Mesías vino también para los gentiles. 

Como se mencionó antes, todos los misterios fueron profetizados, y la profecía que se refiere a este misterio es la Profecía de las Setenta Semanas que se encuentra en Daniel 9:24-27.

En Efesios 3:3-6 se lee:

3 que por revelación me fue declarado el misterio… 5 misterio que en otras generaciones no se dio a conocer… 6 que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio. Efesios 3:3-6

En Romanos 11:25 se afirma: 

No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Romanos 11:25

Como no podía ser de otra manera, esta verdad fue aceptada con dificultad, ya que para los judíos era impensable admitir que el Espíritu Santo pudiera descender sobre un gentil. 

Todo el capítulo de Hechos 10 narra la visión que tuvo Pedro y cómo el Espíritu Santo tuvo que intervenir para que él aceptara el bautismo de los romanos.

Hoy en día, persisten debates sobre la interpretación de este misterio. Los cristianos que abrazaron la teoría dispensacionalista interpretan que Dios tiene dos pueblos distintos: uno judío y otro cristiano, compuesto mayormente por gentiles y todos aquellos que creen en Cristo. 

Ellos sostienen que este misterio fue revelado directamente al apóstol Pablo. Por otro lado, el resto de los cristianos, que no somos dispensacionalistas, creemos que Dios tiene un solo pueblo, como se confirma en Efesios 3:6 al afirmar que los gentiles son “coherederos” y miembros del mismo cuerpo, copartícipes de la promesa. 

Es evidente que, si los gentiles son coherederos, lo serían con los judíos; ¿de quién más? Y un coheredero es alguien que hereda lo mismo, no otra cosa. También creemos que no fue un misterio revelado solo a Pablo, sino que, como él mismo señala, fue “revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu”.

El misterio de la mujer y la bestia

Este misterio trata de la protección de Cristo a su pueblo a lo largo de la historia. Habla de momentos históricos en los cuales uno o varios poderes civiles, frecuentemente instigados por poderes religiosos, conspiraron para destruir al pueblo de Dios, ya sea mediante acciones militares o decretos.

Aspectos importantes sobre este misterio incluyen que hay numerosos textos que describen este misterio en detalle, en especial aquellos que mencionan un dragón persiguiendo a una mujer o que describen bestias, cabezas, cuernos, etc., en un sentido simbólico. 

La porción de la Biblia que lo identifica específicamente como uno de los misterios se encuentra en Apocalipsis 17, así como en varios versículos de Daniel, capítulo 2, que también emplean la palabra “misterio.”

Hasta el momento de haber grabado este post, en esta página existen cuatro posts donde empiezo a explicar este misterio. En el cuarto post, hemos avanzado hasta este gráfico:

Muchos han preguntado por qué no he continuado con la serie. Quiero explicar que la continuación de esta serie implica tratar temas sensibles, por lo que es necesario abordar otros temas antes. Tengan paciencia, que, si Dios permite, cuando llegue el momento, continuaremos.

Cabe destacar que de los siete misterios que existen en la Biblia, este es el único mencionado en el Antiguo Testamento, como se indicó anteriormente en el capítulo 2 de Daniel. Es el único que comenzó a manifestarse antes de Cristo, desde Egipto en adelante. Todos los demás suceden a partir de Cristo.

El misterio de los siete ángeles y candelabros

En Apocalipsis 1:20 se dice: 

Respecto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra y de los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros que has visto son las siete iglesias. Apocalipsis 1:20

Muchos han interpretado que el misterio queda resuelto en este versículo, al revelar que las siete estrellas representan a los siete ángeles y los siete candelabros a las siete iglesias. Sin embargo, esto es solo la presentación del misterio que se despliega en todo el Apocalipsis.

A lo largo del libro de Apocalipsis, se observa cómo Cristo interactúa e intercede por su iglesia a través de siete ángeles. Se comunica con las siete iglesias por medio de ellos, da siete mensajes de advertencia mediante trompetas a través de siete ángeles, y en Apocalipsis 14 emite su último mensaje a la iglesia y ejecuta la cosecha y vendimia final mediante siete ángeles.

Este es uno de mis misterios favoritos, sobre el cual se ha escrito extensamente en la literatura teológica para explicar los eventos finales.

El misterio de la iniquidad

Este misterio es llamado por Pablo “el misterio de la iniquidad.” Algunos piensan que se refiere a la incomprensible aparición del mal en el interior de un ser creado perfecto, como Lucifer, quien estaba en la presencia directa de Dios. Esto es un enigma incomprensible para la mente humana y que, por lo menos en esta tierra, no tiene revelación.

No obstante, este no es el enfoque del texto, ya que de ser así no se emplearía la palabra “misterio”. Recordemos que, como se explicó al inicio, los misterios en la Biblia no son “enigmas insondables,” sino verdades profundas sobre Cristo y su obra salvífica, reveladas por Dios pero que requieren un estudio exhaustivo.

Al leer detenidamente 2 Tesalonicenses 2:7, es claro que Pablo se refiere a otra cosa. Dice: 

ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. 2 Tesalonicenses 2:7

Así como el primer misterio fue la encarnación de Cristo, el quinto misterio es la personificación de Satanás. Aunque Satanás no podrá encarnarse en un ser humano como lo hizo Cristo, se manifestará públicamente en el tiempo del fin. 

De la misma manera que la encarnación de Cristo es considerada el misterio de la piedad, esta personificación es denominada por Pablo como el misterio de la iniquidad.

Es importante señalar que la personificación del anticristo, la cual ocurrirá al final de los tiempos, es distinta de los comportamientos o actitudes de anticristo que han existido a lo largo de la historia en diferentes agentes humanos. Sin embargo, en este post solo se mencionarán los misterios, sin entrar en explicaciones detalladas.

El Misterio de la Transformación y el Arrebatamiento

El sexto misterio es el de la transformación y el arrebatamiento. Como ocurre con todos los misterios, existen numerosos versículos que nos proporcionan detalles y pistas para entenderlo.

En el capítulo 15 de 1 Corintios, Pablo habla sobre la resurrección; específicamente, en los versículos 43 y 44 menciona que los muertos en Cristo mueren con un cuerpo de corrupción, deshonra, debilidad y natural, pero resucitarán con un cuerpo incorruptible, de gloria, poder y espiritual.

Posteriormente, Pablo expone explícitamente que el tema de la resurrección es un misterio. En los versículos 51 y 52 dice: 

51 Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados. 1 Corintios 15:51-52

El mundo cristiano ha debatido durante siglos sobre el “cómo” y el “cuándo” sucederán la resurrección y el arrebatamiento de la iglesia. No todos coinciden en que será de la misma forma. 

Algunos creen que el arrebatamiento ocurrirá antes, otros durante y otros después de la tribulación. Además, algunos piensan que nuestra transformación y ascensión sucederán en una venida secreta de Jesús, previa a su segunda venida pública y visible. Otros, en cambio, consideran que ocurrirá cuando Cristo regrese visiblemente en gloria y majestad.

El Misterio de la Séptima Trompeta

El último de todos los misterios es el de la séptima trompeta: la aparición de Cristo en gloria y majestad en el momento de la Segunda Venida. Tal como dice Apocalipsis 10:7, es un misterio que se “consumará” en los días de la voz del séptimo ángel, cuando este comience a tocar la trompeta.

sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas. Apocalipsis 10:7

En 1 Tesalonicenses 5:1-5 se afirma que “el día del Señor vendrá como ladrón en la noche” para quienes están en tinieblas. Sin embargo, esto no es así para nosotros, que “no estamos en tinieblas, para que aquel día nos sorprenda como ladrón.” 

porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche. 1 Tesalonicenses 5:2

Jesús mismo nos insta a estar preparados, y en Mateo 24:32-33 dice que “cuando veamos todas estas cosas, podemos saber que está cerca, a las puertas.”

32 »De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. Mateo 24:32-33

Sinceramente, tengo mucho para compartir sobre este séptimo misterio. Aún sigo orando a Dios para que me ilumine y así saber cuándo y cómo presentarlo. 

Ahora, ya conoces los siete misterios de la Biblia, sobre los cuales Jesús nos llama a ser administradores, ya que engloban los temas cruciales para comprender la batalla que Cristo libra contra el mal, con el propósito de llevarnos nuevamente a nuestro hogar celestial, una batalla en la cual, sin duda, somos partícipes.

Por ahora, quiero compartir contigo Mateo 10:26, donde se afirma que:

nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Mateo 10:26

También quiero recordarte que Dios toma muy en serio lo que declaró en Amós 3:7: 

No hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Amós 3:7

Observa cómo Dios lleva este principio a tal extremo que, cuando decidió destruir Sodoma y Gomorra, al no haber profecía que anticipara tal suceso, envió a tres ángeles para comunicárselo a su siervo Abraham antes de ejecutar la destrucción.

La Paradoja del Sembrador y los Misterios del Reino

Al principio de este post, mencioné que Jesús dijo en el versículo 11 que a nosotros se nos ha dado el conocimiento de los misterios del reino de los cielos, mientras que a ellos no les ha sido concedido. Para entender quiénes conforman cada grupo, es necesario comprender el contexto.

Él, respondiendo, les dijo:
—Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es dado. Mateo 13:11

Jesús dijo estas palabras entre la narración de la parábola del sembrador y la explicación de su significado. La parábola habla de un sembrador que esparce semillas, las cuales caen en diferentes lugares:

  • En el camino, donde las aves vienen y se las comen.
  • En pedregales, donde brotan rápidamente pero se secan al no tener raíz.
  • Entre espinos, donde la semilla crece pero se ahoga.
  • En buena tierra, donde da abundante fruto.

Luego, en los versículos 18 al 23, Jesús explica esta parábola a sus discípulos. Cada lugar donde cae la semilla representa a “los que oyen la palabra de Dios.” 

Aquellos que escuchan la palabra sin entenderla son como las semillas que cayeron en el camino; los que, aunque la reciben con gozo, la abandonan por las tribulaciones son como las semillas en terreno pedregoso; aquellos que abandonan la palabra por los afanes del mundo y las riquezas son como las semillas que cayeron entre espinos. 

Por el contrario, aquellos que entienden la palabra y la aplican en sus vidas, dando fruto en abundancia, son como las semillas en buena tierra.

Fue antes de dar esta explicación que Jesús dijo en Mateo 13:11: 

a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Mateo 13:11

Haciendo una clara distinción entre “vosotros” y “ellos.” Y al describir a aquellos que no comprenden los misterios, afirma:

14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
»“De oído oiréis, y no entenderéis;
y viendo veréis, y no percibiréis,
15 porque el corazón de este pueblo se ha entorpecido,
y con los oídos oyen pesadamente,
y han cerrado sus ojos;
para que no vean con los ojos,
ni oigan con los oídos,
ni con el corazón entiendan, ni se conviertan
y yo los sane.» Mateo 13:14-15

Esta descripción no se refiere a los incrédulos en absoluto, sino a aquellos que forman parte del pueblo. Jesús mismo explica que esto incluye a los que recibieron la palabra con gozo.

No dejes de profundizar en las Escrituras y en las enseñanzas de Jesús, convirtiéndote de esta manera en buena tierra que produce fruto.

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

El dilema de la ley y la Gracia – los 10 mandamientos

Es crucial entender el tema del pacto de Dios, pues nuestra vida eterna depende de si aceptamos o rechazamos Su pacto de salvación. 

Sin embargo, dentro del cristianismo existe una falta de consenso respecto a los términos de dicho pacto. Permíteme explicarlo de manera sencilla para que puedas ver dónde radica la dificultad y lo fácil que resulta comprenderlo.

El Plan de Salvación

El pacto que Dios nos propone es uno de salvación. Por lo tanto, lo primero que debemos comprender es cómo nos salva Dios, es decir, el contenido mismo, la esencia del pacto, para luego entender los demás aspectos.

Existen varios textos que afirman que somos salvos por gracia. En Tito 2:11 leemos: 

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tito 2:11

En Efesios 2:8 dice:

porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

Por gracia significa que la salvación es un don inmerecido, un regalo de Dios. Por ello, en Romanos 3:24 se afirma: 

y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Romanos 3:24

Existen otros versículos que enseñan esta verdad, la cual constituye las buenas nuevas del evangelio. A continuación, algunos ejemplos.

Además, la Biblia enseña que esa salvación por gracia la obtenemos por los méritos de la sangre de Cristo. Apocalipsis 1 describe a Jesucristo como aquel que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su propia sangre. 

y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre. Apocalipsis 1:5

Asimismo, en Romanos se dice que somos justificados en su sangre.

Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Romanos 5:9

Esto significa que, aunque la salvación es por gracia, gratuita para nosotros como un regalo de Dios, no significa que no haya tenido un costo. Al contrario, el precio fue muy alto: la sangre de Jesucristo.

En 1 Pedro leemos que fuimos rescatados con la preciosa sangre de Cristo. 

18 pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18-19

Efesios 1:7 dice: 

En él tenemos redención por su sangre,
el perdón de pecados
según las riquezas de su gracia. Efesios 1:7

La redención implica liberación mediante el pago de un precio.

Aquí abajo también hay otros ejemplos que muestran cómo hemos sido redimidos, ganados, limpiados y reconciliados con Dios gracias a la sangre de nuestro Señor Jesucristo.

La Biblia también afirma que nuestra salvación es por medio de la fe. 

Efesios 2 declara: 

porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. Efesios 2:8

y en Gálatas 3 se menciona que somos hijos de Dios «por la fe en Cristo Jesús».

porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Gálatas 3:26

La explicación es sencilla: la gracia es la fuente de la salvación, la sangre de Cristo es el precio, y la fe es el canal indispensable por el cual Dios nos otorga su gracia.

Por ello, en Hebreos 11:6 leemos: 

sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6

La fe es esencial; es el medio a través del cual Dios nos concede su gracia. Hay muchos textos que confirman esta realidad.

Pedro dice:

sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. 1 Pedro 1:5

 y Pablo asegura que recibimos la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, o que somos «justificados por la fe».

a justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él, porque no hay diferencia. Romanos 3:22

A su vez, la Biblia aclara que esta justificación es no por nuestras obras.

Efesios 2 lo especifica al decir: 

8 porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. 9 No por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9

En Romanos 3, Pablo afirma que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley. Romanos 3:28

Aquí abajo dejo otros versículos que enfatizan esta verdad, para despejar cualquier duda.

Hasta este punto, el tema parece claro, hasta que encontramos algunos versículos que aparentemente dicen lo contrario. Existen pasajes en la Biblia como Santiago 2:24, donde se menciona que «el hombre es justificado por las obras…». ¿Cómo es posible?

Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe. Santiago 2:24

O versículos como Mateo 16 o Apocalipsis 22, que dicen que cada uno será recompensado conforme a sus obras.

porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:27

»¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22:12

Incluso, en Mateo 19, un joven rico pregunta a Jesús qué debe hacer para tener vida eterna, y Jesús responde: «Guardar los mandamientos.»

…Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Mateo 19:17

Aquí abajo se muestran otros pasajes que parecen indicar que nuestra salvación depende de nuestras obras.

Esta aparente paradoja es un tema que los predicadores cristianos explican a menudo cuando hablan de justificación y santificación.

La explicación es la siguiente: Al leer la Biblia más profundamente, encontramos textos que aclaran el tema. Por ejemplo, Santiago 2:14 cuestiona: 

Si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle? Santiago 2:14

La respuesta es no, porque es una fe falsa, no verdadera. En el versículo 17, Santiago dice que «la fe, si no tiene obras, está muerta.»

Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta. Santiago 2:17

Luego Santiago pone como ejemplo a Abraham, refiriéndose a Génesis 15, donde dice que creyó a Jehová y le fue contado por justicia. 

Abram creyó a Jehová y le fue contado por justicia. Génesis 15:6

En Santiago 2:21-22 se explica que cuando Abraham ofreció a su hijo Isaac, su «fe fue completada por las obras.»

21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras? Santiago 2:21-22

En conclusión, la Biblia enseña que la fe no es solo creer, sino que es una relación con Dios que crece día a día. Esta comunión produce en nosotros una convicción muy fuerte en su palabra y, en consecuencia, una plena confianza en Dios. Esa convicción y confianza nos llevan a una inevitable obediencia a su voluntad.

Así, las obras no son un medio de salvación. Nuestras obras no pueden salvarnos, sino que demuestran que nuestra fe es una fe activa. Demuestran que nuestra fe no está muerta, como dice Santiago, sino viva, y que es sincera (no fingida), como se menciona en 1 Timoteo 1:5.

El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. 1 Timoteo 1:5

Las obras que provienen de una fe activa no son nuestras propias obras, sino frutos del Espíritu Santo en nuestra vida. Son el resultado natural de nuestro agradecimiento por comprender la costosa redención que se nos ofrece gratuitamente.

Es por esto que las únicas obras que agradan a Dios son aquellas que provienen de la fe. Hebreos 11:6 dice: 

sin fe es imposible agradar a Dios… Hebreos 11:6

Permíteme ofrecerte un ejemplo bíblico para ilustrarlo.

Cuando Dios ordenó al pueblo de Israel conquistar Jericó, dio instrucciones específicas: debían marchar alrededor de la ciudad durante seis días, siete sacerdotes llevarían siete trompetas, y el séptimo día debían dar siete vueltas a la ciudad.

Israel obedeció, y en la última vuelta, la ciudad de Jericó fue destruida. Es tan absurdo decir que los israelitas destruyeron la ciudad por sí mismos, como decir que nosotros podemos hacer algo para salvarnos.

La destrucción de Jericó fue obra de Dios. Nuestra salvación es obtenida únicamente por gracia, gracias a la sangre de Jesucristo.

No importaba cuántas vueltas diera el pueblo alrededor de la ciudad; ellos no podían conquistarla. Igualmente, no importa cuántas obras realicemos nosotros, ya que como dice Isaías 64:6: 

pues todos nosotros somos como cosa impura,
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.
Todos nosotros caímos como las hojas
y nuestras maldades nos llevaron como el viento. Isaías 64:6

El pueblo obedeció a Dios por fe. La confianza en Dios, especialmente al enfrentarse a una ciudad amurallada con trompetas, era crucial. Cuanto más grande sea nuestra confianza en Dios, más naturalmente obedeceremos su voluntad.

Si el pueblo de Israel no hubiera obedecido, Dios no habría destruido Jericó. De la misma manera, si no mostramos nuestra fe a través de nuestros actos, nuestra fe sería ficticia y Dios no nos brindaría su gracia.

Gracias a la fe de Israel, Dios conquistó Jericó para ellos. Gracias a nuestra fe, Dios puede aplicarnos su gracia salvadora.

Este paralelismo puede repetirse con muchas historias bíblicas. La mayoría de los cristianos enseñan que debemos dar obras de santificación, y casi todos comparten esta verdad.

Sin embargo, han existido distorsiones sobre el concepto de salvación, y para analizarlas, crearemos una tabla donde describiremos la enseñanza bíblica que hemos explicado.

Distorsiones sobre el concepto de Salvación 

Tal como dijimos, la salvación es por gracia. Es un don gratuito, otorgado por los méritos de la sangre de Jesucristo, y se obtiene por medio de la fe, no por obras.

Las obras no son un medio para ganar la salvación, sino que la verdadera fe produce frutos del Espíritu Santo que se reflejan en nuestras acciones.

Estas acciones son una respuesta de gratitud y obediencia por la gracia recibida. Además, son evidencia de una fe sincera, pues una fe sin obras es una fe muerta. Son manifestación del Espíritu Santo en nosotros, obrando una transformación para la santificación.

Como en todo equilibrio, existen dos extremos que debemos evitar. Un extremo es creer que la salvación es por nuestras propias obras, conocido como «legalismo o fariseísmo», colocando la ley en el lugar de la gracia.

El otro extremo es creer que la salvación es por gracia mediante la fe, pero «sin la necesidad de evidenciar esa fe a través de buenas obras,» un concepto conocido como «antinomianismo.»

Es importante señalar que cada religión y cada creyente dentro de la misma le da mayor o menor énfasis a «las obras de la fe» o «la gracia,» acercándose de este modo a uno u otro extremo.

La búsqueda del equilibrio entre gracia y obras de fe es un tema fascinante, ampliamente abordado por líderes religiosos, y va más allá del tema de este post.

Sin embargo, el problema no solo radica en los extremos. Dentro del grupo que acepta la salvación por gracia mediante la fe, hay dos posturas claramente diferenciadas en un tema crucial.

Posturas diferentes en la Salvación por Gracia

El fruto lógico de la fe es la confianza en la palabra de Dios.  Expresamos nuestra confianza obedeciendo su palabra a través de nuestras acciones, como una respuesta natural de gratitud por la gracia recibida.

Es fundamental discernir cuál es la palabra de Dios que debemos obedecer, en lugar de seguir mandamientos de hombres, lo cual es, en efecto, lo contrario a obedecer la palabra de Dios y convertiría nuestra fe en algo fingido, tal como lo señala 1 Timoteo 1:5.

El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. 1 Timoteo 1:5

Desde este interrogante surgen dos posturas, que difieren en aspectos esenciales, tales como:

  • Qué obras de fe nos pide Dios que realicemos
  • A través de qué mandamientos nos llama a obedecer

La Primera Postura sostiene que Dios nos pide, como evidencia de nuestra fe, la obediencia a los Diez Mandamientos, tal como fueron escritos en dos tablas de piedra, con su propio dedo.

Esta postura enseña que la ley es eterna, tal como afirma el Salmo 111:7-8, en el que se declara que “todos sus mandamientos son afirmados eternamente y para siempre.” 

7 Las obras de sus manos son verdad y juicio;
fieles son todos sus mandamientos,
8 afirmados eternamente y para siempre,
hechos en verdad y rectitud. Salmos 111:7-8

Además, se considera inmutable, conforme a lo dicho por Jesús en Mateo 5:18:

ni una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo se haya cumplido. Mateo 5:8

Esto incluye el sábado y considera que toda la ley sigue vigente. Así, la función de la ley en relación con la salvación y la gracia es la misma que en el Antiguo Testamento. 

El propósito de la ley se mantiene intacto, siendo el mismo antes y después de Cristo respecto al plan de salvación, pues siempre existió una sola forma de salvarse.

La Segunda Postura considera que la ley no es eterna ni inmutable, al menos tal como fue entregada a Moisés, ya que excluye el cuarto mandamiento, que manda reposar el sábado, y en su lugar la iglesia cristiana ahora se congrega en domingo.

Explicar esta omisión no es sencillo, ya que si Dios entregó los Diez Mandamientos como una unidad indivisible en dos tablas de piedra, resulta cuestionable que uno de ellos carezca de vigencia. 

Para dar cuenta de esto, diferentes denominaciones cristianas han seguido dos caminos. Algunas enseñan que los mandamientos ya no están vigentes y han sido reemplazados por la ley de Cristo, basada en el amor a Dios y al prójimo, excluyendo el sábado. 

Esta ley se considera diferente a la ley de Moisés y, por lo tanto, tiene una función distinta con respecto a la salvación y la gracia en comparación con el Antiguo Testamento.

Otras denominaciones afirman que los Diez Mandamientos siguen siendo relevantes como guía moral, pero reinterpretan el cuarto mandamiento, aplicándolo al domingo, día de la resurrección de Cristo. 

Debido a que los Diez Mandamientos fueron dados como un conjunto indivisible, cualquier cambio en uno de ellos afecta la interpretación de toda la ley tras la muerte de Cristo. 

Esto implica que los mandamientos también tengan una función distinta en cuanto a la salvación y la gracia en comparación con su aplicación en el Antiguo Testamento, ya sea en la aplicación general de la ley o en la observancia del sábado, ahora trasladada al domingo.

Para sostener esta nueva función de la ley respecto a la salvación y la gracia, ambos lados argumentan con frases tales como:

  • “No estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”
  • “Cristo ya cumplió la ley por nosotros”
  • “La ley es un ayo que nos lleva a Cristo; pero ahora que Cristo ha venido, la ley ya no tiene razón de ser para nuestra salvación”
  • Sobre el sábado específicamente, dicen “ahora Cristo es nuestro reposo”

Este debate lleva siglos, y en ambos lados hay cristianos sinceros que aman a Cristo pero que difieren en su entendimiento de lo que significa obedecer a Dios. En su celo por la sana doctrina, ambos lados llegan incluso a acusarse mutuamente.

El primer grupo acusa al segundo de no seguir la voluntad de Dios y de adherirse a mandamientos humanos, mientras que el segundo grupo acusa al primero de legalista por insistir en la vigencia de la ley mosaica con respecto a la salvación y la gracia, e incluso de “judaizante” por mantener la observancia del sábado, argumentando que este mandamiento fue dado solo para los judíos.

Quisiera hacer una breve pausa para recordar que el pueblo de Dios tiene celo por hacer Su voluntad, como señala Tito 2:14, pero es importante distinguir que el celo de un hijo de Dios se basa en el amor, mientras que el celo del fanatismo se apoya en la hostilidad.

Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Tito 2:14

Retomando el tema, y considerando que es evidente que una de estas posturas está en error, permíteme señalar un punto clave que puede ayudarte a discernir dónde radica la equivocación.

¿Recuerdas lo que mencionamos al inicio del post sobre la salvación? La Biblia enseña con claridad que somos salvos por gracia, por los méritos de la sangre de Jesús, no por obras, sino por medio de la fe. Pero no cualquier fe, sino una fe activa.

Si ambas posturas concuerdan en que actualmente la salvación se da de esta manera, entonces exploremos cómo cada una interpreta la relación de la ley con la salvación, comparando el Antiguo y el Nuevo Testamento.

La postura 1 enseña que la salvación siempre ha sido por gracia y por la sangre de Jesús, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, nunca ha sido por obras, sino por fe. 

Los Diez Mandamientos, tal como fueron entregados por Dios a Moisés, incluyendo el sábado, estuvieron vigentes desde la creación del mundo, transmitidos verbalmente y siguen vigentes, intactos e inmutables. 

La obediencia a estos mandamientos ha sido y será siempre una forma de demostrar una fe verdadera.

Por otro lado, la postura 2 sostiene dos puntos importantes: que la ley, tal como fue dada a Moisés, incluyendo el sábado, era para los judíos en el Antiguo Pacto, y que en el Nuevo Pacto, después de Cristo, ya no está vigente porque ahora no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Según esta postura, la salvación es por gracia a través de la fe en Jesucristo.

Esta postura, sin embargo, presenta un dilema sin solución. Si decimos que después de Cristo ya no estamos bajo la ley, entonces esto implica que antes de Cristo sí se estaba bajo la ley. 

Pero, ¿qué significa realmente «estar bajo la ley»? Aquí surge una pregunta difícil: ¿los judíos tenían que cumplir la ley para salvarse? Si la respuesta es afirmativa, esto implicaría salvación por obras, lo cual es inaceptable.

Los líderes religiosos enseñan que todos han sido salvos por gracia desde Adán, lo cual sugiere que los judíos no estaban bajo la ley para su salvación, sino bajo la gracia, al igual que nosotros hoy. Como explica Pablo en Romanos 11:6: 

Y si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia. Y si es por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no sería obra. Romanos 11:6

En Gálatas 2:21, se dice lo mismo con otras palabras: 

Si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo. Gálatas 2:21

Es decir, si alguien se pudiera salvar guardando la ley, entonces en vano vino Cristo. Si ellos también eran salvos por gracia, por medio de la fe, entonces tenían que guardar la ley como una consecuencia natural de su fe genuina en Dios, y por consiguiente, era exactamente igual que ahora, después de Cristo, tal como afirma la postura 1.

Fíjate que, en el Antiguo Testamento, el profeta Isaías ya decía: 

pues todos nosotros somos como cosa impura,
todas nuestras justicias como trapo de inmundicia.
Todos nosotros caímos como las hojas
y nuestras maldades nos llevaron como el viento. Isaías 64:6

Es decir, en la época de Isaías también estaban bajo la gracia y no bajo la ley. Esto no es exclusivo de hoy solamente. Así es para nosotros, y así fue para Moisés y Abraham antes de Moisés.

Observa cómo Pablo, en Romanos 4, al decir que Abraham fue justificado por las obras, aplica esas obras a la fe de Abraham, ya que luego explica que fue porque Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, citando a Génesis 15:6. 

2 Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios, 3 pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Romanos 4:2-3

Exactamente lo mismo dice Santiago en el capítulo 2.

21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras? 23 Y se cumplió la Escritura que dice: «Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia», y fue llamado amigo de Dios. Santiago 2:21-23

Están describiendo en el Antiguo Testamento la misma relación con las obras que nosotros: es el fruto de la fe.

Entonces, ¿por qué se afirma que ahora no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, para anular la ley de Moisés? Si antes también estaban bajo la gracia. ¿Entiendes el dilema?

Repasemos una vez más con otra frase para asegurarnos de que se entiende.

Los que enseñan la postura 2 dicen: “Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos.” Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.

¿Dónde está la trampa en esta frase? Tiene dos afirmaciones, y una es correcta y la otra no, porque hablan de temas diferentes.

Estamos de acuerdo en que “Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos.” En eso estamos de acuerdo.

Sin embargo, no estamos de acuerdo con la segunda parte de la frase: “Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.”

Analicemos esto, y verás cómo esta segunda afirmación es teológicamente inviable.

Como Cristo ya cumplió la ley por nosotros, entonces, gracias a eso, nosotros no tenemos que cumplir la ley para ser salvos. Por eso, la ley de Moisés era para los judíos y no para nosotros.

¿Pero qué significa eso? ¿Que los judíos, antes de Cristo, sí tenían que cumplir la ley para salvarse? Y nuevamente entramos en el dilema sin respuesta.

Si la respuesta es “sí,” entonces la salvación es por obras; los judíos se salvaban por sus propios méritos. Así que es evidente que la respuesta es “no” porque Cristo no solo cumplió la ley por nosotros, sino que cumplió la ley por todos los seres humanos desde Adán.

En consecuencia, el hecho de que cumplió la ley no tiene nada que ver con la vigencia de la ley de Moisés.

Precisamente para explicar este dilema surge el dispensacionalismo. De esta manera, intenta salir de este embrollo con una teología compleja de siete dispensaciones, que se presentan aquí. 

Permíteme ampliar y resaltar la era de la ley Mosaica y la actual de la gracia, para poder continuar con el ejemplo actual.

Scofield, reconociendo que Dios siempre ha salvado a las personas por gracia, ya que no podría ser de otra manera, en su mejor intento de resolver este dilema, explica que Dios ha dispensado esta gracia de distintas formas a lo largo de la historia (de ahí el nombre de dispensacionalismo), estableciendo en cada etapa una prueba diferente. 

Pero verás cómo esto tampoco resuelve el dilema; únicamente lo disimula un poco más.

El dispensacionalismo enseña que la prueba para los israelitas que vivieron entre Moisés y la muerte de Cristo, o el Pentecostés, era la obediencia a la ley, mientras que, en la dispensación actual, la prueba es creer en Jesucristo. 

Sin embargo, el dilema sigue con la misma pregunta: ¿qué significa que la prueba era la obediencia a la ley? ¿Tenían que cumplir con la prueba de obedecer la ley para salvarse? Nuevamente, nos encontramos con una pregunta sin una respuesta satisfactoria, por más vueltas que se le dé.

Si la respuesta es “sí”, entonces la salvación es por obra (es decir, uno se salva al superar una prueba), lo que implica que ya no es por gracia. Una opción inaceptable. 

Y, si es por gracia, entonces la respuesta es que no tenían que cumplir la prueba para salvarse, sino para demostrar su fe, exactamente igual que ahora, ya que la fe sin obras es muerta.

Como podrás ver, en esta explicación siguen existiendo grandes incoherencias y los mismos problemas que la teología de pactos. Es un verdadero callejón sin salida. 

Un experto dispensacionalista defendería esta postura diciendo que las obras que evidenciaban la fe en la dispensación de la ley antes de Cristo eran la ley de Moisés, y las obras que evidencian la fe ahora en la dispensación de la gracia es creer en Jesucristo.

De hecho, esa es la enseñanza dispensacionalista. Pero el punto es que la Biblia no enseña eso. Este dilema expone los argumentos que intentan sostener esa afirmación.

Al estar ambos bajo la gracia, no existen argumentos válidos para afirmar que la ley de Moisés ha dejado de estar vigente, y esto no es un tema menor.

En lugar de evidenciar la fe en la palabra de Dios, se sigue una teología creada para justificar la abrogación o modificación de una ley eterna e inmutable, que nunca fue anulada por Dios ni cambiada por Jesús.

¿No has pensado alguna vez en lo injusto que sería de parte de Dios que nuestra prueba sea simplemente creer en Jesucristo, mientras que la prueba de los judíos sea algo tan difícil como obedecer la ley? Y obviamente lo mismo se aplica para las dispensaciones anteriores.

Una de las estrategias utilizadas para salir de este embrollo es desviar la atención a otros temas como el acceso al lugar santísimo, las leyes ceremoniales, la circuncisión, etc.

Temas que no tienen relación con los diez mandamientos, los únicos que Dios escribió con su propio dedo en dos tablas de piedra.

En un post anterior prometí que explicaría en qué sentido el pacto es eterno y en qué sentido hay un viejo y un nuevo pacto. Bueno, ahora ya lo sabes.

El Viejo, Nuevo y Eterno Pacto

Es eterno, ya que solo hubo, hay y habrá una forma de salvarnos: por gracia, por la sangre de Jesucristo. Y, al mismo tiempo, es un pacto viejo y nuevo en el sentido de que antes, en el pacto viejo, la fe en Cristo se manifestaba a través de sacrificios animales simbólicos, mientras que ahora ya no necesitamos estos símbolos porque tenemos el honor de conocer el sacrificio de Cristo.

Tan pronto como entró el primer pecado en la tierra con Adán y Eva, Dios ofreció su gracia con la sangre de Jesucristo, simbolizada en la muerte del cordero que Dios mismo sacrificó para vestir a Adán y Eva. En el nuevo pacto, tenemos un mejor sacrificio: ya no es un símbolo, sino la sangre real de Jesucristo.

Antes, teníamos sumos sacerdotes humanos; ahora, tenemos un mejor mediador, tal como dicen los versículos que se muestran a continuación. Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, ha traspasado los cielos.

No entró en el santuario hecho por manos humanas, sino en el que está en el cielo mismo, una vez y para siempre.

Ahora tenemos un mejor pacto establecido sobre mejores promesas. Ya no son promesas de redención por cumplirse en el futuro, sino promesas cumplidas en la vida y obra de Jesucristo.

El pacto es eterno, ya que la salvación nunca fue por obras (es decir, por guardar los mandamientos de Dios, ya que eso sería legalismo), ni tampoco por una fe vacía, sin seguir los mandamientos de Dios (ya que eso sería una fe muerta y fingida). Sino por medio de una fe activa que confía en la palabra de Dios y guarda sus mandamientos.

Presta atención, porque esto es importante. Así como el pacto es eterno, porque siempre fue por gracia y siempre fue por la sangre de Jesucristo, de la misma forma siempre fue por una fe basada siempre en la misma palabra de Dios y sus mismos mandamientos. Es la forma en la que Dios revela su carácter y su voluntad, los cuales son eternos e inmutables.

¿Y en qué sentido es viejo y nuevo? En el sentido de que, en el pacto viejo, su palabra y sus mandamientos fueron revelados a la humanidad primero oralmente y luego por escrito en el Sinaí.

Aquí te dejo un enlace a un post donde desarrollo las evidencias bíblicas sobre la existencia de la ley de Dios transmitida oralmente desde la misma creación.

En el nuevo pacto, todo lo que había sido revelado por escrito —su carácter y amor, su palabra y su ley— fue revelado de forma completa por Jesús.

Con su vida, nos da un ejemplo perfecto de cómo vivir esa fe verdadera y transformadora en total obediencia al Padre.

Desde el principio, Dios transmitió a sus hijos sus mandamientos por al menos cinco motivos:

  • Como una respuesta de gratitud y obediencia a la gracia recibida.
  • Como una evidencia de una fe sincera, ya que una fe sin obras es una fe muerta.
  • Como una manifestación de los frutos del Espíritu Santo, obrando en nosotros una transformación hacia la santificación.
  • Como una guía moral que nos enseña, de manera práctica, cómo amar a Dios y a los hombres.
  • Como un ayo que nos lleva a Cristo, ya que es un espejo que nos muestra nuestro pecado y nuestra necesidad de un Salvador.

La ley alcanzaba hasta donde podía, expresando en palabras el amor de Dios y su carácter. Pero Cristo nos mostró con su vida el carácter de Dios y su amor infinito, algo que no se puede expresar con palabras. Por eso el Verbo se hizo carne.

La Ley de Dios es un reflejo de su Carácter

La Biblia nos enseña que la ley de Dios es un reflejo de su carácter. En 1 Juan dice que Dios es amor, y Pablo en Romanos dice que el cumplimiento de la ley es el amor. 

Isaías dice que Dios es santo, y Pablo dice que la ley es santa. De esta manera, la Biblia confirma que Dios es perfecto y la ley es perfecta; ambos son puros y justos.

La lista de coincidencias no termina ahí. Continúa diciendo que ambos son verdaderos, espirituales y buenos, e inmutables y eternos.

Negar la continuidad de una ley tan perfecta que refleja el carácter de Dios y que él escribió en dos tablas de piedra con su propio dedo es negar su propio pacto de salvación.

Pero aún queda una respuesta por responder. ¿Qué significa exactamente estar bajo la ley?

La respuesta es muy simple. El cambio que produjo Jesús respecto a la ley no se refiere a su vigencia, pues esta es eterna e inmutable. Tampoco realizó ningún cambio en la función de la ley, ya que el plan de salvación siempre ha sido el mismo, y, en consecuencia, la ley siempre ha cumplido la misma función.

Lo que hizo Cristo fue darnos una mayor comprensión de la ley, lo que equivale a una mayor comprensión de su carácter y amor. Así como el único plan de salvación posible se hizo indispensable también en el viejo pacto, la ley de Moisés se hace necesaria e imprescindible para que nuestra fe sea activa también en el nuevo pacto.

En cuanto al versículo de Romanos 6:14, por ejemplo, estar «bajo la ley» nunca significó que la ley de Moisés estuviera vigente solo en el Antiguo Testamento y no en el Nuevo. 

El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia. Romanos 6:14

Del mismo modo, estar «bajo la gracia» nunca implicó que la ley de Moisés no fuera una base para evidenciar nuestra fe.

La segunda postura teológica falla desde cualquier ángulo en que se la mire. La primera postura, en cambio, no solo brinda la única solución posible al dilema, sino que se ajusta perfectamente a toda la enseñanza bíblica y es mucho más coherente desde todos los puntos de vista.

Siempre ha habido un plan de salvación, y siempre han estado vigentes los mandamientos de Dios como obras de fe y del Espíritu Santo. Eso significa estar «bajo la gracia». 

Por el contrario, cuando ponemos los mandamientos en el lugar equivocado, es decir, cuando los observamos para ser salvos y los ponemos en lugar de la gracia, entonces estamos «bajo la ley». Buscamos las obras para salvarnos, y somos legalistas, una práctica muy común en el Antiguo Testamento y también en nuestros días.

Déjame darte un ejemplo para que sea fácil de entender.

Puedes creer que el sábado fue cambiado por el domingo y guardar los mandamientos para ser salvo, con lo que adoptas una actitud legalista, y estás «bajo la ley» y no «bajo la gracia». 

Al mismo tiempo, puedes creer que los diez mandamientos están vigentes, incluido el sábado, y estar bajo la gracia, porque no los observas para ser salvo, sino como una consecuencia natural de ser hijo de Dios.

Jesús acusaba a los escribas y fariseos de atar cargas pesadas sobre los hombres. Eso hacían con el día de reposo, durante el cual ni siquiera permitían sanar a un enfermo, y por ello Jesús los llamó “hipócritas”. Su actitud hacia la ley y el sábado reflejaba una posición de estar «bajo la ley».

En cambio, puedes estar «bajo la gracia», y que el día de reposo sea para ti lo que Dios siempre quiso que fuera: una delicia y un deleite en Jehová, tal como lo explica Isaías. 

Nosotros no guardamos el sábado como los judíos, sino como Cristo, porque ahora estamos bajo la gracia. Judaizar no es imponer el sábado; es imponer al sábado cargas que Dios no pidió.

Haz la prueba y compruébalo por ti mismo. Lee cualquier autor o consulta cualquier video que trate este tema, y verás que ninguno te dará una respuesta satisfactoria a una simple pregunta:

¿Tenían que cumplir los judíos la ley que Dios le entregó a Moisés para obtener la salvación?

Si la respuesta es «sí», implicaría reconocer que se salvaban por obras, es decir, por méritos propios, y ya no sería una salvación por gracia. Si la respuesta es «no», significaría reconocer algo distinto de lo que te han hecho creer. La ley de Moisés nunca fue un impedimento para estar bajo la gracia y no bajo la ley.

Para ir terminando este post, planteo la siguiente pregunta: ¿Por qué tantas denominaciones cristianas terminaron desarrollando esta teología sobre la ley tan antibíblica y complicada, que solo conduce a un callejón sin salida?

En el post anterior, donde muestro evidencias bíblicas de que los discípulos seguían guardando el sábado y no el domingo, explico cómo, a partir de la Reforma Protestante, se fueron creando diferentes ramas que se separaban de la iglesia católica, principalmente por diferencias teológicas. 

Así se formaron las religiones cristianas protestantes actuales. Y en esa separación, heredaron la falsa doctrina de la observancia del domingo en lugar del sábado santificado por Dios, viéndose obligadas a justificar teológicamente lo que la Biblia no enseña.

Muchos cristianos rechazan, completa o parcialmente, el hecho de que la ley de Dios es perpetua e inmutable. Santiago 2:10 dice que cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos, porque rechazar un punto de la ley significa rechazar a su autor.

porque cualquiera que guarde toda la Ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos. Santiago 2:10

De todos los errores que el cristianismo moderno ha aceptado, ninguno desafía más abiertamente la autoridad de Dios, está en tan clara oposición a la razón, y tiene consecuencias tan perjudiciales como la creencia moderna de que la ley eterna, que Dios escribió en tablas de piedra con su propio dedo, no sea la base para evidenciar nuestra fe y la guía que nos lleva a Cristo.

Jesús mismo lo expresó con sus propias palabras, transmitidas por sus discípulos varias décadas después de su muerte: «No he venido para abrogar, sino para cumplir.» Y también dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos.»

¿Cómo podemos aceptar a Cristo y rechazar sus mandamientos?

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

El Sábado en el Nuevo Testamento – Día de reposo 1

Tal vez te dijeron que el cambio del sábado al domingo fue realizado por los apóstoles a partir de la Resurrección de Jesús y que en el Nuevo Testamento tenemos evidencia de ese cambio.

Acompáñame en este post donde desentrañaremos esta común creencia y donde te daré información que seguro te sorprenderá.

El cambio del sábado al domingo

No fue cambiado ni por Jesús ni por los apóstoles, sino que dicho cambio fue realizado por la iglesia católica. Esto no lo digo yo, así lo afirma la Iglesia Católica y teólogos de todas las religiones cristianas protestantes.

Por ejemplo, el Catecismo del Concilio de Trento dice: «Agradó a la iglesia de Dios cambiar el culto y celebración del Día del Sábado por el Día del Domingo».

Stephen Keenan, en el Catecismo Doctrinal, dice que la iglesia tiene el poder de instituir festividades, porque si no tuviera tal poder, no podría haber cambiado la observancia del domingo por la observancia del sábado, un cambio para el cual no hay autoridad en la Escritura.

Aquí te dejo otras citas donde autoridades católicas realizan tremendas afirmaciones:

 

Ellos dicen que no hay ningún registro bíblico que autorice el traspaso de la santidad del sábado al domingo, mientras a la vez proclaman orgullosos que dicho cambio lo realizó la misma iglesia católica en virtud de su autoridad.

Es decir, que ellos afirman que tienen la autoridad de modificar o anular una ley escrita por Dios mismo.

Pero tal como te dije anteriormente, no solo la iglesia católica afirma esto.

Edward Hiscox, autor de varios manuales y guías para iglesias bautistas, dijo que el sábado fue transferido al primer día de la semana y que el registro de esa transacción no lo encontramos en el Nuevo Testamento. Dice que no hay ninguna evidencia bíblica del cambio de la institución del sábado al primer día de la semana.

Aquí te dejo la cita completa.

De la misma forma, William Carver, teólogo y educador bautista estadounidense, dijo: «Nunca hubo un cambio formal o autoritativo del séptimo día judío sabático al primer día de observancia cristiano».

La Confesión de Augsburgo es uno de los documentos fundamentales del luteranismo y una de las confesiones de fe más importantes de la Reforma Protestante. En ella se afirma que los católicos transformaron el día del Señor y que el cambio del sábado fue gracias al gran poder de la iglesia.

Aquí te dejo la cita completa.

John Mueller, un destacado teólogo luterano del siglo XX, dijo que yerran enseñando que el domingo ha tomado el lugar del sábado del Antiguo Testamento porque la Escritura de ninguna manera ordenó el primer día de la semana en lugar del sábado.

Y para no aburrirte, aquí te dejo algunas citas de teólogos prominentes de otras iglesias como Anglicanas, Congregacionalistas y Metodistas, a modo de ejemplo, donde todas coinciden en afirmar que no hay ningún indicio en la Biblia que nos indique que el domingo haya reemplazado al sábado.

 

Esto que te acabo de señalar no es un dato más. Te explico.

Aquí te dejo un gráfico donde puedes ver de forma simplificada la evolución de las religiones cristianas a lo largo de la historia en una línea del tiempo.

El punto es que, tal como hemos comentado antes, la iglesia católica, a lo largo de los siglos, ha proclamado orgullosamente que son ellos los que han cambiado la santidad del sábado al domingo, basados pura y exclusivamente en virtud de la autoridad que la Santa Sede proclama tener para modificar la ley que Dios mismo escribió con su propio dedo en tablas de piedra.

 Y además confirma, insisto, que no hay ningún texto en el Nuevo Testamento que autorice o señale dicho cambio.

Esta proclamación ha sido confirmada por teólogos importantes de todas las religiones tal como acabamos de leer.

Tal como puedes ver en el gráfico, a partir de la Reforma Protestante, se fueron creando diferentes ramas que se separaban principalmente por diferencias teológicas, creando de esta forma las religiones cristianas protestantes actuales.

El punto es que cuando las religiones se van separando de la iglesia católica heredan la observancia del domingo. Y es así, que cada religión se ve con la necesidad de justificar teológicamente la observancia del domingo que heredaron.

Es decir, y presta mucha atención a lo que te voy a decir ahora, las explicaciones que las religiones cristianas actuales presentan para justificar la observancia del domingo, bajo ningún aspecto fueron los motivos teológicos que la llevaron a observarlo. Sino que, insisto, fue heredado y luego se vieron obligadas a justificarlo con falsas doctrinas que la Biblia no enseña.

Diferentes argumentos y su respuesta Bíblica

El primer argumento que presentan es la Autoridad Apostólica, ya que, según afirman, los apóstoles empezaron a guardar el domingo después de la resurrección.

Pero verás que fácil es descubrir que esta afirmación es falsa y nada más lejos de la realidad.

A continuación te dejo un listado donde se puede comprobar que en el Nuevo Testamento hay varios registros que nos muestran que en cada ciudad donde iban los discípulos, se congregaban los sábados.

En Antioquía se registraron dos sábados, en Tesalónica 3, en Filipos 1 y en Corinto se reunieron durante un año y medio. Es decir, tenemos constancia de que estuvieron reunidos más de 80 sábados.

Además, Hechos 17:2 dice que Pablo fue a la sinagoga en sábado, «como acostumbraba».

Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, Hechos 17:2

Ante semejante evidencia de que los discípulos se seguían reuniendo en sábado, el único argumento que tienen es decir que Pablo así lo hacía porque iba a convencer a los judíos, y era en el sábado en las sinagogas donde Pablo los podía encontrar para predicarles.

Pero este argumento se cae por varios motivos:

En Hechos 13 podemos ver con claridad que se reunieron con casi toda la ciudad, la cual era una gran muchedumbre y, por consiguiente, era imposible que esto aconteciese dentro de una sinagoga.

42 Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente sábado les hablaran de estas cosas. 43 Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles los persuadían a que perseveraran en la gracia de Dios. 44 El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. 45 Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Hechos 13:42-45

También dice el texto que eran los gentiles los que les rogaron que el próximo sábado les hablase de estas cosas. Y que Pablo se dirigía a ellos, no a los judíos no conversos, los cuales, dice el texto, se llenaban de celos y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.

Es decir, que no se estaba reuniendo en sábado para encontrar a los judíos en la sinagoga. Todo lo contrario. Le hubiese venido bien evitarlos. Pero aun así se reunieron en sábado fuera de la sinagoga delante de toda la ciudad, porque era el día que seguían guardando.

En Hechos 16 dice que en Filipos se reunieron el sábado, al aire libre junto al río para adorar, ya que buscaban un lugar de oración. Es decir, no fue en una sinagoga con judíos, y, aun así, eligieron el día de reposo para reunirse.

En Hechos 18 nos dice que Pablo se reunió todos los sábados durante un año y medio, y encima el texto especifica que fue con judíos y griegos.

Si fuera verdad que los discípulos cambiaron el sábado por el domingo, el simple hecho de haber estado predicándoles un año y medio a judíos y griegos, era tiempo de sobra para que cambiasen las reuniones a los domingos. Pero, sin embargo, eso no ocurrió, simplemente porque los discípulos siguieron guardando el sábado.

Por el contrario, estos son los versículos que hacen referencia al primer día de la semana después de la resurrección de Cristo, y que se utilizan para querer demostrar que, a partir de entonces, los discípulos empezaron a congregarse en domingo. Vamos a analizarlos juntos.

 

El primero es Juan 20:19. 

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo: «¡Paz a vosotros!» Juan 20:19

El versículo de Juan 20:19 no se puede tomar en cuenta de ninguna manera como ejemplo de los discípulos reunidos el domingo celebrando la resurrección de Cristo por dos motivos muy obvios:

En primer lugar, aun ninguno de los discípulos creía que Jesús hubiera resucitado. Aquí te dejo los versículos que dan fe de que ellos no creyeron en la resurrección de Cristo hasta que lo vieron.

Y, en segundo lugar, estaban reunidos por miedo a los judíos, tristes y llorando, tal como lo muestra Juan 20:19 y Marcos 16.

Así que esa reunión era todo lo contrario a una reunión celebrando la resurrección de Cristo. ¿No te parece?

Por lo cual, este versículo debe ser descartado como evidencia de que los discípulos se reunían los domingos para adorar, en lugar del sábado.

El segundo versículo que menciona el primer día de la semana es 1 Corintios 16:2, pero este texto no habla de que se reunían habitualmente los domingos y entonces debían aprovechar las reuniones para recoger ofrendas, tal como algunos fuerzan su interpretación.

Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. 1 Corintios 16:2

Lo que el versículo dice es todo lo contrario. El versículo dice que el domingo debían «CADA UNO PONER APARTE» el dinero «GUARDÁNDOLO», haciendo clara referencia de apartarlo en sus respectivas casas.

«Poner cada uno aparte y guardarlo» es justo todo lo contrario a poner todos en un mismo alfolí. Así que este texto, lejos de hablar de un día de reunión, está hablando de instrucciones para la recolección de la ofrenda.

Pablo instruye a apartar cada uno en su casa el dinero para Dios y recomienda hacerlo tan pronto empieza la semana para aplicar el principio bíblico de que lo que le entregamos a Dios sean primicias.

Así que realmente solo tenemos dos versículos donde tenemos una reunión en el primer día de la semana:

Uno de ellos es Juan 20:26 donde dice que Jesús se les vuelve a aparecer a los discípulos 8 días después del primer domingo de resurrección, que según el cómputo inclusivo de los judíos, era el siguiente domingo.

Ocho días después estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y les dijo:  «¡Paz a vosotros!» Juan 20:26

Algunos utilizan este texto para argumentar que a partir de ahí los discípulos se reunieron siempre en domingo. Pero esto es pura especulación, ya que Jesús se presentó frente a los discípulos como mínimo 4 veces más y en ninguna de ellas menciona qué día fue.

Si a partir de ahí el sábado debería ser cambiado por el domingo, como mínimo debería haber mencionado si hubiese sido en ese día, ¿no te parece?

Además, sabemos que la última vez no fue un domingo, sino un jueves, ya que en Hechos 1:3 dice que se les apareció a los discípulos «durante cuarenta días» y 40 días desde la resurrección coincide con un jueves.

A ellos también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Hechos 1:3

Y por último tenemos el texto de Hechos 20:7 que también menciona una reunión, la cual se lleva a cabo seguramente el sábado después de la puesta del sol, considerado domingo para ellos, ya que en el versículo 7 dice que Pablo «…alargó el discurso hasta la medianoche.»

El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo que tenía que salir al día siguiente, les enseñaba, y alargó el discurso hasta la medianoche. Hechos 20:7

Muy probablemente era una reunión que se realizaba frecuentemente para despedir el shabat y que Pablo aprovechó hasta la medianoche, ya que tal como dice el versículo 7, Pablo «había de partir al día siguiente…»

Algunos dicen que la frase de ese versículo de «reunidos para partir el pan» es una evidencia de que los discípulos se reunían los domingos para adorar a Dios y realizar la Cena del Señor.

  • En primer lugar, es imposible saber si estaban celebrando la Cena del Señor o si, por el contrario, simplemente estaban comiendo juntos, porque la frase «partir el pan» era una frase común entre los hebreos que siempre significó «compartir los alimentos», tal como lo expresa Hechos 2:46-47 que dice: «Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría…»

46 Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Hechos 2:46-47

O en Isaías 58:7 cuando dice: «¿No es que partas tu pan con el hambriento…?»

¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y que no te escondas de tu hermano? Isaias 58:7

  • En segundo lugar, en el caso de que efectivamente estuvieran realizando la Cena del Señor, no se puede concluir que así lo realizaban siempre, ya que tenemos registros como por ejemplo en Hechos 2 y Hechos 5, donde el texto dice explícitamente que los discípulos de Cristo se reunían A DIARIO, en el TEMPLO Y EN LAS CASAS.

Con lo cual, si se reunían diariamente, no es raro que estuvieran reunidos un domingo despidiendo a Pablo justo el día anterior a emprender su viaje.

Así que, tomando en cuenta:

  1. Que hay registros bíblicos de reuniones de los discípulos durante más de 80 sábados en varias ciudades diferentes.
  2. Además, de decir que Pablo fue a la sinagoga en sábado como «acostumbraba».
  3. Que no solo se reunían con judíos sino también con griegos.
  4. Que no solo se reunían en sinagogas, sino también fuera de ellas.
  5. Y que solo encontramos dos reuniones en domingo, y una de esas dos era un sábado por la noche.

Podemos decir que es totalmente falso que los discípulos dejaron de guardar el sábado y lo cambiaron por el domingo. ¿No te parece?

Por el contrario, de lo que sí tenemos una gran evidencia en el Nuevo Testamento es que los apóstoles siguieron guardando y adorando en sábado tal como lo hacía Jesús.

Y entonces, ¿por qué se enseña lo contrario ante tanta evidencia?

Bueno, por lo que te dije antes. Los que realizaron el cambio del sábado al domingo fue la iglesia católica tal como ella afirma. Ellos, sabiendo lo que acabamos de explicar, afirman que no hay ni un solo versículo en el Nuevo Testamento que autorice dicho cambio, sino que lo hicieron por la autoridad que ellos proclaman tener.

Pero como las religiones protestantes actuales no reconocen esa autoridad, entonces necesitan encontrar bases teológicas para la derogación del cuarto mandamiento allí donde no existen.

Estos son los motivos por los cuales tantos teólogos de renombre de todas las religiones afirman que no hay evidencias en el Nuevo Testamento de un cambio del sábado por el domingo, sino más bien todo lo contrario.

Mira, haz la prueba y compruébalo tú mismo. Escucha a cualquier predicador que enseña que los discípulos guardaban el domingo, y ahora que ya conoces esta información, te darás cuenta qué manipulada, forzada y tendenciosa es la argumentación que te presenta, y por ende, errónea sus conclusiones.

Tan pronto como Cristo murió, los discípulos NO se convirtieron automáticamente en «cristianos» en el sentido que entendemos hoy. Ellos se seguían considerando judíos, pero judíos que habían reconocido a Jesús como el Mesías prometido. Continuaron guardando el sábado y asistiendo a las sinagogas, integrando su fe en Cristo dentro del marco del judaísmo.

Su nueva fe en Jesús como el Mesías no los apartó de su identidad judía; más bien, la completó según su comprensión de las Escrituras y las promesas mesiánicas del Antiguo Testamento. Fue solo con el tiempo, y a medida que el evangelio se extendía a los gentiles, que la distinción entre judíos y cristianos se hizo más marcada.

Pero ahora, analicemos el argumento desde el punto de vista del motivo: que el sábado cambió al domingo porque Jesús resucitó el primer día de la semana. Y verás cómo tampoco hace ninguna lógica.

Nadie niega que la resurrección no sea importante. Pero de ahí a afirmar que el sábado fue cambiado por el domingo porque Cristo resucitó ese día, no tiene ningún sentido.

Jesús ya había dejado un recordatorio de su muerte y un recordatorio de su resurrección. Él indicó claramente que la Cena del Señor iba a ser un recordatorio de su muerte. En 1 Corintios 11:26 dice que todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.  1 Corintios 11:26

Y de la misma forma, él dejó en el bautismo un recordatorio de su resurrección. En Romanos 6:3-4 dice que hemos sido bautizados en Cristo Jesús…, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos… así también nosotros andemos en vida nueva.

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Romanos 6:3-4

Otro dato importante es mencionar que era costumbre llamar a los días de acuerdo con su función litúrgica. De esta forma, al sábado se lo llamaba «día de reposo» y al viernes «día de preparación».

Sin embargo, a pesar de que el Nuevo Testamento fue escrito más de 20 años después de la muerte de Cristo, en ningún lugar se menciona al primer día de la semana como el «día de la resurrección». Si el domingo hubiese sido el nuevo día de adoración por los apóstoles debido a la resurrección de Cristo, lo más lógico sería que más de 20 años después de la resurrección, el primer día de la semana fuese llamado «día de la resurrección», pero en ningún lado es llamado de esa manera.

¿Te acuerdas de la historia de la conquista de Jericó? En esa historia, Dios le dice al pueblo de Israel cómo tenían que conquistar Jericó. Tenían que dar una vuelta a la ciudad por día durante seis días, y el séptimo día, debían dar siete vueltas. Y una vez realizado ese acto de fe, Dios destruiría las murallas y les entregaría la ciudad.

Argumentar que ahora guardamos el sábado por el domingo porque Cristo resucitó ese día, cuando la Biblia en ningún momento autoriza a realizar dicho cambio, es tan descabellado como que el pueblo de Israel le diga a Dios: «Está bien. Vamos a hacer lo que tú dices, pero en vez de dar siete vueltas alrededor de la ciudad el séptimo día, daremos siete vueltas el primer día, porque tú nos sacaste de Egipto un domingo.»

¿Por qué Jesús resucitó un domingo?

Déjame que te explique por qué Jesús resucitó un domingo. Hay un paralelismo evidente entre la creación y la redención. Primero fuimos creados por Dios, y luego fuimos comprados por la sangre de Jesucristo. Dios nos creó en la semana de la creación, Jesús nos redimió en la semana de la Pasión.

En la creación, Dios habló siete veces, en siete días. En la redención, Cristo pronunció siete frases en la cruz. En la creación, Dios reposa en el séptimo día de la creación. Y en la redención, Jesús reposa en el séptimo día.

En definitiva, lo importante no era que Jesús resucitara un domingo y por eso descansó en la tumba un sábado. Lo importante era que Jesús reposara en la tumba un sábado, y por eso resucitó un domingo.

Algunos predicadores, al reconocer que no tienen un motivo suficiente para defender el cambio del sábado al domingo argumentando que Cristo resucitó ese día, dicen que ellos no defienden el domingo, y que ahora los cristianos pueden guardar cualquier día.

Pero el punto no es ese, el punto es ¿con qué autoridad se anula el mandato de reposar el séptimo día que Dios escribió con su propio dedo en tablas de piedra? En todos los reinos y naciones, una ley está vigente hasta que alguien con el mismo poder o superior dicte otra ley que la anule. Y esto no ha ocurrido.

Recapitulando en este post hemos visto:

  • Primero, que el sábado fue cambiado por la iglesia católica. Así lo afirman ellos y así lo confirmaron muchos líderes de todas las religiones cristianas.
  • Segundo, que el sábado no fue cambiado ni por Jesús ni por los discípulos. Al contrario, ellos lo siguieron guardando.
  • Y tercero, que el simple hecho de que Jesús resucite un domingo no tiene absolutamente nada que ver con la anulación de una ley.

Pero existen innumerables cantidades de otros argumentos que iremos compartiendo en esta serie de posts.

De momento, la próxima pregunta que nos hacemos es: Si Jesús guardó el sábado y los discípulos también, ¿Cómo y en qué momento de la historia se transfirió el sábado al domingo?

Bueno, eso te lo explico en un próximo post. No te lo pierdas.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

Los Pactos de Dios – Dispensacionalismo #3

Con la caída de Adán y Eva, el hombre queda separado de Dios y a partir de allí, la Biblia nos explica el rescate más impresionante, costoso y complicado de todo el universo. Y este rescate es ofrecido al hombre a través de pactos.

Acompáñame en este fascinante recorrido de los pactos de Dios que nos permitirá entender la esencia misma del plan de salvación.

 

¿Por qué es importante entender la teología de Pactos?

Cada religión entiende los Pactos de una forma diferente, y es importante comprenderlos bien por muchos motivos.

En primer lugar, porque el mensaje bíblico está revelado en Pactos.

La palabra «pacto» en el Antiguo Testamento corresponde a la palabra hebrea «Berit» (בְּרִית), que aparece 284 veces en 264 versículos. En el Nuevo Testamento, aparece 33 veces, traducida como «Diatheke», palabra que se traduce indistintamente como pacto o testamento.

Tal es así que la Biblia se dividió en Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, que significa Antiguo Pacto y Nuevo Pacto, respectivamente.

A diferencia de la palabra griega «syntheke» (συνθήκη), que también significa «pacto», pero entre iguales, como en el caso matrimonial, la palabra «Diatheke» es la que mejor traduce la palabra «Berit», ya que es un pacto entre no iguales, similares a los que realizaba un rey conquistador con sus vasallos.

 

 

Dios, en su soberanía, es quien establece todas las condiciones del pacto, y el hombre solo puede aceptarlo o rechazarlo. El pacto muestra la forma en que Dios debe ser adorado, amado y cómo nos relacionamos con él, pero en sus propios términos.

Cuando el hombre es totalmente indiferente a conocer cómo Dios quiere que nos relacionemos con él, o cuando dice «yo me relaciono con Dios a mi manera», está diciendo «no acepto su pacto». Pero de esto hablaremos en profundidad más adelante.

Así que, como veníamos diciendo, el primer motivo por el cual es importante entender la teología de pactos es porque el plan de salvación está revelado en pactos.

En segundo lugar, es importante la teología de pactos porque es mucho más que una doctrina. De nuestra comprensión de la teología de pactos dependerá:

  • Nuestra forma de interpretar la Biblia
  • Nuestra forma de entender la iglesia
  • Nuestra comprensión de la salvación
  • Y nuestra interpretación profética de los acontecimientos próximos a ocurrir antes de que Cristo venga.

Dos grandes grupos de interpretación de pactos

La “Teología dispensacional” y la «Teología de Pactos».

No nos detendremos demasiado en esto, ya que en un video anterior donde hablé de Israel y la iglesia, y cuyo enlace te dejo aquí, expliqué las diferencias entre un sistema y otro.

El sistema dispensacionalista es un sistema de interpretación literal donde se enfatiza la discontinuidad entre los diferentes pactos y, por consiguiente, la separación entre Israel y la iglesia.

Siendo la teología de pactos todo lo contrario.

Pero simplemente a modo de aclaración, quiero resumirte lo siguiente:

No existe un único punto de vista dispensacionalista, así como tampoco existe un único punto de vista en la teología de pactos.

Mientras más se enfatice la discontinuidad, el literalismo exegético y la separación entre Israel y la Iglesia, más dispensacional será el modelo.

Y, al contrario, mientras más se enfatice la continuidad, la interpretación espiritual del Antiguo Testamento y la unión de Israel y la Iglesia, el modelo será más cercano a una teología de pacto.

Dentro de ambos sistemas de interpretación existen diferencias, creando un abanico de interpretaciones.

Ambas teologías dividen el Antiguo Testamento en diferentes pactos, pero con una gran diferencia. Para el dispensacionalismo, cada pacto determina una era o dispensación donde Dios se relaciona con el hombre de una forma diferente, con distintas promesas, demandas y castigos.

Mientras que, para la teología de pactos, se interpreta como diferentes fases del mismo pacto y del mismo compromiso divino. Uno enfatiza las diferencias y el otro las similitudes.

Pero ese énfasis les otorga una lente de interpretación que deriva en conclusiones teológicas, doctrinales y proféticas totalmente diferentes. Por eso se hace crucial poder interpretar este tema correctamente.

Así que, como acabamos de decir, ambas teologías dividen el Antiguo Testamento en diferentes pactos.

 

¿Cuántos pactos existen y cuáles son?

Aunque como dije antes, puede haber alguna discrepancia con la cantidad de dispensaciones, la gran mayoría coincide en siete eras bien diferenciadas.

En la teología de pactos se mencionan muchos más pactos según la lista del teólogo que las enumere.

 

Algunos de los pactos encontrados en la Biblia coinciden con las dispensaciones, pero otros no.

Es verdad que ellos enseñan que una dispensación no es lo mismo que un pacto, aunque la definición de ambos y la cantidad y duración de cada era, no deja de ser arbitraria.

En cualquier caso, hay quienes piensan que hay 9 pactos, otros identifican 8, muchos a 7, pero no siempre los mismos, y a la vez, algunos los dividen en tres grandes grupos y otros en dos. ¿¡Que lío no!?

 

No te preocupes. Si me sigues con atención, te prometo que lo vas a entender super fácil.

Personalmente, cuando analizas:

  • ¿Por qué se toma un periodo de tiempo y no otro?
  • ¿Por qué se considera un pacto sí y otro no?
  • Y ¿por qué se diferencia entre eras o dispensaciones y pactos?

Empiezas a descubrir que las conclusiones son subjetivas y tremendamente especulativas. Reconozco que la teología disposicional está muy elaborada, pero no deja de tener grandes incongruencias que iré detallando a lo largo de esta serie.

Déjame que te explique brevemente cómo la Biblia enumera e identifica a los pactos, de forma clara, sin argumentos confusos, rebuscados ni arbitrarios.

Dios utiliza el número 7 como más que un número, es un símbolo que utiliza para darnos unos principios los cuales te muestro en pantalla.

Y si me has estado siguiendo, me habrás escuchado explicar estos principios en algunas series de siete. Como, por ejemplo, la de los sacerdotes.

 

Jesús es el Mesías, que quiere decir ‘el ungido’. Y en el Antiguo Testamento solo se ungían a los sacerdotes y a los reyes. Pues bien, escucha bien lo que te voy a decir, porque esto es muy importante.

Seguramente se ungieron muchos sacerdotes, pero la Biblia solo menciona explícitamente por nombre a seis sacerdotes ungidos por Dios a través de un profeta.

Ni uno más, ni uno menos. Aquí en pantalla te dejo la lista, Jesús fue el séptimo que perfecciona la serie. Nuestro único y verdadero Sumo Sacerdote.

 

Como si esto fuera poco, seguramente en el Antiguo Testamento se ungieron muchos reyes, pero la Biblia solo menciona explícitamente a seis reyes ungidos por Dios a través de un profeta.

Seguramente hubo muchos, pero la Biblia solo menciona por nombre a seis. Y Jesús fue el séptimo que perfecciona la serie, nuestro Rey de Reyes.

 

Estas dos series las menciono en el video ‘donde hablo de Jesús como Sumo Sacerdote’. Te dejo el enlace aquí. Esto no termina ahí.

En otro video que se llama ‘El Significado del Número Siete en la Biblia’, y cuyo enlace también te dejo aquí, menciono la serie de siete líderes que nacieron de forma milagrosa.

Seguramente Dios hizo nacer a mucha gente de manera sobrenatural a lo largo de la humanidad. Pero la Biblia menciona por nombre solo a seis. Fueron líderes que nacieron de mujeres estériles ya en edad mayor.

En el video explico cómo todos representan simbólicamente a Jesús. El séptimo que perfecciona la serie y que nació de una virgen, concebido por el Espíritu Santo.

 

Pero hay más series interesantes aún que no te he contado. Así que en este video te voy a dar una nueva.

En el Antiguo Testamento, seguramente hubo muchas resurrecciones, pero ¿sabes cuántas resurrecciones son mencionadas del Antiguo Testamento, antes de Cristo?

Sí, adivinaste… Seis. Y el séptimo en resucitar que perfecciona la serie fue Jesucristo. ‘La resurrección y la vida’.

 

Pero volvamos al tema de los pactos. Te hago otra vez la misma pregunta.

¿Sabes cuántas personas son mencionadas por nombre

con las que Dios hace un “pacto”?

¡Seis! Y por más que busques, no vas a encontrar otro. Jesús es el último que perfecciona la serie. El nuevo pacto.

 

Pero en este video te voy a revelar algo más sobre el número 7 que no te dije antes. En la mayoría de las series de siete, donde encontramos que el séptimo es la intervención de Dios y muchas, por no decir siempre, a través de Jesús. Los seis se dividen en dos grupos de tres, bien diferenciados.

De esta forma, podemos observar que, entre los seis sacerdotes ungidos por Dios, tenemos a un grupo de tres que cometió graves pecados delante de Dios.

Aarón con el becerro de oro, y Nadab y Abiú con el fuego extraño que les costó la vida. Y por otro lado, tenemos un grupo de tres que se “mantuvieron fieles a Dios”.

 

Entre los seis reyes tenemos al primer trio formado por los tres monarcas del reino unido de Israel que se diferencian por su importancia con el otro grupo de los otros reyes.

 

Con respecto a los 6 líderes que nacieron de mujeres estériles, en un Grupo tenemos a Isaac, Jacob y José, los tres patriarcas de la misma familia (abuelo, padre e hijo) y en el otro grupo a tres líderes variados.

 

Y por último en la serie de los resucitados podemos también ver dos grupos de tres claramente diferenciados, donde por un lado están las 3 resurrecciones realizadas por profetas y por otro lado las resurrecciones realizadas por Jesús.

 

Por supuesto que esto no es casualidad, sino que Dios nos está llamando la atención sobre otro patrón relacionado con la estructura de la serie de siete, que de seguro nos será muy útil a la hora de interpretar las profecías.

Para que me entiendas, te pongo un ejemplo. La estructura de las siete iglesias de Apocalipsis es de 7 partes iguales, mientras que la estructura de los sellos y las trompetas se ve claramente que es de 4 – 2 y 1.

Esto es una pista de que la interpretación de las iglesias debe ser vista de forma diferente (en algún aspecto) a la interpretación de los sellos y las trompetas. Pero eso lo veremos más adelante.

Volviendo al tema de los pactos, observamos exactamente el mismo patrón que nos confirma que vamos bien encaminados.

Los 3 primeros son pactos totalmente diferentes a los otros 3. Adán, Noé y Abram tienen el deber de multiplicarse para que su descendencia pueda constituir el pueblo de Dios.

Mientras que Moisés, Finees y David actúan dentro del pueblo de Dios ya conformado. Y representan a Cristo por sus funciones: Moisés como profeta, Finees como sacerdote y David como Rey.

 

Así que ahora ya lo sabes. Los pactos del Antiguo Testamento son seis, y el que realizó Jesús es el nuevo pacto, el séptimo que perfecciona la serie. Y ya los tenemos identificados sin ninguna duda.

Muchos te querrán hacer creer con una teología super complicada que fueron los únicos. ¡No hombre! ¿Cómo van a ser los únicos? Son los únicos mencionados explícitamente. Pero como ya hemos visto anteriormente, hay otros pactos que no los menciona por nombre, pero están implícitos.

¿O te crees que Dios no hizo un pacto con Josué? ¿O con Salomón? Por supuesto. El pacto fue renovándose continuamente.

Solo que menciona los seis explícitamente, para mantener el patrón simbólico del número siete y que de allí podamos extraer las enseñanzas espirituales que se extraen del mismo.

Dicho sea de paso, ¿Porque entonces si son siete los divide en dos grupos (viejo pacto y nuevo pacto)? Y lo que es más curioso aun, ¿Por qué a la vez lo llama eterno? Bueno. Eso te lo cuento en el próximo post, no te lo pierdas.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

¿Quién es el Espíritu Santo según la Biblia?

En este post vamos a explorar en profundidad las enseñanzas bíblicas del Espíritu Santo, cuya influencia es profunda y transformadora.

¿Quién es este ser divino? ¿Qué papel desempeña en nuestras vidas y cómo su presencia nos guía y fortalece?

Las tres creencias principales acerca del Espíritu Santo

Vamos a repasar de forma breve, a través de un gráfico, las tres creencias principales que existen actualmente sobre el Espíritu Santo en el mundo cristiano, así podemos analizar cada una de ellas.

En primer lugar, tenemos la creencia más difundida y aceptada de la trinidad, donde el Espíritu Santo, al igual que Dios Padre y Dios Hijo (Jesucristo), son tres personas diferentes que conforman un Dios trino.

En el video donde hablo de la trinidad y de la divinidad de Cristo, explico que Dios es uno en cierto sentido y a la vez son tres en otro sentido. Son uno en voluntad, propósito, carácter, esencia y sustancia. Y son tres en personas y funciones.

Por otro lado, están aquellos que niegan la trinidad y perciben al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de una forma totalmente diferente. Se dividen en dos grandes grupos.

Por un lado, está la creencia llamada «unitarismo» donde sólo el Padre es el único Dios, y el Hijo (Jesucristo) es la primera y más importante creación de Dios, pero no es Dios en el mismo sentido que el Padre, ni coeterno a Él. Y el Espíritu Santo es una fuerza o poder que emana de Dios, pero no es una persona.

Y el otro grupo es la doctrina de la «unicidad», también llamada «modalismo».

Consiste en la creencia de que, en realidad, no son tres, sino que es la misma persona manifestada en tres «modos» diferentes, pero no son tres personas.

Empecemos primero explicando la unicidad o modalismo.

Unicidad o Modalismo

Se le llama modalismo porque es una doctrina que sostiene que Dios se manifiesta en tres «modos» diferentes: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es decir, es un solo ser divino que se manifestó en el Antiguo Testamento como Padre, durante la vida de Jesús se manifestó como Hijo, y a partir del Pentecostés se manifestó como el Espíritu Santo, siendo la misma persona.

Por consiguiente, el modalismo no se centra tanto en demostrar que es un poder o que no es una persona, sino que se concentra en demostrar que es el mismo Dios Padre manifestado de un «modo» diferente, negando la existencia de tres personas.

El principal argumento es, por supuesto, mostrar aquellos versículos que dicen que Dios es uno. Con respecto a este punto, lo explico detalladamente en el video de la trinidad que mencioné anteriormente, pero déjame que te lo resuma en un minuto.

Decir que Jehová son tres personas no contradice en absoluto los textos que dicen que son uno, ya que son uno en un sentido, pero son tres en otro.

Es tan sencillo como que me oigas decir que todos los seres humanos son iguales, y luego me acuses de contradecirme porque luego me oíste decir que todos los seres humanos son diferentes.

No hay contradicción ninguna. Ambas afirmaciones son correctas. Son iguales en algunos sentidos, como que todos respiramos aire, tenemos un corazón y necesitamos amor, etc.

Pero somos diferentes en otros sentidos, con un único ADN, huellas digitales e iris. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles.

De la misma forma, Dios es uno en cierto sentido y son tres en otros sentidos. Dios es uno en voluntad, propósito, carácter, esencia y sustancia, pero son tres en personas y funciones.

Hay dos palabras hebreas que se traducen como «uno» en español, y cada una de ellas tiene matices diferentes:

  • (ejjaad): significa uno enfatizando una unidad compuesta de partes (una unidad entre varios),
  • (iajjid): se usa en contextos que enfatizan una unidad singular de algo (es decir, no compuesta) en el sentido de «único».

Siempre que la palabra «uno» se refiere a la deidad, es decir, califica a Dios, se utiliza la palabra ejjaad.

Como por ejemplo, en el caso de la Shemá, una de las principales plegarias del judaísmo que se encuentra en Deuteronomio 6, versículo 4, y dice:

«Shemá Israel, Adonái Elohénu, Adonái Ejjaad».

«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es».

Es la plegaria más sagrada del judaísmo y base de la afirmación de su fe monoteísta. Como podemos ver, utiliza la palabra ejjaad que enfatiza la unidad compuesta de partes, al igual que el resto de los versículos que te dejo aquí a modo de ejemplo.

Por otro lado, la palabra (iajjid) nunca fue utilizada como adjetivo de la deidad. Pregunto, ¿si Dios hubiese querido aclarar que Él no es una trinidad, no hubiese sido más lógico que en los textos donde Él dice que es uno, usar la palabra (iajjid), que tiene un sentido de unicidad y de único, en vez de utilizar la palabra ejjaad que tiene un sentido de unidad entre varios?

Por supuesto que esto no es una conclusión filosófica o caprichosa, sino que está basado en una gran cantidad de argumentos bíblicos y teológicos presentados en el video que hice referencia anteriormente, donde hablo de la trinidad y de la divinidad de Cristo, y en este post donde nos centraremos en la persona del Espíritu Santo.

Lo primero que me gustaría hacer es mostrarte algunos textos utilizados para argumentar a favor del modalismo, interpretando con ellos que no hay tres personas, sino que es una sola manifestada en tres modos diferentes.

Como verás, se basan en algunas frases de la Biblia que, lejos de ser contundentes, son de interpretación ambigua.

Sin embargo, son tantos los versículos que claramente dan a entender que son tres personas diferentes, que es imposible interpretar los versículos anteriores como lo interpretan los modalistas. Vamos a repasarlos y juzga por ti mismo.

Dios envía al Espíritu Santo a través de Jesús. En Juan 14:26 dice: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre».

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26

Y en Juan 15:26 expresa la misma idea con otras palabras:

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Juan 15:26

Esto sugiere una interacción entre personas distintas, porque no tendría sentido enviarse uno a sí mismo, y mucho menos cuando aclara que es a través de Jesús.

También encontramos varios versículos donde hablan entre ellos, específicamente Jesús hablándole al Padre. En Juan 11:41.

Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo:
—Padre, gracias te doy por haberme oído. Juan 11:41

La Biblia está llena de versículos de Jesús hablándole al Padre. Aquí te dejo algunos ejemplos:

 

Obviamente, es ridículo pensar que son el mismo si uno le habla al otro, ¿no te parece?

En la Biblia hay tres ocasiones donde Dios habló desde los cielos mientras Jesús estaba en la tierra: en el bautismo de Jesús, en la transfiguración y en el templo poco antes de la pasión. Aquí te dejo los versículos.

 

Al igual que el caso anterior, es imposible que sean el mismo si Jesús está en la tierra y la voz viene del cielo.

También hay versículos donde afirman que se aman el uno al otro, como por ejemplo Juan 14:31 que dice que Jesús ama al Padre.

Pero para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. ¡Levantaos, vámonos de aquí! Juan 14:31

O Juan 15:9 donde dice que el Padre ama a Jesús.

Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Juan 15:9

Y, podríamos seguir mostrando versículos que muestran claramente que son personas diferentes ¡hasta aburrirte! 

¡Son tantas las evidencias! Que cuesta creer que haya tantas personas que sean «modalistas» convencidas de que las tres personas de la deidad sean el mismo, y como consecuencia, que el Espíritu Santo sea el mismo que Dios Padre.

Sin embargo, quiero decirte que yo he escuchado a teólogos, con un alto conocimiento, especialmente judíos mesiánicos, a los cuales respeto mucho, que piensan de esta manera.

La concepción monoteísta profundamente arraigada, inculcada durante toda la vida desde la infancia, muchas veces viene unida a la falsa convicción de que aceptar la Trinidad equivale a la idolatría. Y esta creencia obstaculiza la capacidad de interpretar o comprender los versículos bíblicos que acabamos de leer, por más claros que sean.

Albert Einstein capturó la esencia de esta dificultad al afirmar: «Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».

Creo realmente que el tema del modalismo no necesita más explicación, así que pasemos al unitarismo.

Unitarismo

Tal como dijimos anteriormente, dentro del unitarismo se concibe al Espíritu Santo como una fuerza o poder que emana de Dios, y por lo tanto, no es una persona. Esta creencia es denominada «dinamismo».

Por eso se llama «dinamismo», porque proviene de la palabra griega «δύναμις» (dynamis), que significa «poder», «fuerza» o «capacidad».

¿Encontramos en la Biblia versículos que indican claramente que el Espíritu Santo es una persona? La respuesta es un rotundo sí.

La Biblia está llena de versículos que expresan que el Espíritu Santo es una persona, otorgándole características que en absoluto coinciden con un poder.

Aquí te muestro varios de ellos:

  • El Espíritu Santo habla.

Ministrando estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.» Hechos 13:2

El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.»  Hechos 8:29

  • El Espíritu Santo enseña.

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho. Juan 14:26

  • El Espíritu Santo escudriña, propio de alguien pensante.

10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios, 11 porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 1 Corintios 2:10-11

  • El Espíritu Santo puede ser contristado, no tiene lógica que un poder se entristezca.

Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Efesios 4:30

  • Se le puede mentir, esto sólo puede ocurrir si es una persona. Y, dicho sea de paso, esa persona también es Dios, ya que el texto, en el siguiente versículo, termina diciendo “No has mentido a los hombres, sino a Dios.»
Pedro le dijo:
—Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y sustrajeras del producto de la venta de la heredad? Hechos 5:3
  • El Espíritu Santo tiene voluntad, la capacidad de distribuir dones como él quiere, prohibir u ordenar según su propia voluntad sugiere una mente pensante y deliberada.

Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.          1 Corintios 12:11

Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Hechos 16:6-7

19 Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: «Tres hombres te buscan. 20 Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado». Hechos 10:19-20

  • El Espíritu Santo intercede, interceder significa hablar en favor de alguien. Si el Espíritu habla en favor nuestro a Dios, no puede ser un poder o fuerza. ¿No te parece?

26 De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Romanos 8:26-27

  • El Espíritu Santo puede ser ultrajado o insultado.

¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado y ofenda al Espíritu de gracia? Hebreos 10:29

Todos estos versículos, y muchos otros, demuestran de forma clara y contundente que el Espíritu Santo es una persona y no un poder de Dios Padre.

Pero pasemos entonces ahora a analizar los argumentos utilizados por los unitarios para defender el dinamismo.

Lo primero que nos preguntamos es, ¿qué explicación dan aquellos que afirman que el Espíritu Santo es un poder a todos estos versículos que demuestran lo contrario?

Bueno, ellos explican que es una «personificación», como por ejemplo el caso de Lucas 7:35 donde Jesús personifica a la sabiduría adjudicándole hijos.

Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.           Lucas 7:35

Sin embargo, tú puedes argumentar una personificación cuando hay un caso o dos como mucho, y con una característica específica, ya que es un recurso literario poco frecuente. Pero no puedes hablar de personificación cuando en tantísimos versículos se describe al Espíritu Santo lleno de características propias de una persona.

Veamos otros argumentos utilizados por los unitarios que creen en el dinamismo, con los cuales consiguieron confundir a algunos creyentes.

Algunos versículos dejan claro que es el Padre el que envía al Espíritu Santo, como los que te dejo aquí: 

Entonces aquí surge el argumento que los unitarios utilizan para demostrar que es un poder que emana del Padre y no una persona: ¿Cómo podría Dios enviar a un ser igual a Él?

Bueno, de forma superficial, en principio pareciera ser un buen argumento. Sin embargo, no debemos olvidar que hay también muchos versículos que afirman que es Dios el que envía a Jesús, como los que te muestro a continuación.

Y nadie niega que Jesús sea una persona. Así que, si Dios Padre puede enviar a Dios Hijo, también puede enviar a Dios Espíritu Santo.

Otro argumento que presentan es que una persona no puede ser «derramada» sobre los hijos de Dios, como dice Hechos 2,

»“En los postreros días —dice Dios—,
derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
vuestros jóvenes verán visiones
y vuestros ancianos soñarán sueños; Hechos 2:17

ni tampoco podría ser «bebida» tal como exclamó Jesús en Juan 7,

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:
—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.
39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Juan 7:37-39

o «llenar» a otra persona tal como ocurrió en el Pentecostés o como se explica en Efesios 5.

No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, Efesios 5:18

Y entonces argumentan que sería muy extraño que una persona de la divinidad sea derramada dentro de otra persona, y que estas acciones son más propias de un poder que se otorga que de una persona de la divinidad.

Sin embargo, otra vez, al igual que el caso anterior, Cristo también habla de que debe ser bebido o incluso comido por sus seguidores, y que Él vive en nuestro interior, como muestro en estos versículos.

Es decir, Jesucristo, quien nadie niega que es un persona, es bebido y habita en nosotros al igual que el Espiritu Santo. Así que ninguno de estos argumentos sirve en absoluto para demostrar que el Espíritu Santo no es una persona.

Aunque de alguna manera la pregunta aún permanece: ¿Cómo es esto de que el Espíritu Santo o Cristo puede entrar en nuestro cuerpo y podamos ser llenados de ellos?, la mayoría, ante esta pregunta, dirá “no lo entiendo”.

No te preocupes, yo tampoco lo entiendo del todo. Pretender entender todos los detalles de este proceso es como querer entender todos los detalles de la encarnación de Cristo. Hay cosas que la Biblia no nos revela «cómo» ocurren, simplemente nos dice que ocurren.

Pero quiero decirte que Dios no nos dejó a ciegas con este tema. No existe mejor maestro que Dios, y su didáctica es extraordinaria. Para que nosotros podamos entender este proceso de cómo Cristo y el Espíritu Santo entran en nuestra vida y podemos ser llenados de ellos, Él usó tres simbologías magistrales.

Las cuales explico en uno de mis primeros posts, cuyo link te lo dejo aquí. Pero igual te lo resumo:

Tenemos la simbología de la siembra, donde Jesús es la semilla, el Espíritu Santo es el agua y nosotros la tierra. Si aceptamos a Cristo y al Espíritu Santo, nos convertimos en frutos con semillas.

Esta simbología nos enseña que gracias al crecimiento de la semilla (es decir, Cristo en nosotros) y al riego constante del Espíritu Santo, somos transformados en un árbol que da fruto. De ese fruto saldrán semillas, como Jesús, nuestro ejemplo.

En la simbología del candelabro, Jesús está representado por el fuego del altar del sacrificio, el Espíritu Santo por el aceite del candelabro y nosotros somos los brazos del candelabro. Si aceptamos el fuego y el aceite, nosotros también seremos fuego que alumbra.

Esta simbología nos enseña que gracias al fuego del altar y al aceite del candelabro, nos transformamos en llamas que iluminan y así nos convertimos en la luz del mundo, como lo fue Cristo, nuestro ejemplo.

Y en la simbología del pan y del vino, ocurre lo mismo. El cuerpo de Cristo, su carne y su sangre, son representados por el pan y el vino. El aliento de vida, el ruaj, es el Espíritu Santo, y nosotros, como cuerpo de Cristo, nos convertimos en una parte importante y funcional de su cuerpo.

Esta simbología también nos enseña que gracias a que comemos y bebemos el cuerpo de Cristo, recibimos el aliento de vida del Espíritu Santo y entonces participamos del cuerpo de Cristo, y cada uno forma una parte del cuerpo que luego ayudará a compartir el pan de vida con otros, como hizo Cristo.

Estas simbologías te van a ayudar muchísimo a entender la obra de Jesús y del Espíritu Santo en nuestras vidas. Con estas ilustraciones podemos sacar muchísimas conclusiones. Te dejo para que tú mismo las encuentres.

Pero déjame solamente resaltar que los versículos que hablan de que el Espíritu Santo «es derramado» en nuestro interior, y «podemos ser llenos» de él como quien es lleno de agua, aceite o del aliento de vida, sin ninguna duda, encajan a la perfección con la simbología que Dios nos da en la Biblia.

Y obviamente son éstas las frases simbólicas, y no las frases que le otorgan al Espíritu Santo la característica de persona, y que los unitarios dicen que son «personificaciones».

Dicho sea de paso, esta simbología también explica por qué Jesús y el Espíritu Santo son enviados por el Padre. Porque de esta forma nos enseña que es la Trinidad completa la que trabaja toda en nuestra transformación y salvación.

Espero que este post te ayude a desenmascarar los falsos argumentos utilizados para negar las tres personas de la deidad, y que finalmente puedas reconocer que el Espíritu Santo es Dios en nosotros.

Nos vemos en el próximo post.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.

Setenta veces siete – Dispensacionalismo # 2

Cuando Pedro le preguntó a Jesús en Mateo 18:21-22: “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” Jesús le responde: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.”

Jesús no le estaba dando a Pedro una cifra o una cantidad. Es evidente que no se puede tomar literalmente, y que Pedro tenía que perdonar 490 veces, sino que estaba utilizando la cifra de forma simbólica.

Acompáñame a descubrir todo el significado detrás de esa frase.

 

¿Cuántas veces perdonare a mi hermano?

En Mateo 18:22, cuando Pedro le pregunta a Jesús, “¿cuántas veces debemos perdonar?”, él mismo propone como respuesta, “¿siete veces?”

«¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? Y Jesús le responde: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” Mateo 18:21-22

La cifra que Pedro proponía ya era muy alta. ¿Te imaginas tener que perdonar a una persona siete veces?

En uno de mis videos donde hablo del número siete, explico que, en las manos de Dios, un número es más que una simple cifra. Algunas veces, Dios utiliza un número como un símbolo que representa una enseñanza.

Sin embargo, en la respuesta de Jesús, primero la multiplicó por diez. Multiplicar algo por diez era equivalente a decir, “ufff, muchísimo más.”

Como cuando en Daniel capítulo 1, versículo 20, para decir que eran muchísimo más sabios, dice “los encontró diez veces mejores que todos los magos y encantadores que había en todo su reino”.

“En todo asunto de sabiduría y entendimiento que el rey les consultó los encontró diez veces mejores que todos los magos y encantadores que había en todo su reino.” Daniel 1:20

Pero no conforme con ello, después que el 7 de Pedro, Jesús lo transformó en 70, Jesús lo volvió a multiplicar por 7.

Llevando el número a un valor tan exageradamente alto, que todos los teólogos coinciden en decir que lo que Jesús quiso decir es que debemos perdonar “siempre”. Siempre y de forma perfecta. Sin rencor.

Es una frase simbólica. Obviamente, es imposible que Jesús esté hablando de forma literal. Nadie en su sano juicio podría llegar a la conclusión de que debemos contar las veces que perdonamos para que, cuando lleguemos a 491, a partir de ahí no perdonemos más.

Cuando Jesús habla de que el perdón es 70 veces 7, se refiere a que nosotros debemos perdonar siempre. Nunca vengarnos. Nunca odiar. Nunca desear el mal. Sí, la definición suena teológicamente muy bonita. La teoría es preciosa.

Especialmente para los que han tenido una vida color de rosa.

¿Pero cuando la otra persona te ha hecho mucho daño? ¿O te ha dañado muchas veces hasta el punto de destrozarte la vida? ¿Cuándo te lo han quitado todo?

¿Cuándo te han matado a un familiar, un hijo? ¿Ha destrozado a mi familia y aun así, tengo que perdonar? ¿Dónde está la justicia? ¡Cómo es posible Señor perdonar!

Y el Señor te dice: Mira, no te preocupes. Tú perdona, la justicia déjamela a mí, no es tu función hacer justicia, de eso me encargo yo.

«Amados, no se venguen ustedes mismos sino dejen lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor.» Romanos 12:19

¿Pero eso qué quiere decir? Quiere decir que Dios es amor y simplemente no puede existir el amor donde no hay justicia y misericordia. Son dos caras de la misma moneda.

Cuando Dios habla de que suya es la venganza, no lo debemos entender en el sentido humano, sino que es una afirmación de la justicia divina.

La misericordia de Dios es eterna; tal como lo expresan estos versículos que te dejo en pantalla y otros tantos donde repiten hasta el cansancio, que “para siempre es su misericordia”.

 

No está ligada al tiempo ni a las acciones de sus criaturas. Todo lo que hace está basado en su amor y misericordia. El perdón de Dios también es amplio y misericordioso…

Pero no es para siempre. Mientras que la misericordia es perpetua, el perdón es un evento concreto que tiene lugar en el contexto del arrepentimiento y la conversión. Y por consiguiente, es condicional.

Escucha esto que te voy a decir, que es muy importante.  Perpetuar el perdón sería perpetuar el pecado. Que Dios perdone indefinidamente solo podría interpretarse como una licencia para el pecado continuo sin consecuencias.

Esto no significa que Dios deje de amar o de ser misericordioso, sino que significa que algunas acciones tienen consecuencias y que el perdón no siempre puede eliminar esas consecuencias.

El amor no purifica a quien no quiere ser purificado. Ni le otorga los beneficios del perdón a quienes no quieren recibirlo.

 

¿Hasta cuándo entonces perdona Dios?

Cuando la maldad de un pueblo alcanza un nivel que corrompe la creación de Dios y perjudica a sus criaturas, la justicia divina puede manifestarse en forma de juicio.

Esto lo explica claramente la Biblia en Génesis 6, donde justo antes de destruir la tierra con el diluvio, la Biblia dice en el versículo 5 que los pensamientos de ellos eran de continuo solamente el mal.

En Génesis 15:16 dice que demoraría la llegada de Israel a Canaán, ya que no había llegado a su colmo la maldad del amorreo, para que cuatro siglos después, Israel conquiste Canaán, porque entonces “sí” había llegado al colmo la maldad de los pueblos amorreos.

“Y en la cuarta generación volverán acá, porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.» Génesis 15:16

Así como Dios destruyó a Sodoma y Gomorra con fuego y azufre, destruyó a los amorreos con los soldados de Israel, en el contexto de una teocracia. La única verdadera que existió en nuestro planeta y de la cual tenemos conocimiento.

Para aquellos que no pueden explicar la violencia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, está relacionado con este tema. El concepto de que hay un «colmo» de la maldad es crucial en la teología de la retirada de la gracia divina.

Dios, en su paciencia, espera y da oportunidad tras oportunidad para el arrepentimiento.

Sin embargo, cuando la maldad de una persona o un pueblo llega a su máximo punto y no hay indicio de cambio o arrepentimiento, como en el caso de los amorreos, Dios actúa de acuerdo con su justicia.

“Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” Romanos 2:5

No quiere decir que Dios fija un tiempo límite para que tomemos una decisión. Lo que quiere decir es que llega un momento en que el hombre cierra tanto su corazón, que el Espíritu Santo ya no lo puede alcanzar.

Eso mismo explicó Jesús con otras palabras en Marcos 3.

«Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno.» Marcos 3:28-29

Aunque pueda parecer contradictorio, la retirada de la gracia y la ejecución del juicio también pueden ser actos de misericordia y parte del propósito redentor de Dios.

En algunos casos, los juicios divinos sirven como advertencias severas para otras naciones o generaciones, llamándolas al arrepentimiento y a la conversión. Pero también existen otros motivos.

A lo largo de la Biblia se observa siempre el mismo patrón. Cuando el corazón de la gente se endurece, el Espíritu Santo es rechazado y se retira, ya no puede influir sobre el ser humano.

Entonces, es muchísimo más fácil para Satanás y sus ángeles actuar a través de ellos. Como el objetivo principal de Satanás es destruir la simiente de Cristo, inmediatamente se levanta persecución sobre los hijos de Dios.

 

Las Escrituras, particularmente en Proverbios 6:16-19, detallan aquellos comportamientos que “aborrece Jehová y son para él abominación”, entre ellos, «las manos derramadoras de sangre inocente».

16 «Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: 17 …Las manos derramadoras de sangre inocente» Proverbios 6:16-17

Entonces, la misericordia eterna de Dios se manifiesta en juicio hacia quienes persistentemente eligen el mal y, por ende, ponen en peligro a los inocentes.

“Dijo Jesús a sus discípulos: «Imposible es que no vengan tropiezos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.” Lucas 17:1-2

Esto subraya la seriedad con la que Dios ve el daño hecho a sus hijos. Sí, Dios abomina al que derrama sangre inocente, y mucho más cuando esa sangre es de sus hijos.

Mientras retienes este concepto en tu mente, déjame que te explique algo que te va a interesar.

La expresión «70 veces 7» que Jesús utiliza no es aleatoria, sino que tiene un profundo significado en la Biblia.

En primer lugar, 49 es un número relacionado con el perdón porque el año 50 era el año del jubileo, que venía después de 7 semanas de años. Después de 49 años, venía el año de jubileo, que era un tiempo de perdón y liberación, donde:

  • Las deudas se cancelaban,
  • Los esclavos eran liberados,
  • Y las tierras devueltas a sus propietarios originales.

 

En segundo lugar, la frase “setenta veces siete” es mencionada dos veces en el Antiguo Testamento, y ambas veces relacionada con un tiempo de venganza y de retribución de justicia.

La primera de ellas es en Génesis 4. Lamec usa la frase en el contexto de la venganza, mal utilizando a su antojo una frase de Jehová que decía que sería castigado siete veces al que matare a Caín. Y les dice a sus esposas.

«Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será.» Genesis 4:24

Y la segunda vez que aparece, también lo hace en el contexto del perdón.

«Setenta semanas están determinadas para tu pueblo.» Daniel 9:24

Dicho sea de paso, traducir “determinadas” a la palabra “yatak” es un capricho de los traductores. Sin conocer el significado de la profecía, de todos los verbos posibles, eligieron aquel que no significa nada.

Mucho más sentido tendría decir «70 semanas han sido cortadas o separadas para tu pueblo», ya que ese es el significado primordial de la palabra. Pero ese es otro tema.

En una línea del tiempo a escala, vemos cómo a mediados del siglo VI antes de Cristo, un ángel le explica a Daniel la profecía de las setenta semanas, la cual está narrada en Daniel capítulo 9.

Este ángel le explica a Daniel que en un momento determinado, que ahora sabemos que fue en el año 457 antes de Cristo, se le daría al pueblo de Israel un plazo de 490 años.

El porqué del año 457 lo explico en los dos videos que te mencioné anteriormente. Al principio de ese plazo, se construiría el templo, y al final de ese plazo, iban a ocurrir tres acontecimientos importantes:

El primero, el Mesías Príncipe. Desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas (es decir, 69 semanas).

Esto hace referencia al bautismo de Jesús, donde se convirtió en Mesías, ya que Mesías quiere decir “Ungido”, y ahí fue ungido por el Espíritu Santo, como tú bien sabes, en forma de paloma.

Esto ocurrió en la primavera del año 27 después de Cristo.

 

El segundo acontecimiento es la muerte del Mesías.

“Después de las 62 semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí, mas no por sí» Daniel 9:26

haciendo alusión a que no se iba a quitar la vida él mismo, sino que iba a ser asesinado por otros. Porque nadie puede crucificarse a sí mismo.

«A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda… » Daniel 9:27

Ya que, obviamente, al morir Cristo en la cruz, los sacrificios y ofrendas ya no tenían más sentido, ya que eran símbolos y sombra del verdadero sacrificio realizado por Jesús.

Esto ocurrió tres años y medio más tarde, en otoño del año 31.

 

Y el tercer acontecimiento fue el apedreamiento de Esteban, en la primavera del año 34.

El apedreamiento de Esteban fue el acto que inició la sangrienta persecución que el Sanedrín, es decir, la máxima autoridad religiosa de Israel empezó sobre los cristianos.

¿Te acuerdas de que te pedí que retengas en tu mente el concepto de que para Dios derramar sangre inocente es una “abominación”? Y muy especialmente si esa sangre inocente es de sus hijos.

Bueno, con respecto a esto, quiero contarte que la frase “abominación desoladora” o similares es un término profético que se refiere a un acto de profanación extrema.

Esta frase quiere decir que la abominación ante Dios es tan extrema, que el castigo de Dios trae “desolación”.

«Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan.» 2 Tesalonicenses 1:6

La Biblia es clara en cuanto a la severidad con la que Dios trata a aquellos que atacan o hacen daño a sus hijos. Puede interpretarse como el rechazo final y más grave a Dios, marcando un punto de no retorno.

Una gran multitud de judíos que estaban en Jerusalén, incitados por el mismo Sanedrín, escaló la oposición a Dios y a sus seguidores, hasta llegar al colmo de la abominación.

No quisieron aceptar a Jesús como el Mesías. No quisieron reconocerlo como Rey, gritando «No tenemos más rey que el César», como nos cuenta Juan 19:15.

«No tenemos más rey que el César» Juan 19:15

Insistieron para que sea crucificado.

“¡Que su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!» Mateo 27:25

Y como si esto fuera poco, no mucho tiempo después, finalmente terminaron persiguiendo y masacrando a los cristianos, obligándolos a dispersarse más allá de Jerusalén.

Siendo el apedreamiento de Esteban el acto inicial de semejante locura, el clímax de la oposición contra Dios y sus seguidores.

Justo, exactamente en el preciso momento que se cumplen los 490 años desde el inicio de la profecía.

Y como era lógico, tal como lo explica el final de la profecía de Daniel en el capítulo 9, después de semejante «muchedumbre de abominaciones», finalmente «vendrá el desolador».

“… Después, con la muchedumbre de las abominaciones, vendrá el desolador, hasta que venga la consumación y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.” Daniel 9:27

Y el versículo anterior diría cómo iba a ocurrir esto: «Un príncipe…» (que la historia nos enseña que fue el Príncipe Tito, hijo del emperador Vespasiano), destruirá la ciudad y el santuario.

Esto ocurrió unos años después, en el año 70, cuando «el templo y Jerusalén serían destruidos».

“El pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario…” Daniel 9:26

Muchos cristianos dispensacionalistas creen que la última semana de esta profecía corresponde al tiempo del fin. Y con respecto a esto, quiero confesarte que no sé qué me sorprende más.

Que agreguen un paréntesis o pausa de más de 2000 años entre la semana 69 y 70, que la profecía no muestra ni da a entender en ningún lado.

O que ignoren todos los detalles que coinciden a la perfección con la historia, de forma tan precisa y sorprendente, si dejan la semana 70 pegada a la semana 69.

 

Escucha esto y dime tu sincera opinión. La profecía nos dice en el versículo 24 que es de setenta semanas. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo.

” Setenta semanas están determinadas… “ Daniel 9:24

En el versículo 25, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas, refiriéndose a las 69 semanas. (Hasta aquí estamos todos de acuerdo).

“…habrá siete semanas y sesenta y dos semanas…” Daniel 9:25

Y en el versículo 26 dice “Y después de esas 62 semanas” (lo cual es lo mismo que decir, después de las sesenta y nueve semanas) donde solo resta la semana 70. Se quitará la vida al Mesías.

“Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías…” Daniel 9:26

En el versículo 27, dando más luz sobre la muerte del Mesías, no solo aclara que ocurrirá a la mitad de la semana (tal como ocurrió con la muerte de Cristo tres años y medio después), sino que también explica que ese acto “hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (que es lo que ocurrió como consecuencia de la muerte de Cristo en la cruz).

“…a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda…” Daniel 9:27

Como si esto fuera poco, el versículo 26 también nos dice que «el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario».

 

Curiosamente, inmediatamente después de las 69 semanas, es decir, en la semana 70, se quitó la vida al Mesías exactamente a la mitad de la semana, y por consiguiente cesó el sacrificio y la ofrenda.

Y poco tiempo después, vino el imperio romano, gobernado por el príncipe Tito, y destruyó la ciudad de Jerusalén y el templo.

El cumplimiento es asombroso, pero no. Un grupo de teólogos, a toda costa, confunden a muchos cristianos diciéndoles que esta semana aún no se ha cumplido, y se cumplirá en el futuro, más de dos mil años después.

¿Le encuentras alguna lógica?

Mira. Haz un experimento. Dale esta profecía y un libro de historia a un niño de 12 años. En poco tiempo encontrará la interpretación de la profecía.

 

Llamado a la reflexión

No quiero terminar este post sin antes compartir dos pequeñas reflexiones más.

En primer lugar, esta profecía no quiere decir que a partir de ese momento los judíos no se podían salvar. Lo que enseña la profecía es que a partir de entonces, los judíos, «como nación,» perdieron su condición de pueblo escogido de Dios.

Así como Dios primero usó a los primogénitos, los cuales fueron reemplazados por los levitas, de forma análoga (no igual, sino análoga, que no es lo mismo), el pueblo judío no sería más el grupo humano que Dios utilizaría para proclamar el evangelio.

Ya que quedó incapacitado por rechazar al Mesías sino que ahora serían los cristianos, los cuales hemos sido injertados, como dice Romanos 11.

Y en segundo lugar, escucha bien lo que te voy a decir ahora, porque esta es la verdadera enseñanza de la frase «setenta veces siete,» con la cual Dios dejó un mensaje de misericordia infinita.

El fin de la profecía que marcaba el tiempo para Israel… El final de los 490 años…

No fue cuando crucificaron a Cristo. Dios estaba dispuesto a perdonarlos, así como perdonó a Pedro después de jurar y maldecir que no lo conocía, tal como dice Mateo 26.

“Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco al hombre! Y en seguida cantó el gallo.” Mateo 26:74

Sino que el clímax de la maldad, el colmo de su impiedad que hizo que Dios los abandonase para siempre como pueblo escogido, fue el hecho de que empezasen a perseguir a los hijos de Dios. Aquellos que aceptaron a Jesús como el Mesías.

Lo mismo que hizo Jesús en su vida. Cuando lo crucificaron a él, dijo “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Pero solo se enfadaba para defender a los débiles de los engaños de los escribas y fariseos.

«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cierran el reino de los cielos delante de los hombres…” Mateo 23:13

En la frase «setenta veces siete» encontramos:

Una invitación a perdonar, la certeza de la misericordia infinita de Dios y la seguridad de su justicia.

Por CHRISTIAN JABLOÑSKI

Puedes obtener las Diapositivas para realizar una presentacion de calidad sobre este tema.

Diapositivas

¡Tu donación lo hace posible!

Con tu ayuda proclamamos esperanza a todo el mundo. Tu apoyo es indispensable para que podamos seguir compartiendo el mensaje de Jesús que cambia vidas para salvación.